domenica 24 maggio 2020

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Sommario:

Isabel - Capítulo 27


Fernando e Isabel son recibidos en Barcelona con grandes muestras de alegría. Allí va a firmarse un tratado de paz con Francia. Pero Fernando sufre un atentado y tanto él como Isabel se dan cuenta de la fragilidad de lo conseguido. Precisamente entre los logros de su reinado ha de contarse los nuevos territorios conquistados por Colón quien, a espaldas de Isabel y Fernando, se deja tentar por las suculentas ofertas del rey Juan de Portugal.

"La fragilidad del reino"

SERIE TERZA

Capitúlo 27 

Después de haber conquistado Granada y con Colón volviendo ya de Las Indias, los Reyes llegan triunfadores a Barcelona, lo que no saben es que allí el destino del reino está a punto de truncarse..


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No recomendado para menores de 12 años
Transcripción completa
Juro servir y seguir a nuestra señora, doña Isabel.
Y de igual, al muy alto y poderoso príncipe,
rey y señor nuestro, señor don Fernando,
como su legítimo marido.
¿Conocéis a fray Hernando de Talavera?
Conozco sus escritos.
Es mi deseo que sea mi confesor.
La reina está dispuesta a honraros con un cargo en la Corte:
recaudador mayor del reino.
¡Judío, cabrón!
¡Deja de robarnos y púdrete en el infierno, hideputa!
(Grito de mujer). -¡Soltadla!
¡No, padre!
Os hemos dejado desprotegidos, debemos devolveros a vuestra hija.
El reino de Granada es vasallo de Castilla,
debe pagar sus tributos.
Concederemos una prórroga a cambio de su liberación.
Es un varón, alteza, un varón sano.
¿Pretendéis suplantar a la Iglesia?
Solo nombrar a los inquisidores, que la Corona lleve las riendas.
Mermando el poder de abades, obispos y arzobispos,
evitaríamos que hubiera más Carrillos.
Su cautiverio ha terminado.
En este tiempo se ha convertido en la estrella que me guía,
en mi apoyo,
y he decidido hacerla mi esposa.
Decidme que no negociáis con Francia a mis espaldas.
Dejadnos solos. ¡Me habéis traicionado!
¡A mí y a mi padre, y con vos lo traiciono yo!
¡A mi padre, que se está muriendo!
Recuperaré para la Corona el Rosellón y la Cerdaña.
Quizás ha llegado la hora de emplear instrumentos más eficaces
para acabar con la herejía.
Por la gracia de Dios,
os nombro inquisidor general del reino de Castilla.
¡Ojo por ojo!
Su santidad no solo os ha concedido la Bula de Santa Cruzada,
sino que ha aceptado todas vuestras condiciones.
Por la gracia de Dios,
el príncipe Juan es declarado por estas Cortes
legítimo sucesor al trono de Aragón.
El rey Luis de Francia ha muerto.
Castilla no puede prescindir de las tropas aragonesas,
pero decid a la regente que recuperaré los condados.
¿Don Cristóbal Colón? -Sí.
El rey os recibirá ahora.
¿Qué nos impide llegar a las Indias por el oeste?
Solo vos pensáis que es posible.
Que Alá no permita que nada ni nadie se interponga en mi camino.
No volveremos a poner vuestra vida en peligro;
no tendremos más hijos, Isabel.
Aún he de vencer en la guerra contra Granada,
pero si confiáis en mí, como yo confío en vos,
juntos haremos que vuestro sueño algún día se haga realidad.
Entregad la ciudad a los cristianos o moriremos todos.
Sois la novia más hermosa que jamás he visto.
El príncipe Alfonso es muy afortunado
tomándoos por esposa.
Juan, hijo, ¿qué tenéis?
¿Su vida corre peligro?
Isabel y vos sucederíais a sus padres;
seríais los reyes más poderosos de la Península.
Las calenturas han remitido,
parece que las sangrías y los baños fríos han hecho efecto.
Al parecer, cayó del caballo.
¡Nooo!
¡Noo!
En toda Castilla no hay lugar seguro para los judíos.
Pronto acabará la guerra,
y Granada puede ser una oportunidad para todos nosotros.
La rendición de Boabdil.
Tomad las llaves de mi ciudad,
que yo y los que estamos dentro somos vuestros.
Serán expulsados los judíos que no abracen la fe cristiana.
"Ego te baptizo in nomine Patris et Filii et Spiritus Sancti".
El rey de Francia está dispuesto a pactar con la Corona de Aragón.
Devolverá el Rosellón y la Cerdaña sin exigir nada a cambio.
Solamente una condición:
debéis absteneros de intervenir en Italia.
Os deseo la mayor de las venturas en vuestro viaje.
Si Dios me acompaña, la próxima vez que me halle ante vos
vuestro reino se extenderá más allá de los mares.
Subtitulado por TVE.
Mi señor.
Rezos
Nada de cuanto hemos logrado juntos se perderá, os lo juro.
Pues velando por vuestros logros
guardaré memoria del amor que siempre he sentido por vos.
Yo, don Cristóbal Colón,
pongo a nuestro Señor, Dios Todopoderoso, como testigo.
Tomo posesión de estas tierras en nombre de sus reyes,
don Fernando de Aragón y doña Isabel de Castilla.
Y las bautizo con el nombre de San Salvador.
¿Seguimos sin nuevas del almirante? Así es.
Nada bueno le auguro si el invierno se le echa encima en la mar.
Tened fe.
Cuánto habéis porfiado por recuperar el Rosellón y la Cerdaña,
y ahora vais a conseguirlo. Si Dios quiere.
Querrá, y Colón regresará.
Dios recompensa a los perseverantes. Es posible.
Mis mesnadas aguardan en la frontera por si el francés se echa atrás.
Tal cosa no sucederá.
Son nuevos tiempos para los reinos, disfrutemos de ellos.
Mirad,
esta felicidad se la debemos a la paz que tanto nos ha costado.
Es nuestro primer deber hacer que perdure.
Pronto vuestro padre y yo partiremos hacia Barcelona.
Isabel, Juan, vosotros nos acompañaréis.
