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Sommario:
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Isabel - Capítulo 22
La guerra contra Granada acaba de
comenzar. Isabel y Fernando necesitan fondos para sufragar su particular
cruzada contra el infiel y harán lo que sea necesario para
conseguirlos. ¿Cómo reaccionará el reino Nazarí? ¿Conseguirá Boabdil
mantenerse en el trono? Los espectadores lo sabrán este lunes en un
nuevo capítulo de 'Isabel', la ficción histórica de La 1 de TVE que
acaba de ser galardonada con una Antena de Oro y un Premio Ondas a
Michelle Jenner por su interpretación de la reina Isabel.
División en el bando musulmán
Los primeros éxitos en la guerra contra Granada animan a realizar ataques de mayor envergadura. Sin embargo, la falta de medios aconseja prudencia. Fernando, no obstante, se ve forzado a lanzar una ofensiva para contentar a los nobles impacientes. Por fortuna para Isabel y Fernando, el bando musulmán está dividido. A pesar de la carencia de efectivos, un plan de Gonzalo Fernández de Córdoba contra el bando de Boabdil dará la vuelta a la contienda.
En Portugal el rey Juan ha decidido acabar con la hegemonía de la nobleza. Sus primeras víctimas serán los Braganza, la familia que custodia a la infanta Isabel. Un nuevo frente de preocupaciones se abre para la reina.
División en el bando musulmán
Los primeros éxitos en la guerra contra Granada animan a realizar ataques de mayor envergadura. Sin embargo, la falta de medios aconseja prudencia. Fernando, no obstante, se ve forzado a lanzar una ofensiva para contentar a los nobles impacientes. Por fortuna para Isabel y Fernando, el bando musulmán está dividido. A pesar de la carencia de efectivos, un plan de Gonzalo Fernández de Córdoba contra el bando de Boabdil dará la vuelta a la contienda.
En Portugal el rey Juan ha decidido acabar con la hegemonía de la nobleza. Sus primeras víctimas serán los Braganza, la familia que custodia a la infanta Isabel. Un nuevo frente de preocupaciones se abre para la reina.
Transcripción completa
El rey insiste
en que vayáis a Aragón
para proceder a la jura
del príncipe Juan
como heredero ante las Cortes.
Viajaremos a Aragón
cuando yo lo crea conveniente.
Os presento a Beatriz de Galindo.
Esa joven jamás osaría traicionaros,
dadle una oportunidad, a ella
y también a vuestro esposo.
De quien espero otro hijo.
Decidme qué tengo que hacer
y lo haré.
Basta con que ni yo,
ni nadie de mi entorno
vuelva a saber
de vuestras correrías.
Si no me respetáis
como vuestra esposa,
al menos respetadme
como vuestra reina.
Por la gracia de Dios,
el príncipe Juan
es declarado por estas Cortes
legítimo sucesor
al trono de Aragón.
Es voluntad del rey
que nunca más sean aplicados
los malos usos señoriales.
Nunca jamás.
Cabalgad a mi diestra al frente
de vuestro ejército de remensas,
y juntos llegaremos a Granada.
¿No obligaréis a los nobles
a cumplir vuestras propias leyes?
Uníos a mí.
Habéis traicionado la confianza
que he puesto en vos.
Sitiaremos la ciudad,
atraeremos la atención cristiana
hacia otro punto de la muralla,
mientras un grupo
de nuestros mejores hombres
se deslizan por ese pasadizo.
¡Abrid las puertas de Zahara
a las tropas de Alá!
Zahara ha sido tomada
por los musulmanes.
No nos quedaremos
de brazos cruzados,
cuando en otros lugares
se combate contra el infiel.
Queda derogada la abolición
de los usos señoriales.
Hemos sido llamados
a luchar por la cristiandad
contra el invasor musulmán,
como lo hicieron los antepasados.
Habréis de demostrar
en el campo de batalla
vuestra lealtad a la Corona
y vuestra fe
en Cristo Nuestro Señor.
Ningún abencerraje participará
en vuestras intrigas.
¿Cuándo aceptaréis que estamos solos?
Nos hemos jugado la vida por nada.
-Estáis en un error,
ya tengo lo que quería.
Se me ha encomendado
la misión divina
de hacer la guerra a los infieles
y devolver Al-Ándalus
a los musulmanes.
Que Alá no permita que nada ni nadie
se interponga en mi camino.
¿Y mi padre?
-Ha huido con su familia,
vos sois ahora el emir de Granada.
¿Qué os sucede?
Nuestro hijo, Fernando, ya viene.
Avisad al físico, rápido.
Isabel...,
amor mío, habéis vuelto.
Alhama necesita refuerzos
desesperadamente,
ya no aguantan más, mi señor.
Id y luchad con valor,
y no permitáis
que nadie os quite la vida.
Subtitulado por TVE.
De nuevo separados,
y otra vez es la mujer temerosa
quien se dirige a vos,
no la reina de voluntad severa,
la esposa rendida a vuestro abrazo,
que de saberlo perdido,
nada ni nadie la consolaría.
Pienso en vos, en la batalla,
y ruego a la bendita Virgen,
que os ampare bajo su manto,
que os libre de todo mal,
pues no ha de quedar impune
la afrenta de Alhama.
Pero no a costa de vuestro dolor,
que es el mío.
Permita Nuestra Señora
que caiga sobre el infiel
toda la ira de Castilla,
y volváis de la contienda
salvo y victorioso.
Ya han partido
mensajeros con la noticia,
pronto todo el reino sabrá
de la victoria de Alhama.
Los infieles empiezan a retroceder,
Castilla debe dar gracias a Dios.
Y a sus soldados.
Sobre todo, a su rey.
Alhama es nuestra.
¿Por qué habéis tardado tanto?
Temía lo peor.
El paso es lento
cuando el botín es grande.
Ahí tenéis una muestra.
Dios está de nuestro lado,
pero, al parecer,
no resta brío a las espadas moras.
Decís bien,
necesitaré tres días de sueño.
El marqués cumplió su promesa
y se unió a vos.
¿Ha visto la batalla
desde la retaguardia?
Nada más lejos,
sus huestes han hecho mucho.
Se nota que se curtieron
bregando contra nosotros.
Marqués, ¿contamos con vos
para la siguiente incursión?
Será en dos semanas, a más tardar,
no hay que perder
el impulso de la victoria.
¿Dos semanas?
Suerte si en un mes
he rehecho mis mesnadas.
