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Sommario:
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Isabel - Capítulo 27
Fernando e Isabel son recibidos en
Barcelona con grandes muestras de alegría. Allí va a firmarse un tratado
de paz con Francia. Pero Fernando sufre un atentado y tanto él como
Isabel se dan cuenta de la fragilidad de lo conseguido. Precisamente
entre los logros de su reinado ha de contarse los nuevos territorios
conquistados por Colón quien, a espaldas de Isabel y Fernando, se deja
tentar por las suculentas ofertas del rey Juan de Portugal.
"La fragilidad del reino"
SERIE TERZA
Capitúlo 27
Después de haber conquistado Granada y con Colón volviendo ya de Las Indias, los Reyes llegan triunfadores a Barcelona, lo que no saben es que allí el destino del reino está a punto de truncarse..
Transcripción completa
Juro servir y seguir
a nuestra señora, doña Isabel.
Y de igual,
al muy alto y poderoso príncipe,
rey y señor nuestro,
señor don Fernando,
como su legítimo marido.
¿Conocéis
a fray Hernando de Talavera?
Conozco sus escritos.
Es mi deseo que sea mi confesor.
La reina está dispuesta
a honraros con un cargo en la Corte:
recaudador mayor del reino.
¡Judío, cabrón!
¡Deja de robarnos
y púdrete en el infierno, hideputa!
(Grito de mujer).
-¡Soltadla!
¡No, padre!
Os hemos dejado desprotegidos,
debemos devolveros a vuestra hija.
El reino de Granada
es vasallo de Castilla,
debe pagar sus tributos.
Concederemos una prórroga
a cambio de su liberación.
Es un varón, alteza,
un varón sano.
¿Pretendéis suplantar a la Iglesia?
Solo nombrar a los inquisidores,
que la Corona lleve las riendas.
Mermando el poder de abades,
obispos y arzobispos,
evitaríamos
que hubiera más Carrillos.
Su cautiverio ha terminado.
En este tiempo se ha convertido
en la estrella que me guía,
en mi apoyo,
y he decidido hacerla mi esposa.
Decidme que no negociáis
con Francia a mis espaldas.
Dejadnos solos.
¡Me habéis traicionado!
¡A mí y a mi padre,
y con vos lo traiciono yo!
¡A mi padre,
que se está muriendo!
Recuperaré para la Corona
el Rosellón y la Cerdaña.
Quizás ha llegado la hora
de emplear instrumentos más eficaces
para acabar con la herejía.
Por la gracia de Dios,
os nombro inquisidor general
del reino de Castilla.
¡Ojo por ojo!
Su santidad no solo os ha concedido
la Bula de Santa Cruzada,
sino que ha aceptado
todas vuestras condiciones.
Por la gracia de Dios,
el príncipe Juan
es declarado por estas Cortes
legítimo sucesor
al trono de Aragón.
El rey Luis de Francia ha muerto.
Castilla no puede prescindir
de las tropas aragonesas,
pero decid a la regente
que recuperaré los condados.
¿Don Cristóbal Colón?
-Sí.
El rey os recibirá ahora.
¿Qué nos impide
llegar a las Indias por el oeste?
Solo vos pensáis que es posible.
Que Alá no permita que nada ni nadie
se interponga en mi camino.
No volveremos a poner
vuestra vida en peligro;
no tendremos más hijos, Isabel.
Aún he de vencer
en la guerra contra Granada,
pero si confiáis en mí,
como yo confío en vos,
juntos haremos que vuestro sueño
algún día se haga realidad.
Entregad la ciudad a los cristianos
o moriremos todos.
Sois la novia más hermosa
que jamás he visto.
El príncipe Alfonso
es muy afortunado
tomándoos por esposa.
Juan, hijo, ¿qué tenéis?
¿Su vida corre peligro?
Isabel y vos
sucederíais a sus padres;
seríais los reyes más poderosos
de la Península.
Las calenturas han remitido,
parece que las sangrías
y los baños fríos han hecho efecto.
Al parecer, cayó del caballo.
¡Nooo!
¡Noo!
En toda Castilla no hay lugar seguro
para los judíos.
Pronto acabará la guerra,
y Granada puede ser una oportunidad
para todos nosotros.
La rendición de Boabdil.
Tomad las llaves de mi ciudad,
que yo y los que estamos dentro
somos vuestros.
Serán expulsados los judíos
que no abracen la fe cristiana.
"Ego te baptizo in nomine Patris
et Filii et Spiritus Sancti".
El rey de Francia está dispuesto
a pactar con la Corona de Aragón.
Devolverá el Rosellón y la Cerdaña
sin exigir nada a cambio.
Solamente una condición:
debéis absteneros
de intervenir en Italia.
Os deseo la mayor de las venturas
en vuestro viaje.
Si Dios me acompaña,
la próxima vez que me halle ante vos
vuestro reino se extenderá
más allá de los mares.
Subtitulado por TVE.
Mi señor.
Rezos
Nada de cuanto hemos logrado juntos
se perderá, os lo juro.
Pues velando por vuestros logros
guardaré memoria del amor
que siempre he sentido por vos.
Yo, don Cristóbal Colón,
pongo a nuestro Señor,
Dios Todopoderoso, como testigo.
Tomo posesión de estas tierras
en nombre de sus reyes,
don Fernando de Aragón
y doña Isabel de Castilla.
Y las bautizo con el nombre
de San Salvador.
¿Seguimos sin nuevas del almirante?
Así es.
Nada bueno le auguro si el invierno
se le echa encima en la mar.
Tened fe.
Cuánto habéis porfiado por recuperar
el Rosellón y la Cerdaña,
y ahora vais a conseguirlo.
Si Dios quiere.
Querrá, y Colón regresará.
Dios recompensa a los perseverantes.
Es posible.
Mis mesnadas aguardan en la frontera
por si el francés se echa atrás.
Tal cosa no sucederá.
Son nuevos tiempos para los reinos,
disfrutemos de ellos.
Mirad,
esta felicidad se la debemos
a la paz que tanto nos ha costado.
Es nuestro primer deber
hacer que perdure.
Pronto vuestro padre y yo
partiremos hacia Barcelona.
Isabel, Juan,
vosotros nos acompañaréis.
Madre, ¿en verdad es necesario
que vaya con vos?