Madre, ¿en verdad es necesario que vaya con vos?
Firmaremos un acuerdo con Francia de enorme importancia para Aragón.
No podéis faltar.
Nuestro señor ha tenido a bien encomendarnos una gran misión
para plantar cara al turco. -Por supuesto.
La Corona de Nápoles en manos francesas,
ese es nuestro objetivo.
Majestad, seguís convencido
de que el rey Fernando no se interpondrá en nuestro camino.
Solo le interesan los condados, lleva años porfiando por ellos.
Un vicio heredado de su padre.
Como el de engendrar bastardos.
Firmará lo que sea para recuperar el Rosellón y la Cerdaña.
Poco parece importarle Saboya y el Milanesado,
pues los deja en vuestras manos.
Pero el norte de Italia queda muy lejos de Sicilia,
cuya corona ostenta, no así Nápoles.
Ambos anheláis para la cristiandad dominar el Mediterráneo,
pero para disputárselo al turco, antes debéis doblegar al aragonés.
Y así será. -Si Dios quiere.
¿Ponéis en duda la valía de mi ejército,
el más poderoso de Europa?
Bien sabéis que no, mi señor, pues fui derrotada por él.
Escuchad a vuestro chambelán, no menospreciéis al aragonés.
No lo hago,
pero si se alza contra Francia, tanto le servirá su ayuda como a vos.
Queda por asegurar la neutralidad de su santidad.
Id a Roma, agitad ante el papa la amenaza del infiel,
pero no mencionéis Nápoles.
Y aligerar la firma del tratado con Fernando.
Nápoles no es Bretaña, mi señor,
tampoco Aragón.
Tened en cuenta a quién os enfrentáis.
Descuidad.
Me complace que evoquéis nuestro pasado,
dulce fue la victoria en Bretaña,
pues aunque Francia no obtuvo el ducado,
su rey tomó a la duquesa.
Vuestro cabello comienza a perder brillo,
deberíais cuidar más de vos.
¿Acaso no veis qué hermosa sois aún? -Todo lo entregué a mi esposo,
el Señor quiso arrebatármelo,
¿quién soy yo para oponerme a sus designios?
No habéis así, no llevaréis luto toda la vida.
Nunca faltará un príncipe para una infanta de Castilla.
¿Os ha dicho algo mi madre?
Por eso insiste en que les acompañe para firmar el tratado con Francia.
Qué puedo saber yo...
Dejadme, ya termino yo.
Aunque no hay mejor tratado
que el que viene del brazo de una buena boda.
¡Dejadme, marchaos! -Señora.
¡Fuera!
Salid.
(Grita furiosa).
Sé cuanto nos favorece este acuerdo con Inglaterra,
no obstante, entregar así a nuestra hija...
Dudáis.
Mi señora, Francia ha firmado un tratado de paz con Inglaterra;
hemos de evitar que esa alianza se vuelva contra nosotros.
Inglaterra debe estar de nuestro lado, vigilante.
El matrimonio de Catalina con Arturo, príncipe de Gales,
es la mejor garantía. Lo sé.
Pero ya siento la nostalgia
de estos días felices junto a mis hijos,
y Catalina es aún tan niña.
Alteza, con el tratado favorecemos el comercio con el inglés.
Son grandes las ventajas que obtiene Castilla.
Y quién sabe, quizá parte del dinero que Francia entregará a Enrique
acabe en nuestras arcas.
Sea.
Sé cuál es el destino de nuestros hijos.
Conceded a vuestra señora el privilegio de sentir como madre
y decidir como reina.
Es cierto que son muy niños Catalina y el príncipe de Gales,
habremos de pedir dispensa al papa,
por si las circunstancias aconsejan adelantar sus esponsales.
¿Tan poco os fiáis del rey de Francia?
Toda precaución es poca.
¿Hay noticias de Roma?
A estas horas, Fuensalida debería estar ante el papa.
Sed claro, Fuensalida,
¿acaso vuestro señor y el rey Carlos de Francia
están repartiéndose Italia a mis espaldas?
Os aseguro que no, santidad.
El objetivo del tratado con Francia es otro.
Conozco su interés por recuperar los condados catalanes,
pero a cambio de qué.
En nombre de la Corona de Aragón,
os garantizo que el acuerdo no causará perjuicio alguno
a los Estados Pontificios.
¿Habláis también en nombre de Castilla?
¿La reina Isabel está conforme?
En todo; está al lado del rey.
A veces dos cabezas no miran en la misma dirección.
Castilla mira al oeste y Aragón al Mediterráneo, cierto,
pero sus reyes miran en ambas direcciones.
¡Dejaos de chanzas!
Tanto vuestro rey como el de Francia tienen pretensiones sobre Nápoles.
A mi señor solo le preocupa
que la Corona pase a manos de sus legítimos herederos.
Peculiar legitimidad la de una dinastía bastarda.
Pero tenéis razón,
a mi señor le inquietan las relaciones
que el francés ha establecido con Génova y Milán.
Por eso me envía ante vos.
Decid, santidad,
de colisionar los intereses de Aragón con los de Francia,
¿hacia qué lado os decantaríais?
Solo hay un lado posible para el papa:
el de Dios.
Pero asegurad a vuestro señor
que nuestro corazón está con el reino que nos vio nacer,
y con su rey, por supuesto.
Fernando, ventajista y trapacero como su padre el rey Juan,
que Dios tenga donde menos daño cause.
¿Qué pensáis hacer?
Escribir a la reina de Castilla.
Choque de espadas
¿Malas noticias?
¡Decidme!
¿Hasta dónde estáis dispuesto a llegar
para conseguir los condados?
Quedaos.
Se nace príncipe, pero se aprende a ser rey.
Sabéis de sobra el precio.
No intervendremos en los asuntos de Francia con otros reinos,
siempre que respeten nuestras fronteras.
¿Incluye dejar a su merced a los Estados Pontificios?
No, siempre estaremos junto al papa. Su santidad no lo cree así.
Oíd sus palabras.
"No perdáis ocasión para reiterar vuestros deseos de paz,
más temo que el tratado con Francia encierre el germen de una guerra
de imprevisibles consecuencias para los dominios de la Iglesia.