Señora, soy de vuestra opinión,
¿por qué esperar?
¿Queréis restaurar el patrimonio
a base de conquistas?
Tenéis mi bendición,
pero sin prisas.
De tal imprudencia
se beneficiaría el enemigo, no vos.
Disfrutemos de esta victoria,
y no apresuremos la siguiente.
Comed y bebed
hasta que se ponga el sol.
Vosotros, más que nadie,
debéis alegraros
de la derrota de mi padre.
¿Celebráis la pérdida de Alhama?
¿Qué emir se alegra
de la victoria
de un cristiano en su reino?
Madre, el Muley solo piensa
en vengarse de nosotros.
Nuestra vida depende
de que sea vencido.
Tomasteis Granada
para salvarla de los cristianos,
no para competir con vuestro padre.
Y los abencerrajes os apoyaron
para resistir frente a Castilla.
En su mano está destronaros
si no cumplís vuestra misión.
Lo sé perfectamente.
-Pues no lo olvidéis,
o un día tendréis a la reina Isabel
a las puertas de la Alhambra,
y os encontraréis solo
y desvalido ante ella.
¡Parad la música!
Mi Alhama...
Haremos que esta victoria
se vuelva contra los cristianos.
¿Cómo?
Sitiaremos la ciudad,
y atacaremos sin descanso
hasta que lamenten su toma.
Mantenerla será su ruina.
Y la nuestra.
¿No temeos fuerzas para el asedio?
Dejadnos solos.
Las tendríamos sobradamente
si todos los musulmanes
se unieran bajo vuestro mando.
Y eso no será posible
hasta someter a Boabdil.
No, no pienso atacar a mi hijo.
No será necesario,
caerá por sí solo
al abandonarle los abencerrajes.
Con él están muchos
que deberían estar aquí
no solo los abencerrajes.
Pronto me echarán de menos,
incluso los que me temen.
¿Qué esperáis?
Vayamos contra él cuanto antes.
Le arrebataremos Granada
sin empuñar una espada,
no merece más.
Don Fernando, doña Beatriz.
En tiempos de mi padre,
la casa de Braganza
fue leal consejera al rey,
y muchos fueron los beneficios
que por ello obtuvo.
Lealtad que vos heredasteis
sin merma alguna.
En ello confío,
pues la pondré a prueba.
Es mi voluntad
que restituyáis a la Corona
parte de vuestras propiedades,
plazas y fortalezas.
Pretendéis expoliar
a nuestra familia.
¿Después de todo
lo que hemos hecho por vos?
Tan solo habéis cumplido
con vuestro deber.
Clama al cielo que os ha convertido
en la familia más poderosa.
Alteza, recapacitad,
no creéis un conflicto
donde no lo hay.
Yo soy el señor de los señores,
no el sirviente de los sirvientes.
Cederéis a la Corona
todo lo que os demande.
¿De lo contrario?
Seréis juzgados por traición
y condenados.
Enhorabuena por vuestra victoria,
mi señor.
Cuesta defenderse de esos infieles.
¿Traéis noticias de Aragón?
Todo parece minucia
comparado con una guerra,
pero vuestro reino está agitado.
Hace días, naves genovesas
recalaron en Barcelona
y saquearon el puerto.
La ciudad reclama armas
para su protección.
Las de aquí ya son pocas
para la contienda.
Lo lamento, habrán de defenderse
por sus medios.
Vuestra campaña contra el infiel
es admirable, alteza,
pero también costosa
en tiempo y dinero.
Nada que no sepa.
Permitidme un consejo:
confortad a los nobles aragoneses
que os sufragan,
aplacad sus ánimos.
Temen que la guerra les arruine,
no teniendo aquí interés ninguno.
¿Eso dicen?
Amenazan con retirar sus tropas.
Conocéis a vuestros nobles,
al aragonés
poco le importa el valenciano,
y a éste, menos el catalán.
Cada uno rema su propia nave.
Ni siquiera tengo
el respaldo catalán.
Traicioné a los remensas
a cambio de su apoyo.
Mi señor, el que algo consigue
pronto pide más.
No se gobierna
teniendo que pedir permiso.
un día ellos me necesitarán,
no al revés.
¿Cómo habríais
de lograr tal cosa, alteza?
Dad con el paradero de Verntallat.
Teníais razón,
nuestro siguiente ataque
no debe esperar.
¿A qué se debe
este cambio de opinión?
Los nobles aragoneses apremian,
temen perder sus fortunas
si la campaña se alarga.
¿Vais a ceder a sus presiones?
Alhama ha sido
una sangría para las tropas,
y más lo será mantenerla.
El apoyo aragonés es vital.
Debo mostrarles que la victoria
está a nuestro alcance.
Sois el rey,
exigid que os respalden
sin más excusa que la autoridad.
Hoy tal cosa es imposible,
pero no será así siempre.
Se acerca el momento
de hacer en Aragón
lo que vos en Castilla.
¿Por dónde vais a empezar?
Debo conseguir de Roma
que yo designe a los inquisidores;
ayudará a limitar
el poder de los nobles.
Es justo,
el papa no podrá negároslo.
Isabel, clamabais
por seguir hostigando al infiel,
¿cuento con vuestro apoyo?
Si os guían las prisas de otros,
y no vuestro convencimiento,
Llaman a la puerta
no me complace del todo.
En el año 1287 de la Era Hispánica,
termina la Reconquista portuguesa
con la toma de Faro.
Dudo que el secreto
de ser una buena esposa
esté en conocer
a los antepasados de su marido.
¿O acaso espera tal cosa
mi prometido?
Querida,
es fácil contentar a un esposo.
Habladle siempre
con voz dulce,
y recibir con entusiasmo sus ideas,
más aún si son necias o aburridas.
Nada desteta más un esposo
que oír la verdad
por boca de su mujer.
Y si además le besáis
cuando no lo espere,
se creerá amar como el que más.
Entregarle esto a la reina Isabel
haciéndola pasar por vuestra,
os lo ruego, es urgente.
Quizás del amor lo ignore todo,
pero algo he aprendido
sobre la prudencia.
¿El rey Juan os ha amenazado?
Su alteza sufre un mal repentino,
ambiciona ser
el hombre más poderoso de Portugal,
para eso pretende expoliarnos.
Los Braganza sois muy importantes
para que os someta.
Eso es lo que nos convierte
en la presa más ansiada de la rapiña.
