domenica 24 maggio 2020

tr44: Isabel - Capítulo 29.

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Sommario:

Isabel - Capítulo 29

Mientras llegan noticias desalentadoras sobre la capacidad de Colón para gobernar los nuevos territorios, el rey Carlos de Francia parece tener todas las de ganar en su campaña italiana. Fernando e Isabel han de neutralizar la amenaza que supone la ambición del monarca francés en este y en otros conflictos. Deciden crear una alianza europea contra él y el matrimonio de sus hijos con los principales herederos del continente será la garantía para la pervivencia de los acuerdos

Temporada 3 - Capítulo 4


"Nacidos para
gobernar"

Isabel y Fernando quieren afianzar su poder en Europa. El objetivo es aislar a Francia... Sus hijos serán el instrumento perfecto para forjar importantes alianzas
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    No recomendado para menores de 12 años
    Transcripción completa
    Los reyes ordenan otra expedición.
    ¿Desde cuándo una gran noticia se encaja con pesar?
    Desde que todos están convencidos de que alcancé las Indias.
    Francia ha entrado en Italia con casi 50.000 soldados.
    Aprovisionad a nuestra guarnición de Sicilia,
    que esté lista para el ataque.
    ¿Vais a coronaros rey del Mediterráneo?
    Deberíais pedirle al papa que os conceda ese título.
    Solicito que toméis medidas contra las malas prácticas.
    Es mi deseo casar a mi hijo con una de las hijas de los reyes,
    la que gusten.
    Desde hoy ostentáis el cargo de provincial franciscano.
    ¡Abrid inmediatamente!
    ¡Corred!
    Pactemos, majestad.
    Yo enseñaré al santo padre la doctrina de la fe.
    ¡A sangre y fuego!
    Os solicito la ayuda que prometisteis
    para defender los Estados Pontificios,
    pilar de la cristiandad.
    A cambio del auxilio,
    concederéis a Castilla los derechos sobre las tierras de ultramar.
    Tendréis la bula.
    Y vos, sed bienvenida a la familia Borja.
    ¡En nombre de la reina,
    os ordeno que abráis las puertas de vuestro monasterio!
    No os liberaré de la clausura,
    ¡hasta que hayáis purgado con lágrimas vuestros pecados!
    Ese documento da fe
    de cómo mis sospechas tornáronse certezas.
    Que Roma os conceda territorios que disten 100 leguas
    de las Azores y Cabo Verde hacia occidente y mediodía.
    Será obligada la observancia para los franciscanos.
    El papa ha concedido a Castilla el derecho de las nuevas tierras,
    en los términos que vos dictasteis.
    Vuestra bandera es la de Castilla,
    y Castilla, que soy yo, cree en vos, nunca lo olvidéis.
    ¿Está Colón camino de las Indias?
    Desde hoy, mi armada impedirá la salida al Atlántico.
    ¿Con qué derecho?
    Vos negáis Alcáçovas, yo niego la bula papal.
    ¡Donde nosotros vemos agua, él sabe que hay tierras,
    y no cualesquiera, visto su empeño!
    La ruta abierta por Colón conduce a tierras ignotas,
    Portugal no va a permitir que solo Castilla lo disfrute.
    Firmaremos el tratado,
    pero ambos sabemos
    qué amargas consecuencias tendría incumplirlo.
    Si no estáis dispuesto a cumplir con lo acordado,
    nosotros tampoco.
    Sabed que Aragón no está obligada a respetar vuestros avances.
    La próxima vez que nuestros reinos se encuentren,
    será en el campo de batalla.
    Portugal no se opondrá al dominio de Castilla
    sobre Melilla y Cazaza.
    Son pequeños enclaves.
    A cambio que sean 370 leguas al oeste de Cabo Verde.
    Sea.
    Subtitulado por TVE.
    ¿Y quiénes han vuelto de las Indias en esos navíos?
    Un grupo de descontentos, fray Bernardo de Boyl entre ellos.
    ¿Cómo se han atrevido sin la licencia real?
    Ellos mismos os darán la respuesta.
    ¿Cuál es el motivo de vuestro inesperado regreso,
    fray Bernardo?
    La tiranía del gobernador Colón, alteza.
    El almirante ha impuesto un pérfido modo de gobernar
    sobre todo y sobre todos.
    Explicaos.
    Sabréis que ha fundado una villa, La Isabela.
    Para su construcción,
    obligó a trabajar con sus manos a los hidalgos
    al lado de plebeyos.
    ¿No han de contribuir todos
    a la prosperidad de las nuevas tierras?
    Pero apenas dio alimento a unos y otros, alteza.
    ¿Y cuál sería en vuestra opinión la razón para tal conducta?
    El oro, alteza, lo único que le guía es la codicia.
    Pero si el menoscabo a los cristianos escandaliza,
    aún es peor el que inflige a los naturales.
    ¿Qué trato reciben?
    Sabed, señora, que si uno es acusado de hurto,
    se le cortan las narices o las orejas sin juicio ni dilación.
    Allí la palabra del virrey es ley.
    ¿No atendió Colón vuestras quejas?
    Don Cristóbal partió a explorar hace más de tres meses.
    Y no se ha sabido de él desde entonces.
    ¿Quién gobierna La Española?
    Sus hermanos, alteza.
    El almirante los puso a la cabeza del consejo.
    Y creed que tienen peores modos.
    Estad seguro de que vuestras quejas serán atendidas.
    Alteza,
    lamento haber abandonado la misión que nos encomendó su santidad.
    Pero mi labor allí es inútil.
    A nadie interesa cosechar almas, salvo que vengan recubiertas de oro.
    ¿Qué sabrán un tejedor de lanas y un cartógrafo de gobernar?
    Tiene que haber un motivo para tanto dislate.
    Confiemos en que el almirante pueda explicarse.
    A buen seguro que habrá de hacerlo.
    Su empresa, de momento, ni reporta oro, ni salva almas.
    Solo causa quebraderos de cabeza, bien lo sé.
    Urge encontrar a quien ponga orden en semejante desaguisado.
    Si os indispone, yo mismo lo buscaré.
    Yo me encargaré.
    ¿Queréis que os prepare unas sopas antes de partir?
    El día ha amanecido frío.
    No es un caldo lo que necesito ahora, Beatriz.
    (Suspira).
    Dios quiera que no haya muerto.
    No lo permita Dios.
    Qué pronto han quedado atrás los días en que el almirante
    era admirado por donde pasara.
    ¿Y si el hombre en quien confié no está a la altura de la misión?
    No os mortifiquéis, señora.
    Nadie en Castilla ignora
    que siempre buscáis el mayor beneficio para el reino.