No discutiré con el papa cuestiones de doctrina,
pero en esto se equivoca.
Ante cualquier disputa con Francia solo él podría mediar y ser juez.
¿De qué guerra habla?
¿Por qué acude a mí para que no permita tal cosa?
Quizá porque ve más lejos que vos cuando mira a Francia.
¿Admitís que la guerra es posible?
Siempre es posible la guerra con Francia,
por eso urge el tratado de paz.
¿Y para qué, si buscáis el enfrentamiento?
¡Estar preparado para la guerra
es la mejor manera para conservar lo nuestro!
Decídselo vos, Chacón.
El papa siempre contará con la protección de Castilla.
No consentiré la guerra con otro reino cristiano,
ni por los condados ni por nada.
Ave María Purísima. -Sin pecado concebida.
Eminencia reverendísima,
me acuso de pecar contra el cuarto mandamiento.
¿Vos?
Contadme en que no habéis honrado a vuestros padres.
No aceptaré que me casen de nuevo.
Si así lo deciden será por el bien del reino,
no debéis ver mal en ello.
Llevándose a mi esposo Dios me indicó el camino,
ahora solo pertenezco a nuestro Señor, eminencia.
Es mi deseo tomar los votos,
y pasar el resto de mis días dedicada a la oración en un convento.
¿Estáis segura?
Cristo me reclama.
Cada noche aparece en mis sueños y me pide que le entregue mi vida.
Alteza, no queráis ser santa antes que monja.
Pensé que vos me comprenderíais. -Y lo hago.
Sé de vuestro dolor y vuestra fe, estáis en mis oraciones,
y doy gracias porque la pérdida no se haya vuelto contra Dios.
Nada ni nadie puede lograr tal cosa.
Vuestra devoción, que tanto os ayuda ante la desgracia,
puede haberos confundido, pensadlo bien.
Qué hay en vuestro deseo de consagraros al Señor,
¿búsqueda de consuelo?
¿Apartaros del mundo para no revivir momentos tan dolorosos?
Mi vocación es firme. -Entonces, nada la torcerá.
Meditadlo,
decisiones de esta trascendencia han de madurar.
Daros tiempo, alteza.
Hacedle pasar.
Finalmente habéis acabado en Portugal.
Una tormenta en el Atlántico me ha traído hasta vos.
¿No ha sido el deseo de hacerme partícipe del éxito?
Así que lo habéis logrado,
con la ayuda de Castilla.
He pensado que os agradaría conocer la buena nueva,
dado que quisisteis arrebatar mi proyecto.
Pero no lo hice.
Contadme, ¿qué hay donde acaba el océano?
Tierras ricas en oro,
gentes y dones de la naturaleza como nunca imaginasteis.
Creí haber arribado al paraíso.
Según he oído que solo ha regresado una nave
con un puñado de hombres flacos y enfermos.
Mas bien parece que regresaseis del infierno.
Os empecináis en no creer en mí,
más no podéis cerrar los ojos ante lo conseguido para Castilla.
Tenéis razón. Dios me la ha dado,
cuando vos y otros sosteníais que era un loco.
A la vista está que mucho erré al no confiar en vos.
Disculpad mi ceguera,
y permitid que compense las ofensas del pasado.
Sed mi huésped,
os lo ruego,
y dadnos detalles de vuestro viaje.
Mientras reparan vuestra nave
la Corona de Portugal os tratará como merecéis.
Mi señora, esa carta demuestra que el papa espera sacar ventaja
confrontando vuestros intereses con los del rey.
¿Cómo va a lograrlo?
Teme que Francia y Aragón se repartan Italia
y quedar él entre dos fuegos.
¿Quiere asegurarse mi respaldo?
¿Acaso ignora que lo tiene?
Castilla no intervendrá en guerra...
Alteza, en el Mediterráneo es Aragón, no Castilla,
el principal valedor de la cristiandad.
Y así ha de seguir.
Los antaño traidores se inclinan ante mí,
hemos reconquistado Granada,
¿no es tiempo ya de vivir en paz?
Cuanto mayor es vuestro poder, mayores son las amenazas sobre vos.
Manteneos alerta, que las fronteras sean respetadas
depende de cuánto os teman en toda Europa.
¿También en los Estados Pontificios? Confiad en vuestro esposo.
Dadle vuestro apoyo, no os opongáis al tratado con Francia.
No lo haré,
pero tampoco lo firmaré a cualquier precio.
¿Ha sido el viaje de vuestro agrado?
Roma es una ciudad de la que nunca querría partir,
y más si obtengo provecho de mi visita.
¿Habéis conseguido que su santidad apoye los intereses de Francia,
o sigue únicamente del lado de Dios? -De Dios.
Pero en su corazón... -Un gran corazón.
Enorme si han de caber en él el rey de Francia y el de Aragón.
Con respecto al papa hemos quedado en tablas,
espero que el provecho de mi viaje entonces provenga de vos.
Rematemos el acuerdo.
¿Condados a cambio de la no injerencia
en los necesarios movimientos de mi rey
para vencer al turco?
¿Qué hay de Nápoles?
Nunca oí a mi señor mostrar interés por ese reino.
Mucho me alegra oírlo, ya que es vasallo de su santidad.
Por lo que no tendréis inconveniente en la cláusula que mi rey añade.
¿Asumible? -Sí, por supuesto,
ningún príncipe cristiano la rechazaría.
Podríamos llamarla "la excepción papal".
Decid pues.
Repeleremos la invasión de los Estados Pontificios,
mi señor acudirá presto en ayuda del santo padre.
Tenéis razón,
ningún príncipe cristiano se opondría a algo tan razonable.
Me alegra que en esto también estemos de acuerdo.
Felicitad en nombre de mi señor a los reyes
por el compromiso de la infanta Catalina.
Disculpad, ¿acaso era un secreto?
Temo que su santidad no lo haya tenido en cuenta.
No, no lo es, pronto se anunciará como merece.
Y mucho nos alegraremos.
Eso nos lleva a la clausula que quiere incluir mi señor.
¿Asumible?
Sin duda lo será para el rey Fernando.
