domenica 24 maggio 2020

tr36: Isabella di Castilglia- Capitúlo 21.

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Sommario:

Isabel - Capítulo 21

Isabel aún se siente humillada por la aventura de Fernando con Beatriz de Osorio. El rencor y el temor a que una ofensa así se repita lastran sus compromisos como gobernante. El consejo de fray Hernando de Talavera facilitará el necesario reencuentro de los monarcas, pero habrán de ser Isabel y Fernando quienes solucionen sus desavenencias.
Mientras, Aixa sigue conspirando para que su hijo Boabdil sea emir. Pero esto no parece posible mientras Muley Hacén y su hijo Nasr estén vivos. Aixa decidirá dar el golpe final en un momento delicado, pues los nazaríes planean atacar Zahara y tomar la villa cristiana por sorpresa.
  


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Transcripción completa.
Otro embarazo resultaría fatal para vos.
Es nuestro deber tener descendencia.
Altezas, es vital, vital, que guardéis abstinencia.
"No debería reinar quien no sabe gobernar".
Este es el fruto de la evangelización de Talavera.
Quizás ha llegado la hora
de emplear elementos más eficaces para acabar con la herejía.
Por la gracia de Dios,
os nombro inquisidor general del reino de Castilla.
Si no pasáis desapercibida, tendréis problemas.
¿Qué le han hecho a nuestra hija?
Dice que se presentó ante ella su prima, Juana.
Si doña Juana evita su reclusión,
mi señora está dispuesta a anular todos los acuerdos.
Si Juana sufre daño alguno, vos responderéis ante mí y ante Dios.
Salam Aleikum, hermano.
He decidido que Nasser, el hijo de Zoraida,
sea mi sucesor.
Sé que no prestaréis oídos a los que vengan con maledicencias.
Decidles, que quienes se vuelven contra mí,
e intrigan a mis espaldas, pagan por su traición.
Servíos, hijo mío.
Es mi deseo abrazar la fe verdadera.
Boabdil entregará Granada a los infieles.
No sucederá tal cosa él nunca será emir.
Les daremos un escarmiento,
Así otros se lo pensarán dos veces antes de señalar a nadie.
Han robado en mi despacho documentos con la identidad de los denunciantes.
¿Cómo habéis podido?
Cuanto menos sepáis, mejor para vos.
Es una de vuestras damas, ¿qué disponéis que haga?
Que la justicia siga su curso.
Quería que esos cobardes que delatan a los míos,
¡pagaran con sangre sus felonías!
Os he puesto miel, para suavizar el sabor amargo.
Sois un ángel.
Señora, estáis lívida.
Alteza... ¡Ayuda!
Si no lo hacéis por Beatriz, pensad en la reina.
¿Osáis hablar en nombre de mi esposa?
Vais a morir por esto.
¿Quién es la afortunada?
Beatriz de Osorio.
Susón debe morir.
Todo esto es culpa mía.
¡Yo os maldigo, ojo por ojo!
(Grita).
Subtitulado por TVE.
Apuraos,
sé que he de hacer esperar a mi prometido,
pero no para que se arrepienta.
¡Elena!
Qué hermosa estáis, hija mía.
¡Padre!
Ya sabréis arreglaros solo.
Ya lo hice cuando abultabais no más que un cabrillo.
Relinchos
Os dije que íbamos de caza, y he cumplido.
Hemos cazado una novia camino del altar.
Dejadnos ir, os lo ruego. -¡Padre, no!
Quieta esa lengua, andrajoso. -¡No, padre!
¿Esperabais que no habría de enterarme?
Pagaré lo que os debo, os lo juro. -¡Padre, por favor, padre...!
Es mi única hija.
No volveréis a verla hasta que saldéis vuestras deudas.
¡En marcha!
(Llora): Por favor, soltadme.
(Llanto de bebé).
Podéis iros.
Ni rastro de bubones, están sanos como robles.
Gracias a Dios. Si la peste...,
no quiero ni pensarlo, perdería la cabeza.
Muchas leguas separan Segovia de Sevilla,
de haberse contagiado lo sabríamos.
Os estoy muy agradecida, podéis retiraros.
Hacéis bien en tomar precauciones,
la peste no hace distingos entre campesinos y reyes,
ni entre cristianos y judíos;
todos somos iguales ante la enfermedad.
Los judíos no sois los causantes de la peste.
Si creéis que pienso así, os equivocáis.
Mi señora, son tantos los que se equivocan,
y tan graves sus desmanes... Retiraos, Badoz.
Ocupaos de los desmanes que causa la enfermedad,
que de los que provocan mis vasallos ya me ocupo yo.
Señora,
ha llegado esto para vos.
Es de mi sobrina Beatriz.
Y todavía se atreve a solicitar mi perdón...
Que disfrute en las islas de Canarias,
junto a su esposo.
Señora, yo no encuentro palabras... ¡Beatriz, por el amor de Dios!
No os mortifiquéis más, la culpa no es vuestra.
Nadie le puso una daga en el pecho a mi esposo
para obligarle a...
Isabel, debéis perdonar.
Señora, el rey insiste en que vayáis a Aragón
para proceder a la jura del príncipe Juan
como heredero ante las Cortes.
Habrá de esperar,
Castilla y mis hijos me necesitan.
No creo que sea el momento.
Precisamente, su alteza, don Fernando,
insiste en encargarse personalmente en la educación de vuestros hijos.
Si el rey se encuentra lejos de estas tierras
será porque tiene en las suyas asuntos que atender.
A su vuelta podrá satisfacer tal deseo.
