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Sommario:
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Isabel - Capítulo 23
Un navegante consigue audiencia con Isabel.
Desea que Castilla financie un viaje que abriría una nueva ruta hacia
las Indias. Es Cristóbal Colón. A la reina le atrae la idea, pero en
plena guerra contra el infiel es complicado reunir los medios
necesarios. Los reyes aprovechan la captura de Boabdil para
lanzarlo contra el bando de su padre, ahora capitaneado por El Zagal.
Aixa y su hijo, sin embargo, tienen sus propios planes: intentan ganar
tiempo para reunir apoyos. En el futuro, habiéndose librado de sus
rivales en Granada, pararán los pies a los cristianos.
Transcripción completa
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Alhama es nuestra.
En siete días atacaremos Loja,
preparadlo todo
para que llegue a buen fin.
Ni siquiera tengo
el respaldo catalán.
Traicioné a los remensas
a cambio de su apoyo.
¿Tan clara veis la derrota?
Solo quiero evitaros
una humillación.
Es mi voluntad
que restituyáis a la Corona
parte de vuestras propiedades,
plazas y fortalezas.
Pretendéis expoliar
a nuestra familia.
Su santidad os ha concedido
la bula de Santa Cruzada
y ha aceptado
todas vuestras condiciones.
El rey, Luis de Francia, ha muerto.
Castilla no puede prescindir
de las tropas aragonesas,
pero decid a la regente
que recuperaré los condados.
¿Es cierto que Juana
y Francisco de Foix se casan?
Ciertamente, monseñor,
para su felicidad y la nuestra.
Nuestra hija
volverá a Castilla.
Mientras siga el compromiso de Juana
el tratado queda roto.
Y el millón y medio de maravedíes
que nos cuesta,
se empleará en artillería.
Madre, me habéis hecho tan dichosa
librándome de esa condena.
¿He de creer
que la muerte de Francisco de Foix
es una casualidad,
justo antes de la boda de Juana?
El rey Juan ha matado a mi hijo Diego
y ha encarcelado a mi familia.
Somos esclavos
debido a los malos usos.
Si los mantenéis,
nos levantaremos en armas
contra los señores.
Mi segunda decisión será
permitir ese levantamiento.
Vuestro compromiso
con Alfonso de Portugal se mantiene.
Atacaré a los cristianos,
que todos vean el poder
del legítimo emir de Granada.
¿Pensáis entrar en batalla?
Todos me creen débil,
es hora de demostrar
que no lo soy.
Las huestes de Boabdil
han atacado Lucena.
Boabdil ahora es
prisionero de Castilla,
y este alcázar
vuelve a su legítimo dueño.
El emir de Granada
nos ofrece la paz.
Gobernaréis sobre los vuestros,
pero no en Granada.
Habréis de elegir
entre perder la Alhambra
o vuestra cabeza.
Debéis acudir con mi hijo Ahmed
sin tardanza,
pues a cambio de mi libertad
he de ceder la suya.
¡Hermano!
¡Ayuda!
¿Qué ocurre?
Mi señor, será preciso
desconvocar las Cortes.
¿Por qué motivo?
Aragoneses y valencianos
han anunciado que no acudirán.
El rey espera
que ahora confiéis en su palabra.
Difícil negarse.
El arzobispo Carrillo ha muerto.
Los cristianos han atacado Álora.
¡Por Castilla!
(Todos): ¡Por Castilla!
Subtitulado por TVE.
(Pesadilla).
Yussuf.
¡Yussuf!
(Grita).
¡Yussuf, Yussuf!
Mi hijo..., algo le ha ocurrido.
Mi señor, calmaos.
Yussuf está en peligro.
Mi señor, algo debéis saber.
Han llegado
tristes nuevas de Almería.
Almería ha caído
en manos de Zagal.
No ha dudado
en asesinar a mi hermano Yussuf;
su propia sangre.
Tales son su crueldad y ambición.
Sentimos gran pesar
por vuestro dolor.
Debemos detenerlo,
o no podré cumplir los acuerdos.
El Zagal es vuestro enemigo
y el nuestro,
no os faltará nuestro socorro
para conseguirlo.
Vamos a tomar
su posesión más preciada:
Málaga.
El puerto más grande del reino
y su feudo.
Eso sería un golpe definitivo.
Partid sin cuidado,
vuestra causa es la nuestra.
Vos me dijisteis hace tiempo
que la prudencia
es Dios en las batallas.
Alteza,
Málaga está muy bien preparada
para su defensa.
No hay otra mejor dispuesta,
es la llave del reino de Granada.
¿Estamos en disposición
para su asalto?
Si no tomamos antes el puerto,
se abastecerían en cualquier momento
de tropas del norte de África.
Sobre todo si están prevenidos.
Confiad en mí.
Id y preparad lo necesario.
Tienen razón.
Cierto que la tienen.
¿Don Cristóbal Colón?
-Sí.
El rey os recibirá ahora.
-Bien.
Sabedores
de la redondez de la Tierra,
no siendo unos necios,
¿qué nos impide
llegar a las Indias por el oeste?
Las 3.000 millas de océano
que nos separan de ellas,
según Toscanelli.
Ningún barco es capaz
de recorrer esa distancia
sin reponer víveres.
Pero mis cálculos
difieren de los suyos en 600 millas.
Echaos al mar, entonces.
Alteza,
vuestro padre ya creía
en este proyecto,
cruzó cartas con el sabio.
Buenas razones tendría
para no llevarlo a cabo.
Le faltaba el hombre apropiado,
¿no confiáis en mí?
No soy hombre de mucha fe,
y mis barcos se acercan
a encontrar la ruta por el este.
Calculad las ventajas económicas
de un viaje diez veces más corto.
Solo vos pensáis que es posible.
-Vos visteis la carta de navegación,
la que me entregó el piloto
que viajó más allá de las Azores;
recuerdo vuestro entusiasmo.