Firmaremos un acuerdo con Francia
de enorme importancia para Aragón.
No podéis faltar.
Nuestro señor ha tenido a bien
encomendarnos una gran misión
para plantar cara al turco.
-Por supuesto.
La Corona de Nápoles
en manos francesas,
ese es nuestro objetivo.
Majestad, seguís convencido
de que el rey Fernando
no se interpondrá en nuestro camino.
Solo le interesan los condados,
lleva años porfiando por ellos.
Un vicio heredado de su padre.
Como el de engendrar bastardos.
Firmará lo que sea para recuperar
el Rosellón y la Cerdaña.
Poco parece importarle
Saboya y el Milanesado,
pues los deja en vuestras manos.
Pero el norte de Italia
queda muy lejos de Sicilia,
cuya corona ostenta,
no así Nápoles.
Ambos anheláis para la cristiandad
dominar el Mediterráneo,
pero para disputárselo al turco,
antes debéis doblegar al aragonés.
Y así será.
-Si Dios quiere.
¿Ponéis en duda
la valía de mi ejército,
el más poderoso de Europa?
Bien sabéis que no, mi señor,
pues fui derrotada por él.
Escuchad a vuestro chambelán,
no menospreciéis al aragonés.
No lo hago,
pero si se alza contra Francia,
tanto le servirá su ayuda como a vos.
Queda por asegurar
la neutralidad de su santidad.
Id a Roma, agitad ante el papa
la amenaza del infiel,
pero no mencionéis Nápoles.
Y aligerar la firma
del tratado con Fernando.
Nápoles no es Bretaña,
mi señor,
tampoco Aragón.
Tened en cuenta
a quién os enfrentáis.
Descuidad.
Me complace
que evoquéis nuestro pasado,
dulce fue la victoria en Bretaña,
pues aunque Francia
no obtuvo el ducado,
su rey tomó a la duquesa.
Vuestro cabello
comienza a perder brillo,
deberíais cuidar más de vos.
¿Acaso no veis qué hermosa sois aún?
-Todo lo entregué a mi esposo,
el Señor quiso arrebatármelo,
¿quién soy yo
para oponerme a sus designios?
No habéis así,
no llevaréis luto toda la vida.
Nunca faltará un príncipe
para una infanta de Castilla.
¿Os ha dicho algo mi madre?
Por eso insiste en que les acompañe
para firmar el tratado con Francia.
Qué puedo saber yo...
Dejadme, ya termino yo.
Aunque no hay mejor tratado
que el que viene del brazo
de una buena boda.
¡Dejadme, marchaos!
-Señora.
¡Fuera!
Salid.
(Grita furiosa).
Sé cuanto nos favorece
este acuerdo con Inglaterra,
no obstante,
entregar así a nuestra hija...
Dudáis.
Mi señora, Francia ha firmado
un tratado de paz con Inglaterra;
hemos de evitar que esa alianza
se vuelva contra nosotros.
Inglaterra debe estar
de nuestro lado, vigilante.
El matrimonio de Catalina
con Arturo, príncipe de Gales,
es la mejor garantía.
Lo sé.
Pero ya siento la nostalgia
de estos días felices
junto a mis hijos,
y Catalina es aún tan niña.
Alteza, con el tratado favorecemos
el comercio con el inglés.
Son grandes las ventajas
que obtiene Castilla.
Y quién sabe, quizá parte del dinero
que Francia entregará a Enrique
acabe en nuestras arcas.
Sea.
Sé cuál es
el destino de nuestros hijos.
Conceded a vuestra señora
el privilegio de sentir como madre
y decidir como reina.
Es cierto que son muy niños
Catalina y el príncipe de Gales,
habremos de pedir dispensa al papa,
por si las circunstancias aconsejan
adelantar sus esponsales.
¿Tan poco os fiáis
del rey de Francia?
Toda precaución es poca.
¿Hay noticias de Roma?
A estas horas, Fuensalida
debería estar ante el papa.
Sed claro, Fuensalida,
¿acaso vuestro señor
y el rey Carlos de Francia
están repartiéndose Italia
a mis espaldas?
Os aseguro que no, santidad.
El objetivo del tratado con Francia
es otro.
Conozco su interés por recuperar
los condados catalanes,
pero a cambio de qué.
En nombre de la Corona de Aragón,
os garantizo que el acuerdo
no causará perjuicio alguno
a los Estados Pontificios.
¿Habláis también
en nombre de Castilla?
¿La reina Isabel está conforme?
En todo;
está al lado del rey.
A veces dos cabezas
no miran en la misma dirección.
Castilla mira al oeste
y Aragón al Mediterráneo, cierto,
pero sus reyes
miran en ambas direcciones.
¡Dejaos de chanzas!
Tanto vuestro rey como el de Francia
tienen pretensiones sobre Nápoles.
A mi señor solo le preocupa
que la Corona pase a manos
de sus legítimos herederos.
Peculiar legitimidad
la de una dinastía bastarda.
Pero tenéis razón,
a mi señor le inquietan
las relaciones
que el francés ha establecido
con Génova y Milán.
Por eso me envía ante vos.
Decid, santidad,
de colisionar los intereses
de Aragón con los de Francia,
¿hacia qué lado os decantaríais?
Solo hay un lado posible
para el papa:
el de Dios.
Pero asegurad a vuestro señor
que nuestro corazón está
con el reino que nos vio nacer,
y con su rey, por supuesto.
Fernando, ventajista y trapacero
como su padre el rey Juan,
que Dios tenga
donde menos daño cause.
¿Qué pensáis hacer?
Escribir a la reina de Castilla.
Choque de espadas
¿Malas noticias?
¡Decidme!
¿Hasta dónde
estáis dispuesto a llegar
para conseguir los condados?
Quedaos.
Se nace príncipe,
pero se aprende a ser rey.
Sabéis de sobra el precio.
No intervendremos en los asuntos
de Francia con otros reinos,
siempre que respeten
nuestras fronteras.
¿Incluye dejar a su merced
a los Estados Pontificios?
No, siempre estaremos junto al papa.
Su santidad no lo cree así.
Oíd sus palabras.
"No perdáis ocasión para reiterar
vuestros deseos de paz,
más temo que el tratado con Francia
encierre el germen de una guerra
de imprevisibles consecuencias
para los dominios de la Iglesia.