Mi señora, quizás no insistiera tanto
si respondierais a las misivas que os envía cada semana.
Viajaremos a Aragón cuando yo lo crea conveniente.
Y no esperaré a su regreso para educar a mis hijos.
Retiraos.
Se abre la puerta
Señor, siento importunaros.
Alguien desea veros.
¿Seguimos sin noticias de Castilla?
Sé que el rencor le impide responder a mis cartas,
pero las Cortes deben ser convocadas con antelación.
¿A qué espera?
Se trata del futuro de la Corona.
Os ruego me disculpéis.
Hacedle pasar.
¿Quién sois, que osáis mirar así a vuestro rey?
¿Acaso no me reconocéis?
¡Verntallat, por todos los santos!
¿Cuánto tiempo ha pasado?
Me temo que el que refleja mi rostro.
Quiero presentaros a Pere Joan Sala, mi mano derecha.
Esto hay que celebrarlo; que traigan de comer y de beber.
Vamos a festejar el reencuentro.
¿Recodáis que dijo el astrólogo, que reinaría en Granada?
Mejor lo recordará vuestro padre, sus palabras se clavaron hondo.
Tanto, que ha ordenado que le corten la lengua,
y le vacíen los ojos.
Si en el cielo está escrito que seréis el nuevo emir,
así habrá de ser,
aunque deje a todos los astrólogos mudos y ciegos en Granada.
También dijo que seré el último emir de Granada.
Luego antes, el trono ha de ser vuestro.
Mi padre nunca lo permitirá.
Sois el heredero, vuestro destino está escrito,
confiad en él,
y en vuestra madre.
Este hombre salvó la vida de mi difunta madre y la mía.
¿Tendría yo 10 años? (Asiente).
Fue cuando el conde de Pallars atacó Gerona con 2.000 hombres.
Os tenían encerrados en la torre Gironella.
Nunca olvidaré
la cara de terror de vuestra madre temiendo por vos.
Ella tampoco olvidó nunca lo que hicisteis por nosotros.
Doña Juana Enríquez, una gran mujer.
Por el honor, y por la amistad que perdura;
la amistad verdadera.
Y ahora contadme eso tan importante que os trae por la Corte.
Mi señor, acudimos a vos en busca de justicia.
¿Qué problema tenéis?
Un noble, Guifré de Prades,
ha raptado a la hija de un remensa el día de su boda.
En represalia por no haberle dado una parte de la dote.
El noble se acoge a los malos usos señoriales;
no piensa devolverla hasta que pague.
La cosecha ardió y el señor le pide cuentas por ello.
El remensa nunca podrá pagar su deuda.
Esas costumbres había sido abolidas.
Mi tío, el rey Alfonso,
promulgó una ley para acabar con ellas.
Cierto, en 1455, bien sabéis que no evitó la guerra.
Nada ha cambiado desde entonces,
los nobles no dejan de abusar de los campesinos
Acatarán las leyes de Aragón, por las buenas o por las malas.
Os doy mi palabra.
Acabaré con los malos usos para siempre.
Es mi deseo que mis hijos
aprendan a leer y escribir lo antes posible.
Quiero que hablen latín,
y que sepan de música y teología mucho antes que yo lo hice.
Sin ánimo de contraveniros,
¿no son vuestros hijos muy pequeños para asimilar tales enseñanzas?
Juana parece bastante despierta,
y el príncipe heredero
debe iniciarse en la lectura cuanto antes.
Encargaos de encontrar al preceptor adecuado.
En ese caso, creo conocer a la persona idónea.
Qué criatura adorable. -El tesoro más preciado de la reina.
Alteza, os presento a Beatriz de Galindo.
¿También habré de ocuparme de esta delicia?
Temo que ya no será necesario.
Beatriz.
Juan,
Juan venid conmigo.
(Ríe): Nassar ben Alí, fuerte y sano como su padre,
hermoso como su madre.
Tengo en mis brazos a mi digno sucesor.
Él le devolverá la gloria a este reino.
Que así sea.
Pero no puedo imaginar un lugar más espléndido
que el reino que gobernáis.
Castilla, al lado de Granada...
Es una tierra sin sol desde que os perdió.
Buenas noticias, mi hermano y señor; nuestros espías vienen de regreso.
¿Lo han conseguido?
Ya sabemos por dónde entrar.
Os pedí que buscárais al mejor preceptor.
¿He de recordaos que educará
al príncipe heredero de Castilla y Aragón?
Mi señora, os aseguro que Beatriz de Galindo es una erudita
es un portento en saberes.
Demasiado joven,
es imposible que posea la experiencia necesaria.
Desde hace tres años asiste y dicta lecciones de latín
en la Universidad de Salamanca.
¿Acaso no hay varones igual de capacitados?
Mi señora, pocas mujeres, a excepción de vos,
son tan pías y rectas en su proceder.
Nada debéis temer,
prepara sus votos para ingresar en un convento de clausura.
Este es el mandato que su serenísimo señor
el rey Alfonso de Aragón y Sicilia,
dictó en el año de gracia de 1455,
por el que quedaban abolidos los malos usos señoriales.
He dispuesto que hagan trascripciones de él
para que recordéis qué derechos asisten
a los remensas de vuestros señoríos.
En caso de incumplimiento,
la Corona hará justicia con todos los medios a su alcance,
incluso por la fuerza, si fuera necesario.
¿Ha quedado claro?
Podéis marchar.
Todos menos vos.
Murmullos
¿En qué puedo serviros, alteza?
He oído que tenéis cautiva a la hija de un campesino.