Reverencia, pronto abandonaremos Granada.
Los deberes de fray Hernando le obligan a permanecer aquí,
por ellos preciso de un nuevo confesor.
Cabrera, vos partiréis de inmediato hacia Barcelona,
organizaréis los preparativos para nuestra llegada.
Es nuestro deseo que nos reciba una ciudad dispuesta y segura.
Aguardaremos allí a la delegación francesa,
debemos causar una gran impresión.
Todo lo encontraréis en orden y a vuestro agrado, perded cuidado.
Padres, he de deciros algo.
Voy a tomar los hábitos.
¿Por qué habéis cometido semejante desatino?
No pienso volver a casarme, solo me entregaré al Señor.
¿Tanto os urge demostrarlo como para pasar por enajenada?
¿Acaso no soy la garantía del tratado que vais a firmar?
Qué fantasías son esas.
No hay boda alguna prevista con Francia,
tenéis mi palabra. ¡Claro que no!
Pero si la hubiera, deberíais acatar nuestra decisión.
¡Y ya os adelanto que lo haríais!
Vos sois buena cristiana,
¿acaso dudáis de mi vocación?
Vuestro bien está por encima de vuestros deseos,
y por encima de todo está el bien de Castilla.
¿Qué he de hacer para que me creáis?
Calmaos y confiad en mí, conozco vuestros sentimientos.
¿Estáis segura?
Si mi padre muriese, ¿por el bien del reino os casaríais?
Mi dolor sería tan insoportable que nublaría mi entendimiento,
como os ocurre a vos.
Pero pronto recordaría
que ser reina consiste justo en hacer lo que se debe hacer.
Por mucho que duela.
Mis cartógrafos piensan que hay tierra frente a Guinea,
tierras inexploradas.
No son sino fábulas, leyendas.
Hace cinco años, menos incluso, habría pensado como vos;
pero vuestro viaje lo ha cambiado todo.
Ahora hemos de ver estos documentos con otra luz.
Que se pueda llegar a Asia por el oeste, como he demostrado,
no da veracidad a esas fábulas marineras.
¿No encontrasteis tierra más cerca de lo calculado por los sabios?
O erraban ellos o erráis vos.
Solo puede ser Asia.
Vos habéis regresado del otro lado del océano,
yo poseo estos documentos,
a ambos nos conviene conversar con tranquilidad.
Altezas, noticias del almirante, ha regresado.
Lo ha conseguido, desembarcó en Asia.
Alabado sea el Señor.
¿Dónde ha arribado, en las costas de Huelva?
Solo ha regresado una nave, está en Lisboa.
¿Cómo?
¿Y qué hace en Portugal?
¿Por qué no está ya de camino hacia la Corte?
Una tormenta le empujó hasta allí, la carabela precisa reparación.
Escribidle y que inicie el viaje de inmediato.
Dejad que de esto me encargue yo.
Ni me fío de él ni del portugués,
espero que sepáis lo que hacéis.
Más que el acomodo de los miembros de la Corte,
me preocupa su seguridad,
y la de nuestros invitados franceses.
No temáis, la guardia es de probada confianza.
¿Habéis reforzado la vigilancia en las entradas?
Y en el puerto, y en los de vigilancia adelantados,
no hay ciudad más segura en el principado que Barcelona.
La Guardia Real protegerá a sus altezas,
espero que no sea un problema. -No lo será.
Desde el Consejo de Ciento haremos lo imposible
para que los reyes lo encuentren todo a su gusto.
Sé que así será, Riudecanyes, oíros me reconforta.
Esta visita es de gran importancia. -También para Barcelona.
Seremos testigos de la recuperación de los condados usurpados por Francia
Para todos es un gran honor.
¿Vos conocéis al rey?
Luché en sus mesnadas durante la revuelta Remensa.
Todos debemos mucho a su alteza.
Velaremos por su bienestar como él hace con nosotros.
Estoy seguro que quien elija el cardenal Mendoza
hará que me olvidéis pronto.
Sabéis que no deseo prescindir de vuestro buen consejo,
aunque debamos separarnos.
Si apreciáis mi consejo, atended también mi ruego.
Decid, qué necesitáis.
No soy yo, alteza, es la princesa.
Dudo que renuncie a su vocación, quizá debáis apoyarla.
¿Sabíais vos algo de lo que tramaba?
El arzobispo de Granada debería convertir más infieles
y ocuparse menos de las hijas de sus soberanos.
Os he escuchado, ahora dejad que yo decida.
Ya que hemos de separarnos, mejor en buena armonía.
Esmeraos en el confesor, que no sea un entrometido.
Tengo al mejor candidato. ¿Tiene los pies en el suelo?
Es sabio reputado, se graduó en Salamanca,
bajo la protección de mi sobrino, Beltrán de la Cueva,
que en gloria esté de Dios.
Tiene una larga experiencia de servicio en Roma
y fue vicario general en Sigüenza.
Es tan leal a la Corona como a sus propias convicciones;
Carrillo le envió a prisión por no doblegarse a sus intereses.
¿Plantó cara al mismísimo Carrillo?
Grande ha de ser su ambición. No, alteza.
No es el poder ni la púrpura lo que le tienta,
podría haber llegado a obispo.
Renunció a todo hace ya 7 años para retirarse a La Salceda
y seguir la más estricta observancia de la regla franciscana.
¿No ha mostrado interés en política? El mundo le es ajeno.
Y a diferencia de otros confesores, solo le interesa la vida espiritual.
Podréis conocerle en Barcelona,
se desplazará allí para el capítulo general franciscano.
¿Cuál es su nombre? Gonzalo.
Pero ha adoptado el nombre del santo Francisco,
Francisco Jiménez de Cisneros.
Sé que el papa Alejandro no es de vuestro agrado,
mas le debéis un servicio. -Lo dudo.
Gracias a él Isabel duda de su esposo en sus intenciones en el Mediterráneo
Cualquiera que conozca a Fernando habría de dudar.
Repite a quien quiera escucharla
que jamás iniciará una guerra entre reinos cristianos.
¿La reina no se interpondría en mi camino al trono de Nápoles?