    Sea como sea, debe continuar la misión en las Indias.
    Dad a vuestro corazón reposo, yo rezaré por el almirante.
    Ya son dos almas por las que debemos rezar:
    por la del almirante y por la de nuestro cardenal.
    No más de 2.500 hombres envía Fernando contra nosotros, majestad.
    ¿Caballería?
    Ligera, unos 300 jinetes.
    El resto, infantería.
    A Fernando no le sobra el oro,
    y el que había Castilla se gastó en otros menesteres.
    ¿Quién comanda las huestes?
    Gonzalo Fernández de Córdoba, señor.
    Buen capitán, bravo, y de seso despierto.
    No lo bastante para impedir que el papa me corone rey de Nápoles,
    os lo aseguro.
    Valiente compañero de viaje ha escogido su santidad.
    No os fiéis de Fernando, mi señor, algo trama.
    Me extraña que su respuesta haya sido tan tibia.
    "Porque eres tibio, ni frío ni caliente, te vomitaré",
    está escrito.
    Del aragonés en Italia solo quedará el mal sabor de boca.
    Alegrad el semblante,
    en Roma nos aguarda la gloria.
    ¿Cómo os encontráis, reverencia?
    Hambriento.
    Los condenados físicos dicen
    que la restricción de alimentos me ayudará.
    Pero dudo que eso, ni todas esas pócimas alivien mi mal.
    Tened fe y paciencia.
    Con la ayuda de Dios pronto os recobraréis.
    Ya no me levantaré de este lecho,
    bien lo sabéis.
    No perdamos tiempo en lamentaciones.
    Os he nombrado albacea de mi testamento.
    Es un honor, reverencia.
    Habéis de pensar muy bien en quién será mi sucesor.
    Es una decisión de extrema importancia.
    Lo haré, a su debido tiempo.
    Escuchadme bien:
    no elijáis a nadie de familia noble.
    Solo os traerá disgustos.
    Recordad a Carrillo.
    ¿Vais a proponerme un candidato?
    Francisco... de Cisneros.
    Sabéis que comparto sus ansias de reforma,
    no obstante...
    Dadle los instrumentos y él llegará hasta el final.
    ¡Hacedme caso, por los clavos de Cristo!
    Os prometo que tendré en cuenta vuestras palabras.
    Grandes son mis culpas
    y mayor es mi arrepentimiento.
    Quisiera irme de este mundo
    con la certeza de que al menos una vez
    hice lo justo.
    ¿Cisneros arzobispo de Toledo?
    Retiraos.
    ¿Por qué concederle tanto poder?
    Porque él es capaz de reformar nuestra Iglesia.
    Hasta en su lecho de muerte intriga su reverencia,
    y encima os incluye en sus enredos.
    No me enreda.
    Yo creo que Cisneros es el mejor candidato:
    es tenaz, piadoso...
    Os propondría otro más adecuado: el arzobispo de Zaragoza.
    ¿Vuestro hijo Alfonso? (Asiente).
    ¿Acaso no sería un aliado idóneo?
    Vuestro hijo está al tanto de los asuntos de Estado, cierto.
    ¿Y qué más podríais pedir?
    Que esté menos pegado a la tierra y más al cielo.
    El primado de España ha de tener el alma y la mente
    en los intereses de la Iglesia.
    Como ese fraile, que solo piensa en volver a su convento.
    Sabéis que no tomaría a la ligera una decisión tan importante.
    Debo comprender, que no hay más que discutir.
    Llaman a la puerta
    Adelante.
    Altezas, el obispo de Badajoz os aguarda.
    Gracias por acudir tan presto a nuestra llamada.
    Sé de vuestra lealtad y de la de vuestra familia,
    me lo demostrasteis en tiempos muy difíciles.
    No podía ser de otro modo, alteza.
    Solo vos teníais derecho al trono de Castilla.
    Hoy os necesito de nuevo.
    Como sabréis, unos navíos regresaron de las Indias
    y no han traído buenas noticias.
    Sí, lo sé.
    Sabréis también todo el empeño que hemos puesto en esa empresa.
    Toda Castilla anda al corriente, altezas.
    Esté vivo o no el almirante,
    hemos de hallar el modo de que la ruta abierta sea rentable.
    De vos esperamos soluciones.
    Os agradezco vuestra confianza, altezas.
    Antes preparad a la mayor brevedad navíos bien provistos
    de lo que puedan necesitar los que quedaron en La Española.
    Vuestra encomienda se realizará diligentemente.
    Necesitamos que vuelva al orden, Fonseca.
    Sin ello, ni obtendremos rentas
    ni quedará quien lleve la palabra de Dios.
    Señores,
    el cardenal Mendoza ha fallecido.
    Que Dios lo acoja en su seno.
    Vais a coronarme rey de Nápoles, y lo vais a hacer hoy mismo.
    No puedo hacer tal cosa, Alfonso es el legítimo rey.
    Yo tengo derechos reconocidos al trono de Nápoles.
    ¡Nadie podría deciros nada!
    Tenéis razón, solo mi conciencia.
    Os lo advierto, arrasaré Roma, no dejaré piedra sobre piedra.
    Soy el vicario de Cristo,
    no me someteréis con amenazas.
    ¡Sois el vicario de Cristo porque yo lo permito!
    Me vais a obligar a hacer algo que no quiero.
    ¿Volvéis a Francia?
    Podría forzaros a firmar mi nombramiento
    con vuestra propia sangre.
    Majestad,
    permitid que su santidad medite vuestra oferta.
    Tranquilizaos,
    soy un buen cristiano,
    no quiero enemistarme con el Altísimo.
    Voy a ser rey de Nápoles, santidad,
    con vuestra bendición o sin ella.
    Las huestes de Gonzalo están acantonadas en Reggio,
    listas para el combate.
    Pero las fuerzas del rey Carlos son muy superiores a las nuestras.
    Incluso sumando los napolitanos a nuestro ejército.
    Pronto enviaremos refuerzos.
    ¿Mil quinientos infantes? No bastarán.
    ¿Cómo piensa Gonzalo enfrentar al francés?
    Con la misma táctica de guerrillas que usó contra el infiel en Granada.
    Pero los franceses no son los infieles.
    El capitán asegura
    que es la única posibilidad de vencer a tan poderoso enemigo.
    No puede enfrentarse en campo abierto
    a un ejército tan superior en número y pertrechos.
    La caballería pesada le pasaría por encima.
    Roguemos entonces para que su táctica sea acertada.
    O, si no, solo cabe una solución:
    la retirada.
    Jamás.
    No dudo de la valía del capitán. Bien la ha demostrado.