Pretendéis dejarme al margen.
Yo,
yo, alteza,
solo yo puedo conseguirlo.
Echad a este lunático.
-Sin mí nunca llegaréis.
Iré a Castilla,
financiarán el viaje,
y os arrepentiréis.
Id sin tardanza,
y dad recuerdos a sus altezas.
Os arrepentiréis.
¿Málaga?
Señor, si los cristianos
ponen un pie en Málaga,
el otro lo pondrán
en la Alhambra.
Alá no nos lo perdonaría.
Debemos hacerles frente
todos unidos.
¿Sugerís que pacte con mi padre?
¿Creéis que ese hombre ciego
y enfermo aún gobierna Granada?
Desengañaos,
el Zagal es el amo de la Alhambra,
y con él
no puede haber entendimiento.
Mi señor, los dos
debéis ver que es necesario.
¡Es nuestro enemigo!
(Grita): ¿Quién mató a mi hijo?
¿Quién mató a los vuestros?
No fueron los cristianos.
¿Cómo pensáis en pactar con él?
-Porque debemos salvar el reino.
Granada solo se salvará
si acabamos con el Zagal
y vos sois el emir.
Y si para ello debemos entendernos
con los cristianos,
lo haremos.
Las haciendas de los nobles catalanes
están siendo saqueadas,
los que se cruzan
en el camino de los remensas,
son asesinados.
¿Solicitan mi ayuda
esos caballeros?
Tal como habíais previsto.
Ahora que están acorralados
se acuerdan de su rey.
Mi señor, la revuelta remensa
debe controlarse ahora.
Debéis regresar a Aragón.
Y hay algo más.
Cada vez se producen más tumultos
contra la Inquisición.
No pienso volver sobre mis pasos.
Los conversos temen ser perseguidos,
y los nobles les apoyan,
piensan que va contra los fueros.
Les apoyan porque son ricos
y tienen negocios juntos.
Cierto,
pero los conversos más influyentes
se han unido en torno a Santángel,
vuestro escribano de Ración.
¿Qué buscan?
Garantías.
Exigen que paralicéis la reforma
hasta que haga un acuerdo.
Mi esposo, vuestro rey,
partirá hacia Málaga en pocas horas,
sabéis que la guerra santa
es un deber que debe cumplir.
Pero no tardaré en volver,
y en Aragón algunos lamentarán
verme tan pronto de regreso.
Vais a llevar dos mensajes:
uno para Verntallat
y otro para Santángel.
(Lee): Mi corazón me abandona,
¿acaso volverá?
Enfermo está,
¿tan fuerte es mi dolor
por el amado?
Se abre la puerta
¿Cuándo sanará?
¿Por qué calláis?
Pasos
¿Quién anda ahí?
Soy yo, hermano.
Alá y su misericordia
me ha privado de vista
para no ver al asesino de mi hijo.
Yussuf era un traidor
como su hermano Boabdil,
pero yo no le maté.
Por desgracia, las nuevas que traigo
no van a consolaros.
Nuestros espías han sabido
que los cristianos
se disponen a tomar Málaga.
Debéis impedirlo,
solo vos podéis hacerlo.
He ordenado reforzar
la defensa de la ciudad.
La guarnición de Ronda
ya está en camino,
yo me sumaré a ellos
con las mejores tropas del reino.
Si Málaga cae,
el reino entero lo hará tras ella.
Confiad en mí,
nada de eso pasará.
Tenéis suerte
de que alguien de vuestra sangre
aún os sea leal.
Pensad en que sería de vos sin mí.
Dejadle,
salid ahora mismo de aquí.
¡Salid!
Los malagueños
hacen acopio de provisiones,
temo que el asedio se alargue.
¿Se dirige hacia allí
la guarnición de Ronda?
Así es, señor.
Soldados de todo el reino infiel
acuden a Málaga para defenderla,
será difícil vencerlos.
Bien.
Nuestro objetivo
es Ronda, no Málaga.
Boabdil teme que Málaga
caiga en nuestras manos,
sabía que haría correr el rumor.
¿Era esa vuestra intención?
Incitar a Zagal
a concentrar su fuerzas allí.
Málaga es demasiado importante.
Y deja Ronda a nuestra disposición.
¿No confiáis en nosotros?
Pondría mi vida en vuestras manos.
Pero quizás no seáis
tan buen mentidor como soldado.
Solo la reina y yo
estábamos al corriente,
no os hemos engañado a vos,
sino al Zagal.
Cuando Ronda despierte desprotegida,
cercaremos la ciudad.
Dad las órdenes,
partiremos en cuanto sea posible.
Si es del agrado de su alteza,
nosotros estamos de acuerdo.
Santángel, os esperaba, entrad.
Espero que vuestra visita al rey
haya dado sus frutos.
Así es, hablé a su alteza
del temor de los conversos
hacia la Inquisición,
tal como vos deseabais.
¿Cuándo regresa nuestro señor?
Nos recibirá.
-Lo hará en cuanto sea posible.
Pero me ha ordenado
anticiparos su respuesta.
Aquí la tenéis.
Os presento a don Pedro de Arbués,
el nuevo inquisidor de Aragón.
Mi hermano
os tendió la mano, enfermó,
y le abandonasteis
para correr al lado de los traidores.
¿En tan poco estimáis vuestra vida
que os atrevéis a venir?
Mi señor, si me arriesgo
a sufrir vuestra cólera
es porque el fin lo merece.
-Apresuraos.
Dadme una razón para no hacerlo.
-Os daré dos.
Vuestro hermano tenía razón,
si no luchamos unidos
contra los cristianos,
nuestro reino se perderá.
Espero que la segunda
os sea de más ayuda.
Los cristianos os han burlado.
Os han hecho
concentrar las fuerzas en Málaga,
pero se dirigen a Ronda.