Así es, señor.
¿Con qué derecho secuestráis a una de mis súbditas,
precisamente el día de su boda?
Señor, me vi obligado a tomarla en prenda.
Ese campesino se ha atrevido a burlarme.
Explicaos.
Por un descuido se quemó la cosecha entera,
pero se niega a compensar mi pérdida.
¿Acaso creéis que tiene con qué pagaros?
Algo tendrá, alteza, pues ha casado a su hija.
Pero de su dote tampoco me ha llegado nada,
al contrario de la costumbre de nuestras tierras.
Son precisamente esos los malos usos abolidos.
Hasta ahora en Cataluña nunca se ha tenido en cuenta eso.
Mi señor, un remensa es un remensa,
y este en particular merece un escarmiento.
Los escarmientos los da el rey de Aragón.
Entonces, imponed obediencia a los campesinos,
o se volverán contra nosotros. De momento, obedecedme vos,
devolviendo a la joven que mantenéis cautiva.
No puedo hacer tal cosa, no habría mayor muestra de debilidad.
Otros aprovecharían... No volveré a repetirlo.
Liberadla de inmediato, os lo ordena vuestro rey.
¿Se puede saber qué hacéis aquí, y de esta guisa?
Regreso a Salamanca. -¿Sin el consentimiento de la reina?
No desea saber nada de mí, ¿por qué me habéis hecho venir?
Porque sois la persona indicada para educar a los príncipes.
Solo vos lo creéis.
No os precipitéis, os lo ruego.
No cuento con la confianza de la reina,
¿qué pretendéis que haga?
Dadme tiempo para convencer a su alteza.
Tened paciencia, hija mía,
haced gala de la rectitud que os avala,
y de vuestros conocimientos.
Y, sobre todo, disimulad vuestra belleza.
"Ego te absolvo a peccatis tuis,
in nomine Patris el Filii et Spiritus Sancti. Amen".
Habéis dejado pasar más tiempo del habitual
entre esta confesión y la anterior.
Las cuestiones de gobierno ocupan gran parte de mis pensamientos.
¿Tanto como para distraeros de vuestras obligaciones religiosas?
Conociéndoos, graves han de ser.
Lo son, no puedo dejar de pensar en ellas.
¿Hay algo que yo pueda hcer para serenar vuestra alma?
Os lo agradezco, pero dudo que esté en vuestra mano.
¿Acaso teméis algo?
¿Qué habría de temer? Soy la reina de Castilla.
Tal vez nuevas amenazas, que el pasado se haga presente,
que otra mujer usurpe vuestro lugar en el corazón de vuestro esposo.
Sois audaz, fray Hernando, quizás en exceso.
No es mi intención molestaros. Ateneos a vuestras funciones.
Cuando necesite vuestro consejo os lo haré saber.
Manuel.
¡Hija!
¿Qué te han hecho?
¿Qué te han hecho?
Maldito...
(Llora).
Se abre la puerta
Tenéis razón, vivo en la amargura,
desde lo sucedido con Beatriz de Osorio.
No quiero que se repita.
Teméis no poder impedirlo.
Evitando la tentación se evita el pecado,
pero son demasiadas las que se ciernen sobre Fernando.
Por eso no queréis en la Corte a Beatriz de Galindo.
Sí,
aún sabiendo que mi poder no sirve de nada en estos asuntos.
Esa joven jamás osaría traicionaros.
Dadle una oportunidad a ella y también a vuestro esposo.
De quien espero otro hijo.
No he querido que el rey lo sepa,
no ahora que entre nosotros solo hay distancia
y silencio.
Mi señora, ¿no lo veis?
Es una señal.
El Señor ha colocado en vuestro vientre
ese nuevo fruto para olvidar el pasado.
No dudéis más,
hacedle partícipe de todo cuanto os angustia.
Él os ama, lo sabéis.
Viajad a Aragón,
jurad a vuestro hijo Juan como heredero de su padre,
y demostrad al mundo que sois la reina más grande de Castilla.
Enviad un mensajero.
Disponedlo todo, partiremos de inmediato.
Salir a recibir a la reina en la frontera entre los dos reinos
ha sido una gran idea, mi señor.
Enseguida lo sabremos, amigo Peralta.
El rey de Aragón os recibe con galas y honores.
Isabel, reina de Castilla,
en mi nombre y en el de todo mi pueblo,
os damos la bienvenida al reino de Aragón.
Quedo muy honrada y agradecida por vuestro recibimiento.
Vítores
Este es el talón de Aquiles de la ciudad de Zahara:
un pasadizo abandonado.
Es perfecto para adentrarse en la ciudadela.
¿Seguro que no está defendido? -Así lo aseguran los espías.
Sitiaremos la ciudad.
Atraeremos la atención cristiana hacia otro punto de la muralla,
mientras un grupo de nuestros mejores hombres
se deslizan por ese pasadizo.
Con la ayuda de Alá, nada ni nadie nos detendrá.
Partid entonces, y conquistad esa ciudad.
No ha quedado una sola villa en la que no nos detuviéramos.
El pueblo ha dado grandes muestras de afecto por vos,
aman a su reina tanto como a su rey.
Me siento muy honrada y agradecida por el recibimiento.
Necesitaba volver a veros junto a mí.
Mañana es la jura,
estoy fatigada y necesito descansar.
Marchaos, haced el favor.
¿Cómo decís?
Que salgáis de la alcoba, os lo ruego,
no pienso compartir el lecho con vos.
Isabel... Fuera os digo.