    Pero se ve forzado a combatir de forma tan temeraria
    porque no tiene otro remedio.
    ¡Y ha de salir victorioso, es mucho lo que está en juego!
    Siendo así, ¿por qué jugarlo todo a una carta?
    Explicaos.
    Aunque Gonzalo logre la victoria,
    sin aliados será difícil detener a Carlos.
    El rey francés ha sido hábil,
    firmando acuerdos con borgoñones, ingleses, venecianos...
    Nápoles es clave, alteza.
    Si el capitán fracasa, Francia se hará con el Mediterráneo.
    Si tal cosa sucede, Dios no lo quiera,
    más ha de preocuparnos lo que vendrá luego.
    ¿Quién podrá contener la voracidad del francés?
    Imaginad que sois un emperador romano.
    ¿Marco Aurelio? -Como gustéis.
    ¿Vestiríais a vuestros esclavos con ropas distintas a las vuestras
    para así diferenciarlos?
    ¿Vos qué opináis?
    No estoy segura.
    Tendría sus ventajas,
    permitiría saber cuándo estamos ante un hombre libre y cuándo no.
    Cierto, mas si vestís a todos los esclavos igual,
    pronto descubrirán que superan a los hombres libres.
    No había pensado en ello...
    Os lo aseguro,
    nuestras cabezas no durarían mucho sobre nuestros hombros.
    Vos deberíais de ser reina de Castilla y Aragón.
    ¿Por qué decís eso?
    Sois más inteligente que yo.
    Ambos reinos saldrían ganando si fuerais la heredera.
    Nuestro hijo siente el peso de la Corona
    antes de portarla.
    Vos también lo sentisteis,
    es ley de vida cuando se nace príncipe.
    Juan heredará las Coronas de Castilla y Aragón,
    el peso es el doble, como la responsabilidad.
    Dios iluminará sus pasos.
    ¿Acaso no lo hizo con vos?
    ¿Tenéis noticias de Gonzalo?
    No son halagüeñas.
    Quizá me haya equivocado en Italia.
    Será difícil defender al papa del asedio francés.
    Si se ve obligado a entregar Nápoles a Carlos...
    ¿Dais la guerra por perdida antes de librar la primera batalla?
    Francia es una gran amenaza para nuestros reinos, Isabel.
    Siempre ha sido así.
    ¿Qué ha cambiado
    para que vea inquietud en vuestra mirada?
    Quise adelantarme a los movimientos del francés,
    pero él hizo otro tanto, y mejor que yo.
    Ha reunido más armas, más hombres y mejores aliados.
    Si ataca al papa toda la cristiandad se alzará en su defensa.
    Solo lo harán quienes no le hayan vendido sus favores,
    o quienes no le teman.
    Pocos serán, entonces.
    Mi señora, hay un modo de rendir al enemigo,
    pero he de contar con vuestro permiso.
    ¿Para vencer a Francia?
    Concedido.
    Escuchadme.
    Hemos de ir juntos en esto, hasta las últimas consecuencias.
    Decid, ¿qué necesitáis de mí?
    Lo que necesito de vos, ya me lo habéis dado.
    Francia es nuestro enemigo natural.
    No solo por compartir fronteras por mar y por tierra,
    sino por ser el reino más poderoso de Europa.
    Frenar las aspiraciones francesas podría consumir nuestro reinado
    y el de nuestros hijos. Bien lo sé.
    A punto estuvo de acabar con el de vuestro padre.
    Castilla y Aragón no pueden contener a tan peligroso vecino.
    Hemos de buscar aliados.
    Mirad.
    Inglaterra, aunque aislada, mira con recelo al francés.
    Ya fue invadida en el pasado.
    Si tal cosa sucede,
    la boda de Catalina con el príncipe de Gales
    le garantizará nuestro respaldo.
    Y a nosotros el suyo.
    Asegurado quedaría el noroeste.
    Si consiguiéramos un acuerdo similar con el emperador Maximiliano,
    sumado a la campaña italiana,
    tendríamos a Francia cercada por los cuatro costados.
    Maximiliano detesta al rey Carlos, quizá se preste a un acuerdo.
    Pero olvidáis algo.
    También habrá que afianzar la paz con Portugal,
    si queremos evitar un enemigo a nuestra espalda.
    Ya entiendo por qué hemos de ir juntos en esto.
    Pensáis lograrlo... Con con la sangre de nuestra sangre.
    ¿Vamos juntos en esto, señora?
    ¿Qué os aflige, madre?
    Pensaba en vos y en vuestros hermanos.
    ¿Y qué han hecho ellos para entristeceros así?
    Pues yo, os lo aseguro, soy inocente.
    Inocente e inteligente,
    pero muy joven para entender que no hay amor más puro
    que el que una madre siente por sus hijos.
    Cierto,
    no es el amor que evocan algunas de mis lecturas.
    Mas un día, si Dios quiere,
    he de aprenderlo por mí misma.
    Ese día comprenderéis por qué me aflige tanto pensar
    cuán diferentes serían vuestras vidas
    de no haber nacido del vientre de una reina.
    ¿Acaso serían más dichosas?
    No estaríais obligados a aceptar
    que el bien de la Corona está por encima de nosotros.
    Madre, dos cosas hemos sabido desde niños:
    que estamos al servicio de nuestros reinos
    y que tanto nos amáis
    que jamás haríais nada que nos perjudicara.
    Sé que Juan reinará un día
    y yo habré de entregarme en matrimonio
    para sellar una valiosa alianza.
    Solo deseo
    tener la fortuna de ser tan feliz como vos junto a padre.
    Ahora echo de menos las horas perdidas
    junto a vos y vuestros hermanos.
    Quizá no estuvierais, pero sí vuestro ejemplo.
    Y vuestra entrega.
    Voy a poner el destino de nuestros hijos en vuestras manos.
    Que el sacrificio que les exigimos
    sea por el bien de Castilla y Aragón.
    Os agradezco que confiéis así en mí.
    Sé cuán doloroso es su sacrificio para vos.
    Pero creed que, de lograr nuestros planes,
    será para mayor gloria de nuestros reinos.
    Concededme un momento, si no tenéis inconveniente.
    Quería entregároslo en persona.
    ¿De qué se trata?
    Leed.
    Pero...,
    no es posible.
    No puedo ser arzobispo de Toledo, no, no, soy digno.
    Nadie podría ser más digno que vos.
    Mi único deseo es vivir apartado del mundo.
    También es vuestro deseo reformar nuestra Iglesia,
    y ambos lo compartimos.
    No puedo aceptar.
    El propio cardenal Mendoza insistió en que vos fuerais su sucesor.
    Y yo se lo agradezco mucho a él y a vos, pero...