No discutiré con el papa
cuestiones de doctrina,
pero en esto se equivoca.
Ante cualquier disputa con Francia
solo él podría mediar y ser juez.
¿De qué guerra habla?
¿Por qué acude a mí
para que no permita tal cosa?
Quizá porque ve más lejos que vos
cuando mira a Francia.
¿Admitís que la guerra es posible?
Siempre es posible
la guerra con Francia,
por eso urge el tratado de paz.
¿Y para qué,
si buscáis el enfrentamiento?
¡Estar preparado para la guerra
es la mejor manera
para conservar lo nuestro!
Decídselo vos, Chacón.
El papa siempre contará
con la protección de Castilla.
No consentiré la guerra
con otro reino cristiano,
ni por los condados ni por nada.
Ave María Purísima.
-Sin pecado concebida.
Eminencia reverendísima,
me acuso de pecar
contra el cuarto mandamiento.
¿Vos?
Contadme en que no habéis honrado
a vuestros padres.
No aceptaré que me casen de nuevo.
Si así lo deciden
será por el bien del reino,
no debéis ver mal en ello.
Llevándose a mi esposo
Dios me indicó el camino,
ahora solo pertenezco
a nuestro Señor, eminencia.
Es mi deseo tomar los votos,
y pasar el resto de mis días
dedicada a la oración en un convento.
¿Estáis segura?
Cristo me reclama.
Cada noche aparece en mis sueños
y me pide que le entregue mi vida.
Alteza, no queráis ser santa
antes que monja.
Pensé que vos me comprenderíais.
-Y lo hago.
Sé de vuestro dolor y vuestra fe,
estáis en mis oraciones,
y doy gracias porque la pérdida
no se haya vuelto contra Dios.
Nada ni nadie puede lograr tal cosa.
Vuestra devoción,
que tanto os ayuda ante la desgracia,
puede haberos confundido,
pensadlo bien.
Qué hay en vuestro deseo
de consagraros al Señor,
¿búsqueda de consuelo?
¿Apartaros del mundo para no revivir
momentos tan dolorosos?
Mi vocación es firme.
-Entonces, nada la torcerá.
Meditadlo,
decisiones de esta trascendencia
han de madurar.
Daros tiempo, alteza.
Hacedle pasar.
Finalmente
habéis acabado en Portugal.
Una tormenta en el Atlántico
me ha traído hasta vos.
¿No ha sido el deseo
de hacerme partícipe del éxito?
Así que lo habéis logrado,
con la ayuda de Castilla.
He pensado que os agradaría
conocer la buena nueva,
dado que quisisteis
arrebatar mi proyecto.
Pero no lo hice.
Contadme,
¿qué hay donde acaba el océano?
Tierras ricas en oro,
gentes y dones de la naturaleza
como nunca imaginasteis.
Creí haber arribado al paraíso.
Según he oído
que solo ha regresado una nave
con un puñado de hombres flacos
y enfermos.
Mas bien parece
que regresaseis del infierno.
Os empecináis en no creer en mí,
más no podéis cerrar los ojos
ante lo conseguido para Castilla.
Tenéis razón.
Dios me la ha dado,
cuando vos y otros
sosteníais que era un loco.
A la vista está que mucho erré
al no confiar en vos.
Disculpad mi ceguera,
y permitid que compense
las ofensas del pasado.
Sed mi huésped,
os lo ruego,
y dadnos detalles
de vuestro viaje.
Mientras reparan vuestra nave
la Corona de Portugal
os tratará como merecéis.
Mi señora, esa carta demuestra
que el papa espera sacar ventaja
confrontando vuestros intereses
con los del rey.
¿Cómo va a lograrlo?
Teme que Francia y Aragón
se repartan Italia
y quedar él entre dos fuegos.
¿Quiere asegurarse mi respaldo?
¿Acaso ignora que lo tiene?
Castilla no intervendrá en guerra...
Alteza, en el Mediterráneo
es Aragón, no Castilla,
el principal valedor
de la cristiandad.
Y así ha de seguir.
Los antaño traidores
se inclinan ante mí,
hemos reconquistado Granada,
¿no es tiempo ya de vivir en paz?
Cuanto mayor es vuestro poder,
mayores son las amenazas sobre vos.
Manteneos alerta,
que las fronteras sean respetadas
depende de cuánto os teman
en toda Europa.
¿También en los Estados Pontificios?
Confiad en vuestro esposo.
Dadle vuestro apoyo, no os opongáis
al tratado con Francia.
No lo haré,
pero tampoco lo firmaré
a cualquier precio.
¿Ha sido el viaje
de vuestro agrado?
Roma es una ciudad
de la que nunca querría partir,
y más si obtengo provecho
de mi visita.
¿Habéis conseguido que su santidad
apoye los intereses de Francia,
o sigue únicamente del lado de Dios?
-De Dios.
Pero en su corazón...
-Un gran corazón.
Enorme si han de caber en él
el rey de Francia y el de Aragón.
Con respecto al papa
hemos quedado en tablas,
espero que el provecho de mi viaje
entonces provenga de vos.
Rematemos el acuerdo.
¿Condados a cambio
de la no injerencia
en los necesarios
movimientos de mi rey
para vencer al turco?
¿Qué hay de Nápoles?
Nunca oí a mi señor
mostrar interés por ese reino.
Mucho me alegra oírlo,
ya que es vasallo de su santidad.
Por lo que no tendréis inconveniente
en la cláusula que mi rey añade.
¿Asumible?
-Sí, por supuesto,
ningún príncipe cristiano
la rechazaría.
Podríamos llamarla
"la excepción papal".
Decid pues.
Repeleremos la invasión
de los Estados Pontificios,
mi señor acudirá presto
en ayuda del santo padre.
Tenéis razón,
ningún príncipe cristiano
se opondría a algo tan razonable.
Me alegra que en esto
también estemos de acuerdo.
Felicitad en nombre de mi señor
a los reyes
por el compromiso
de la infanta Catalina.
Disculpad,
¿acaso era un secreto?
Temo que su santidad
no lo haya tenido en cuenta.
No, no lo es,
pronto se anunciará como merece.
Y mucho nos alegraremos.
Eso nos lleva a la clausula
que quiere incluir mi señor.
¿Asumible?
Sin duda lo será
para el rey Fernando.
Reverencia,
pronto abandonaremos Granada.