Mucho beneficiaría a Francia que ella, y no Fernando,
rigiese el destino de Aragón.
Vítores
Mi señora, la Ciudad Condal está a vuestros pies.
(Susurra): Traidor.
Maldito seas.
(Rabioso): Sí, sí..., viva la mentira,
viva la traición.
Pronto la Inquisición se irá de Cataluña,
y entonces me aclamaréis a mí, vuestro legítimo rey.
¡El hijo del rey Juan, que en gloria esté!
¡Traidor!
Magnífico recibimiento.
Agradecédselo al fervor de los barceloneses por sus reyes.
¿Está listo el tratado con Francia?
Así es, alteza, pero ha surgido un asunto de la mayor importancia.
Una de las naves de Colón ha llegado a Galicia,
y su capitán,un tal Pinzón, solicita audiencia.
¿Ha vuelto otra nave? Hacedle venir cuanto antes.
No, solo recibiremos a Colón. ¿Por qué?
Mientras sus hombres van llegando a Castilla,
él sigue en Portugal.
Es nuestro almirante, solo él debe rendirnos cuentas.
¿No deseáis conocer qué ha ocurrido? Pronto lo sabremos.
Conminarle a que se presente de una vez ante sus reyes
si no quiere ser declarado prófugo y despojado de sus privilegios.
Así lo haré, ¿alguna otra sugerencia?
Comencemos pues.
Vos sabéis que Portugal cuenta con barcos y conocimientos
para afrontar cualquier empresa.
En eso ningún otro reino os alcanza,
toda la cristiandad admira vuestro poderío en la mar.
Ninguno posee nuestra experiencia, ni las riquezas de Guinea.
Queréis para Portugal
las rutas a las Indias por el este y por el oeste.
Pensadlo,
un explorador bajo mi bandera podría ser el primero
en dar la vuelta al mundo.
Solo vos habéis ido y regresado de más allá del océano,
y solo Portugal puede daros los medios que precisáis.
Castilla me señalaría como traidor.
No seríais el primero.
Pero ningún otro soberano compensaría vuestros servicios,
y vuestra traición.
Alteza, vuestro nuevo confesor os espera.
Decid, ¿qué impresión os ha causado?
No he podido verlo, me dio el mensaje el aposentador real.
¿Desconfiáis, madre?
Es un desconocido al que mostraré mi alma.
No dudo de sus virtudes,
pero me gustaría mirar por el ojo de una cerradura
y observarle tranquilamente,
sin ser escrutada a la vez por él.
En la Alhambra hubierais podido a través de una celosía.
Una reina no debe utilizar el ardid de una concubina.
Alteza, tengo una idea.
Son muchas las buenas cosas que he oído de vos.
Solo soy un hombre imperfecto,
que cuanto más trata de acercarse a Cristo,
más insignificante se ve.
La reina de Castilla aprecia la sencillez y modestia de la Orden.
Son virtudes que todo clérigo debería practicar.
Os adelanto que durante la confesión no será la reina quien esté ante vos,
sino una pecadora más.
En la confesión Cristo es el único rey.
Me alegra comprobar que lo aceptáis tanto vos como su alteza.
Mi señora, mucho me place ver que el reino goza de tal salud
que su soberana puede entregarse a juegos y divertimentos.
Os ruego que nos disculpéis, no penséis que es norma en la Corte.
El pensamiento es el último refugio del hombre.
Ni un emperador con todo su poder
podrá ver nunca lo que hay en la cabeza de uno de sus súbditos.
No era esa mi intención,
pero si consideráis este encuentro como una prueba,
he de deciros que la habéis satisfecho en demasía.
Lo que importa no es cómo uno juzga a los demás,
sino cómo se juzga a sí mismo.
Pensad de esta prueba...,
cómo habéis salido parada vos.
Cisneros pagará su insolencia,
no es hombre para tan alta distinción.
Debéis disculparme.
Nada malo habéis hecho, reverencia,
cumplisteis la encomienda a mi entera satisfacción.
Solo a Cisneros quiero como confesor.
Id y confirmadle en su cometido, y reiterar mis disculpas.
En modo alguno deseo que se sienta ofendido.
¡No! -Es voluntad de su alteza.
Fui a cumplir un deber y me vi envuelto en una comedia.
Pensadlo bien. -Me aparté del mundo hace años.
No voy a abandonar mi retiro. -La reina no se conformará.
¡Que me envíe a prisión! Mil veces lo prefiero a la Corte.
Llevad mi negativa a su alteza. -No.
Vuestra negativa y razones las llevaréis vos mismo;
no voy a ser el instrumento de vuestra soberbia.
No es soberbia, sino deseo de servir al Señor.
Naderías, vais a ir vos.
Y os aviso: sois terco como una mula,
pero no tanto como su alteza.
(Susurra rabioso): Traidor.
Maldito seas.
Son las exigencias del francés. Sí, es un añadido de última hora.
Maldito hijo de mil padres.
Mucho pide por unas tierras que no le pertenecen.
Decidme, señor, ¿la reina aceptará? Dejadlo de mi cuenta.
Lo que es bueno para Aragón habrá de serlo para Castilla.
He de advertiros que, de rechazarse la nueva cláusula...
El rey Carlos no firmará el tratado, lo sé.
Yo sabré convencerla.
¿Hemos de permitir que Carlos se entrometa
en el futuro de nuestros hijos por recuperar los condados?
Conteneos, señora.
¡Pedís mesura, cuando vuestra osadía nos compromete de ese modo!
¿No dice que Francia deberá aprobar las alianzas matrimoniales
que establezcamos con otros reinos? Lo dice.
¡No somos vasallos del rey Carlos!
¡Vuestro afán por recuperarlos os ha hecho enloquecer!
Los franceses tratan de evitar
que nos aliemos con otros reinos que lleven a su aislamiento.
Yo haría lo mismo, de lo contrario sería un loco.
¡De loco es ser rey y consentirlo! Pienso como vos.
Antes de que nuestros hijos tengan edad para casarse,
se habrá roto ese tratado.
¿Vais a firmar un acuerdo que no vais a cumplir?
La palabra de un rey es sagrada.