¿Cómo sé que no mentís?
Lo he visto
con mis propios ojos:
un ejército numeroso
y muchas máquinas de asedio.
Comprobadlo,
cortarme la cabeza si lo deseáis,
pero no hay tiempo que perder.
¿Lo sabe Boabdil?
-No,
se han burlado de él
tanto como de vos.
Os aviso tan rápido como he podido.
Ronda está desguarnecida,
yo solo no podré liberarla.
Si unimos nuestras huestes,
como vos decís,
podemos evitar que caiga.
¿Estará dispuesto mi sobrino?
-Escribidle, yo se lo llevaré.
Y os juro que pondré
todo mi empeño en que acepte.
Enviaré emisarios a Málaga
para que el grueso de las fuerzas
regrese a Ronda.
Yo mismo partiré hoy
con los hombres que nos quedan aquí.
El ardid del rey Fernando
se va a volver contra él.
Alteza,
¿os encontráis mal?
Voy a buscar al físico.
Dejad, Catalina.
Solo es un mareo,
es el cansancio.
¿Habéis sangrado este mes?
No.
Pero desde que nació
la infanta María
no he sangrado con regularidad.
Debéis descansar, señora,
eso es lo que necesitáis.
Pronto vuestro esposo
terminará con el infiel
y podremos descansar todos.
El mensaje del rey
no puede ser más claro:
la Inquisición actuará
en Aragón y en Castilla,
y nada le hará cambiar de opinión.
Los nobles están con nosotros,
y la mayoría de las gentes también.
Los nobles nos darán la espalda
en cuanto encuentren a otros
con quienes hacer negocios,
ya pasó en Sevilla.
Entonces,
habrá que acabar con el tirano.
Es de ley,
Roma lo hizo con César.
¿Estáis loco,
queréis que nos maten a todos?
(Suspira): Nada he oído.
Olvidad que he estado aquí,
y quiera Dios
que todo acabe en palabras.
Nos han burlado, madre,
los cristianos no se dirigen a Málaga
sino a Ronda.
Con tales aliados,
¿cómo recuperaré el trono?
Nos vemos obligados a dormir
con una serpiente o un escorpión,
¿qué mordedura
es menos venenosa?
Somos musulmanes, señora.
-El infiel es nuestro enemigo.
Mi tío desea que nos unamos a él
para salvar Ronda.
¿Y qué ocurrirá después?
¿Se retirarán vuestro padre y tío
para que gobernéis?
Mi señor,
juntos podemos salvar el reino.
Volved con el Zagal,
y llevaos a los vuestros,
pero no comprometáis a mi hijo.
Que Alá os proteja.
Si acudís a Ronda, dad por muerto
a vuestro hijo Ahmed.
Estad seguro,
el Zagal os matará antes
que dejaros reinar en Granada.
¿No veis la oportunidad
que nos brinda Alá?
Enviad
un pequeño destacamento a Ronda,
pocos hombres y prescindibles,
escribid a vuestro tío,
que piense que le ayudaremos.
Mientras, marcharemos a Granada
con el resto de los nuestros;
caeremos sobre la Alhambra
por sorpresa.
Así es, alteza, estáis preñada.
El Altísimo es misericordioso.
Os advertí
de que no podía volver a suceder.
Siendo mujer casada,
cómo evitarlo sin ofender a Dios.
Ya os dije cómo.
Tomad en serio mis palabras,
vuestra vida peligra;
podéis morir en el parto.
¿Nada puede hacerse?
(Suspira): Ningún cuidado os faltará.
Con vuestra ayuda y la de Dios
saldremos adelante.
Señora,
Castilla puede perder a su reina.
Obrad en consecuencia.
Badoz, de este asunto
no ha de enterarse el rey.
Mi señor, las huestes del Zagal
vienen de camino.
Han descubierto el engaño.
¿Cuánto tiempo resistirá la plaza?
No es una fortaleza sólida,
pero la artillería no da tregua.
Ya arden varios puntos de la ciudad.
¿Habéis dejado a Ronda sin agua?
Sí, alteza;
tendrán que elegir entre beber
o apagar los incendios,
pronto pedirán la rendición.
Hemos de tomar la plaza
antes de que llegue el Zagal.
Las posiciones son seguras,
podemos asediar y defendernos.
Estaremos en desventaja.
Arreciad el bombardeo,
no deis respiro al enemigo.
Señor, nos han burlado,
Boabdil se dirige a Granada.
El Albaicín se ha sublevado
y le aclaman como emir.
Avisad a los hombres
de que vuelvan a Granada,
hay que defender la Alhambra.
¡Vamos!
Que Alá nos perdone,
Ronda será para los cristianos.
Mi señora,
a vuestros pies ponemos la victoria
que Dios nos ha concedido en Ronda.
¡Por Castilla!
-(Todos): ¡Por Castilla!
¡Por Castilla y nuestros reyes,
Isabel y Fernando!
(Todos): ¡Viva!
Más de mil cautivos
tenían esclavizados los infieles.
(Lloran).
Alzaos,
vuestro martirio ha terminado.
Mucho os debe Castilla,
y no vamos a abandonaros.
Que todo el mundo sepa
de la gloria de este día.
Haced tañer las campanas,
que suenen
en todos los rincones de Granada.
Dios nos llevará a la victoria.
Boabdil se ha hecho fuerte
en el Albaicín,
y aduras penas
hemos salvado la Alhambra.
Ronda ha caído
en poder de los cristianos,
¡los aliados de vuestro hijo!
Estoy rodeado de enemigos.
(Grita): ¡Reaccionad!
Debéis abdicar
y dejarme la regencia,
como prometisteis.
Hacedlo antes
de que sea demasiado tarde.
Sé que el reino para salvarse
necesita un líder fuerte,
¿pero cómo dejar a Nasser
en manos de un asesino?
Señor,
mi esposo debe descansar.