Por favor,
vuestra madre siente gran afecto
por nuestra casa,
y sabrá interceder, por favor.
En siete días atacaremos Loja.
Pero, alteza,
¿no es una incursión arriesgada
sin habernos recuperado de Alhama?
No os inquietéis,
la ciudad será nuestra.
Con todo el respeto, mi señor,
Loja no es una plaza sencilla.
No deberíamos avanzar hacia Málaga.
¿Ponéis en entredicho mi decisión?
Pensaba que después de Alhama
tomaríamos Alora.
Un soldado no piensa,
actúa a las órdenes de su capitán,
por buen soldado que sea.
Disculpadme, señor,
no pretendía ofenderos.
El problema no es la plaza,
sino el momento.
¿Por qué no aguardar,
como dijisteis?
En siete días atacaremos Loja,
preparad lo necesario
para que llegue a buen fin,
y confiad en vuestro rey.
¿Queríais verme?
Pasad.
Mi esposo me ha contado
que le salvasteis la vida.
Hice lo que cualquier soldado haría
al ver a su rey en peligro.
Nunca hemos dudado
de vuestra lealtad,
y menos aún vuestra amistad.
Pero mi esposo es
el capitán general de los ejércitos
Os sugiero que no contravengáis
sus planes en público.
Mi señora,
me debato entre la obediencia
y la necesidad de señalar
una temeridad.
¿Seguís convencido
en que no deberíamos atacar Loja?
Así es.
Loja es una plaza fuerte
y bien defendida,
su conquista requiere una preparación
y una artillería que no tenemos,
y vuestras mesnadas
apenas han recobrado el aliento.
¿Tan clara veis la derrota?
Solo quiero evitaros una humillación.
¿Habéis recibido el listado?
¿De las propiedades
que deseáis arrebatarnos?
Al poco de empezar a leer,
decidí que ese papel
servía mejor para avivar el fuego.
Os ruego que no insistáis, alteza,
bien sabéis que no tenéis derecho.
Yo también pensé
en arrojar al fuego esta misiva.
Denunciar mi política
ante un rey extranjero es traición,
pero os perdonaré
si me entregáis lo que os reclamo.
¿Teméis que la reina Isabel
sepa que codiciáis nuestros bienes?
En absoluto, os recuerdo
que ella ha expoliado a sus nobles.
Su excusa fue ganarles una guerra,
¿la vuestra?
¿Cómo os atrevéis?
Porque estamos
fuera de vuestro alcance, alteza.
Era mi deseo que mi sobrina
supiera de vuestras intenciones,
pero los Braganza
no necesitamos el amparo de Castilla;
ya lo tenemos.
Gracias a vos.
¿De qué habláis?
De los acuerdos de paz
que firmasteis con Castilla.
El Tratado de Tercerías nos señala
como tutores de la infanta Isabel.
Y como tales,
estamos bajo su protección.
¿Estáis dispuesto a romper el tratado
con tal de expoliarnos?
Aún estáis a tiempo
de posponer el ataque.
Echándonos atrás conseguiremos
infundir dudas en las tropas
y en quienes las ponen
a nuestra disposición.
Peor sería ser vencidos.
Y mucho peor perderos.
No debéis preocuparos,
tomaremos Loja.
No hay lugar para las dudas.
Roguemos a Dios con fervor,
pues hoy más que nunca,
la vida de los nuestros
está en sus manos.
"Pater Noster, qui es in caelis,
sanctificétur nomen Tuum,
adveniat Regnum Tuum,
fiat volúntas tua,
sicut in caelo et in terra".
(Rezan a Alá en árabe).
Alteza.
Ya han caído bastantes hombres.
Perdonadme,
en Loja he estrellado mis huestes
contra un muro.
Sirva la derrota
para obtener una lección.
Lección que traigo escrita
con la sangre
de valiosos caballeros.
Por ansiar la victoria
he diezmado a los nuestros,
cuando más necesarios son.
Teníais razón.
Solo yo soy culpable
de este desastre.
No, mi señor,
no perdimos por vuestra culpa,
sino por la guerra del infiel,
y porque muchos hombres abandonaban
en plena batalla.
¿Por qué motivo?
A nuestro lado luchan
más campesinos que soldados,
a ellos nadie les ha enseñado
a soportar el miedo.
Deberíamos contar
con un ejército de oficio,
con mesnadas
que luchen por lealtad
y por un salario.
Exijamos a las Hermandades
que se nos unan,
a ellos poco hay que enseñarles.
¿Y nuestras armas
en qué pueden mejorar?
Han de ser
más dañinas y poderosas.
Las murallas de las plazas árabes
a día de hoy son insuperables.
Haremos venir sin demora
a Ramírez, el artillero,
él encontrará la manera.
¿Cómo afrontaremos estos gastos
manteniendo Alhama a salvo?
¿No es posible?
Alhama exige grandes cantidades
de alimento para los sitiados,
y armas y soldados para reemplazar
a los que la guardan.
Conservarla impide
financiar las mejoras.
¿Pensáis que debemos
dejar caer la plaza?
No, me niego a perderla.
Nuestros soldados
no solo necesitan armas,
también símbolos
que les animen en su lucha.
La resistencia de Alhama
será un acicate para ellos.
Pero, ¿de dónde saldrá el dinero
para todo esto?
La guerra santa
mina las arcas de nuestros reinos,
y de ahora en adelante
los gastos serán mayores.
Ya pedimos préstamos a los nobles
a cambio de futuras recompensas,
también hemos subido
sisas y alcabalas,
pero no es suficiente.
Por ello necesitamos que el papa
nos conceda una bula de Cruzada.
Que nuestros súbditos puedan ver
sus pecados perdonados
a cambio de un donativo
para la guerra.
Quienes nos puedan pagar,
obtendrán la misma gracia
si se unen a nuestras huestes.
Armas por almas, lo acostumbrado.
La décima parte
de las rentas eclesiásticas
de Castilla, Aragón y Sicilia
también financiarán la contienda.
Pero un tercio de ese impuesto
irá a las arcas de su santidad,
para la lucha de Roma
contra los otomanos.
Haré lo posible
por convencer al santo padre.
Hasta entonces,
contad con los bienes
incautados a los herejes.
Quizá fuese conveniente
acelerar los procesos pendientes,
¿no os parece, fray Tomás?
Que la necesidad de recaudar
con un fin justo
no lleve a un inocente a la hoguera.