Será el rey Carlos el que lo rompa.
Francia pretende apropiarse de Nápoles con nuestro beneplácito,
¿pero acaso puede llegar sin pasar por los Estados Pontificios?
¿Y no hemos de auxiliar al papa si algo así ocurriese?
¿No os habéis leído esa cláusula?
Entonces, el acuerdo es una farsa.
¡Solo buscáis la guerra!
¡Utilizáis a vuestros hijos y al papa como señuelo!
¡No lo consentiré!
Me anticipo a los movimientos del francés, nada más.
Si él se detiene, nada ocurrirá.
Pero eso no va a suceder.
Vuestras maniobras son propias del turco,
¡no de quien aspira a defender la cristiandad!
¡Habrá guerra!
¡Queráis vos o no, señora!
Y yo voy a hacer para ganarla todo lo que esté en mi mano.
Aunque para ello antes tenga que venceros a vos.
Vítores ¡Traed mi caballo!
Gritos
¡Fernando!
No lo matéis.
El rey ha dicho "no".
¡Fernando!
Tranquilo, tranquilo.
(Grita): ¿Dónde está el físico?
Decidme, ¿qué necesitáis? Un milagro.
Nadie debe entrar ni salir de la ciudad.
Las puertas están cerradas y la guardia en sus puestos.
¿Y las galeras?
Ya he comunicado vuestra orden.
Tumulto
¿Vive? -Es una herida muy profunda.
Si la espada no hubiese dado contra su gruesa cadena,
le hubiese cercenado la cabeza.
La ciudad es un caos, hay gentes en armas por todas partes.
¿Gente organizada? -Solo confusión: si está muerto o no.
Estamos en grave peligro, hay que proteger a la familia real.
He ordenado que entren las galeras. -¿Pensáis que la reina embarcará?
Debemos proteger al príncipe.
¿Qué sucede, cómo está mi padre? -Todo irá bien, altezas.
¿Vive el rey?
Dios os ha devuelto a nosotros.
Bullicio exterior ¿Hay revueltas?
Todo se calmará cuando sepan que vivís.
Ayudadme. No podéis levantaros.
Es la única manera de que nadie aproveche la confusión.
Tienen que verme, saber que vivo y que la autoridad real se mantiene.
¿Queréis mataros?
Vítores
¿Estáis bien? Estoy bien, estoy bien.
Fernando, ¿estáis bien? Sí.
¡Fernando! ¡Ayuda!
Está en manos de Dios,
nada podemos hacer por salvar su vida.
Nadie ha de vernos flaquear en esta hora.
Debemos sujetar con firmeza las riendas de la Corona.
La vida del rey no ha de estar en entredicho,
de lo contrario, los tumultos no cesarán.
Cualquier incertidumbre ha de ser despejada.
Así es, Aragón tiene un rey, un heredero jurado en Cortes,
y una regente dispuesta a mantener la autoridad real.
No todos la aceptarán la legalidad de buen grado.
El reino sufre en esta hora amarga.
Pero el futuro está a salvo.
Que el Consejo sancione la sucesión vigente,
y poned al príncipe en lugar seguro y cercano.
Escribid a las cancillerías,
que sepan que estamos preparados para hacer frente a la eventualidad.
Lo haré de inmediato, alteza.
Cabrera, sofocad cualquier conato de rebelión;
el orden ha de mantenerse a toda costa.
La guardia real está en alerta desde el primer momento.
Se ha ordenado el acercamiento de toda tropa leal.
El Consejo de Ciento está a nuestra disposición.
Bien.
Chacón,
quiero la verdad, cueste lo que cueste.
Delira Son los judíos,no sehan ido,
están maquinando siempre con su dinero...
Antes ha hablado de moros y de unos remensas rebeldes.
(Grita): Basta, basta.
Me hizo jurar que no diría nada, él sabía la verdad:
el tirano tenía que morir.
¿Qué verdad es esa?
Que el rey...,
soy yo.
Mi padre era el rey Juan, que en gloria esté.
Grita de dolor
¿Quién os pidió que callaseis?
(Jadea): Fue...,
el Espíritu Santo.
Grita de dolor
Ríe
Tumulto
Llevadme a mí en su lugar, os lo ruego, mi Señor.
Sed magnánimo con mi reino y con mis hijos.
Alteza, toda Barcelona reza con vos.
Vuestro dolor es inmenso, debéis apartar esos pensamientos.
Si no le hubiese desafiado, nada de esto habría ocurrido.
¿Creéis que Dios ha querido castigaros?
Mucho castigo para semejante falta.
Apenas quedaría nadie en la Tierra si Dios obrase así.
Si queréis aliviar vuestra alma de carga tan pesada...
aquí me tenéis.
Ave María Purísima. Sin pecado concebida.
No voy a aceptar
que un loco, un iluminado haya puesto en peligro el reino.
Tenéis razón en dudar,
si sus vecinos le dan por loco, en la ciudad no ha obrado como tal.
Y hace dos años heredó los bienes de su padre,
cosa que un loco nunca hubiese podido hacer.
¿Quién está detrás?
Pienso que son dos los caminos que nos llevarán a la verdad.
Hablad.
Si es un hijo del rey Juan sería una cuestión personal.
¿Podría ser hijo del rey?
No sería el primer bastardo no reconocido.
¿Y cuál es el segundo camino?
Canyamars era un remensa.
¿Luchó en la revuelta? No.
El rey solucionó ese conflicto, ¿por qué atentar contra él?
Hay nobles que no se sienten compensados
por lo que les pagaron sus remensas.
Y muchos payeses no pudieron emanciparse.
¿Sufrieron fuerte castigo los sublevados?
No pocos murieron en batalla,
y nadie ha olvidado al ejecutor de Pere Joan Sala.
Ahí puede esconderse la verdad.
Traedme a quien esté detrás de este loco.
Daré con él, os lo juro.
¿Aún no se sabe si Fernando vivirá?
El rey es fuerte, y pese a ello cabe esperar lo peor.
¿Y si tal desgracia ocurriese? -La reina sumiría la regencia.
Buena cristiana, no pondría reparos en nuestros planes contra el turco.