    Desde la cúspide de la Iglesia,
    tendréis autoridad para emprender tan necesaria reforma,
    auspiciado por Roma, y por la reina de Castilla.
    Habréis de disculparme, me esperan.
    Aceptad vuestro destino, eminencia reverendísima.
    Con el debido respeto, altezas,
    no va a ser tan fácil formar esa gran alianza que pretendéis.
    Nadie ha dicho que vaya a serlo.
    Señor, Inglaterra y Borgoña
    tienen acuerdos de paz con los franceses.
    También nosotros los teníamos, pero se pueden romper,
    siempre que exista una causa justa.
    ¿Cuál es la excusa de Carlos para hacerse con Nápoles?
    Defender a la cristiandad del turco.
    Haremos algo parecido.
    Nuestra alianza no se hará contra Carlos,
    sino para proteger a la cristiandad.
    ¿Queréis decir...? Que el verdadero objetivo:
    detener a los franceses, nunca se hará público.
    Todos los miembros de la alianza estarán obligados
    a acudir en auxilio del papa, amenazado por Carlos.
    O por el turco.
    Enviaremos embajadores a Venecia y Roma, también a Londres.
    Informen a todos ellos de nuestros planes
    y pongan en marcha las negociaciones necesarias.
    Fuensalida, acudiréis a la Corte de Maximiliano,
    y luego iréis a Flandes.
    Haré como digáis, alteza.
    ¿Qué ocurre, Chacón?
    Altezas, estamos en guerra con Francia.
    Cualquier reino que se alíe con Castilla y Aragón,
    aunque para defender la cristiandad, se enemistará con Carlos.
    No os inquietéis, darán más valor a nuestra amistad.
    Disculpad, ¿por qué estáis tan seguro?
    Nuestros hijos serán la argamasa que mantendrá unida esa alianza.
    Os hemos hecho llamar porque parecéis un hombre sensato.
    Desde la sensatez os sugiero
    que reconozcáis a su majestad como rey de Nápoles cuanto antes.
    Nunca haré tal cosa bajo amenaza.
    Descartad la amenaza, entonces.
    ¿Qué sería preciso para que mi señor recibiera la Corona
    de vuestras manos?
    Estoy dispuesto a negociar,
    pero exijo que no se cuestione mi autoridad.
    Por otra parte, la Corona de Nápoles es valiosa.
    No esperéis que os salga gratis.
    Veremos si podemos satisfacer vuestras peticiones.
    Quiero que el rey de Francia me reconozca públicamente como papa,
    rey de Roma y vicario de Cristo en la Tierra.
    Me alegra ver que confiáis más en la palabra de mi señor
    que en la ayuda del rey de Aragón.
    Convenced a su majestad.
    Evitemos en lo posible el derramamiento de sangre.
    En particular, la nuestra.
    Semillas de trigo, bestias de carga...
    Todo está ya almacenado en las naves.
    Saldrán de Cádiz para las Indias muy pronto.
    Bien, veo que no habéis perdido el tiempo.
    ¿Y qué habéis pensado para remediar la situación en La Española?
    Siendo el mal gobierno de los hermanos Colón el problema,
    buscaríamos otro modo de administrar las nuevas tierras.
    ¿Qué sugerís?
    Quienes allí se han establecido demandan más libertad
    para labrar su propia fortuna.
    Si la Corona otorgara licencias para nuevas expediciones...
    Expediciones en las que no participaría Colón.
    Pero sí la Corona, a la que volvería parte de los beneficios.
    Esperad.
    En Santa Fe firmamos unas capitulaciones
    con el almirante que nos obligan a...
    Todos lo dan por muerto, señora.
    Si lo está, también lo están los acuerdos y sus leyes.
    ¡De ninguna manera! ¡Comprometí mi palabra!
    No pienso traicionarle sin saber si está vivo o no.
    ¡Pues si vive,
    antes de negarle mi apoyo habré de escuchar sus razones!
    Vuestra actitud os honra, señora, sin embargo...
    ¡Olvidad esa idea! ¡Y no volváis a mencionarla!
    Don Andrés, buscad a Cisneros, haced el favor,
    he de hablar con él.
    ¿Fray Francisco? Lo he visto abandonar palacio.
    ¿Estáis seguro?
    Juraría que era él, y me ha parecido que tenía prisa.
    Avisad a la guardia.
    ¡Qué lo traigan ante mi presencia cuanto antes!
    No ha estado en mi ánimo disgustar a la reina, alteza.
    Os ruego que así se lo transmitáis. Descuidad.
    Me he comportado como un necio al dar por sentado...
    No me ha parecido necia, Fonseca, en absoluto.
    Es más, me agradaría escucharla con más detalle.
    Son muchos los que se preguntan por qué un solo hombre
    se está beneficiando tanto a costa de la Corona.
    Y no les falta razón.
    En Santa Fe fuimos más allá de lo prudente
    concediendo privilegios a Colón.
    Y en agradecimiento,
    ahora impone su tiranía a vuestros vasallos.
    ¿No ha llegado ya la hora de que la Corona recupere lo suyo?
    Mi esposa siente un gran afecto por el almirante.
    Siempre ha estado a su lado.
    La sola idea de que haya sufrido un percance...
    Perdonad mi atrevimiento, pero la reina es la única en Castilla
    que cree que Colón está vivo, y con él sus compromisos.
    Dad por seguro que la reina recapacitará,
    tened paciencia.
    Y permitidme un consejo, Fonseca:
    hasta ese momento, cuidaos de contradecirla.
    Firmamos un acuerdo.
    Y aunque Colón hubiera muerto, su familia no.
    Solo vengo a abrigaros, señora.
    ¿Habéis pensado en vuestros vasallos?
    Son muchos los que han cruzado la mar océana,
    arriesgando la vida por Castilla, en busca de mejor fortuna.
    Lo sé, también los tengo en mis oraciones.
    Otros también aguardan su oportunidad,
    ¿vais a negársela por lealtad a un muerto?
    No es eso lo que pretendo.
    Y no enterremos al almirante antes de hora.
    Conseguimos el favor de Roma por el compromiso a llevar la fe,
    pero tampoco eso lo ha respetado el almirante.
    También le exigimos oro, que gran falta hace en Castilla.
    Cierto.
    Pero, ¿cuánto durarán en nuestro poder esas tierras
    si faltamos a la misión que nos encomendó el papa?
    Es más,
    si Gonzalo no detiene al francés,
    temo que Roma aproveche para perjudicar nuestros intereses.
    ¡No me atosiguéis más!
    ¡Debemos mucho al almirante!
    Ha descubierto grandes cosas para la gloria de Castilla.