Los deberes de fray Hernando
le obligan a permanecer aquí,
por ellos preciso
de un nuevo confesor.
Cabrera, vos partiréis de inmediato
hacia Barcelona,
organizaréis los preparativos
para nuestra llegada.
Es nuestro deseo que nos reciba
una ciudad dispuesta y segura.
Aguardaremos allí
a la delegación francesa,
debemos causar una gran impresión.
Todo lo encontraréis en orden
y a vuestro agrado, perded cuidado.
Padres, he de deciros algo.
Voy a tomar los hábitos.
¿Por qué habéis cometido
semejante desatino?
No pienso volver a casarme,
solo me entregaré al Señor.
¿Tanto os urge demostrarlo
como para pasar por enajenada?
¿Acaso no soy la garantía
del tratado que vais a firmar?
Qué fantasías son esas.
No hay boda alguna
prevista con Francia,
tenéis mi palabra.
¡Claro que no!
Pero si la hubiera,
deberíais acatar nuestra decisión.
¡Y ya os adelanto que lo haríais!
Vos sois buena cristiana,
¿acaso dudáis de mi vocación?
Vuestro bien está por encima
de vuestros deseos,
y por encima de todo
está el bien de Castilla.
¿Qué he de hacer para que me creáis?
Calmaos y confiad en mí,
conozco vuestros sentimientos.
¿Estáis segura?
Si mi padre muriese,
¿por el bien del reino os casaríais?
Mi dolor sería tan insoportable
que nublaría mi entendimiento,
como os ocurre a vos.
Pero pronto recordaría
que ser reina consiste
justo en hacer lo que se debe hacer.
Por mucho que duela.
Mis cartógrafos piensan
que hay tierra frente a Guinea,
tierras inexploradas.
No son sino fábulas, leyendas.
Hace cinco años, menos incluso,
habría pensado como vos;
pero vuestro viaje
lo ha cambiado todo.
Ahora hemos de ver
estos documentos con otra luz.
Que se pueda llegar a Asia
por el oeste, como he demostrado,
no da veracidad
a esas fábulas marineras.
¿No encontrasteis tierra más cerca
de lo calculado por los sabios?
O erraban ellos o erráis vos.
Solo puede ser Asia.
Vos habéis regresado
del otro lado del océano,
yo poseo estos documentos,
a ambos nos conviene
conversar con tranquilidad.
Altezas, noticias del almirante,
ha regresado.
Lo ha conseguido,
desembarcó en Asia.
Alabado sea el Señor.
¿Dónde ha arribado,
en las costas de Huelva?
Solo ha regresado una nave,
está en Lisboa.
¿Cómo?
¿Y qué hace en Portugal?
¿Por qué no está ya
de camino hacia la Corte?
Una tormenta le empujó hasta allí,
la carabela precisa reparación.
Escribidle
y que inicie el viaje de inmediato.
Dejad que de esto me encargue yo.
Ni me fío de él
ni del portugués,
espero que sepáis lo que hacéis.
Más que el acomodo
de los miembros de la Corte,
me preocupa su seguridad,
y la de nuestros invitados franceses.
No temáis,
la guardia es de probada confianza.
¿Habéis reforzado la vigilancia
en las entradas?
Y en el puerto,
y en los de vigilancia adelantados,
no hay ciudad más segura
en el principado que Barcelona.
La Guardia Real
protegerá a sus altezas,
espero que no sea un problema.
-No lo será.
Desde el Consejo de Ciento
haremos lo imposible
para que los reyes
lo encuentren todo a su gusto.
Sé que así será, Riudecanyes,
oíros me reconforta.
Esta visita es de gran importancia.
-También para Barcelona.
Seremos testigos de la recuperación
de los condados usurpados por Francia
Para todos es un gran honor.
¿Vos conocéis al rey?
Luché en sus mesnadas
durante la revuelta Remensa.
Todos debemos mucho a su alteza.
Velaremos por su bienestar
como él hace con nosotros.
Estoy seguro que quien elija
el cardenal Mendoza
hará que me olvidéis pronto.
Sabéis que no deseo prescindir
de vuestro buen consejo,
aunque debamos separarnos.
Si apreciáis mi consejo,
atended también mi ruego.
Decid, qué necesitáis.
No soy yo, alteza,
es la princesa.
Dudo que renuncie a su vocación,
quizá debáis apoyarla.
¿Sabíais vos algo de lo que tramaba?
El arzobispo de Granada
debería convertir más infieles
y ocuparse menos
de las hijas de sus soberanos.
Os he escuchado,
ahora dejad que yo decida.
Ya que hemos de separarnos,
mejor en buena armonía.
Esmeraos en el confesor,
que no sea un entrometido.
Tengo al mejor candidato.
¿Tiene los pies en el suelo?
Es sabio reputado,
se graduó en Salamanca,
bajo la protección de mi sobrino,
Beltrán de la Cueva,
que en gloria esté de Dios.
Tiene una larga experiencia
de servicio en Roma
y fue vicario general en Sigüenza.
Es tan leal a la Corona
como a sus propias convicciones;
Carrillo le envió a prisión
por no doblegarse a sus intereses.
¿Plantó cara al mismísimo Carrillo?
Grande ha de ser su ambición.
No, alteza.
No es el poder ni la púrpura
lo que le tienta,
podría haber llegado a obispo.
Renunció a todo hace ya 7 años
para retirarse a La Salceda
y seguir la más estricta observancia
de la regla franciscana.
¿No ha mostrado interés en política?
El mundo le es ajeno.
Y a diferencia de otros confesores,
solo le interesa la vida espiritual.
Podréis conocerle en Barcelona,
se desplazará allí
para el capítulo general franciscano.
¿Cuál es su nombre?
Gonzalo.
Pero ha adoptado el nombre
del santo Francisco,
Francisco Jiménez de Cisneros.
Sé que el papa Alejandro
no es de vuestro agrado,
mas le debéis un servicio.
-Lo dudo.
Gracias a él Isabel duda de su esposo
en sus intenciones en el Mediterráneo
Cualquiera que conozca a Fernando
habría de dudar.
Repite a quien quiera escucharla
que jamás iniciará una guerra
entre reinos cristianos.
¿La reina no se interpondría
en mi camino al trono de Nápoles?
Mucho beneficiaría a Francia
que ella, y no Fernando,
rigiese el destino de Aragón.