Se cierra la puerta
Una vez repasadas y justificadas las ausencias,
y con el beneplácito otorgado por su reverencia,
el cardenal Mendoza,
el Consejo se haya preparado para recibir la propuesta del rey.
Nobles, caballeros, hidalgos y prelados,
representantes todos de las Cortes aragonesas,
yo, Fernando II de Aragón,
con plena conciencia y entera responsabilidad,
os he convocado en este glorioso día
para proponer a mi hijo Juan de Aragón y Castilla,
como sucesor a la Corona de su padre.
Convirtiéndose así en legítimo heredero de su reino.
Que alcen la mano
aquellos que se avengan a la propuesta del rey.
En el nombre de Dios y sobre los Sagrados Evangelios,
¿juráis en nombre de vuestro hijo
y hasta que este juramento pueda ser refrendado por él mismo,
guardar lealtad y fidelidad a los fueros del reino?
Sí, juro.
Por la gracia de Dios,
el príncipe Juan es declarado por estas Cortes
legítimo sucesor al trono de Aragón.
Vítores al rey
Por aquí.
Apagad las antorchas.
Griterío
¡Abrid las puertas de Zahara a las tropas de Alá!
Parecéis una fiera enjaulada.
Calmaos de una vez.
Mi lugar no está aquí,
sino en el campo de batalla junto a mis hombres, con mi hermano.
No podéis arriesgar la vida por una conquista.
Sois el emir.
¿Qué sería de Granada sin vos?
¿Qué sería de mí? -Deberíamos tener noticias suyas.
Hermano, doy gracias a Alá.
Hablad, ¿por qué no habéis informado antes?
Porque quería ser yo en persona quien os contara
que Zahara vuelve a ser musulmana.
¡Zahara es nuestra!
¿Escucháis? (Grita): Zahara es nuestra.
Hermano, vuestra victoria anuncia el comienzo de algo grande;
no hay mejor presagio de lo que está por venir.
Creía que la jura de nuestro hijo serviría para aplacaros,
pero ya veo que os obstináis en vuestra ira.
¿Es que no podréis perdonarme nunca?
Si tanto rencor albergáis hacia mí,
¿por qué habéis venido?
Mejor hubierais hecho quedándoos en Segovia.
Sé distinguir entre los asuntos de Estado
y nuestras desavenencias.
En tal caso, una vez jurado el príncipe Juan,
nada os retiene en estas tierras.
Ordenaré que dispongan lo necesario para vuestro regreso a Castilla.
Yo me quedo.
Ahorraos los preparativos,
yo tampoco regresaré a Segovia.
He venido hasta aquí para asegurar el futuro de mi hijo,
pero también para conoceros mejor a vos,
y a todo lo que os rodea.
No tengo nada que ocultar.
¿Qué puedo hacer por vos?
Es mi deseo conocer al resto de vuestros hijos.
No comprendo por qué me hacéis pasar por este trance.
Es deseo expreso de la reina conocer a mis hijos y a su madre.
Comportaos con dignidad,
nada más os pido.
Señora, a vuestros pies.
Levantaos.
Así que sois vos la madre de estas encantadoras criaturas.
Sí, mi señora.
Vuestros hijos son ejemplares: serios y respetuosos;
debéis estar orgullosa de ellos.
En especial de su eminencia, el arzobispo de Zaragoza.
Todavía es muy joven, pero podéis estar segura
de que cumple con sus obligaciones de la mejor forma posible.
No lo pongo en duda.
Se nota el esmero y la buena mano empleada en su educación.
Son mis hijos,
nada en el mundo podría importarme más.
Yo también soy madre, no lo olvidéis.
Conozco ese sentimiento.
Pero me consta que no sois la única que vela por ellos.
Sabéis lo que Alonso y Juana significan para mí.
Por ello quiero que ambos sepáis que refrendo vuestro testamento,
en referencia al legado propuesto para vuestros hijos.
Si mi esposo falleciera,
tened la garantía que no habrá de faltarles de nada.
Muchísimas gracias.
Vuestra generosidad es infinita.
Solo hay un modo de abolir sus privilegios:
acabar con ellos de una vez por todas.
Uníos a mí, y os aseguro que la hija de este hombre
será su última víctima.
(Todos): ¡Acabemos con ellos!
Habéis escuchado a Pere Joan.
Sus palabras son justas y correctas,
pero también os digo que sucesos como este
no volverán a ocurrir.
Porque es voluntad del rey
que nunca más sean aplicados los malos usos señoriales.
¡Nunca jamás!
¿Cómo podéis estar tan seguro?
Porque el propio rey así me lo ha prometido.
También prometió que liberarían a su hija,
y lo hicieron, ¿pero en qué condiciones?
¡El rey no es capaz de hacer frente a sus señores!
Fernando es un rey justo,
yo confío en su palabra.
Confiad también vos.
¿Consentís?
Solamente quería deciros lo orgulloso que me siento de vos.
Temía vuestra reacción,
pero una vez más habéis demostrado
qué clase de mujer sois.
¿Qué esperabais,
que la enviara también a las Canarias?
Si supierais cuán avergonzado me siento.
No os ofendáis,
pero me pesa menos vuestra vergüenza que la que yo misma he sentido.
¿Hasta cuándo me vais a atormentar?
Hasta que me juréis que nunca más tendré que soportar tal mezquindad.
Os lo juro.
En mi vida solo hay lugar para vos.
Dejad de jurar contra vos,
¿no veis que está en vuestra manera de ser?
Ponedme a prueba.
Decidme qué tengo que hacer y lo haré,
pedidme lo que queráis.