Descuidad, mi reverencia,
todos sabemos que en los inocentes
la llama no prende.
Confiamos en vuestra intervención
y sabremos agradecerla.
Podéis marchar.
¿A qué tanta prisa?
Pensaba solicitar al cardenal
que intercediera
para reformar
la Inquisición en Aragón.
Lo sé, pero no conviene
atosigar a Roma,
ni parecer distraídos de una guerra
cuya financiación solicitamos.
No hay distracción alguna.
Os prometo
que os ayudaré a conseguirla,
pero cuando el momento sea propicio.
Os creía en Aragón.
¿Habéis encontrado a Verntallat?
Algún rastro tengo, mi señor.
Pero he sabido
de una noticia importante,
de ahí que haya vuelto.
El rey Luis de Francia ha muerto.
Lo supe por un emisario francés
que está de camino;
vine a informaros,
como es de rigor.
No haberos molestado.
Alteza, escuché comentarios
de sus acompañantes
y un rumor llegó a mis oídos.
¿Qué rumor?
Que el rey Luis en su lecho de muerte
se arrepintió sinceramente
de haber arrebatado a Aragón
el Rosellón y la Cerdaña.
Tras lo cual,
dio orden de devolvéroslos.
¿Y bien?
Temo que la regente
que le ha sucedido
se niegue a cumplir su voluntad.
Negar la última voluntad de un rey,
qué osadía.
¿Pretende impedir que Aragón
recupere lo que le pertenece?
Mi señor,
olvidad a la regente,
el rey Luis os ha legitimado
para tomar de inmediato los condados.
Parece escrito por un romancero:
el rey que antes de morir,
confiesa sus pecados.
Mucho peor que eso;
me pone en un compromiso.
¿Qué queréis decir?
Sería de ley
apoyarse en su arrepentimiento
para reclamar los condados.
Pero no sabéis
si la historia es cierta.
¿Y si lo fuera?
No podemos enviar fuerzas
a otros frentes.
Fuerzas que ya son escasas.
Pero qué pensarán en Francia
si tolero este abuso.
¿Qué pensarán
los nobles aragoneses?
Pensarán que renuncio
a los intereses
de la Corona de Aragón,
justo ahora,
cuando más necesito
imponer mi autoridad.
Teníais razón, alteza,
al marqués de Cádiz le urge
rehacer su patrimonio.
Ha partido con un grupo de nobles
hacia La Axarquía.
¿Van a atacar
sin nuestro consentimiento?
Rogad para que salgan victoriosos,
pues no soportaremos más pérdidas.
Ni un solo hombre
acudirá en su ayuda
si el marqués fracasa.
Alhama ya tenemos una,
no necesitamos más.
Tenedme como único responsable
de esta derrota,
de los hombres capturados...
¿A cuántos hemos perdido?
Dos mil.
Los cautivos se cuentan por cientos.
Y el Señor os ha dejado escapar,
cuán injusto.
Levantaos.
Jurad que velasteis más
por vuestros hombres
que por el botín de guerra.
Mi señor, asumo las pérdidas...
¡Las asume todo el reino!
¿Cómo afrontaremos la contienda
sin esos hombres?
Nunca atacaré por cuenta propia,
os doy mi palabra.
No la necesitamos,
porque no obtendríais
recompensa alguna.
Y sin ganancia a la vista,
vos nada arriesgáis.
La Corona no reconocerá
el derecho de conquista
sobre plazas tomadas
mediante un ataque
que no haya sido
previamente aprobado por los reyes.
Que todos lo sepan,
vos el primero.
Pagaré el rescate de los cautivos.
Haced lo que consideréis oportuno,
pero no nos expondremos
para liberar a los desobedientes.
Y rezad,
porque ahora solo Dios puede impedir
que el infiel complete la desgracia.
Han traído un presente para vos.
¿Otra muestra de lealtad?
Abridlo, estoy inspirado;
las palabras brotan solas
a esta hora.
Quien lo envía solicita
que solo se os muestre a vos.
Vamos, abridlo.
¡Cerrad eso!
-¡No!
"Cuando no haya más cuello cristiano
que cercenar, iré a por el vuestro".
La firma...
-Sé perfectamente de quién es.
Os dije
que mi padre me quiere muerto,
pero no pienso esperar sentado
a que cumpla la amenaza.
¿Qué queréis decir?
Que pronto ser alguien me quema.
Atacaré a los cristianos,
que todos vean el poder
del legítimo emir de Granada.
¿Pensáis entrar en batalla?
-Todos me creen débil,
es hora de demostrar
que no lo soy.
Una victoria contra el infiel,
y todo el islam
defenderá Granada junto a mí.
¿No era ese vuestro deseo?
-No hay porqué exponeros,
vuestro es el Gobierno,
de los abencerrajes es la resp...
¡Dejad de despreciarme!
Los pueblos
solo aman a sus gobernantes
cuando estos vencen
con la espada.
¿A qué rey
se le admira por sus poemas?
Vuestro padre ha conseguido
justo lo que deseaba:
provocaros.
Sois inteligente más que él,
en vuestra mano está
entrar en la jugada,
o no.
Altezas, lamento los reveses
en la guerra contra el infiel.
Francia respalda vuestra cruzada,
os transmito
la admiración de la regente.
No hablemos de nuestros apuros.
Es hora de honrar
la memoria de vuestro rey
y enviar consuelo a los vuestros.
Ciertamente.
Decid, monseñor,
¿el rey Luis
sufrió mucho antes de morir?
¿Tuvo ocasión
de poner su alma en paz?
He venido a informaros
del fallecimiento,
pero pensaba evitaros
los detalles más luctuosos.
Descuidad, los dos vivimos de cerca
la muerte de personas queridas.
Entonces,
¿no dijo nada al despedirse?
Lo usual en estos casos.
¿Seguro?
¿O acaso lo usual en Francia
es que un siervo de Dios mienta
sobre las últimas voluntades
de su rey?
No sé cómo lo sabéis, pero así es.
Antes de morir,
el rey se arrepintió de la toma
de la Cerdaña y el Rosellón.
Será cierto que la regente se niega
a devolver los condados.
Siento habéroslo ocultado.
Entended, no deseo otra contienda
entre Francia y Aragón.
Seré yo quien decida si reclamo
esas tierras por la fuerza,
más no lo haré,
pues para vuestra suerte,
la nuestra en el sur es aciaga.
Castilla no puede prescindir
de las tropas aragonesas,
pero decid a la regente
que recuperaré los condados.