Vítores
Mi señora, la Ciudad Condal
está a vuestros pies.
(Susurra): Traidor.
Maldito seas.
(Rabioso): Sí, sí...,
viva la mentira,
viva la traición.
Pronto la Inquisición
se irá de Cataluña,
y entonces me aclamaréis a mí,
vuestro legítimo rey.
¡El hijo del rey Juan,
que en gloria esté!
¡Traidor!
Magnífico recibimiento.
Agradecédselo al fervor
de los barceloneses por sus reyes.
¿Está listo el tratado con Francia?
Así es, alteza, pero ha surgido
un asunto de la mayor importancia.
Una de las naves de Colón
ha llegado a Galicia,
y su capitán,un tal Pinzón,
solicita audiencia.
¿Ha vuelto otra nave?
Hacedle venir cuanto antes.
No, solo recibiremos a Colón.
¿Por qué?
Mientras sus hombres
van llegando a Castilla,
él sigue en Portugal.
Es nuestro almirante,
solo él debe rendirnos cuentas.
¿No deseáis conocer qué ha ocurrido?
Pronto lo sabremos.
Conminarle a que se presente
de una vez ante sus reyes
si no quiere ser declarado prófugo
y despojado de sus privilegios.
Así lo haré,
¿alguna otra sugerencia?
Comencemos pues.
Vos sabéis que Portugal
cuenta con barcos y conocimientos
para afrontar cualquier empresa.
En eso ningún otro reino os alcanza,
toda la cristiandad
admira vuestro poderío en la mar.
Ninguno posee nuestra experiencia,
ni las riquezas de Guinea.
Queréis para Portugal
las rutas a las Indias
por el este y por el oeste.
Pensadlo,
un explorador bajo mi bandera
podría ser el primero
en dar la vuelta al mundo.
Solo vos habéis ido y regresado
de más allá del océano,
y solo Portugal puede daros
los medios que precisáis.
Castilla me señalaría como traidor.
No seríais el primero.
Pero ningún otro soberano
compensaría vuestros servicios,
y vuestra traición.
Alteza,
vuestro nuevo confesor os espera.
Decid,
¿qué impresión os ha causado?
No he podido verlo, me dio el mensaje
el aposentador real.
¿Desconfiáis, madre?
Es un desconocido
al que mostraré mi alma.
No dudo de sus virtudes,
pero me gustaría mirar
por el ojo de una cerradura
y observarle tranquilamente,
sin ser escrutada
a la vez por él.
En la Alhambra hubierais podido
a través de una celosía.
Una reina no debe utilizar
el ardid de una concubina.
Alteza, tengo una idea.
Son muchas las buenas cosas
que he oído de vos.
Solo soy un hombre imperfecto,
que cuanto más trata
de acercarse a Cristo,
más insignificante se ve.
La reina de Castilla aprecia
la sencillez y modestia de la Orden.
Son virtudes que todo clérigo
debería practicar.
Os adelanto que durante la confesión
no será la reina quien esté ante vos,
sino una pecadora más.
En la confesión
Cristo es el único rey.
Me alegra comprobar que lo aceptáis
tanto vos como su alteza.
Mi señora, mucho me place ver
que el reino goza de tal salud
que su soberana puede entregarse
a juegos y divertimentos.
Os ruego que nos disculpéis,
no penséis que es norma en la Corte.
El pensamiento
es el último refugio del hombre.
Ni un emperador con todo su poder
podrá ver nunca lo que hay
en la cabeza de uno de sus súbditos.
No era esa mi intención,
pero si consideráis este encuentro
como una prueba,
he de deciros
que la habéis satisfecho en demasía.
Lo que importa no es
cómo uno juzga a los demás,
sino cómo se juzga a sí mismo.
Pensad de esta prueba...,
cómo habéis salido parada vos.
Cisneros pagará su insolencia,
no es hombre
para tan alta distinción.
Debéis disculparme.
Nada malo habéis hecho, reverencia,
cumplisteis la encomienda
a mi entera satisfacción.
Solo a Cisneros
quiero como confesor.
Id y confirmadle en su cometido,
y reiterar mis disculpas.
En modo alguno deseo
que se sienta ofendido.
¡No!
-Es voluntad de su alteza.
Fui a cumplir un deber
y me vi envuelto en una comedia.
Pensadlo bien.
-Me aparté del mundo hace años.
No voy a abandonar mi retiro.
-La reina no se conformará.
¡Que me envíe a prisión!
Mil veces lo prefiero a la Corte.
Llevad mi negativa a su alteza.
-No.
Vuestra negativa y razones
las llevaréis vos mismo;
no voy a ser el instrumento
de vuestra soberbia.
No es soberbia,
sino deseo de servir al Señor.
Naderías, vais a ir vos.
Y os aviso:
sois terco como una mula,
pero no tanto como su alteza.
(Susurra rabioso): Traidor.
Maldito seas.
Son las exigencias del francés.
Sí, es un añadido de última hora.
Maldito hijo de mil padres.
Mucho pide por unas tierras
que no le pertenecen.
Decidme, señor, ¿la reina aceptará?
Dejadlo de mi cuenta.
Lo que es bueno para Aragón
habrá de serlo para Castilla.
He de advertiros que,
de rechazarse la nueva cláusula...
El rey Carlos no firmará el tratado,
lo sé.
Yo sabré convencerla.
¿Hemos de permitir
que Carlos se entrometa
en el futuro de nuestros hijos
por recuperar los condados?
Conteneos, señora.
¡Pedís mesura, cuando vuestra osadía
nos compromete de ese modo!
¿No dice que Francia deberá aprobar
las alianzas matrimoniales
que establezcamos con otros reinos?
Lo dice.
¡No somos vasallos del rey Carlos!
¡Vuestro afán por recuperarlos
os ha hecho enloquecer!
Los franceses tratan de evitar
que nos aliemos con otros reinos
que lleven a su aislamiento.
Yo haría lo mismo,
de lo contrario sería un loco.
¡De loco es ser rey y consentirlo!
Pienso como vos.
Antes de que nuestros hijos
tengan edad para casarse,
se habrá roto ese tratado.
¿Vais a firmar un acuerdo
que no vais a cumplir?
La palabra de un rey es sagrada.
Será el rey Carlos el que lo rompa.