No lo hará,
si el rey fallece surgirán revueltas en Aragón.
Conviene tener a Isabel entretenida aplacándolas.
En particular, en los condados catalanes,
y podríamos socorrerla con nuestras tropas.
Si muere Fernando, tendríamos el camino libre en Italia
sin perder el Rosellón y la Cerdaña.
Tenedlo todo dispuesto,
mientras tanto, yo rogaré por el alma del aragonés.
A todas horas rezo por su recuperación.
Pensáis que os equivocasteis no poniéndoos de su lado.
Me utilizaba en su pugna con Francia por Nápoles.
En ausencia de un rival poderoso, más teméis más al rey Carlos.
Si muere, ¿quién podrá detener al francés?
Espero que Dios atienda mis ruegos,
pero si se rompe el equilibrio de fuerzas
tendrá que entregar Nápoles al rey de Francia.
¿Haréis de Carlos el dueño del Mediterráneo cristiano?
Si utilizamos nuestras cartas,
conseguiremos la protección contra el infiel.
¿No confiáis en el respaldo de Isabel?
Pienso que dará prioridad al luto por su esposo,
y a los asuntos de Castilla. -Como vos por la Santa Sede.
¿Solo Castilla y Aragón son los aliados contra Francia?
Quizá la insistencia de Fernando nos haya hecho descuidar
las relaciones con otros reinos.
No encontraréis mejor momento para enmendar el error.
Os he llamado para solicitar vuestra ayuda.
Mi hija dice que Cristo aparece en sus sueños.
Contra nuestro deseo,
pretende tomar los votos y profesar en un convento.
Confiaré en vuestro criterio:
si veis que tiene vocación, aceptaré que profese.
Pero si pudierais evitarlo...
Mi hija está llamada a otras servidumbres,
además, no sería buena monja.
El rango no impide la fe, la vocación ni la humildad.
No hablo de las comodidades a las que renunciaría,
sino de su carácter.
¿Tan segura estáis?
Sí,
lo conozco bien,
es el mío.
Os amo.
Pensé que nunca volvería a decíroslo.
Más que a la muerte,
temía que dudaseis del amor que siento por vos.
Nunca más me enfrentaré a vos.
¿Puede el agua del mar no ser salada?
Os quiero por cómo sois,
no tratéis de convertiros en otra,
no me privéis de la sal.
No dudéis del celo de nuestra actuación, alteza.
Canyamars no parece relacionado con conspiración alguna.
¿Cómo llegáis a tal conclusión?
No era violento ni hablaba del Gobierno.
¿Amigos, mujeres? -Apenas hablaba con nadie.
Pero era remensa. Sí,
y su familia pudo aprovechar el arbitrio del rey.
No participó en la revuelta, ni contactó con ninguno.
Habrá más motivos para tan vil acción.
Además de los nobles y de los remensas,
están los contrarios a la unión de reinos,
piensan que el rey se dedica más a Castilla que a Aragón,
los que no olvidan la implantación de la Inquisición,
conversos descontentos, moros resentidos,
navarros que quieren situar al reino en la órbita francesa,
castellanos dispuestos a disentir contra Aragón...
¡Basta!
Cualquiera ha podido ser, alteza.
Detrás quizás solo hay lo que vemos.
Hemos de contentarnos con un demente.
Nada nuevo ha revelado, y no le ha faltado tormento.
¿Alguien que no esté enajenado lo hubiera soportado?
El rey se ha salvado,
pronto se dictará vuestra sentencia.
Preparaos para una muerte cruel.
Vuestros amigos os han abandonado, estáis solo.
Contadme qué os movió y ayudadme a hacer justicia.
No podréis salvaros,
pero vuestra muerte no será tan terrible y dolorosa
y vuestra alma abandonará el mundo en paz.
¿Acaso hay alguien que no desea abandonar
este valle de lágrimas?
Vos, con todos vuestros privilegios,
¿ no estáis solo, dejado de la mano de Dios?
Solo un demente lo negaría.
Vos no lo sois.
¿Vais a decirme pues quién os ordenó atentar contra el rey?
Fue...
el Espíritu Santo.
Él me lo mandó porque yo soy el rey.
¡Pinzón ha llegado a Castilla, he de volver!
Comandaba una de mis naves, es un traidor,
y solo desea mi mal, si la reina le recibe.
¿Tanto os puede perjudicar? Tengo que ir a Barcelona,
sus mentiras no pueden pasar por verdades.
Si os preocupa Pinzón, lo puedo arreglar.
He de obedecer a la reina,
solo yo puedo dejar constancia de mi viaje.
Está bien, partid.
¿Regresaréis? Os lo garantizo.
Confío en vuestra palabra, aquí os esperamos.
Preparaos.
Llevaréis una carta, y debe llegar a Roma cuanto antes.
¿De qué sirve creer que ha habido conspiración
si no podemos tener al conspirador?
No debemos mantener viva tal sospecha
si no podemos resolverla.
Quedémonos con el loco.
¿Lo darán por bueno? Estoy convencido, alteza.
Pues que así sea.
La sangre derramada alimenta la causa.
Mejor entonces un loco que un mártir.
Nuestro primer afán es olvidarlo nosotros y el reino.
Vos le visteis, Chacón, ¿realmente le faltaba cordura?
Sin duda, alteza.
Pedid en mi nombre al Consejo clemencia.
Trató de mataros, ¿no dará pie a otros intentos?
Si es loco, debemos mostrarnos magnánimos,
las gentes lo aprobarán.
Dejemos que otros carguen con su condena.
El rey es magnánimo y ha pedido su clemencia,
atended y cumplid lo que os pide.
Si la clemencia es virtud en un rey,
el rigor para este Consejo no debería serlo menos.
¿Negáis la clemencia que otorga el rey?
El castigo ha de estar a la altura del crimen,
en ello va el honor de Cataluña y nuestra adhesión a la Corona.
Y el aviso para locos y cuerdos.
Los reyes celebran vuestro feliz regreso,
os darán audiencia lo antes posible.
¿Se debe el retraso a la llegada... de Pinzón?
No hubo lugar.
Pinzón murió, ¿no lo sabíais?