Juro que cumpliré
el empeño de mi padre
y él descansará por fin en paz.
Confío que Francia valore
la renuncia de mi esposo.
Demuestra buena fe e inteligencia,
sin duda.
Como vos,
al perdonar a Juana.
Celebro que hayáis permitido
su boda con el rey de Navarra,
mi paisano,
Francisco de Foix.
Un gesto muy humano,
y más teniendo en cuenta que vulnera
vuestros acuerdos con Portugal.
Siento decepcionaros,
pero habéis tomado por cierto
un rumor malicioso.
Juana vive ahora
en la paz de la clausura,
en cumplimiento
del tratado al que aludís.
Dios no quiera que mi indiscreción
cause conflicto entre los reinos.
¿Insinuáis monseñor
que el compromiso es cierto?
Alteza, el propio rey Juan
lo comunicó a la Corte francesa.
Que tenga que enterarme por terceros
de que Portugal arriesga la paz...
Enviaré a Sintra a mi mayordomo,
que se informe en persona.
Si el rey Juan
pretende burlarme,
muestra no saber
a quién se enfrenta.
Habéis hecho lo correcto.
La reina reaccionó
como habíais previsto;
pronto un emisario castellano
vendrá a informarse.
¿Qué le diréis?
Me mostraré desafiante.
Castilla no tardará en reclamar
a la infanta Isabel.
Y cuando eso ocurra,
tendré a los Braganza a mi merced.
¿No teméis
provocar un conflicto?
La reina es poco dada
a tolerar afrentas.
Bastante tiene con la Cruzada
que no logra dominar.
Dudo que aspire a más.
Disculpad, pero...,
¿es cierto que Juana
y Francisco de Foix se casan?
Ciertamente, monseñor,
para su felicidad y la nuestra.
Portugal y Francia
unidos en Navarra,
una brecha
en pleno corazón de Castilla.
Navarra como punta de lanza,
brillante.
Todos ganamos con esta boda,
menos los Braganza, claro.
Su santidad ha tenido a bien
concederos la bula de Santa Cruzada
y ha aceptado, una vez más,
todas vuestras condiciones.
No podía llegar en mejor momento.
Sin la bula,
la guerra estaba perdida.
El papa, como todo buen cristiano,
reconoce el valor de vuestra empresa.
Enviaré a Talavera
a dar cuenta de ella
por todo el reino.
Que la recaudación
comience de inmediato.
Hacéis bien.
La concesión dura tres años,
debéis aprovecharlos.
Reverencia, Castilla está
en gran deuda con vos.
La diplomacia es
mi otra espada contra el infiel.
¿Podíais empuñarla para que Aragón
tenga una Inquisición como Castilla?
Es de justicia
que Roma lo permita,
y mi esposo merece
una recompensa a su sacrificio.
A pesar de ser la ocasión propicia,
ha renunciado a tomar
el Rosellón y la Cerdaña
por no abandonar la guerra santa.
Dejadlo en mis manos,
la Inquisición es mi causa.
Os lo agradezco, fray Tomás.
Confío en vos,
y vos confiad
en que seréis recompensado.
Seguid la espada,
pero sin mirarla.
Concentraos en buscar un hueco
por donde atacarme.
¡Más concentrado y más deprisa!
Los cristianos no os darán
tantas oportunidades.
¿Habéis visto eso, hijo mío?
Mañana seguiremos practicando.
Perded cuidado,
no dejaré que pise
el campo de batalla.
Es de Chacón, desde Sintra.
El rumor era cierto:
Juana se desposará
con Francisco de Foix.
Ya ha perdido una guerra,
¿cómo se atreve
a romper las capitulaciones?
La cuestión no es el cómo,
sino el por qué.
Temo sus intenciones con Navarra.
Sabe que Granada consume
todos nuestros esfuerzos.
Y no podemos replicar
como es debido.
Ni una lanza se precisa
para responder tal desafío.
Nuestra hija volverá a Castilla.
Mientras permanezca el compromiso,
el tratado queda roto.
Y el millón y medio de maravedíes
que nos cuesta,
se empleará en artillería,
que buena falta nos hace.
Aún debemos impedir ese matrimonio.
Pediremos a Roma una bula
para que no abandone el convento.
Eso evitaría esta boda
y la amenaza de otras.
La solicitaremos.
Mientras tanto,
recuperemos a nuestra hija.
Madre...
¿Dónde está la niña
que dejé marchar hace cuatro años?
Doña Beatriz,
os doy las gracias por acompañar
en tal largo viaje a mi hija.
Temo no estar aquí
por ese motivo.
He aprovechado el viaje de la infanta
para salir de la Corte.
Al romperse el Tratado de Tercerías,
los Braganza
hemos quedado desamparados,
tal y como el rey Juan quería.
No os entiendo.
Lleva tiempo tratando
de cercenar nuestro poder,
y ahora podrá hacerlo.
¿Decís que sin saberlo he servido
a los planes del rey contra vos?
Desconozco si anunció con tal fin
el desposorio de Juana,
pero la jugada ha dado el fruto
que él perseguía.
No sé qué va a ser
de mi familia ahora.
Castilla es vuestra casa,
menos no puedo hacer,
habiendo ocasionado
sin querer vuestra ruina.
Gracias, alteza.
Haré venir a mi hijo,
y a cuantos puedan huir de Portugal.
¿Dónde está mi padre,
acaso no quiere verme?
Debí adivinar
que se trataba de un ardid.
Comprendo vuestro rencor,
pero os pido que me escuchéis
lo que tarda en beberse
un terrazo de vino.
Antes, pedidme perdón a mí
y a los que traicionasteis.
Sé que nunca lo haréis.
Perdonadme.
He venido a deciros
lo que ya sabéis:
que autoricé los malos usos
porque necesitaba en Granada
en apoyo de los nobles.
Pero las cosas han cambiado.
Roma nos ha concedido una bula
que deja su ayuda en minucia,
ahora soy libre
de obrar sin su respaldo.
¿Y qué les va a mi gente
en vuestras cuitas?
Vuestras pretensiones son justas.
Mi primera decisión en vuestro favor
será daros licencia
para reuniros libremente.
Poco menos que una limosna.
Somos esclavos
debidos a los malos usos.
Si los mantenéis,
nos levantaremos en armas
contra los señores.
Mi segunda decisión
será permitir ese levantamiento.
Lo haré por los remensas,
pero también por mí.