¿Qué pretendéis, señor?
Ya gobernáis en Granada,
dejadle morir en paz.
Si no abdica antes de morir,
Boabdil será el sucesor,
¿qué será de vuestros hijos?
¿Creéis que Aixa será clemente?
Nuestras salvaciones están unidas
a la suerte del reino,
y Granada solo tendrá
una oportunidad
si Nasser es emir
y yo regente.
Tenéis razón,
solo vos podréis protegernos
si Alá llama a mi esposo.
Dejadme que le convenza,
y dadme la palabra
que no intentaréis nada solo.
¿Ahora confiáis en mí?
-Tenemos un mismo interés:
que Boabdil no entre en Granada,
y que el reino sobreviva
a la muerte de mi esposo.
¿Tengo vuestra palabra?
Tendréis que darme garantías.
Cuando convenzáis al emir.
Ahora, mi vida y la de mis hijos
está en vuestras manos.
Se abre la puerta
Daba las gracias a Nuestro Señor
por devolveros sano y salvo.
Apenas unas horas
durará este reencuentro,
parto hacia Aragón
lo antes posible.
Lo sé,
y estos meses de distancia
serán años para mí.
El tiempo pasa rápido.
Vos partís para Segovia,
cuando os queráis dar cuenta,
nos reuniremos allí.
No olvidéis que os amo.
Nunca.
Nunca lo olvidéis.
Y al recordar mis errores,
pensad que son fruto
de la tiranía del amor por vos.
¿Qué os ocurre?
Vuelvo sano y salvo de la batalla,
y así regresaré de Aragón.
No estéis triste, Isabel,
es nuestro destino,
separarnos para atender
los asuntos de nuestros reinos,
y volver siempre después
el uno a los brazos del otro.
Siempre juntos.
Cada instante de cada día
pensaré en vos.
¿Tan extraño os parece
que el rey os pida dinero?
No es la primera vez,
Santángel,
y me temo
que no será la última.
Señor, no atendisteis
nuestras súplicas
contra la Inquisición,
y ahora...
-Por Dios, ¿qué podéis temer?
Ante la Inquisición,
todos los conversos
somos sospechosos.
¿Ocultáis algo
al Santo Tribunal?
Entonces, en nada os atañe.
Es el fin de la herejía
lo que pretendemos.
¿No estáis de acuerdo?
Santángel,
es tal mi confianza en vos,
que a cambio del préstamo
os ofrezco protección real.
Además de abonar los intereses.
Se abre la puerta
Podríais olvidaros
de la Inquisición.
"Muerte a la tiranía",
otro libelo de los herejes.
¿Aún pensáis
que no es necesaria la Inquisición?
¿Los habíais visto?
Están por toda Zaragoza.
Así es este reino,
gusta de amenazar
a cara cubierta.
Dadme pronto vuestra respuesta.
Algo calla Santángel.
Siempre nos ha servido fielmente,
y antes que él lo hizo su padre.
Acabemos con esto
antes de que vaya a más.
No, dejemos
que los conspiradores se descubran.
Tenemos a la nobleza en contra,
ellos la pondrán de nuestro lado.
¿Habéis leído a Plutarco?
Me hizo pensar
que la Tierra era redonda.
Los antiguos aún nos muestran
caminos que desconocemos.
Y gracias a ellos
vivimos tiempos gloriosos,
que nos empujan hacia el futuro.
¿No es una paradoja maravillosa?
-Lo es.
Si me disculpáis.
Esperad,
¿vos creéis que la Tierra es redonda?
Ptolomeo me convenció hace tiempo.
Tomad.
Veo que en Castilla
la sabiduría no es solo de hombres.
¿Comparte la reina
vuestra erudición?
Y más versada está en artes
que mi entendimiento no alcanza.
¿La conocéis bien?
-La sirvo lo mejor que sé.
Otro tanto quisiera hacer yo,
llevo mucho esperando ser recibido.
Debéis tener paciencia,
son muchas sus ocupaciones.
¿He de persistir, entonces?
"Quien tiene la voluntad,
tiene la fuerza".
Cicerón.
-Menandro de Atenas.
Deberías hablar con fray Hernando
en vez de conmigo.
Lo dudo, hablar con vos
es lo mejor que me ha ocurrido.
Es mi señora
la destinataria de esta esfera.
Sí.
Dejadme ver la manera
de que reciba este presente.
Fray Diego de Deza
será un buen tutor para el príncipe,
es suya la cátedra de Teología
en Salamanca.
Fray Hernando también lo aprueba.
Sobre la casa del príncipe deseo
que sus finanzas
estén en vuestras manos.
Así será, no debéis preocuparos.
¿Deberíamos lograr
para su matrimonio
una alianza con Francia?
¿O aislarla mediante el casamiento
de nuestros hijos?
Alteza, ¿a qué tanto apremio?
Aún son muy niños.
Me enseñasteis que hay que paliar
para no tener que curar.
Pero precipitarse
puede ser igual de dañoso.
Tenéis muchos años por delante.
No me discutáis.
¿Qué sucede, Isabel?
Ayer me pedisteis
revisar los acuerdos de la regencia,
hoy esto.
¿Teméis por la estancia
del rey en Aragón?
Alteza, sabéis que sois
como una hija para mí.
No es el rey.
¿Entonces?
Estoy preñada,
y podría suponer
un grave peligro para mí.
Badoz cree que podría morir
en el alumbramiento.
¿Cómo os ha dejado el rey a solas?
Nada sabe,
y nada ha de saber.
Debéis prometérmelo.
No debe preocuparse
por mis temores.
Pero si el peligro es grave...
¿Tengo vuestra palabra?
¿Qué os proponéis?
-¿Pedís explicaciones?
¿Tenéis algo que ver con esto?
Sabed que el rey está al tanto.
Sois familiar mío y os aprecio,
pero os puedo denunciar al rey.