Francia pretende apropiarse
de Nápoles con nuestro beneplácito,
¿pero acaso puede llegar sin pasar
por los Estados Pontificios?
¿Y no hemos de auxiliar al papa
si algo así ocurriese?
¿No os habéis leído esa cláusula?
Entonces, el acuerdo es una farsa.
¡Solo buscáis la guerra!
¡Utilizáis a vuestros hijos
y al papa como señuelo!
¡No lo consentiré!
Me anticipo a los movimientos
del francés, nada más.
Si él se detiene, nada ocurrirá.
Pero eso no va a suceder.
Vuestras maniobras
son propias del turco,
¡no de quien aspira
a defender la cristiandad!
¡Habrá guerra!
¡Queráis vos o no, señora!
Y yo voy a hacer para ganarla
todo lo que esté en mi mano.
Aunque para ello
antes tenga que venceros a vos.
Vítores
¡Traed mi caballo!
Gritos
¡Fernando!
No lo matéis.
El rey ha dicho "no".
¡Fernando!
Tranquilo, tranquilo.
(Grita): ¿Dónde está el físico?
Decidme, ¿qué necesitáis?
Un milagro.
Nadie debe entrar
ni salir de la ciudad.
Las puertas están cerradas
y la guardia en sus puestos.
¿Y las galeras?
Ya he comunicado vuestra orden.
Tumulto
¿Vive?
-Es una herida muy profunda.
Si la espada no hubiese dado
contra su gruesa cadena,
le hubiese cercenado la cabeza.
La ciudad es un caos,
hay gentes en armas por todas partes.
¿Gente organizada?
-Solo confusión: si está muerto o no.
Estamos en grave peligro,
hay que proteger a la familia real.
He ordenado que entren las galeras.
-¿Pensáis que la reina embarcará?
Debemos proteger al príncipe.
¿Qué sucede, cómo está mi padre?
-Todo irá bien, altezas.
¿Vive el rey?
Dios os ha devuelto a nosotros.
Bullicio exterior
¿Hay revueltas?
Todo se calmará
cuando sepan que vivís.
Ayudadme.
No podéis levantaros.
Es la única manera de que nadie
aproveche la confusión.
Tienen que verme, saber que vivo
y que la autoridad real se mantiene.
¿Queréis mataros?
Vítores
¿Estáis bien?
Estoy bien, estoy bien.
Fernando, ¿estáis bien?
Sí.
¡Fernando!
¡Ayuda!
Está en manos de Dios,
nada podemos hacer
por salvar su vida.
Nadie ha de vernos flaquear
en esta hora.
Debemos sujetar con firmeza
las riendas de la Corona.
La vida del rey
no ha de estar en entredicho,
de lo contrario,
los tumultos no cesarán.
Cualquier incertidumbre
ha de ser despejada.
Así es, Aragón tiene un rey,
un heredero jurado en Cortes,
y una regente dispuesta
a mantener la autoridad real.
No todos la aceptarán la legalidad
de buen grado.
El reino sufre en esta hora amarga.
Pero el futuro está a salvo.
Que el Consejo sancione
la sucesión vigente,
y poned al príncipe
en lugar seguro y cercano.
Escribid a las cancillerías,
que sepan que estamos preparados
para hacer frente a la eventualidad.
Lo haré de inmediato, alteza.
Cabrera, sofocad
cualquier conato de rebelión;
el orden ha de mantenerse
a toda costa.
La guardia real está en alerta
desde el primer momento.
Se ha ordenado el acercamiento
de toda tropa leal.
El Consejo de Ciento
está a nuestra disposición.
Bien.
Chacón,
quiero la verdad,
cueste lo que cueste.
Delira
Son los judíos,no sehan ido,
están maquinando siempre
con su dinero...
Antes ha hablado de moros
y de unos remensas rebeldes.
(Grita): Basta, basta.
Me hizo jurar que no diría nada,
él sabía la verdad:
el tirano tenía que morir.
¿Qué verdad es esa?
Que el rey...,
soy yo.
Mi padre era el rey Juan,
que en gloria esté.
Grita de dolor
¿Quién os pidió que callaseis?
(Jadea): Fue...,
el Espíritu Santo.
Grita de dolor
Ríe
Tumulto
Llevadme a mí en su lugar,
os lo ruego, mi Señor.
Sed magnánimo con mi reino
y con mis hijos.
Alteza, toda Barcelona
reza con vos.
Vuestro dolor es inmenso,
debéis apartar esos pensamientos.
Si no le hubiese desafiado,
nada de esto habría ocurrido.
¿Creéis que Dios
ha querido castigaros?
Mucho castigo
para semejante falta.
Apenas quedaría nadie en la Tierra
si Dios obrase así.
Si queréis aliviar vuestra alma
de carga tan pesada...
aquí me tenéis.
Ave María Purísima.
Sin pecado concebida.
No voy a aceptar
que un loco, un iluminado
haya puesto en peligro el reino.
Tenéis razón en dudar,
si sus vecinos le dan por loco,
en la ciudad no ha obrado como tal.
Y hace dos años heredó
los bienes de su padre,
cosa que un loco
nunca hubiese podido hacer.
¿Quién está detrás?
Pienso que son dos los caminos
que nos llevarán a la verdad.
Hablad.
Si es un hijo del rey Juan
sería una cuestión personal.
¿Podría ser hijo del rey?
No sería el primer bastardo
no reconocido.
¿Y cuál es el segundo camino?
Canyamars era un remensa.
¿Luchó en la revuelta?
No.
El rey solucionó ese conflicto,
¿por qué atentar contra él?
Hay nobles
que no se sienten compensados
por lo que les pagaron
sus remensas.
Y muchos payeses
no pudieron emanciparse.
¿Sufrieron fuerte castigo
los sublevados?
No pocos murieron en batalla,
y nadie ha olvidado
al ejecutor de Pere Joan Sala.
Ahí puede esconderse la verdad.
Traedme a quien esté
detrás de este loco.
Daré con él, os lo juro.
¿Aún no se sabe
si Fernando vivirá?
El rey es fuerte,
y pese a ello cabe esperar lo peor.
¿Y si tal desgracia ocurriese?
-La reina sumiría la regencia.
Buena cristiana, no pondría reparos
en nuestros planes contra el turco.
No lo hará,
si el rey fallece
surgirán revueltas en Aragón.