No.
Han sido tiempos confusos, todo se ha retrasado,
y los reyes quieren recibiros como os merecéis.
Haced llegar mi gratitud a sus altezas.
Alteza, vuestro sufrimiento ha terminado.
¿Venís a liberarme? -Os liberarán vuestros vasallos.
¿Están conmigo?
Son miles, listos para la rebelión.
No desfallezcáis sois nuestro legítimo rey.
El fin del usurpador está pronto.
Mucho demoramos nuestros asuntos, la delegación francesa está aquí.
No hay asunto más importante que vuestra recuperación.
La herida no va a impedirme firmar ese tratado,
y espero que vos tampoco.
¿Aún os oponéis?
Confío en vos,
y sé que solo juntos mantendremos lo ganado al enemigo.
Según firmemos el tratado,
iremos a descansar y recibiremos a Colón.
Sois la mejor reina porque sois la mejor mujer.
Tened cuidado, por Dios os lo pido.
¡Aquí viene el asesino!
Abucheos
Cada parte de su cuerpo que haya participado en el crimen,
sufrirá su castigo.
Se le cortará la mano derecha con la que lo hizo.
Y los pies, que lo llevaron hasta allí
Y se le sacarán los ojos que lo vieron,
y el corazón con que lo pensó.
Y la multitud podrá vengarse después, con piedras y fuego.
Doy gracias a Dios, en mi nombre y en el de mi Señor,
por veros tan restablecido.
Y yo os lo agradezco,
convencido de que siempre he estado en vuestras oraciones.
Pero no demoremos la firma de nuestro acuerdo,
mis mesnadas aguardan ansiosas en la frontera
la orden de entrar en los condados.
Pronto estarán en su derecho.
Sirva este tratado para hacer justicia
y permitir así sellar una paz duradera entre los reinos.
¡Por Castilla y Aragón. (Todos): Por Castilla y Aragón.
¡Por Francia! (Todos): Por Francia.
Alteza, la princesa desea comunicaros algo.
Mi señora,
no tomaré los votos.
Fray Francisco ha sabido mostrarme
que muchos son los modos de servir a nuestro señor fuera de un convento.
Creedme, todas mis decisiones, aún tomadas por el bien de Castilla,
nunca tienen otro fin.
Madre, sé que así os hago feliz.
Es vuestra felicidad la que procura la mía.
Entonces, para que así sea, debéis hacer algo por mí.
No volveré a casarme.
Amé una vez y voy a ser fiel a su recuerdo.
Dadme vuestra palabra de que respetaréis mi decisión.
Se hará como vos queráis.
Veo que no me equivoqué al confiaros tan delicada cuestión.
Mi señora, nadie ansía más que yo una vida de retiro.
Bien lo sé.
Sin embargo, conocer vuestra vida y compartir vuestro dolor
me han convencido de que soy más necesario aquí.
Cómo no habría de convencer a vuestra hija.
Señor Colón,
os hacíamos en Portugal.
A punto estábamos de declararos prófugo.
Grave error habríais cometido.
¿Qué nos traéis para recompensar nuestra paciencia?
La ruta a las Indias por el oeste, como prometí,
y riquezas, alteza.
Riquezas de aquellas tierras que os asombrarán.
¡Adelante!
Altezas, grandes cosas aguardan a vuestro reino,
por haber creído en mí.
Y juntos, os prometo que las llevaremos a cabo.
Habéis tardado tanto en venir desde Lisboa
como en ir a las Indias y volver.
Siempre he navegado peor en las Cortes que en la mar.
Decid, ¿sois el mismo servidor fiel que se fue?
A la vista está, alteza.
He de saberlo.
Os explicaré todo lo ocurrido en Portugal.
Dejaos de explicaciones,
el pasado no me preocupa.
Pero quiero estar segura
de con quien me enfrentaré en el futuro.
Ese futuro que vuestra hazaña ha teñido del color del oro.
Confiad en mí, alteza, como siempre lo habéis hecho.
Entonces, guardad mejor las apariencias.
Procurad que vuestras torpezas no pongan en entredicho la lealtad.
No volverá a suceder, os lo juro.
necesitábamos un aliado poderoso, y Dios nos lo ha concedido.
Bienaventurados los que trabajan por la paz.
Decidle a vuestro señor, el rey Juan,
que el Tratado de Alcáçovas será respetado.
El Atlántico pertenece a Portugal.
Ha llegado el momento.
Acudiréis a la Santa Sede, defenderemos al papa del invasor,
pero las condiciones las dictaremos nosotros.
¿Está Colón camino de las Indias?
Los reyes ordenan otra expedición.
¿Desde cuándo una gran noticia se encaja con pesar?
Desde de todos están convencidos que alcancé las Indias anteriormente.
Francia ha entrado en Italia con casi 50.000 soldados.
¿Vais a coronaros rey del Mediterráneo?
Os debería conceder el papa ese título.
Deseo casar a mi hijo con una hija de los reyes.
Desde hoy ostentáis el cargo
de provincial de la Orden Franciscana.
¡Abrid inmediatamente!
¡Corred!
Nada se interpondrá en nuestro camino,
nada.
Si ese valenciano corrupto se resiste a ser invadido,
levantaré mi espada y le depondré sin dudarlo.
¿Pensáis tomar Roma por la fuerza?
Que las huestes de Gonzalo Fernández de Córdoba
avancen contra los franceses,
y que las milicias sicilianas hagan otro tanto.
¡Detenedle!
Ese hombre vende sus conocimientos al mejor postor,
su codicia es insaciable.
Desde hoy, mi armada impedirá
la salida al Atlántico de vuestros barcos.
De cada barco nuestro que hundan, arderán cien suyos.
No os liberaré de la clausura
¡hasta que hayáis purgado con lágrimas vuestros pecados!
La ruta abierta por el almirante conducen a tierras ignotas,
Portugal no va a permitir que solo Castilla lo disfrute.
¿Debo desautorizar un pacto entre reinos cristianos?
Colón es leal a Castilla, sus barcos regresarán.
Ahora y siempre.
¿A cambio de qué?
Subtitulación realizada por Cristina Rivero. 
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