Quedaos y uníos a nosotros,
¿compartís nuestros temores?
Yo ya hice lo que debía,
aunque de poco sirvió.
Entonces, id con Dios.
Señor, Santángel
ha enviado un mensaje.
Contad con el préstamo.
Fijad el encuentro sin demora.
¿Creéis que nobles
y remensas pactarán?
O lo hacen,
o se enfrentarán conmigo.
¿Por qué no me decís
a quien esperamos?
Ahí llega.
¿Cuánto os ha reportado
la traición, Verntallat?
Calmaos.
Le pedí que nada dijera
para que aceptarais venir,
y di mi palabra
de que podríais marchar.
Vuestro coraje
y la falta de apoyo de la Corona
ha puesto a los nobles
contra la pared.
Ya están donde ambos queríamos.
Es hora de dejar
de luchar y negociar.
¿Y rendimos con la victoria
al alcance de la mano?
Dadme una razón.
Porque no puedo permitir
que una revuelta triunfe.
Si os avenís, garantizo
que aboliré los malos usos.
No habrá piedad
para quien os trate como esclavos.
Con la Corona de nuestro lado
tendremos paz y ley.
Vilajoan, por fin
paz para los nuestros.
Ya nos disteis vuestra palabra.
Es el momento de cumplirla.
Rendirnos sería traicionar
quien ha dejado todo por la causa.
Por ellos,
precisamente hay que parar;
merecen volver a sus hogares
orgullosos de lo conseguido.
¡Y vivos!
Pensadlo bien,
si no cejáis en vuestro empeño,
enviaré a mis huestes
contra los que
en cuyo nombrehabláis.
Sea.
Con vuestro permiso.
Necio.
No os forjéis un enemigo
al que no venceréis,
u os daréis por muerto;
os doy mi palabra.
Señor, os lo suplico.
No insistáis más,
no nombraré regente a Zagal.
Es nuestra única posibilidad.
-¡No!
No estaréis siempre
para protegernos.
Ahora siento el miedo
que nunca antes sentí.
Y no es la muerte,
sino de saber
que os dejaré desamparados.
¿Quién detendrá ahora a Zagal?
¿Quién evitará que os mate?
Podría haberlo hecho
hace tiempo, señor,
y no ha sido así.
Permitid que os ayude
a defender a vuestro heredero.
¿Por qué debería recibiros
su alteza?
Porque la ruta a las Indias
por el oeste
aportaría
grandes riquezas a Castilla.
El oro no empuja a la reina
a acometer empresas
o a correr aventuras.
Fray Hernando,
no es aventura lo que propongo.
He viajado por el mar tenebroso
durante años,
conozco sus corrientes y vientos,
y cuento con las cartas de navegación
que mi suegro, Perestrello,
reunió en Portugal.
Demostráis gran fe
en vuestro proyecto.
¡No es fe!
No es fe,
sino seguridad y certeza.
Una seguridad
cercana a la soberbia.
Llevo años
entregado a este proyecto;
nadie sabe más que yo,
nadie ha leído más que yo:
D'Ailly, Mandeville, Ptolomeo.
Nadie ha visto ni oído
lo que yo he visto.
¿Qué habéis visto y oído?
Permitidme
que no os desvele todo.
¿Cómo os ayudaríamos
a que seáis recibidos en audiencia?
Un piloto
que se perdió en una tormenta
viajó mucho más de las Azores.
Dibujó una carta de navegación,
que está en mi poder.
¿Acaso llegó a China?
No me pidáis
que continúe hablando.
Mucho he sufrido
por haberlo hecho demasiado.
Voy a procurar
que la reina os reciba,
pero debéis tener paciencia.
Espero que le mostréis
ese maravilloso documento.
Por supuesto.
Gracias.
A su alteza debéis hablarle
de las almas, mas que de riqueza.
Señor, los remensas han tomado
el castillo de Anglés.
¿Cómo es posible que unos campesinos
tomen una fortaleza?
Nada les detendrá,
hasta que los nobles
les planten cara en Barcelona.
¿Los nobles se han unido?
Y se han hecho fuertes,
organizan
un ejército en la ciudad.
Estaban arrinconados, suplicándome,
y ya no me necesitan;
todo por culpa
del mentecato de Sala.
Esta guerra
solo la puede ganar el rey,
y ya ha durando bastante.
Aquí tenéis,
la abdicación del emir.
¿Qué garantías me dais
de que cuando muera mi esposo
y nadie os haga sombra en Granada,
no os desharéis
de mí y de mis hijos?
Solo será necesaria una:
ese día os haré mi esposa.
Educaré y amaré
a los hijos de mi hermano
como si fuesen míos.
Gobernaré hasta que sea mayor de edad
y en su nombre uniré el reino
para entregárselo más próspero
y poderoso que nunca.
Qué rápido pasa el tiempo.
Navegar sin tocar tierra
es empresa nunca realizada.
Pero posible,
y sabemos dónde está
esa tierra que nos espera,
y conocemos vientos y corrientes.
¿Detrás de vuestra ruta
se encuentra el paríso terrenal?
Veo que habéis leído a Mandeville.
Con mucha atención.
Tanta maravilla parece
más leyenda que realidad.
Quizá.
Pero esa ruta rodeará el mundo
y se abrirá la palabra de Dios.
Pensad que los infieles
se verán cercados de este a oeste.
Algo beneficioso para la fe.
¿Será también provechoso
para nuestras arcas?
Alteza, todo el comercio de oro,
especias y azúcar
pasará por Castilla.
Vuestro reino crecerá
en tierras y riqueza
como jamás gobernante alguno soñó.
Permita Dios que dejemos
este legado a Castilla.
Mucho me ha complacido oíros,
pronto sabréis de nosotros.
Podéis marchar.
Si me permitís,
he de llevarme este documento.