Que los nobles vengan arrodillados
a pedir mi ayuda.
¿Cómo sé que decís la verdad?
Porque os estoy dando mi palabra.
Lo juro por el alma de mi madre,
a quien tanto amamos vos y yo.
Supongo que vuestro servicio
os ha anticipado
la razón de mi visita.
Organizo la recaudación
según la bula de Cruzada de Roma.
¿No os basta
con saquear a los conversos
antes de prender la hoguera.
Los autos de fe no se hacen
con fines recaudatorios.
El fin siempre es el mismo,
querido amigo,
que no os engañen las diligencias.
Sé que no compartís
la causa de la Inquisición,
¿tampoco la guerra santa?
¿No escribisteis vos
un catecismo bien intencionado
para conversos descarriados?
Bienintencionado,
y quizás ingenuo.
Toda causa, por justa que sea,
conlleva injusticias.
Vos que sois converso y letrado,
deberíais saberlo.
En mi ingenuidad, pensaba convenceros
para que apoyéis la Cruzada
de quien fue vuestra discípula.
(Resopla): Intentadlo.
El turco amenaza Europa,
y Castilla es el muro
que puede contenerlo.
O contribuimos todos,
o acabaremos en manos del Islam.
Decid mejor que la reina de Castilla
no puede tolerar
que el islam
haga sombra a su grandeza.
(Tose).
Mi sirviente os entregará
la cantidad que hayáis dispuesto.
¿Estáis convencido,
o tan solo pretendéis
libraros de mí?
Coged las 30 monedas
antes de que me arrepienta.
Sois menos ingenuo y bienintencionado
de lo que aparentáis.
Son tan gratas, madre.
También son dos zascandiles
que apenas dan descanso.
Con lo dulce que erais vos,
y lo seguís siendo.
Cada noche, antes de dormir,
me acostaba con vuestro recuerdo.
Cada noche,
durante todos estos años.
Yo traté de olvidaros.
¿Para qué seguir amándoos?
Creí que solo así
podría ser feliz lejos de aquí.
Pero no sé forzar mis sentimientos.
Madre, me habéis hecho tan dichosa
librándome de esa condena.
Alteza,
las huestes de Boabdil
han atacado Lucena.
¿Boabdil?
¿Boabdil nos ataca?
Por primera vez.
Dicen que anda escaso
de talento militar,
pero sabe escoger el momento.
No podía ser más inoportuno,
bastante tenemos
con mantener Alhama.
Y aún es pronto para convertir
el dinero de la bula papal
en armas y hombres.
¿Proponéis
que la dejemos caer, sin más?
No es posible
arrebatarles Lucena por la fuerza,
pero quizá hay algún objetivo
a nuestro alcance.
Deseo participar en la batalla.
Aprovechad la distancia y aprended.
¿Dónde están
las temibles tropas castellanas?
Ninguno de esos soldados cristianos
me causa ningún respeto,
parecen torpes y desorganizados.
-No os confiéis,
tanta facilidad es sospechosa.
¡Mirad, se retiran!
(Habla en árabe).
¡He ganado!
¿Donde vais, mi señor?
Tengo que disfrutar
de mi primera victoria.
Quedaos aquí, ¡señor!
¡Señor, huid!
Maldita sea, ¡huid!
¡Rápido!
¡Descabalgad!
Daos preso
en nombre de Castilla.
Sepa Granada
que ha perdido a su emir.
Han llegado
noticias de vuestro hijo.
Se diría ansioso
por daros la razón.
Josuf, hijo mío,
enviad un mensajero de Lucena;
necesito tener noticias del combate.
¿Vos?
Boabdil ahora es
prisionero de Castilla.
Y este alcázar
vuelve a su legítimo dueño,
como Granada entera.
Os ruego que mi final
no sea tan cruel como prometisteis.
No prolonguéis mi agonía,
si conserváis un recuerdo agradable
de nuestra vida juntos.
Ojalá viváis cien años
de destierro y deshonra.
Esposo mío,
¿os encontráis bien?
Soltadle,
que se presente ante mí
por su propio pie.
Sabía que podía confiar
en mis mejores hombres,
ellos solos han decantado
la guerra a mi favor.
Que una torre le acoja
y diez soldados le guarden.
Hemos perdido Lucena,
pero nunca una derrota
había sido tan provechosa;
gracias a vos.
No os daré mucho tiempo
para el descanso,
debéis ir al encuentro de Muley.
Se abre la puerta
Alteza.
¿Cómo habéis osado?
¿Disculpad?
¿He de creer que la muerte
de Francisco de Foix es casual,
justo antes de casar con Juana?
La noticia me desconcierta,
y más que sospechéis
que tengo algo que ver.
Solo beneficia su muerte
a los Braganza.
Qué pretendíais si no custodiar
a la infanta de Castilla
y seguir bajo su protección.
Lo lamento por ese joven,
y lo celebro por los míos.
Deteneos.
Si pensáis que la fortuna
va a apartarme de mi empeño,
os equivocáis.
¿Me habéis hecho llamar?
Que Dios me perdone,
pero he de daros con alivio
la noticia de un fallecimiento:
el de Francisco de Foix.
El prometido de Juana.
¿A manos de quién?
De un destino que vio injusticia
en las consecuencias del casamiento.
¿Debo volver a Portugal
con vuestra hija?
No,
hasta que Roma decrete
la clausura de Juana.
¿Quién sois?
Quiero saber si el tiempo
ha borrado de la memoria mi voz.
No, nunca podría, padre.
No sabéis
cuánto he echado de menos este lugar.
Si vais a matarme,
ahorradme la poesía.
Os tengo por un hombre lúcido.
Nos matamos entre nosotros,
mientras el infiel nos amenaza,
¿por qué?
No luchar unidos
es ir en contra de Alá.
La unión no garantiza la victoria,
los cristianos son aún temibles.
Esta tarde recibiré
a un emisario castellano,
le ofreceré
un acuerdo de paz tan generoso
que no podrá rechazarlo.
Castilla quiere echarnos al mar,
nunca aceptarán.
Tampoco nosotros.
Durante la tregua nos rearmaremos,
llegarán tropas desde África.
Luchamos por nuestra fe,
todo el islam se unirá a nosotros,
¿seréis vos el único
en quedar al margen?
El emisario de Castilla.
Vuestro esposo
tendrá su recompensa,
y Aragón la Inquisición
que él reclama.
Nos habéis hecho gran servicio.