    Y grandes beneficios en diezmos y títulos.
    A cambio ha enviado promesas de oro y muchos problemas.
    Conozco la grandeza de vuestro corazón
    y la profundidad de vuestro espíritu,
    pero vuestro afecto por él no puede nublaros el juicio.
    He sabido que han traído a Cisneros.
    ¿Qué me ocurre, Fernando?
    Confío en personas que se afanan por dejarme en evidencia.
    Sois la reina, imponed vuestra autoridad.
    Que Fonseca redacte la cédula, firmaré esas licencias.
    Vos, que hacéis de la humildad bandera,
    ¿os alzáis así contra vuestra reina?
    Alteza,
    no me interesa el poder, ya os lo he dicho.
    Soy vuestro confesor y, para mí, es suficiente honor.
    A menos que hayáis olvidado vuestro voto de obediencia,
    pronto celebraremos vuestro nombramiento.
    Retiraos.
    Y daos un buen baño.
    La dignidad del cargo exige cierta compostura.
    Lo tendré en cuenta, alteza.
    ¿De qué se trata?
    Noticias de Nápoles.
    Los franceses han derrotado a los nuestros en Seminara.
    ¿Cómo fue?
    Dicen que huyeron ante la superioridad francesa.
    Huyeron...
    ¡Mis tropas huyeron ante el enemigo!
    ¿Cuántos hombres hemos perdido?
    Apenas unos cientos.
    Los napolitanos sufrieron más que nosotros.
    Los refuerzos están de camino.
    La táctica de Gonzalo no dará resultado.
    Vamos a relevarlo.
    No os precipitéis, algún motivo habrá.
    ¡Podrá explicarse cuando vuelva a Castilla!
    ¡Cursad la orden!
    ¿Hay algo que no os satisface?
    No, en absoluto.
    Está bien, muy bien.
    El rey Carlos confía en que valoréis las circunstancias
    en las que ha aceptado vuestras exigencias.
    ¿A qué os referís?
    Como sabéis, hemos vencido al enemigo en Seminara.
    Nada tiene que ver mi petición con el devenir de la guerra.
    Aún son vuestros aliados, santidad.
    Su suerte corre paralela a la vuestra.
    Mi señor espera que cumpláis vuestra parte del trato
    a la mayor brevedad.
    El rey Carlos está impaciente porque le entreguéis
    la Corona de Nápoles.
    Apresuraos.
    El documento no os hace invulnerable.
    ¿Está todo listo en Sant'Angelo?
    La guarnición nos aguarda, el castillo resistirá el asedio.
    A Carlos la Corona de Nápoles le costará más de lo que piensa.
    No pienso entregársela.
    Aunque tenga que huir de la Santa Sede por un pasadizo.
    Dad las gracias a la protección tan peculiar del aragonés.
    Maldito Fernando..., juro que me las ha de pagar.
    Por supuesto,
    el emperador Maximiliano ha comunicado a su hijo Felipe
    la propuesta tan generosa que nos hacen vuestros señores.
    Generosa y beneficiosa para ambas partes.
    No obstante,
    habéis de tener en cuenta que, desde su más temprana juventud,
    don Felipe gobierna sus dominios con voz propia.
    ¿Considera el matrimonio con la infanta Juana
    una imposición paterna?
    Vos sabréis hacerle ver
    las ventajas de tan provechoso enlace.
    Sobran las presentaciones, amigo mío.
    Sé quién sois y cuál es vuestra misión en Flandes.
    Mi misión, señor,
    es regresar cuanto antes a Castilla con una respuesta positiva.
    La alianza que os proponemos...
    Contra nuestro poderoso vecino, el rey de Francia.
    La vecindad acrecienta el peligro.
    ¿Acaso los ducados y condados que dependen de vos
    resistirían por sí solos una ofensiva del francés?
    Bien sabéis que no.
    Tampoco Aragón y Castilla, siendo reinos de mayor calado.
    ¿Debo entender entonces que estamos de acuerdo
    en que la alianza es oportuna?
    Siendo vasallo de mi padre, no comparto
    ni sus penurias financieras, ni su animadversión hacia Carlos,
    que ha sabido ganarse mi respeto.
    El compromiso entre vuestra hermana Margarita
    y el francés os benefició, eso es cierto.
    Aunque no hubo boda, puede decirse que soy duque de Borgoña
    gracias a su generosidad.
    ¿Mas quién os dice
    que nunca reclamará los territorios que hizo caer en vuestras manos?
    Contraer matrimonio con la hija de su enemigo
    podría darle motivos para hacerlo.
    No lo ven así mis señores.
    Ellos consideran el enlace una garantía
    para que conservéis vuestros dominios a salvo.
    ¿También es esa la visión de mi padre?
    Decid,
    de haber contenido al francés en Italia,
    ¿vuestros señores hubieran ideado esta alianza?
    La mirada de los reyes de Castilla y Aragón vanmucho más lejos.
    Es cierto que el plan va mucho más allá
    de la contienda por Nápoles.
    Permitid entonces que reflexione.
    El matrimonio es asunto de envergadura,
    pues nunca habrá de separar el hombre lo que Dios ha unido,
    ¿no es así, señores?
    Comprendo vuestra cautela,
    pero casar con Juana no sería un acto de guerra contra Francia.
    Y no hacerlo sería contradecir los designios del emperador,
    mi padre.
    Temo más la reacción del francés.
    Aprovechad la oportunidad que se os presenta.
    Hoy Francia es poderosa y temible,
    pero Castilla y Aragón son reinos en auge.
    Grande puede ser su peso en el futuro.
    No me impresionáis.
    Un día heredaré un imperio.
    Sumad a vuestra herencia el parentesco
    con nuestros vecinos del sur
    e imaginad cómo resonará vuestra voz en Europa.
    Y que no se atreva el francés a hollar vuestros dominios,
    que la respuesta no se hará esperar.
    (Suspira).
    Comunicad al embajador mi compromiso con Juana.
    Ah, y en cuanto a Francia, dejádmelo a mí.
    Los Sforza de Venecia son quienes más interés han mostrado
    en formar parte de la Liga Santa e impulsarla.
    Maximiliano, el emperador, también, por supuesto.
    Y los ingleses, ¿se han pronunciado?
    A pesar del matrimonio entre Catalina y el príncipe de Gales,
    Enrique no parece dispuesto a colaborar.
    Como viene siendo habitual.
    Esta vez hay un problema añadido:
    el duque de York pide la mano de la infanta Catalina.
    Ricardo de Shrewsbury, primer duque de York.
    ¿Quién es?
    Poco os puedo decir: sé que aspira al trono de Inglaterra.
    ¿Acaso no sabe que ya está comprometida?
