domenica 24 maggio 2020

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Sommario:

Isabel - Capítulo 19


Isabel da a luz al príncipe Juan. Los reyes ven cumplidos sus objetivos: la victoria definitiva sobre Portugal y un heredero varón para las coronas de Castilla y Aragón. No obstante, Isabel no ceja hasta lograr encerrar a su enemiga Juana en un convento. Pero las consecuencias de ser madre y reina se manifiestan con toda su crudeza en el alto precio que habrá de pagar por firmar la paz.
Isabel y Fernando difieren sobre la conveniencia de pactar con Francia e implantar la Inquisición, dos asuntos de gran importancia para el futuro del reino. Ambos intentan conseguir sus objetivos a espaldas del otro. Cuando Fernando lo sepa se sentirá traicionado. Beatriz de Osorio saca partido de las desavenencias conyugales.
Mientras, en Granada, Muley-Hacén ha logrado conquistar a Isabel de Solís, a quien ahora llama Zoraida. La joven cristiana espera un hijo del emir. Aixa, cada vez más inquieta por su futuro y el de su hijo Boabdil, busca apoyos para derrocar a su esposo.

Isabel da a luz al príncipe Juan. Los reyes ven cumplidos sus objetivos: la victoria definitiva sobre Portugal y un heredero varón para las coronas de Castilla y Aragón. No obstante, Isabel no ceja hasta lograr encerrar a su enemiga Juana en un convento. Pero las consecuencias de ser madre y reina se manifiestan con toda su crudeza en el alto precio que habrá de pagar por firmar la paz.
Isabel y Fernando difieren sobre la conveniencia de pactar con Francia e implantar la Inquisición, dos asuntos de gran importancia para el futuro del reino. Ambos intentan conseguir sus objetivos a espaldas del otro. Cuando Fernando lo sepa se sentirá traicionado. Beatriz de Osorio saca partido de las desavenencias conyugales.
 