Basta con que ni yo ni nadie de mi entorno
vuelva a saber de vuestras correrías.
Si no me respetáis como vuestra esposa,
por lo menos respetadme como vuestra reina.
Os doy mi palabra. Espero que la cumpláis,
por el bien de nuestros reinos, y por el de nuestra familia.
Pues quiero que sepáis
que en mi vientre llevo otro hijo vuestro.
Mañana haremos público vuestro embarazo,
haremos grandes festejos para celebrarlo.
Avisaré a Peralta de inmediato.
Deteneos.
Todo eso puede esperar.
En esta cama hace mucho frío para seguir durmiendo sola.
Llaman a la puerta
Altezas, no me atrevería a molestar sin un motivo importante.
¿Qué ocurre?
Zahara ha sido tomada por los musulmanes.
La mitad de la población ha sido asesinada,
y los demás, llevados a Ronda como esclavos.
Bien sabe Dios,
que no solo la ciudad de Zahara volverá a ser cristiana.
Granada entera será arrebatada a los moros.
Su felonía tendrá la respuesta que merece.
No nos quedaremos de brazos cruzados
cuando en otro lugares se combate contra el infiel.
El papa verá con muy buenos ojos que plantéis cara al Islam.
Mi señora,
sabed que una vez comenzada la ofensiva contra Granada,
ya no habrá vuelta atrás.
Y os aseguro que no será un paseo triunfal.
Los musulmanes acudirán a defender sus posesiones
hasta el último hombre. De nada les servirá.
Nuestros hombres irán al combate con la misma entrega,
y con Dios a su lado.
Para poner fin a la Reconquista se necesitará un gran ejército
y grandes sumas de dinero,
y la guerra con Portugal sigue en el ánimo de Castilla.
Razón de más para recabar apoyos cuanto antes.
En Aragón tenéis una buena oportunidad
para sumar hombres y dinero a la causa.
Resolved vuestras desavenencias con los nobles,
y haced que participen.
Ultrajada y golpeada con tal vileza
que al padre le costó reconocerla.
Así fue devuelta la hija del remensa.
Murió a los pocos días.
Maldito hijo de Satanás.
No es el único caso desde que apelé a vuestra justicia.
Los nobles hacen cuanto se les antoja,
y en los campos se duda de que cumpláis vuestras promesas.
Ese hombre recibirá un escarmiento, os lo juro,
pero entendedlo,
no puedo someter por la fuerza a todos los nobles de Cataluña.
Ni gobernar enemistado con ellos hasta el fin de los días.
Si no os enemistáis con los nobles, lo haréis con los campesinos.
No sé hasta cuando podré contener su rabia,
que es tan legítima como vuestra corona.
Verntallat,
ahora más que nunca es preciso
que nobles y remensas dejen de pelearse.
Castilla y Aragón tienen grandes empresas que acometer.
Vos sois un gran guerrero, noble, fiel, valiente;
quiero que me acompañéis.
Cabalgad a mi diestra,
al frente de vuestro ejército de remensas,
y juntos llegaremos a Granada.
¿No obligaréis a los nobles a cumplir vuestras propias leyes?
Llegará el momento de hacerles pagar su perfidia.
Ahora os necesito a mi lado, uníos a mí.
Habéis traicionado la confianza que he puesto en vos,
no esperéis que yo haga lo mismo con los míos.
Teneos, Verntallat, estáis a mi servicio,
combatiréis a mi lado.
No os lo pido, os lo ordeno.
No..., yo no sirvo a hombres sin palabra.
¡Guardias! Detened a ese hombre.
Desarmarle y conducirle a los calabozos.
Tiempo tendréis de recapacitar y comeros vuestras palabras.
¿Por qué os torturáis?
Sois el rey, habéis obrado como debíais.
Me siento como el mango del hacha del leñador:
madera traicionera que sirve para talar los árboles
de cuya materia está hecha.
(Resopla): Soy un miserable.
Le debo la vida a ese hombre, y así es como se lo pago.
Tendrá ocasión de retractarse.
Por lo que decís, os es leal, estoy segura de que lo hará.
Llaman a la puerta
Altezas, noticias del sur de la península.
El marqués de Cádiz y sus tropas han cruzado la frontera,
atacando la ciudad de Alhama y arrebatándosela a los moros.
Señora, ¿no os alegráis?
Los reyes de Castilla y Aragón
deben abanderar la guerra contra los moros,
no los nobles andaluces en su propio beneficio.
Tenéis razón, vuestras tropas deben marchar a la vanguardia,
pero aún no podemos mandar un ejército.
Ya lo haremos.
por lo pronto, Alhama es cristiana de nuevo.
No es una mala noticia.
Que Roma sepa que en la península ya se combate al Islam.
Aguardad.
Patid mañana hacia Sevilla y hacer saber
que los reyes de Castilla y Aragón dirigen la campaña contra Granada.
Ordenad en nuestro nombre
que todo aquel capaz de alzar un arma contra el infiel
se una a nuestras huestes.
Mi señor, urge que los nobles catalanes
pongan sus fuerzas a vuestro servicio.
¡Guifré de Prades!
¡Guifré de Prades!
¡El infierno te espera, pues yo te condeno a muerte!
¡Maldito!
Si mi padre se entera, nos matará.
Sois los culpables de la muerte de mi hermano Al Sarray,
debería degollaros sin demora. -Nada tuvimos que ver.
Fue mi padre quien ordenó su ejecución.
La Alhambra es un nido de escorpiones,
los de vuestro clan sois todos iguales.