    Lo ignoro, señora.
    Pero la petición oficial ha llegado a través del emperador Maximiliano.
    ¿Qué méritos alega?
    Cuenta con el apoyo de Margarita de York
    y del propio emperador.
    Ese es el problema al que aludíais.
    El rey Enrique acusa a Maximiliano de inmiscuirse en sus asuntos
    y rechaza aliarse con él.
    Comprensible,
    si asila a quien pretende arrebatarle el trono.
    ¿Tiene alguna posibilidad de conseguirlo?
    Pocas, en mi opinión, por no decir ninguna.
    A no ser que vos mismo también le deis vuestro apoyo.
    Que todo se tambalee por apoyar a un aventurero...
    ¿Acaso ha perdido el juicio el emperador?
    ¿Cómo vamos a casar a nuestra hija con un aspirante?
    La hemos educado para reinar, no para conspirar.
    No negaremos la mano de nuestra hija al duque de York.
    Pero aseguraros de que su petición llega a oídos del rey de Inglaterra.
    Que sepa que quien reclama su trono
    también conspira para arrebatarle a Catalina.
    Y dejadle claro que romperemos el compromiso
    entre la infanta y el príncipe de Gales
    si no acepta formar parte de la Liga.
    Vais a hacer que Enrique se sienta muy solo en su isla. .
    Portazo
    Alteza, al fin os encuentro.
    ¿Qué hay, Fonseca es la cédula de las Indias?
    Así es, mi señor, pero traigo nuevas del almirante.
    Sigue en vida, gracias a Dios.
    Unos navíos han llegado a Cádiz con Antonio de Torres, su secretario,
    y una carta para vuestras altezas.
    ¿Qué ha sido de él?
    Llegó a La Española más muerto que vivo
    y allí se encontró con sus hermanos y un gran desorden.
    Nada debe saber la reina de esto.
    Que nadie le haga llegar nuevas de Colón
    hasta que haya firmado las licencias.
    Ni una palabra, ¿me oís?
    Como ordenéis, alteza.
    Podéis retiraros.
    Estad segura de que habéis hecho lo justo.
    ¿Cómo permite Dios que reine en Roma un embustero de tan baja calaña?
    ¡Se comprometió a coronarme rey de Nápoles!
    Majestad, reflexionad; Nápoles ya es lo de menos.
    Tenéis razón,
    esa Corona acabará costándoos muy cara.
    No pienso levantar el asedio.
    ¡El papa cederá,
    aunque tenga que pegarle fuego a su castillo!
    Mi señor,
    Fernando ya no es el único apoyo del papa.
    No podemos enfrentarnos al mismo tiempo a Castilla, a Aragón,
    a Maximiliano...
    (Grita): ¡Malditos sean todos!
    Mis soldados se beberán su sangre,
    degollaremos a sus hijos y violaremos a sus esposas e hijas.
    ¡Os doy mi palabra que acabaré con todos!
    Majestad, calmaos, os lo ruego.
    ¡Ese perro aragonés me ha enfrentado a todo el mundo!
    ¿Queréis que me calme? ¡Traedme su cabeza!
    Guardias, ¡buscad ayuda!
    Bebed.
    Poco a poco.
    Y Maximiliano lo estará celebrarlo con mil putas.
    ¿Qué esperabas?
    ¿Que no aprovecharía la ocasión de ir contra Francia?
    ¿Acaso no sabéis lo que siente por vos?
    Ojalá hubiera dejado que casarais con él.
    Para lo que me habéis servido...
    ¿Cuándo me daréis un heredero?
    Ni siquiera sois capaz de parir un hijo que viva lo bastante
    como para sostener una espada.
    ¿Está todo a vuestro gusto?
    Bien.
    Si os parece bien, pasamos a los asuntos pendientes.
    El cardenal quiso dejarlo todo en orden,
    pero su enfermedad se lo impidió.
    Lo más urgente es el nombramiento de don Pedro Hurtado de Mendoza
    como adelantado de Cazorla.
    Con él os vais a estrenar en vuestras funciones.
    ¿Familia del cardenal?
    Hermano del difunto.
    Los Mendoza pidieron a la reina que le concedierais el cargo,
    y su alteza ha accedido, como es natural.
    Son muchos los servicios prestados a la Corona por los Mendoza.
    Aquí tenéis el documento, solo resta vuestra firma.
    Reverencia.
    No voy a firmar.
    Tal vez no me hayáis entendido bien. -Os he entendido.
    No voy a firmar.
    Pasemos a otro asunto.
    Chacón, ¿noticias de Inglaterra?
    No, alteza, de Gonzalo.
    ¿Ya está en Castilla?
    Os envía una carta.
    ¿Anuncia su regreso, entonces?
    Sigue al mando en Nápoles, sus hombres se han negado al relevo.
    ¿Qué ocurre?
    ¡Contádselo, Chacón!
    ¡Contadle la hazaña de otro de sus protegidos!
    El capitán Fernández de Córdoba ha rehusado ser relevado, alteza.
    ¿Qué dice la carta?
    Cuenta lo ocurrido en Seminara.
    Se debió a un malentendido con los napolitanos.
    Creyeron que los aragoneses se retiraban de la batalla
    y huyeron asustados.
    No entendieron que era un repliegue táctico
    y abandonaron a los nuestros a su suerte.
    Bastardos...
    Gonzalo ordenó la retirada para evitar ser diezmados.
    ¿Y esa es su disculpa para no comparecer?
    Sí, y os pide paciencia y confianza en él y en sus hombres.
    Ha desobedecido una orden del rey.
    ¡Otros ya lo habrían pagado con la vida!
    Cierto,
    pero recobrad el sosiego y meditad vuestra decisión.
    Sea cual sea, yo os apoyaré.
    Altezas,
    traigo noticias importantes: el almirante está vivo.
    Su secretario, Antonio de Torres, ha regresado de La Española.
    Han descubierto tierras y ríos
    de las que tan solo las manos bastan para sacar oro.
    Dios sabe cuánto me alivian vuestras palabras.
    Alteza, ¿qué tenéis?
    ¿No os dais cuenta?
    Si tan solo hubiese esperado un tiempo para firmar la cédula...
    ¿Algo más, Fonseca?
    Sí, creo que será mejor que lo veáis con vuestros propios ojos.
    ¿Qué es esto?
    Los ha enviado el almirante, hay muchos más.
    ¡Liberadlos de sus cadenas!
    No es posible, son prisioneros de guerra.
    ¿Guerra? ¿A qué guerra os referís?
    Hay dos versiones que se contradicen:
    los indios fueron apresados durante una incursión
    para castigarlos por sus desmanes.