Conviene tener a Isabel entretenida
aplacándolas.
En particular,
en los condados catalanes,
y podríamos socorrerla
con nuestras tropas.
Si muere Fernando,
tendríamos el camino libre en Italia
sin perder el Rosellón y la Cerdaña.
Tenedlo todo dispuesto,
mientras tanto,
yo rogaré por el alma del aragonés.
A todas horas rezo
por su recuperación.
Pensáis que os equivocasteis
no poniéndoos de su lado.
Me utilizaba en su pugna
con Francia por Nápoles.
En ausencia de un rival poderoso,
más teméis más al rey Carlos.
Si muere,
¿quién podrá detener al francés?
Espero que Dios atienda mis ruegos,
pero si se rompe
el equilibrio de fuerzas
tendrá que entregar Nápoles
al rey de Francia.
¿Haréis de Carlos el dueño
del Mediterráneo cristiano?
Si utilizamos nuestras cartas,
conseguiremos la protección
contra el infiel.
¿No confiáis
en el respaldo de Isabel?
Pienso que dará prioridad
al luto por su esposo,
y a los asuntos de Castilla.
-Como vos por la Santa Sede.
¿Solo Castilla y Aragón
son los aliados contra Francia?
Quizá la insistencia de Fernando
nos haya hecho descuidar
las relaciones con otros reinos.
No encontraréis mejor momento
para enmendar el error.
Os he llamado
para solicitar vuestra ayuda.
Mi hija dice
que Cristo aparece en sus sueños.
Contra nuestro deseo,
pretende tomar los votos
y profesar en un convento.
Confiaré en vuestro criterio:
si veis que tiene vocación,
aceptaré que profese.
Pero si pudierais evitarlo...
Mi hija está llamada
a otras servidumbres,
además,
no sería buena monja.
El rango no impide la fe,
la vocación ni la humildad.
No hablo de las comodidades
a las que renunciaría,
sino de su carácter.
¿Tan segura estáis?
Sí,
lo conozco bien,
es el mío.
Os amo.
Pensé que nunca
volvería a decíroslo.
Más que a la muerte,
temía que dudaseis
del amor que siento por vos.
Nunca más me enfrentaré a vos.
¿Puede el agua del mar
no ser salada?
Os quiero por cómo sois,
no tratéis
de convertiros en otra,
no me privéis de la sal.
No dudéis del celo
de nuestra actuación, alteza.
Canyamars no parece relacionado
con conspiración alguna.
¿Cómo llegáis a tal conclusión?
No era violento
ni hablaba del Gobierno.
¿Amigos, mujeres?
-Apenas hablaba con nadie.
Pero era remensa.
Sí,
y su familia pudo aprovechar
el arbitrio del rey.
No participó en la revuelta,
ni contactó con ninguno.
Habrá más motivos
para tan vil acción.
Además de los nobles
y de los remensas,
están los contrarios
a la unión de reinos,
piensan que el rey se dedica
más a Castilla que a Aragón,
los que no olvidan
la implantación de la Inquisición,
conversos descontentos,
moros resentidos,
navarros que quieren situar
al reino en la órbita francesa,
castellanos dispuestos
a disentir contra Aragón...
¡Basta!
Cualquiera ha podido ser, alteza.
Detrás quizás solo hay lo que vemos.
Hemos de contentarnos
con un demente.
Nada nuevo ha revelado,
y no le ha faltado tormento.
¿Alguien que no esté enajenado
lo hubiera soportado?
El rey se ha salvado,
pronto se dictará vuestra sentencia.
Preparaos para una muerte cruel.
Vuestros amigos os han abandonado,
estáis solo.
Contadme qué os movió
y ayudadme a hacer justicia.
No podréis salvaros,
pero vuestra muerte
no será tan terrible y dolorosa
y vuestra alma
abandonará el mundo en paz.
¿Acaso hay alguien
que no desea abandonar
este valle de lágrimas?
Vos,
con todos vuestros privilegios,
¿ no estáis solo,
dejado de la mano de Dios?
Solo un demente lo negaría.
Vos no lo sois.
¿Vais a decirme pues quién os ordenó
atentar contra el rey?
Fue...
el Espíritu Santo.
Él me lo mandó
porque yo soy el rey.
¡Pinzón ha llegado a Castilla,
he de volver!
Comandaba una de mis naves,
es un traidor,
y solo desea mi mal,
si la reina le recibe.
¿Tanto os puede perjudicar?
Tengo que ir a Barcelona,
sus mentiras
no pueden pasar por verdades.
Si os preocupa Pinzón,
lo puedo arreglar.
He de obedecer a la reina,
solo yo
puedo dejar constancia de mi viaje.
Está bien, partid.
¿Regresaréis?
Os lo garantizo.
Confío en vuestra palabra,
aquí os esperamos.
Preparaos.
Llevaréis una carta,
y debe llegar a Roma cuanto antes.
¿De qué sirve creer
que ha habido conspiración
si no podemos tener al conspirador?
No debemos mantener viva
tal sospecha
si no podemos resolverla.
Quedémonos con el loco.
¿Lo darán por bueno?
Estoy convencido, alteza.
Pues que así sea.
La sangre derramada
alimenta la causa.
Mejor entonces
un loco que un mártir.
Nuestro primer afán
es olvidarlo nosotros y el reino.
Vos le visteis, Chacón,
¿realmente le faltaba cordura?
Sin duda, alteza.
Pedid en mi nombre
al Consejo clemencia.
Trató de mataros,
¿no dará pie a otros intentos?
Si es loco,
debemos mostrarnos magnánimos,
las gentes lo aprobarán.
Dejemos que otros
carguen con su condena.
El rey es magnánimo
y ha pedido su clemencia,
atended y cumplid lo que os pide.
Si la clemencia es virtud en un rey,
el rigor para este Consejo
no debería serlo menos.
¿Negáis la clemencia
que otorga el rey?
El castigo ha de estar
a la altura del crimen,
en ello va el honor de Cataluña
y nuestra adhesión a la Corona.
Y el aviso para locos y cuerdos.
Los reyes celebran
vuestro feliz regreso,
os darán audiencia
lo antes posible.
¿Se debe el retraso
a la llegada... de Pinzón?
No hubo lugar.
Pinzón murió, ¿no lo sabíais?
No.