Os equivocáis,
mi hijo y yo lloramos tanto como vos la muerte de vuestro hermano.
Al Sarray no habrá muerto en vano si continuáis lo que no terminó.
Ayudadnos a deshacernos del emir.
¿Y acabar con mi cabeza sobre una bandeja?
¿No deseáis liberar a Granada de los escorpiones que la tiranizan?
¿Cómo sé que no es una treta?
Prestadnos el apoyo de vuestro clan;
el hijo de la infiel no debe reinar, vuestro hermano murió para impedirlo.
Ved de lo que es capaz una mujer despechada,
cuidaos de no ofender a vuestras esposas.
Os juro que cuando mi hijo reine en Granada,
nada habrá de faltaros.
(Llora): Creedme.
Creedme, os lo ruego, creedme.
Levantaos. -Sois nuestra única esperanza.
Sois nuestra única esperanza.
Levantaos, ¡soltadme!
Ningún abencerraje participará en vuestras intrigas.
Jamás.
Si volvemos a encontrarnos,
viviréis el mismo trato que nuestros enemigos.
Nunca debí haceros caso.
¿Cuándo vais a aceptar que estamos solos?
Nos hemos jugado la vida por nada. -Estáis en un error,
ya tengo lo que quería.
El marqués de Cádiz se hizo con la plaza,
y ahora está atrapado en ella.
El enemigo ha sitiado Alhama.
¿Es posible romper el cerco?
No será difícil;
los moros no pueden rodear todo el perímetro.
Podremos abastecer a los nuestros.
Obrad con cautela, Gonzalo, están demasiado cerca de Granada;
Muley Hacen hará todo lo posible por recuperarla.
La defenderemos.
Alhama ya es un símbolo, muchos darían su vida por ella.
¿Os ha quedado claro
dónde se encuentran los aposentos del emir?
Recordad que primero debéis acabar con su vida,
y luego con la de su esposa y su hijo.
Apuraos, se escuchan pasos. -Y ahora convertíos en una sombra.
No seáis terco, por Dios.
Cesad en vuestro empeño y aveníos a mi causa,
prestadme ayuda, como ya lo hicierais una vez.
No habrá de faltaros nada, ni a vos ni a los vuestros.
Os juro que si obedecéis... Juré obediencia a vuestra madre,
no a vos.
Debéis servir a vuestro rey,
os conviene a vos, a la Corona y a la cristiandad entera.
Contaréis con mi apoyo si cumplís vuestra promesa,
de lo contrario, todos sabrán que no tenéis palabra.
Vuestra terquedad no me deja otra opción.
Por la autoridad que me confiere la Corona de Aragón,
os desposeo a vos, Francesc de Verntallat,
de vuestros castillos, tierras y demás posesiones.
Quedáis relegado del cargo de capitán real,
cargo que os otorgó mi madre
por los servicios prestados a esta Corona.
Soy hombre viejo, acepto mi destino con resignación,
pero vendrán otros con sangre nueva en las venas
dispuestos a matar y a morir porque se haga justicia en Cataluña;
tenedlo por seguro.
Sacad a este hombre de mi vista.
Alteza.
¡Deteneos!
"Via Fora".
Es un llamamiento a las armas. ¿Quién lo envía?
Pere Joan Sala.
Abrid el cofre.
Desde este momento sois mi rehén.
Sabed que vuestra cabeza ya no depende de vos,
sino de vuestros seguidores.
Devolved a este hombre a los calabozos.
Traidor.
(Grita). -¡Proteged a nuestro hijo!
(Llanto de bebé).
Anoche, mientras dormía, intentaron asesinarme.
Padre, ¿estáis bien?
Sí, mi sueño es ligero y pude reaccionar a tiempo.
Pero tomad precauciones,
la amenaza se cierne sobre nuestra familia;
ninguno estamos a salvo.
¿Y el asesino, le conocéis?
Me atrevería a jurar que han sido los abencerrajes
en busca de venganza por la muerte de Al Sarray.
Han encontrado esto cerca de vuestros aposentos.
Este tipo de espuela dorada solo la calzan los abencerrajes.
Parece que vuestras sospechas son ciertas.
No tardaremos en confirmarlas.
Sabremos hacer hablar al asesino.
Deberíais despedazarlo y exhibir públicamente sus despojos,
y a continuación,
perseguir a los abencerrajes hasta que no quede uno en Granada.
No conviene precipitarse. -¿Qué más pruebas necesitáis?
No pararán hasta acabar con nosotros. -Estamos en guerra contra el infiel,
no es momento de avivar enemistades,
sino de recordar que una misma fe nos une a todos.
No podríamos combatir a dos enemigos a la vez.
He decidido convocar a los caballeros abencerrajes,
serán recibidos en la Alhambra con honores,
como los valerosos guerreros que son.
Quiera Alá que hagamos las paces de una vez por todas,
bastante sangre se ha derramado ya.
Han atentado contra vuestra vida.
Si el crimen queda impune, lo entenderán como debilidad.
Agradezco vuestro parecer,
pero en lo sucesivo, agradeceré que os lo guardéis para vos.
Si el emir firma la paz con los abencerrajes,
estaremos solos,
no podremos acudir a nadie para defender vuestros derechos.
¿Y eso es lo que os preocupa?
Mi tío arrancará la verdad al asesino y nos matarán en cuanto confiese.
No lo hará,
yo me encargaré de callarle para siempre.
Sé que no me defraudaréis,
que podré organizar levas en Cataluña,
disponer de vuestros ejércitos,
así como de las cantidades acordadas.