    Esa es la versión de Colón, supongo.
    Así lo cuenta su secretario.
    Pero los descontentos dicen
    que los nuestros suelen irrumpir en sus poblados,
    aterrorizando a sus mujeres.
    Nada de eso refiere Colón en su carta.
    ¿Acaso trata de ocultar
    lo que realmente sucede en las nuevas tierras?
    ¿Hay algo más?
    Ha habido muchos muertos entre los indios.
    Cargan contra ellos con caballos y perros.
    ¿Es necesaria tanta crueldad?
    Los hombres rojos creen que nuestras naves vienen del cielo,
    ¿y ahora vamos contra ellos a sangre y fuego?
    Si se alzan contra el virrey, se alzan contra la Corona.
    Debe castigarse, eso no tiene discusión.
    ¿Y qué haremos con los que ha enviado?
    No podéis liberarlos, son prisioneros de guerra.
    Su destino es ser vendidos como esclavos.
    Así se hizo con el infiel y también en las Canarias.
    No haremos tal cosa.
    ¿Y qué proponéis, mi señora?
    Formad una comisión con eclesiásticos y juristas.
    Que decidan qué debe hacerse con los hombres rojos.
    Alteza, hay otro asunto.
    Se trata del arzobispo Cisneros.
    Se niega a firmar el nombramiento de Hurtado de Mendoza.
    ¿Que se niega?
    ¿Por qué motivo?
    Nada argumenta en su contra.
    ¿Entonces?
    ¿Acaso no sabe que es el hermano de su mentor?
    Lo sabe.
    La familia Mendoza ha enviado una queja.
    No esperaban tanta ingratitud
    de aquel a quien el mismo cardenal ha favorecido.
    Yo tampoco.
    Y no entienden por qué se le consiente.
    Mañana me ha de presentar ese nombramiento firmado.
    Decid a su reverencia que no importa cuáles sean sus razones.
    Una sola basta: es voluntad de su reina
    que Hurtado de Mendoza sea adelantado de Cazorla.
    Mi respuesta sigue siendo no.
    ¿Sabéis cuán grande es el disgusto de la reina?
    ¡Estáis poniendo en riesgo vuestro propio cargo!
    Ninguna de esas razones me hará cambiar de opinión.
    ¡No os entiendo!
    Es mucho lo que podéis hacer por esa Iglesia a la que tanto amáis.
    ¿Queréis perderlo todo por cabezonería?
    Aquí tenéis las credenciales del candidato.
    ¿Habéis comprobado siquiera que no es digno del cargo?
    Portazo
    El almirante Colón bien lo escribió en sus cartas.
    Cuando encontró a esos indios no conocían secta ni idolatría.
    Creen que las fuerzas y el bien están en el cielo.
    Luego son evangelizables.
    ¿Y qué sucede cuando los indios se niegan a ser convertidos?
    No todos se han negado, algunos ya han sido bautizados.
    Otros muchos se han levantado contra el virrey.
    Rechazan con violencia todo lo que viene de Castilla.
    ¿También la palabra de Dios? -Así es.
    ¿Cómo es posible?
    ¿Estamos seguros de que tienen alma?
    ¿De que son capaces de creer?
    Volvemos al mismo punto, señores.
    Toda la tarde llevamos de discusiones.
    Será mejor continuar mañana. -Pero la reina espera una respuesta.
    Ninguno de nosotros la tiene ahora,
    Solo la encontraremos cuando Dios quiera iluminarnos.
    ¡Alguna respuesta habrá que dar!
    Espero vuestras conclusiones.
    Todavía no las tenemos, alteza.
    Este no es un asunto banal, alteza,
    ni que pueda tratarse en unas jornadas.
    El debate promete ser largo.
    ¿Y qué hacemos con esos hombres mientras debatís?
    Lo que decidáis, alteza, estará bien decidido,
    porque de seguro no ofenderá a Dios.
    Pedro Hurtado de Mendoza.
    Sentaos.
    Sentaos, os lo ruego.
    Combatisteis en Málaga, Almería y Granada.
    Sois caballero de la Orden de Santiago.
    Veo que os habéis informado bien. -Es mi obligación.
    Os tienen por hombre formal, soldado valeroso
    y lo más importante,
    enemigo de enredos.
    Y a pesar de todo, no soy de vuestra confianza.
    Aquí solo veo los actos,
    pero no veo al hombre.
    No entiendo qué pretendéis.
    Vuestra confesión me basta,
    si estáis dispuesto a que sea yo quien la escuche.
    Dios ya conoce cada rincón de mi alma.
    ¿Por qué debería avergonzarme que vos la conozcáis?
    Alteza, a propósito de los hombres rojos, señor.
    Decid.
    Muchos han caído enfermos y algunos han muerto.
    Que los físicos averigüen qué les ocurre.
    Pero, son muchos a guardar y alimentar
    mientras la comisión emite su juicio.
    Tal vez no soporten los rigores del invierno.
    Fonseca, las Indias son vuestro cometido.
    Buscad una solución.
    ¿Algo más? Nada, alteza.
    Alteza.
    Os confirmo el nombramiento de Hurtado de Mendoza
    como adelantado de Cazorla.
    Pero no porque así lo hayáis ordenado,
    sino por ser hombre de mérito y temeroso de Dios.
    ¿Acaso os place jugar con la paciencia de vuestra reina?
    No soy amigo de chanzas, bien lo sabéis.
    Ni de imposiciones.
    Excepto cuando sois vos quien las dicta, ¿no es así?
    Yo mismo tenía que juzgar a Mendoza.
    Me complace que seáis hombre riguroso,
    pero os advierto que vos y yo llegaremos más lejos
    si vamos con acuerdo.
    Y os sugiero que no olvidéis
    que mi autoridad está por encima de la vuestra.
    Y mi testarudez también.
    ¡Altezas, han llegado grandes noticias!
    Gonzalo ha vencido a los franceses en Morano y asedia Atella.
    ¡Gracias por escuchar mis plegarias!
    Solo es una batalla, ahora hemos de ganar la guerra.
    Abriremos un nuevo frente para dividir al francés.
    Es el turno de Navarra. Así es.
    No hemos de darles descanso en nuestras fronteras.
    Hay algo más, altezas:
    el rey de Inglaterra ha decidido unirse a nuestra alianza.
    Parece que la noticia del nuevo pretendiente de Catalina
    ha animado al rey a tomar partido.
    Señores, la Liga Santa es un hecho.
    Entre todos empujaremos al francés hacia sus fronteras.
    Aseguraos de que no lleguen más peticiones de matrimonio,
    ya no tenemos hijos disponibles.
    La defensa de nuestras fronteras exige alianzas y sacrificios.