Cree firmemente en lo que dice.
Conocí a un monje
que imitaba libros y los vendía,
envejecía el papel
impregnándolo con líquidos.
Olían igual
que la carta de Colón.
Alteza, temo que es un embaucador.
Cultivado
y con experiencia como navegante,
pero embaucador.
¿Y si, a pesar de todo,
tuviera razón?
Cread una junta
en la que hombres versados
estudien su proyecto.
Elegid a los más convenientes,
y averiguad
sus gestiones en Portugal.
Vos sabréis hacerlo
con la discreción necesaria.
Os lo advertí,
podríais haber evitado la derrota.
Siento veros en este trance.
Rendiréis cuentas a Dios
por la sangre derramada,
pero antes
responderéis ante mí.
En nombre del rey,
se os declara culpable
de un delito de traición.
Moriréis en el cadalso,
seréis descuartizado,
y vuestra cabeza
se mostrará en una pica
para que sirva de escarmiento.
Cuando estéis frente al verdugo,
pensad en lo que vale
la palabra de un rey.
He evitado la ruina de nobles
cuyas cabezas
vería con gusto en una pica;
mucho más
que la del tozudo este.
Lo importante
es que la guerra ha terminado.
Ha terminado,
pero la victoria aún no es mía.
Fray Hernando,
tengo una duda
que vos podéis resolver.
Decid.
¿Es posible confesar un pecado
que sabe uno va a cometer?
Si existe arrepentimiento
y propósito de enmienda,
¿por qué obrar mal?
Porque aún no queriendo,
es necesario.
¿Pensáis pecar deliberadamente?
Agrandará vuestra falta,
y no veo arrepentimiento en ello,
luego no esperéis el perdón.
Ya que el remordimiento
va a acompañarme,
esperaba aligerar mi conciencia
antes de marchar.
Pero, ¿qué os proponés?
Di mi palabra a la reina,
y no lo voy a cumplir.
Mañana seremos libres,
por fin los herejes se deciden
a acabar con el tirano.
Encontramos armas
escondidas en la catedral.
Salid.
Alteza, no debéis ir a la misa
por la victoria en Cataluña.
El rey de Aragón
no puede esconderse.
No sabemos lo que planean.
Protegedme, pero con discreción.
Señor, no podéis exponeros.
Al contrario,
que vengan a por mí.
Que se muestren y todos vean
quienes son los enemigos de Aragón.
Necesito hablar con vos.
Mi padre ha abdicado.
El Zagal,
como regente, quiere verme.
Dice que juntos
podemos salvar el reino.
Tiemblan al sabernos
fuertes y asentados en el Albaicín.
Saben que ha llegado nuestra hora.
Quiero escuchar su propuesta.
¿Ahora que tenéis el trono
al alcance de la mano?
Voy a ir, madre.
Mi tío tiene razón,
juntos detendremos a los cristianos.
¿No veis que es una treta?
No saldréis con vida.
La Alhambra caerá
y vos seréis...
El emir de un reino
condenado a desaparecer.
¿Mi destino es ser
quien entregue Granada al infiel?
Escuchadme...
-No, madre,
pactaré con el diablo si es preciso.
Iré y hablaré con el Zagal.
"Pater Noster
qui es in caelis,
sanctificétur nomen tuum,
adveniat Regnum tuum,
fiat volúntas tua,
sicut in caelo et in terra"...
-Perro del rey.
(Le asesinan bajo insultos).
El inquisidor Arbués,
este era el tirano.
Ha sido en la Catedral, de madrugada,
mientras rezaba maitines.
Doblemente cobardes
son sus asesinos,
pues le hicieron
lo que no se atrevieron con su rey.
(Agitado): Alteza.
Mi señor,
toda la ciudad es un tumulto,
acusan a los conversos
de asesinar al inquisidor,
a todos sin distinción.
Juradme
que no estabais al corriente.
Os lo juro, mi señor,
fui emisario de los descontentos,
pero nunca pensé que algo así...
Señor, debemos de actuar
si queremos evitar un baño de sangre.
Buscad y ajusticiar a los asesinos.
Entre ellos
hay un familiar vuestro,
¿acaso no es eso
por lo que venís tan presto?
Os ruego compasión...
Os prometí protección,
pero condenaré
a los que tengan que ver.
Atended antes mi ofrecimiento,
os lo suplico.
Moderad el castigo
y solventemos nuestra deuda.
¿Pretendéis que olvide este crimen
por un puñado de monedas?
No, no es mi vergüenza...
¡Flaco favor de los herejes!
Pues han mostrado
lo necesario de la Inquisición.
El reino sabe la calaña
de quien se dicen cristianos
y no son sino asesinos.
Vuestro familiar morirá,
y el dinero del que habláis
se empleará en la guerra de Granada.
Sirva para limpiar
vuestra parte de culpa.
(Vítores al rey).
Hace apenas unos días
clamaban contra la Inquisición,
ahora la vitorean.
Tal y como vos queríais,
nadie piensa que se trata
de un capricho vuestro.
Ni en una imposición de Castilla.
Alteza.
Chacón.
¿Qué hacéis aquí?
¿Ocurre algo?
Perdonadme, señor,
porque por vez primera
voy a ser desleal a mi señora.
¿Vos, pero qué decís?
Ningún hombre ha de vivir
lo que yo pasé
al morir mi esposa.
Y menos que nadie, mi rey.
Llaman a la puerta
Adelante.
¿Os disponíais a rezar?
Permitid que os acompañe.
Como deseéis,
aunque vos sabéis
que estamos solos ante Dios.
Enfrentaros sola a los problemas
parece ser vuestra naturaleza:
sola ante Dios y ante los hombres.
Perdonadme,
pero soy vuestro confesor,
el cuidado de vuestra alma
me compete.
Mi alma no está en peligro.
Pero debe fortalecerse
ante el difícil trance que os espera.