A cambio,
queda derogada la abolición de los usos señoriales.
Hemos sido llamados a luchar por la cristiandad
contra el invasor musulmán, como lo hicieron los antepasados.
Habréis de demostrar en el campo de batalla
vuestra lealtad a la Corona
y vuestra fe en Cristo, Nuestro Señor.
Y dar la vida, si fuera necesario.
¿Estáis dispuestos? (Todos): Sí.
¡Por Cristo! -(Todos): ¡Por Cristo!
¡Por Aragón! -(Todos): ¡Por Aragón!
¡Por el rey Fernando! -(Todos): ¡Por el rey Fernando!
Desde lo más profundo de mi corazón,
os agradezco que hayáis aceptado la invitación
para poner fin de una vez por todas
a los enfrentamientos sucedidos entre nuestros linajes.
No temáis,
vengo a liberaros de vuestro tormento.
Pronto estaréis en el paraíso, rodeado de bellas mujeres.
Como emir nazarí del reino de Granada,
se me ha encomendado la misión divina
de hacer la guerra a los infieles,
y devolver Al-Ándalus a los musulmanes.
Que Alá no permita
que nada ni nadie se interponga en mi camino.
¡Abridme!
¡Abridme, os lo ordeno!
Siento comunicaros que habéis llegado tarde.
Esta es la posición actual de las fuerzas del Muley
en su asedio a Alhama.
¿Han estrechado el cerco? Sí.
Si no llegan refuerzos, el marqués se verá obligado
a expulsar a los civiles de la fortaleza.
¿Y dejarlos en manos de los moros?
Los civiles consumen víveres,
y acortan los tiempos de los tres cuerpos de salvaguardia.
Defensa, reemplazo y descanso.
No daremos lugar a que eso ocurra,
los meses de verano juegan a nuestro favor.
Si rompiéramos el cerco desde estos riscos,
los artilleros podrían colocar sus espingardas y culebrinas aquí,
aquí, y aquí.
Contad con Francisco Ramírez y dejaos aconsejar,
sin su pericia hubiéramos perdido la guerra de Burgos.
(Gime).
Isabel.
Isabel, ¿qué os sucede?
Nuestro hijo, Fernando, ya viene.
Avisad al físico, rápido.
Señor, el parto se presenta complicado.
Explicaos, por el amor de Dios.
La placenta bloquea el canal por el que debe nacer vuestro hijo.
Haced que salga toda esta gente.
Que todo el mundo abandone la cámara.
No, vos no, voy a necesitar vuestra ayuda.
Ocupados de que calienten gasas y paños limpios.
¿Dónde está Boabdil?
¿Qué le habéis hecho a mi hijo?
Reconoced vuestra traición, arrepentíos públicamente,
y todo esto habrá terminado para vos.
Me habéis deshonrado, despreciado como esposa,
me habéis humillado ante los ojos de todos.
Habéis traicionado a mi hijo,
por favorecer al de una perra cristiana.
Veo que no os arrepentís.
Lo único que me arrepiento es de no haberos matado yo misma.
Ya veis,
una vez más habéis tomado la decisión equivocada.
Antes de que la espada del verdugo cercene vuestra cabeza,
haré que vuestro sufrimiento sea largo,
como vuestra lengua de víbora,
y profundo como vuestro rencor.
Cierran con cerrojo
¿Por qué tardan tanto?
Tranquilizaos, alteza,
la reina se encuentra en buenas manos.
Se abre la puerta
Dios Santo.
¿Qué clase de carnicería ha tenido lugar ahí dentro?
Señor, vuestra esposa ha dado a luz gemelos.
Lo único que me importa es Isabel, ¿cómo está?
Como preveíamos, el parto se nos ha complicado.
(Llora el bebé).
Isabel, ¿qué os han hecho?
Han sido gemelos, Fernando, un niño y una niña...
No habéis ahora, esposa mía.
Lo siento, alteza, el hijo varón no ha sobrevivido.
¡Se desangra!
Todavía no hemos conseguido detener la hemorragia.
¿A qué esperáis? Os juro que hago todo lo posible.
Hablad claro, ¿corre peligro la vida de la reina?
Me temo que sí, alteza.
¿Es que no soy digna de vos?
¿Acaso no me amáis?
¿Por qué me traicionáis?
Perdonadme, os lo suplico.
En mi vida solo hay lugar para vos, os lo juro.
Señor, también deberíais descansar,
de seguir así caeréis enfermo.
No voy a separarme de ella.
Moriremos juntos, si así lo quiere Dios.
¿Cómo está?
Igual... o peor.
Siento traer noticias en un momento como este.
Hablad.
Alhama necesita refuerzos desesperadamente,
ya no aguantan más, mi señor.
Sin nuestros refuerzos, la ciudad caerá en pocas horas.
Que aguanten como sea,
no pienso partir con mi esposa al borde de la muerte.
Será suficiente que vaya con la mitad de los hombres.
Dividir nuestras fuerzas jamás, Gonzalo.
La hemorragia no cesa, así es imposible que cicatrice.
Esto le provoca las calenturas y el desfallecimiento.
Señor, ¿por qué no atendéis mis plegarias?
Llevadme a mí, salvadla a ella.
Tenéis que salvarla.
Hay algo...,
en Granada aprendí ciertos remedios de la medicina musulmana
que tal vez podría intentar. ¿Por qué no lo habéis hecho antes?
Alteza, es ciencia infiel y muy arriesgada.
¡Usadla!
Haced lo que sea necesario.
Sabed que no siempre da resultado.
Que os traigan lo que necesitéis.