¿Su santidad no protestó
por abusar de su generosidad?
Al santo padre
no le quedan fuerzas para protestar,
está en sus últimos días, me temo.
Decidme,
¿cómo podría agradecéroslo?
Su santidad ya lo ha hecho,
nombrándome inquisidor general
de Aragón y Castilla.
Os felicito, lo merecéis.
¿Y de Juana dijo algo?
En breve, Roma enviará a Portugal
la orden de reclusión en clausura.
¿No os satisface?
Mi hija habrá de volver a Portugal.
(Llora): Mi señora,
el rey Juan
ha matado a mi hijo Diego,
ha encarcelado
a toda mi familia.
Os lo agradezco.
No hay sacrificio sin recompensa.
Trataré de convencer
a los nobles aragoneses,
que acepten la Inquisición
sin alentar más conflictos.
¿Qué os sucede?
(Suspira).
Roma ha concedido
el encierro a Juana,
nuestra hija
habrá de volver a Portugal.
Temo por ella,
el rey no tiene escrúpulos
para asesinar a quien le incomoda.
No creo que arriesgue su vida
haciendo daño a nuestra hija,
pero podemos romper el compromiso.
¿Y permitir que Juana
pueda desposar a otro príncipe?
Le faltaría tiempo para reclamar
su derecho, o el de sus hijos,
al trono de Castilla.
Llaman a la puerta
Adelante.
Disculpad, altezas.
El emir de Granada
nos ofrece la paz.
La oferta,
a su entender, es generosa:
rentas, vasallaje,
y la liberación de los presos
de Loja y Axarquía.
¿Y las condiciones?
Solo una.
Exigen la liberación inmediata
de su hijo Boabdil,
lo considera un traidor.
O bien que Castilla se comprometa
a encarcelarlo de por vida.
Aceptando al Muley como vasallo,
consentimos que haya en Castilla
un reducto musulmán.
Sería faltar a nuestro compromiso
con Roma y con el Altísimo.
Una tregua nos vendría muy bien
para rearmarnos, la necesitamos.
Esa es también
la intención del emir.
Así es.
Hay muchos infieles
dispuestos a dar su vida
por el reino de Granada.
Desde África podrían llegar miles.
Para ellos también es
una guerra santa,
nunca han renunciado
a reconquistar Al-Ándalus.
¿Cuál es hoy
el peor enemigo del emir?
La división
de los propios nazaríes,
por eso quiere
la cabeza de Boabdil.
Eliminando un contendiente legítimo,
reagruparía a todos bajo su mando.
Entonces,
habremos de alimentar la discordia.
Me encerráis en una torre,
hacéis que vista como un mendigo;
la comida es miserable...
Yo os respetaría
como gobernantes.
Vos ya no lo sois.
En Granada
vuelve a reinar vuestro padre.
¿Qué ha sido de mi madre?
No es asunto que nos incumba.
A vuestro padre le ha faltado tiempo
para hacernos una oferta de paz,
y muy generosa.
Vais a pactar
con quien provocó esta guerra.
¿Con quién si no?
Tenemos gran interés
en terminar esta contienda,
y está en nuestra mano
aceptar las condiciones.
El emir solo exige vuestra cabeza.
No nos es grato
cercenar la cabeza de un indefenso,
pero si ello nos trae la paz...
Y rentas,
y liberación de cautivos.
Os traicionará, lo sabéis.
Ayudadme a luchar contra él
y conseguiréis la paz anhelada.
Vuestro propio padre
os considera un traidor,
¿por qué
habríamos de confiar en vos?
Si yo prometo paz,
paz tendréis.
Pondré mis huestes a vuestro servicio
y os compensaré generosamente.
Así será,
pues una vez tomada Granada
habréis de entregarla a Castilla.
Gobernaréis sobre los vuestros,
pero no en Granada.
Habéis de elegir
entre perder la Alhambra
o vuestra cabeza.
(Con la ayudad de Castilla
echaremos a mi padre de Granada.
Duras son
las exigencias que nos imponen,
pero no estoy
en condiciones de negociar.
Ya habrá ocasión,
si todo termina como pensamos.
Debéis acudir
con mi hijo Ahmed sin tardanza;
a cambio de mi libertad
he de ceder la suya).
Ahmed.
(Emocionado): Hijo.
Si mi hijo sufriera algún daño...
Descuidad,
es el heredero
de un vasallo y aliado.
Y os será devuelto
en cuanto rindáis Granada.
Tan solo es una garantía
de vuestra buena fe
y de que confiáis en la nuestra.
Lleváoslo.
Debimos acabar con Boabdil
cuando hubo ocasión.
Ahora tendremos
dos frentes abiertos.
Mi hijo y los infieles,
apoyándose unos a otros.
Sois el emir,
¡sois el padre del traidor!
¡Debeos enfrentaros a él
y que vean que muere como un perro!
Callad, os lo ruego, callad.
¡Hermano!
¡Ayuda!
¡Rápido!
He dado aviso a Peralta,
veo llegado el momento de recuperar
el Rosellón y la Cerdaña.
Destinaré parte de nuestras mesnadas
a la conquista;
es una oportunidad
que no podemos desaprovechar.
¿Vais a debilitarnos
abriendo nuevos frentes?
Confiad en mí,
la campaña no durará.
Roma podría anular
la bula de Cruzadas,
si sospechase que sirve
para guerrear entre cristianos.
Lo negaremos.
No tenemos trato con el nuevo papa.
Le costará más creernos
que retirarnos su apoyo.
No os escudéis en Roma.
Siempre antepongo
el interés de vuestro reino al mío,
y he derramado
más sangre que vos por Castilla.
He convocado las Cortes
para proponer la invasión,
y vos no lo vais a impedir.
Las damas dicen
que habéis enojado a mi padre.
Al rey de Aragón más bien.
Doña Beatriz dice
que si queréis hacer feliz
a un esposo,
debéis siempre darle la razón,
la tenga o no.
Pero yo sé que jamás
me aconsejaríais tal cosa.
Sentaos.
Hija mía,
debo deciros algo.
Vuestro compromiso
con Alfonso de Portugal se mantiene.
¿Tan poco os importo,
que no dudáis en enviarme
a la Corte de un asesino?
Viviréis aquí
hasta que vuestro prometido
sea mayor de edad.
Yo misma he impuesto esa condición.
Un castigo aún mayor,
pues contaré los días que me quedan.