Me tenéis por discreto,
no preguntéis
cómo lo he sabido.
Pensaba que callando
dominaría mis temores.
Pecado de soberbia,
que Dios me perdone.
Ya os impondré una penitencia,
pero permitidme
compartir vuestra carga.
Conseguiremos que afrontéis en paz
la hora difícil que se avecina.
No estaréis sola, alteza,
ni vos ni vuestra alma.
Nobles de Aragón,
me disteis la espalda en Tarazona,
pese a todo,
acudí en vuestro socorro.
Pensabais que me equivocaba
implantando la Inquisición,
y os he demostrado
que no era así.
Es mi voluntad
resolver el conflicto remensa
por la autoridad
que Dios me ha dado,
con o sin vuestro beneplácito.
(Insultos).
¡Callad!
Este hombre está bajo mi protección.
Francesc de Verntallat,
sois libre,
no pesa sobre vos
acusación alguna.
Conservaréis vuestra dignidad,
ya que solo por honor
habéis caído en desgracia.
Mi madre os nombró capitán real
y yo os despojé de los cargos.
Os devuelvo
aquello que os arrebaté.
Os he reunido a unos y a otros
para daros la sentencia
que finalizará vuestra disputa.
Yo, Fernando, rey de Aragón...
Al asunto.
Después de escrutar, considerar
y pensar la cuestión,
he decidido terminar
con los malos usos en mi reino.
El compromiso.
Habiendo los campesinos de pagar
60 sueldos por más
como precio de redención,
bien de una vez
o en fracciones anuales.
A cambio de esa suma,
los remensas podrán desatarse
de vuestras tierras,
y nada podréis hacer contra ellos
que no se atenga a derecho.
Esta es mi sentencia,
ay de aquél que se rebele a ella,
noble o remensa,
porque se habrá rebelado
contra la Corona.
¿Cómo va a ser redonda la Tierra?
Es tan plana
como que dos y dos son cuatro.
Dice el genovés
que las naves desaparecen en el mar
poco a poco por el horizonte.
Eso prueba que es redonda, según él.
Qué ocurrencia.
¿Y los que están aquí,
no explica por qué no se caen?
¿O es que viven pegados al suelo
y cabeza abajo?
Algún día se lo preguntaré.
Se abre la puerta
¿Venís
sin anunciar vuestro regreso?
¿No deberíais estar en Aragón?
Ahora, más que nunca,
solo puedo estar a vuestro lado.
¿Por qué no me dijisteis nada?
Porque os amo,
es mi única disculpa.
Quería evitaros mi angustia.
No volváis a hacerlo.
Vivo por vos,
amaros y protegeros
es mi deber más sagrado.
Juntos, y con la ayuda de Dios,
saldremos con bien
de este trance.
Se abre la puerta
Soy yo quien debería arrodillarse
y pediros perdón.
Obedecí mi conciencia,
pero eso no me exime
de haberos traicionado.
Siempre habéis sabido
ver más lejos que yo,
aún debo aprender mucho de vos.
Sin el rey a mi lado
no podría enfrentarme a todo.
Sois mi reina, y a veces
es difícil anteponer el deber
al sentimiento que os profeso.
Y que siempre sea así.
Tengo muchos vasallos,
pero solo uno
que es un padre para mí.
Os he llamado para comunicaros
el dictamen de las juntas,
reunidas también
en Córdoba y Salamanca.
Se ha demostrado
que vuestros cálculos...,
son equivocados;
el diámetro de la Tierra
es superior a lo que estimáis.
El...,
desafío a los miembros
de esas juntas a demostrarlo.
No insistáis.
Ninguna nave llegaría a Cipango
sin reponer provisiones.
Vos visteis
la carta de navegación.
¿De verdad pensasteis
que podríais engañarnos?
¿Por qué siendo la intuición certera
os servís de documentos falsos?
En mi afán para conseguir respaldo,
pensé que mostrando un señuelo...
-Absteneos, genovés,
con tales argucias
pasaréis por un embaucador.
Decidme, ¿la reina lo sabe?
Mi proyecto se basa
en conocimientos sólidos.
Lo sabemos, por eso os pedimos
que no empleéis tretas de buhonero.
¿Y sin embargo?
Con nuestras naves
el viaje no es posible.
Fray Hernando, me gustaría
disculparme ante la reina.
Conociéndola,
sé que no desea otra cosa.
Desde el origen,
Dios se da a conocer.
Dios, creándolo todo
y construyéndolo por su verbo.
A los hombres, testimonio...
-Alteza.
¿Venís a disculparos?
Me avergüenza
la ingenuidad de mi engaño,
pero para disculparme
debería estar arrepentido.
¿Y no es así?
Mil veces dibujaría
lo que muchos necesitan ver,
si con ello
pudiese emprender mi viaje.
Eso no habla en vuestro favor.
Hablará el resultado.
Tengo razón, alteza,
y saberlo es lo que me impide
caer en el desánimo.
No ha sido en Portugal,
y Portugal hará lo posible
para que no sea en Castilla,
pero un día, un rey confiará en mí,
y llevaré su reino a la gloria.
No lo dudéis.
Igual que el sabio dijo
que el movimiento
se demuestra andando,
yo demostraré mi proyecto
llevándolo a cabo.
Me alegra ver
que estaba en un error.
Pensé que Aixa os convencería
de que era una trampa
para acabar con vos,
y no vendríais.
Así, me lo advirtió,
¿os extraña?
Yo no maté a vuestro hermano.
No sé si debo creeros,
pero estoy seguro
de que no me mataríais,
cuando todo el reino
mira este encuentro.
¿Estamos de acuerdo
en que el bien de Granada
supera nuestras diferencias?
Hablad claro de una vez.
Decid cuál es vuestra propuesta,
pero sabed
que jamás renunciaré a ser emir.
¿No puede tener Granada dos emires?