Han sido tiempos confusos,
todo se ha retrasado,
y los reyes quieren recibiros
como os merecéis.
Haced llegar mi gratitud
a sus altezas.
Alteza,
vuestro sufrimiento ha terminado.
¿Venís a liberarme?
-Os liberarán vuestros vasallos.
¿Están conmigo?
Son miles, listos para la rebelión.
No desfallezcáis
sois nuestro legítimo rey.
El fin del usurpador está pronto.
Mucho demoramos nuestros asuntos,
la delegación francesa está aquí.
No hay asunto más importante
que vuestra recuperación.
La herida no va a impedirme
firmar ese tratado,
y espero que vos tampoco.
¿Aún os oponéis?
Confío en vos,
y sé que solo juntos
mantendremos lo ganado al enemigo.
Según firmemos el tratado,
iremos a descansar
y recibiremos a Colón.
Sois la mejor reina
porque sois la mejor mujer.
Tened cuidado,
por Dios os lo pido.
¡Aquí viene el asesino!
Abucheos
Cada parte de su cuerpo
que haya participado en el crimen,
sufrirá su castigo.
Se le cortará la mano derecha
con la que lo hizo.
Y los pies,
que lo llevaron hasta allí
Y se le sacarán los ojos
que lo vieron,
y el corazón
con que lo pensó.
Y la multitud podrá vengarse después,
con piedras y fuego.
Doy gracias a Dios,
en mi nombre y en el de mi Señor,
por veros tan restablecido.
Y yo os lo agradezco,
convencido de que siempre
he estado en vuestras oraciones.
Pero no demoremos
la firma de nuestro acuerdo,
mis mesnadas aguardan ansiosas
en la frontera
la orden de entrar en los condados.
Pronto estarán en su derecho.
Sirva este tratado
para hacer justicia
y permitir así sellar
una paz duradera entre los reinos.
¡Por Castilla y Aragón.
(Todos): Por Castilla y Aragón.
¡Por Francia!
(Todos): Por Francia.
Alteza,
la princesa desea comunicaros algo.
Mi señora,
no tomaré los votos.
Fray Francisco ha sabido mostrarme
que muchos son los modos de servir
a nuestro señor fuera de un convento.
Creedme, todas mis decisiones,
aún tomadas por el bien de Castilla,
nunca tienen otro fin.
Madre,
sé que así os hago feliz.
Es vuestra felicidad
la que procura la mía.
Entonces, para que así sea,
debéis hacer algo por mí.
No volveré a casarme.
Amé una vez
y voy a ser fiel a su recuerdo.
Dadme vuestra palabra
de que respetaréis mi decisión.
Se hará como vos queráis.
Veo que no me equivoqué
al confiaros tan delicada cuestión.
Mi señora, nadie ansía más que yo
una vida de retiro.
Bien lo sé.
Sin embargo, conocer vuestra vida
y compartir vuestro dolor
me han convencido
de que soy más necesario aquí.
Cómo no habría
de convencer a vuestra hija.
Señor Colón,
os hacíamos en Portugal.
A punto estábamos
de declararos prófugo.
Grave error habríais cometido.
¿Qué nos traéis
para recompensar nuestra paciencia?
La ruta a las Indias por el oeste,
como prometí,
y riquezas, alteza.
Riquezas de aquellas tierras
que os asombrarán.
¡Adelante!
Altezas, grandes cosas
aguardan a vuestro reino,
por haber creído en mí.
Y juntos, os prometo
que las llevaremos a cabo.
Habéis tardado tanto
en venir desde Lisboa
como en ir a las Indias y volver.
Siempre he navegado peor
en las Cortes que en la mar.
Decid, ¿sois el mismo servidor fiel
que se fue?
A la vista está, alteza.
He de saberlo.
Os explicaré
todo lo ocurrido en Portugal.
Dejaos de explicaciones,
el pasado no me preocupa.
Pero quiero estar segura
de con quien me enfrentaré
en el futuro.
Ese futuro que vuestra hazaña
ha teñido del color del oro.
Confiad en mí, alteza,
como siempre lo habéis hecho.
Entonces,
guardad mejor las apariencias.
Procurad que vuestras torpezas
no pongan en entredicho la lealtad.
No volverá a suceder,
os lo juro.
necesitábamos un aliado poderoso,
y Dios nos lo ha concedido.
Bienaventurados
los que trabajan por la paz.
Decidle a vuestro señor,
el rey Juan,
que el Tratado de Alcáçovas
será respetado.
El Atlántico
pertenece a Portugal.
Ha llegado el momento.
Acudiréis a la Santa Sede,
defenderemos al papa del invasor,
pero las condiciones
las dictaremos nosotros.
¿Está Colón camino de las Indias?
Los reyes ordenan otra expedición.
¿Desde cuándo una gran noticia
se encaja con pesar?
Desde de todos están convencidos
que alcancé las Indias anteriormente.
Francia ha entrado en Italia
con casi 50.000 soldados.
¿Vais a coronaros
rey del Mediterráneo?
Os debería
conceder el papa ese título.
Deseo casar a mi hijo
con una hija de los reyes.
Desde hoy ostentáis el cargo
de provincial
de la Orden Franciscana.
¡Abrid inmediatamente!
¡Corred!
Nada se interpondrá
en nuestro camino,
nada.
Si ese valenciano corrupto
se resiste a ser invadido,
levantaré mi espada
y le depondré sin dudarlo.
¿Pensáis tomar Roma por la fuerza?
Que las huestes
de Gonzalo Fernández de Córdoba
avancen contra los franceses,
y que las milicias sicilianas
hagan otro tanto.
¡Detenedle!
Ese hombre vende sus conocimientos
al mejor postor,
su codicia es insaciable.
Desde hoy, mi armada impedirá
la salida al Atlántico
de vuestros barcos.
De cada barco nuestro que hundan,
arderán cien suyos.
No os liberaré de la clausura
¡hasta que hayáis purgado
con lágrimas vuestros pecados!
La ruta abierta por el almirante
conducen a tierras ignotas,
Portugal no va a permitir
que solo Castilla lo disfrute.
¿Debo desautorizar un pacto
entre reinos cristianos?
Colón es leal a Castilla,
sus barcos regresarán.
Ahora y siempre.
¿A cambio de qué?
Subtitulación realizada
por Cristina Rivero.
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