Catalina, poneos a sus órdenes,
y regresad lo antes que podáis.
"Ave Maria gratia plena, Dominus tecum.
Benedicta tu in mulieribus,
et benedictus fructus ventris tui, Iesus.
Sancta Maria, Mater Dei, ora pro nobis peccatoribus,
nunc, et in ora mortis nostrae. Amen".
"Salve, Regina, mater misericordiae.
Vita, dulcedo, et spes nostra, salve. Ad te clamamus, exsules, filii evae.
Ad te suspiramus, gementes et flentes in hac lacrimarum valle".
Mi señor,
¿habéis decidido ya el destino de vuestra esposa y vuestro hijo?
La traición ha de pagarse con la vida,
pero ejecutar a Boabdil y a su madre debilita a mi familia.
Mis enemigos podrían sacar partido.
Pasos
Me tenéis a mí, y al hijo que os he dado.
¿Alguna nueva de Alhama?
No, mi señor,
los cristianos soportan las penurias del asedio,
a pesar de todo.
"Paseábase el rey moro por la ciudad de Granada,
desde la puerta de Elvira hasta la de Vivarrambla.
Cartas le fueron venidas como Alhama era ganada".
¿Qué significa esto?
Son versos que entonan los cristianos en la frontera,
de ellos se alimentan sus tropas.
Enviad a todos los hombres disponibles
y recuperad la plaza.
Encargaos personalmente,
y no regreséis aquí sin la victoria.
No creo que sea seguro dejar la Alhambra desprotegida.
Tengo a mi guardia,
y los traidores están donde deben estar.
¿Acaso creéis que el caudillo de los abencerrajes
va a presentarse aquí tras acabar con sus caballeros?
Aniquilad a los cristianos.
Así lo haré.
Podéis cubrir a la reina.
Mis conocimientos y mis manos llegan hasta aquí,
el resto depende de ella.
Vivirá.
Si antes del alba no muestra signos de mejoría,
no habrá nada que hacer.
Fray Hernando,
ungir con los Santos Óleos a mi esposa,
y rezad sin descanso por su alma.
Señor, si me lo permitís,
me gustaría permanecer junto a ella todo el tiempo necesario.
Yo también me quedo con vos.
Os lo agradezco,
pero desearía estar a solas con ella.
¡Id en busca del emir, que no escape!
Dejad eso, tomad solamente lo necesario.
Decidme qué ocurre.
¿Adónde vamos a ir? -Hay salidas no descubiertas.
Vamos, deprisa.
¿Isabel?
Isabel...
Amor mío, habéis vuelto.
Gracias, Señor.
Gracias. ¿Mis hijos?
¿Dónde están? Quiero ver a mis hijos.
No os preocupéis por nada, están todos bien.
La reina está viva, gracias a Dios.
Avisad a Badoz.
¡Mirad, vienen por nosotros! -Calla.
Sois libres.
¿Y mi padre?
Ha huido con su familia.
Vos sois ahora el emir de Granada,
os hemos devuelto el trono que os pertenece.
¿Qué queréis a cambio?
Basta que no sea un tirano como el Muley.
De eso podéis estar bien seguro.
Ahora salgamos de aquí, no es lugar para un emir.
Estaba escrito, ¿lo veis?
Juro que gobernaré con justicia y rectitud,
y juro que defenderé Granada de sus enemigos,
¡hasta la muerte!
Mi señora, estamos listos para partir con nuestros ejércitos.
¿Es cierto que los remensas han librado a Verntallat?
Así es, pero eso no debe preocuparos ahora.
Ya llegará el momento de ajustar cuentas con unos y otros.
Id y luchad con valor.
Y no permitáis que nadie os quite la vida.
Descuidad, de eso ya me encargo yo.
Os juro que regresaré muy pronto,
con un buen puñado de victorias en mis manos.
En nombre de Dios, de Castilla y de Aragón,
pondremos fin a la Reconquista.
Ahora, bendecirme para la guerra.
¿Tan clara veis la derrota?
Solo quiero evitaros una humillación.
Sitiaremos la ciudad,
y atacaremos sin descanso hasta que lamenten haberla tomado.
Mantenerla será su ruina.
Entregarle esto a la reina Isabel haciéndola pasar por vuestra,
os lo ruego, es urgente.
En siete días atacaremos Loja.
Un día tendréis a la reina Isabel a las puertas de la Alhambra,
y os encontraréis solo y desvalido ante ella.
En breve, Roma enviará a Portugal,
la orden de que Juana sea recluida en un convento de clausura.
El rey, Luis de Francia, ha muerto.
¿Es cierto que Juana y Francisco de Foix se casan, verdad?
Ciertamente, monseñor, para su felicidad y la nuestra.
Atacaré a los cristianos,
que todos vean el poder del legítimo emir de Granada.
¿Pensáis entrar en batalla?
¿Van a atacar sin nuestro consentimiento?
Cederéis a la Corona todo lo que yo os demande.
¿De lo contrario?
Seréis juzgados por traición, y condenados.
Si el rey Juan pretende burlarme,
muestra no saber a quién se enfrenta.
O contribuimos todos, o acabaremos en manos del Islam.
Es el momento que Aragón recupere el Rosellón y la Cerdaña,
destinaré parte de nuestras mesnadas a la conquista.
Es una oportunidad que no podemos desaprovechar.
El emir de Granada nos ofrece la paz.
Han llegado noticias de vuestro hijo.
Subtitulación realizada por Cristina Rivero Moreno. 
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LUOGHI E ATLANTE STORICO.
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