Llaman a la puerta
Pasad.
Alteza, ¿os encontráis bien?
¿Vuestro viaje ha sido provechoso,
avanza la recaudación?
Los fieles han sido
muy favorables con la causa.
En una de las etapas he visitado
al arzobispo Carrillo,
y el encuentro
me ha dejado preocupado.
Ha puesto obstáculos,
como acostumbra
con todos mis propósitos.
No, alteza.
Lo que me preocupa
es que se está muriendo.
Eminencia.
¿Qué queréis?
La reina, ha venido a veros.
¿Qué debo decirle?
Que espere.
Sentaos.
(Tose).
¿Cómo os encontráis?
Aunque viva encerrado
y pida que no me hablen de vos,
no puedo evitar que me lleguen
noticias de vuestras hazañas.
Ninguna de ellas libre
de sufrimiento y sacrificios.
¿Os pesa la corona?
No habréis venido a culparme
de haberos convertido en lo que sois.
No.
Tampoco para reprocharos
lo mucho que os esforzasteis
porque dejara de serlo.
Ah..., los buenos tiempos.
Muchos fueron mis pecados,
pero también alcancé grandeza,
aunque poco se me reconoció.
De nadie aprendí más que de vos:
me enseñasteis
astucia y ambición.
Tan buen maestro fui
que acabé convertido
en vuestra víctima.
Durante años me esforcé
por reconciliarme con vos.
De haber aceptado,
no viviríais solo
y apartado del mundo.
He de ser fiel a mí mismo,
a pesar de que eso me cueste
morir en la desdicha.
Sois reina, sabéis
que el deber se impone al deseo.
A pesar del daño propio y ajeno.
¿Qué importancia tiene eso?
A veces temo
que por cumplir mi deber,
y por orgullo,
acabe convertida en vos.
¿También camináis
sobre mis pisadas?
A veces eso creo.
Sandeces,
a vos todavía os queda
mucho tiempo.
Yo voy a morir como he vivido,
si me lo permitís.
(Tose).
Espero que ese día tarde en llegar.
Poco falta, y lo sabéis.
Por eso estáis aquí.
Descansad, mi señor,
pues yo velo por vos.
Aún es de noche,
¿por qué no hay luz alguna prendida?
¿Qué ocurre?
¿Qué ocurre?
Dormid, amor mío.
Dormid.
-¿Qué está sucediendo?
Prended las velas,
quiero veros.
Prended las velas.
¿Llego a tiempo?
No si habéis venido a impedir
que convoque las Cortes.
He venido
para celebrar la sesión con vos.
Que Aragón sepa
que Castilla os respalda
en la lucha por los condados.
He depositado en vuestra armería
una muestra
de los avances del artillero.
Mostradlos a vuestros nobles,
se convencerán
de la seriedad de la campaña.
Sin duda ayudará.
Necesitáis su pleno respaldo,
solo así libraréis a Castilla
de aportar recursos para la causa.
Seguís pensando
que no es buen momento.
Así es,
pero no quiero ser injusta con vos.
Ya lo he sido con nuestra hija
y el dolor casi me parte en dos.
Lamento de debáis presenciar
este hecho humillante, alteza.
Mi señor, será preciso
desconvocar las Cortes.
¿Por qué motivo?
Aragoneses y valencianos
anuncian que no acudirán.
¿Y los catalanes?
Votarán en contra.
Están indignados
por vuestras concesiones
a los remensas.
Anunciad que no habrá invasión,
pero que las Cortes se celebrarán.
¿Con qué fin?
Para anunciar la reforma
de la Inquisición en Aragón,
bajo mi mando
y con Torquemada
como inquisidor general.
Y de vos solicito un favor más.
Que no vuelvan a Castilla
las armas que habéis traído.
Es solo una muestra,
Castilla os envía
un carro entero como regalo.
El rey espera
que ahora confiéis en su palabra.
Difícil negarse.
Doblegad a los nobles
como se merecen.
Su alteza tiene mucho
de lo que ocuparse en el sur;
no podrá acudir en su defensa.
Se abre y cierra la puerta
Pasos
Zoraida, ¿sois vos?
Soy yo, hermano.
Los cristianos han atacado Álora.
Parto sin tardanza
hacia la batalla,
os prometo volver victorioso.
Siento no poder
defender mi reino junto a vos,
pero no le digáis a mis hombres
que he perdido la visión,
la recobraré.
Si Alá lo permite,
los guiaré en la próxima batalla.
Ciertamente, hermano.
Os he estado buscando.
Vuestro padre acaba de partir
hacia Álora.
Unámonos en un rezo
para que Dios Nuestro Señor
le acompañe en la victoria
y vuelva pronto.
Alteza,
el arzobispo Carrillo ha muerto.
"Anima Christi, sanctifica me.
Corpus Christi, salva me.
Sanguis Christi, inebria me.
¡Por Castilla!
Aqua lateris Christi, lava me.
Passio Christi, conforta me".
Nuestros espías han sabido
que las huestes cristianas
se disponen a tomar Málaga.
Vais a llevar dos mensajes:
uno para Verntallat
y otro para Santángel.
¿Don Cristóbal Colón?
-Sí.
El rey os recibirá ahora.
Hemos de tomar la plaza
antes de que llegue el Zagal.
Que Alá nos perdone,
Ronda será para los cristianos.
Pactaré con el diablo
si es preciso.
Disculpad mi atrevimiento,
pero puede que Castilla esté a punto
de perder una gran oportunidad.
¡Es nuestro enemigo!
¿Quién mató a mi hijo?
Sentimos gran pesar
por vuestro dolor.
Han llegado
tristes nuevas de Almería.
Ahora que están acorralados
se acuerdan de su rey.
Los cristianos os han burlado.
¿Quién os impide
llegar a las Indias por el oeste?
(Grita).
Perdonadme, señor,
porque por vez primera
voy a ser desleal a mi señora.
Nos han burlado,
Boabdil y sus hombres
se dirigen a Granada.
¿Quién detendrá ahora a Zagal,
quién evitará que os mate?
Estoy preñada,
y podría suponer
un gran peligro para mí.
¡Por Castilla!
-(Todos): ¡Por Castilla!
(Grita): ¡Buscadlos!
¡No paréis hasta que ella y sus hijos
vuelvan a la Alhambra!
Subtitulación realizada
por Cristina Rivero.
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TERMINOLOGIA STORICA.
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LUOGHI E ATLANTE STORICO.
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