    Vosotros, hijos de reyes, estáis destinados
    a sellar y fortalecer
    las relaciones de nuestros reinos con nuestros aliados.
    Es nuestra intención formalizar cuanto antes
    vuestro compromiso con los herederos de las diferentes casas reales.
    Juan, príncipe de Asturias y Gerona,
    casará con Margarita de Austria, hija del emperador Maximiliano.
    La infanta Juana con el archiduque Felipe,
    heredero del Sacro Imperio.
    Un doble matrimonio que convertirá a los Habsburgo
    en nuestros más firmes aliados contra Francia.
    Como se acordó en su día,
    el príncipe de Gales desposará a la pequeña Catalina.
    En cuanto a Portugal...
    El heredero al trono casará con la infanta María.
    Esta es nuestra decisión.
    Gracias a vosotros, nuestra familia se extenderá
    por las Cortes europeas más importantes.
    Creed que todas ellas os aguardan con gran respeto y admiración.
    Si Dios quiere,
    estáis llamados a gobernar un continente.
    Habréis de estar a la altura de la misión que se os encomienda.
    Estamos seguros de que haréis honor a vuestro rango,
    y engrandeceréis a nuestra estirpe en nombre de Castilla y Aragón.
    ¿Cuándo será la boda? En cuanto se firme el acuerdo.
    Contraeréis matrimonio por poderes en Castilla.
    Vos viajaréis pronto a Flandes, donde os aguardará vuestro esposo,
    el duque de Borgoña.
    La flota que os lleve hasta Amberes traerá de vuelta a la esposa de Juan
    así lo hemos acordado.
    ¿Vos conocéis a Margarita, cómo es?
    No la he visto nunca, pero dicen que es muy bella.
    Y además, ¿es inteligente?
    Es hija de reyes, ha de serlo.
    ¿Tanto como vuestra esposa?
    Nadie es tan inteligente como vuestra madre.
    Me agrada que tengáis interés en que sea de mente despierta.
    Vuestro legado sería pesada carga para el mejor de los príncipes.
    Vos lo sois, ángel mío.
    Lleváis toda la vida preparándoos para gobernar.
    Lo haréis tan bien como el que más.
    Pero quisiera contar con alguien de vuestra talla.
    No os torturéis,
    seréis un gran rey,
    y no habrá mejor reina y esposa en la cristiandad que Margarita.
    Permitid que os presente a nuestros hijos:
    Juan y Juana de Aragón.
    Tenéis motivos para ser felices, altezas,
    vais a casaros con los mejores pretendientes.
    El arzobispo Busleyden es el enviado del emperador Maximiliano.
    Sobre todo, soy el primer consejero de vuestro futuro esposo.
    ¿Cómo es el archiduque, eminencia?
    Felipe es un hombre extraordinario.
    Pocas veces un príncipe fue tan merecedor de ese nombre
    como Felipe de Austria, os lo aseguro.
    En cuanto a la infanta Margarita,
    dudo que exista una joven más despierta y encantadora
    en todo el orbe cristiano.
    Es necesario que alguien compruebe qué está sucediendo en La Española,
    que nos lo relate punto por punto.
    ¿No os bastan los informes recibidos?
    No son de fiar,
    en ellos también se perciben envidias y rencores.
    Para juzgar a Colón necesito ojos limpios como el agua.
    ¿Y cómo pensáis conseguirlo?
    Un juez pesquisidor saldrá hacia La Española
    en el primer navío que zarpe de Cádiz.
    Espero que os encarguéis de todos los preparativos.
    ¿Puedo preguntar a quién habéis designado, alteza?
    A Juan de Aguado, que ya viajó a esas tierras lejanas.
    Confiemos en que averigüe qué hay de cierto
    en las acusaciones contra el almirante.
    Se hará como ordenáis.
    En cuanto a las licencias...
    Ninguna otra expedición saldrá de Castilla
    hasta que yo tenga noticias del almirante.
    ¿Algo más, altezas?
    Sí, una última cosa, Fonseca.
    ¿Os habéis ocupado de los hombres rojos?
    Por supuesto.
    Serán enviados a las Canarias,
    donde tendrán trato de hombres libres.
    ¿Por qué allí?
    El clima, según se dice, es similar al de sus islas.
    Más benigno.
    Allí permanecerán hasta que una expedición
    los lleve de vuelta a su lugar de origen.
    Ocupaos de que encuentren acomodo digno de cualquier hijo de Dios.
    Lloros y lamentos
    Me dijisteis que eran quinientos los hombres rojos,
    ¿os habéis quedado con parte?
    Algunos han muerto, pero el precio es el mismo.
    Vamos, vamos, vamos, sabéis que haréis buen negocio.
    Buscad a los compradores lejos de la Corte, sed discreto,
    Descuidad.
    Olvidad que me habéis visto.
    Nunca hemos hablado, ¿entendido?
    ¿Pensáis en reclamar la Corona?
    Mis derechos son incuestionables.
    Es hora de que Nápoles y Sicilia vuelvan a ser un solo reino.
    Preparaos para arder en el infierno por toda la eternidad.
    (Agoniza).
    Me ha costado reconoceros por cuánto habéis cambiado.
    ¡Padre, padre!
    Juana de Castilla,
    os tomo como mi esposa delante de Dios y mis súbditos.
    Vais a un lugar extraño, pero nunca estaréis sola.
    Vuestra suerte y la del reino están unidas
    a la salud de esa criatura.
    Cartógrafos reputados aseguran que es imposible
    que haya llegado a las costas de Asia.
    ¿Dónde fondean nuestros barcos?
    En un archipiélago en medio del océano.
    La princesa Isabel ha de convertirse en la esposa de mi hijo,
    y vos estáis de acuerdo.
    Mi vida está solo al servicio del Señor.
    Cumplí vuestros deseos de no tomar los votos,
    pero no me casaré. ¡Haréis como se os ordene!
    ¿Pensáis darle lo que pide?
    -La prueba..., que coserá muchas bocas.
    ¿Qué nos traéis de este viaje, almirante?
    Fernando concentra sus fuerzas en Italia.
    Ataquemos el Rosellón.
    Debo entregárselo a su santidad personalmente.
    Entonces, tendréis que esperar hasta su regreso.
    ¿Ha abandonado Roma?
    ¡No os acercaréis a la infanta! ¿Me oís bien?
    Buscad una montura y seguidme.
    (Grita): ¡Traidor!
    ¡Traidor, hijo de mil padres!
    ¡Juan!
    Nunca volveré a verla.
    Y tras ella partirán sus hermanas.
    _______________________________
    NOTIZIE STORICHE.

     

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