Ni vos ni yo cederemos
sin antes aniquilar al otro.
Dividamos el reino pues,
y mantengámoslo fuerte
y fiel al Islam.
Explicaos.
Vos reinaréis
en la vasta frontera con Castilla,
pacta con los cristianos
si os conviene.
Nosotros gobernaremos
en Granada y en la costa,
fieles a nuestra independencia.
El tiempo dirá
qué política es más conveniente.
Mi esposo se muere.
No, vos no.
-Es mi padre.
Sois físico,
quizás el mejor que conozco.
¿Nada puede hacerse?
Está en manos de Dios.
Aunque saliera bien,
otro parto sería fatal.
Si toda vuestra ciencia no sirve,
¿qué haríais vos
si fuera vuestra esposa?
Si lo fuera, rezaría,
y si Dios
no la llamara a su lado,
me aseguraría
que no se quedara más preñada.
(Agoniza): Enterradme
en el lugar más cercano al cielo
y más alejado posible de los hombres.
Señor, no habléis de eso.
He luchado contra la muerte
por no abandonaros
a vos y a mis hijos
en estos días inciertos,
pero ha llegado la hora,
y muero con esa pena.
Nada temáis,
pues nada nos ha de pasar.
¿Cómo he podido
ser tan cruel con vos?
Os aparté de vuestro mundo
y ahora os abandono.
Sin vos,
no conocería el amor verdadero,
os debo mi felicidad.
Mi Zoraida,
nunca pensé
que pudiera amar así.
Si hubiéramos vivido
en otros tiempos...
Nunca había sido tan feliz.
Que Alá me perdone,
mi reino os hubiera entregado
por una sola hora más con vos.
No...
No...
(Rezan en árabe).
(Rezan en árabe).
(Rezan en árabe).
Os presento
a la infanta Catalina.
Gracias a Dios,
todo ha ido bien.
No toméis por tristeza
lo que solo es alegría.
Por fin
os veo separados.
Abandono Granada,
ni vos ni Boabdil
os sentiréis amenazados por mí.
¿Y vuestro hijo?
Mi esposo era mi mundo,
nada me retiene en estas tierras.
Regreso con mi familia.
(Suspira): ¿Recordáis a la esclava
que os atendió en la Alhambra?
Su triste destino será el vuestro.
Nunca os verán como la que fuisteis,
ahora sois extranjera
en todas partes.
Si me hubiese amado
la mitad que a vos,
la historia de Granada
hubiera sido otra.
(Iracundo): ¡Buscadlos!
¡Y no paréis
hasta que ella y sus hijos
estén de vuelta en la Alhambra!
(Llora el bebé).
Catalina,
en honor
de vuestra bisabuela Lancáster.
La última hija que tendremos.
No volveremos a poner
vuestra vida en peligro.
Pero todo ha ido bien,
mejor que nunca.
No tendremos más hijos, Isabel.
Ni el reino,
ni vuestros hijos, ni yo,
podemos arriesgarnos a perderos.
Pero nos amamos.
¿Y no es esto
la mayor prueba de ello?
Sin vos
nada tendría sentido.
Os amo tanto.
¿Está la reina en su gabinete?
-Ahí acabo de dejarla.
¿Sola?
-Así es, ¿ocurre algo?
Venid conmigo.
Pasad.
¿Qué sucede, fray Hernando?
Mi señora,
disculpad mi atrevimiento,
pero Castilla puede perder
una gran oportunidad.
Explicaos.
El genovés prepara su partida.
Temo que se dirija
a una Corte extranjera.
Llaman a la puerta
He sabido
que os disponíais a partir.
Sí, debo hacerlo.
No tengo intención de rendirme.
Lo sé.
También se que hombres como vos
acaban cumpliendo sus sueños.
¿Creéis en mí?
Creo en vos,
y en vuestro proyecto.
De mí también dudaron
y tampoco me doblegaron.
¿Entonces?
Aún debo vencer
en la guerra contra Granada.
Pero sin confiáis en mí,
como yo confío en vos,
juntos haremos que vuestro sueño
algún día se haga realidad.
Ha llegado el momento
de atacar Málaga.
Es su plaza más preciada;
la defenderá con uñas y dientes.
No podemos perder Málaga,
tenemos que asegurar su defensa.
Concentrar las tropas,
¡no puede caer en manos de Boabdil!
¡Disparan desde las murallas!
¿Teméis el reencuentro
con los vuestros?
Sobre todo a mi padre.
Habéis traído
las pruebas de vuestra deshonra.
Nasser es una amenaza para mi hijo,
pero también os perjudica a vos.
¡Llevad a los traidores
a las catapultas,
que sean lanzados
al campamento enemigo!
¿Qué queréis a cambio?
Tomada Málaga,
pondréis al mando de Boabdil
tropas suficientes
para tomar la Alhambra.
Atacaremos al amanecer.
Rezad para que se alargue
el asedio de Málaga,
que el Zagal y los infieles
sufran la guerra
mientras aunamos voluntades.
Iréis al campamento cristiano
en mi nombre,
entregaréis
un mensaje a los reyes.
(Gritos de mujer).
¿Qué puede hacerse
por los judíos de Málaga?
Por su presente, muy poco.
Solo deseo que no os arrepintáis
de haberme negado vuestra ayuda.
¡Ofrecimos el mejor pacto
y nos responden
con la peor de las traiciones;
que asuman las consecuencias!
El oro de Granada
ya no enriquece a los cristianos,
no pagaremos más tributos a Castilla.
Que se preparen a morir por Alá.
Él sabrá compensar
nuestro sacrificio.
Os pido que las peyas
superen las murallas,
que caiga una lluvia de fuego
sobre la ciudad.
Nada será igual a partir de hoy,
soy el legítimo emir de Granada.
Subtitulación realizada
por Cristina Rivero Moreno.
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