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 Transcripción completa.
El caballero que esperabais ha llegado.
Cuando los rebeldes de Extremadura dejen de ser una amenaza,
partiré a Sevilla.
Señor duque,
en nombre de la Corona, tomo este alcázar a mi servicio.
De igual modo, marqués, vuestra fortaleza más querida,
aquella que poseéis en Jerez.
No podemos tolerar que la reina haga de Sevilla su hacienda.
¿Y cómo pensáis detenerla?
¿Con vuestra ayuda?
Padre, debemos pactar con Francia.
¡No podéis pedirme que desista del empeño de toda una vida!
Tan solo por un tiempo.
Ya.
El poco que me queda antes de morir.
Si os han recomendado mis tratamientos,
será para que os ayude a concebir, es mi mejor talento como físico;
Os presento a Susana Susón y a Beatriz Osorio,
sobrina de Beatriz de Bobadilla.
No pienso complacer a la reina, hace buenos a quienes la precedieron;
cree tener una misión que cumplir y nosotros somos su ofrenda a Dios.
(Grito de mujer). -¡Soltadla!
¡No, padre!
Os hemos dejado desprotegidos,
es nuestro deber devolveros a vuestra hija.
El reino de Granada es vasallo de Castilla,
debe pagar los tributos.
Concederemos una prórroga a cambio de su liberación.
No concibo ser al tiempo vasallo y emir.
Decidle a vuestros reyes
que esa cautiva no saldrá de la Alhambra.
El emir amenaza con no volver a pagar a Castilla.
¿Tampoco devolverá a la joven?
Con Isabel solo hay dos maneras: perder antes o después.
Vuestra idea de dejar en manos de Isabel la justicia de Sevilla,
hace que vuestros hombres y los míos huyan o acaben colgados.
No cederé hasta que la reina desista de su empeño.
Nunca permitiré que nadie os haga daño,
ni siquiera vos.
(Llora): ¡No!
Vengo a negociar la entrega de mis fortalezas.
¡Entregad las armas en nombre de la reina!
Vuestros arsenales están en manos de la Corona,
os quedamos agradecidos; andábamos escasos de pólvora.
No temáis que tras mi marcha reine de nuevo el desgobierno,
pues la Santa Hermandad velará por la paz y el orden de la villa.
El marqués y el duque, generosos como acostumbran,
donarán un millón y medio de maravedíes para tal fin.
Del estado de vuestra esposa solo tenéis culpa vos.
Al fin, un nuevo hijo, Fernando.
Subtitulado por TVE.
¿Por qué tanta gente aquí?
Para que nadie dude de que el hijo es de la reina.
Señora, ya viene.
Seguid, seguid empujando, alteza.
Ya asoma la cabeza.
¿Está vivo?
(Llanto del bebé).
Es un varón, alteza.
Un varón sano.
Es un amuleto.
¿Admitís que fuisteis vos?
Solo quería que el parto fuera bien.
¿Sabéis lo que significa?
"Eheieh" es una manera de nombrar a Dios entre los judíos.
Yo no sabía.
Os juro..., os juro que solo es un amuleto,
yo lo he visto hacer toda mi vida a mi familia.
¿Se come cerdo en vuestra casa? -Sí.
¿Trabajan los vuestros en sábado? -Claro.
¿Hay en la casa crucifijos o imágenes de Nuestra Señora?
Fray Hernando,
mi padre nos ha educado en la fe verdadera,
creemos en Jesucristo, nuestro Señor.
Calmaos, confío en vos.
Debéis ser más prudente.
Yo os ayudaré a aprender
qué costumbres de vuestros antepasados
os conviene olvidar.
(Llanto del bebé).
Siento haberos dejado librar sola esta batalla.
Que ya hemos triunfado es lo que importa.
Vuestra es la victoria.
Yo solo os traigo algunas plazas que aún eran leales a Portugal,
y la compañía de alguien que os gustará ver.
Entrad.
Aquí están los tres hombres que más aprecio en esta vida;
ahora mi felicidad es completa.
Tomad el futuro de Castilla y Aragón en vuestros brazos.
Si alguien se ha ganado ese derecho, sois vos.
Que Dios le de salud y haga de él un gran rey.
Badoz dice que no está tan fuerte como debiera.
Pues comerá tuétanos todos los días.
¿Y dónde está mi hija?
¿Cómo está mi princesa?
Sabéis que la reina ha hecho todo lo posible
para afrontar la liberación de vuestra hija.
Nuestra oferta era generosa, pero el emir no la ha aceptado.
No os engañaré; no aceptará nada.
Es espantoso negociar con mi hija como si fuera una mercadería,
pero no poder hacerlo es aún peor.
Granada no escapará a su destino,
y el emir pagará por sus crímenes y afrentas;
pero aún no es la hora.
Sé cómo os sentís,
y creedme cuando os digo que vuestro dolor es el nuestro.
Iba a desposarse este mismo año.
Comprendo vuestra pérdida, pero debéis tener ánimos
y aceptar los designios del Señor.
Habláis de mi hija como si estuviese muerta.
Aunque volviese, no sería la hija que os arrebataron,
ni su vida podría ser la misma.
Vos lo sabéis, y debéis haceros a la idea.
Tanto os favorece la luz del alba,
que detendría el sol cada mañana.
Sois poderoso,
más no tanto para dejar en suspenso las horas del día,
como habéis hecho con mi vida.
¿Aún deseáis volver con los vuestros?
Me lo habéis quitado todo, señor.
Nada soy fuera de esta alcoba.
Nada soy cuando vos no estáis cerca.
Debería odiaros,
y, sin embargo,
decís cosas que nunca antes escucharon mis oídos.
Porque os amo,
porque no hay nada en esta tierra que me importe tanto
como el tiempo que paso junto a vos.
Ya no deseo volver.
Habéis conseguido lo imposible:
que sea feliz sintiéndome en vuestras manos.
El nuevo y más leal servidor de su santidad.
Haréis de él tan buen cristiano
como deseamos que sean todos vuestros súbditos.
Vemos que seguís preocupado por la salud espiritual del reino.
Es el papa quien lo está.
Vuestro reino es una amenaza para la cristiandad:
frontera con los infieles, refugio de judíos,
infectado por falsos conversos. Por ellos no debéis preocuparos.
La reina ha encomendado a fray Hernando
una misión evangelizadora en la que confiamos.
Pero en Roma no se entiende
tanta reticencia a instaurar el Santo Tribunal de la Inquisición;
en reinos vecinos hacen buen uso de él.
Monseñor,
los problemas en Castilla son diferentes;
sus soluciones también deben serlo.
Decidme, ¿vuestra negativa se debe a que era el proyecto de Carrillo?
La guerra con Portugal aún no ha concluído.
Fray Talavera acaba de iniciar su labor.
Según cuándo y cómo terminen estos asuntos,
resolveremos.
Roma os estaría muy agradecida si atendieseis su ruego.
Pensad en ello. Así lo haremos.
Si tenéis a bien, bendecid ahora al príncipe.
Claro que somos buenos cristianos,
¿quién os ha metido esas ideas en la cabeza?
Entonces, ¿por qué hacemos cosas de judíos?
Pueden pensar que somos herejes.
Tranquilizaos, hija, toda Sevilla nos conoce y respeta.
Vos misma sois dama de la reina.
Se abre la puerta
Aunque haya quien nos envidie, no se meterán con nosotros.
Perded cuidado, estamos a salvo de la maledicencia.
¿Qué lleváis ahí?
¿Os parece un buen sitio?
Sí.
Señor, la insistencia del nuncio en implantar la Inquisición
me preocupa,
tanto o más que la cerrazón de la reina.
La reina solo pretende dar tiempo a Talavera,
para que su labor de frutos.
Con todo respeto,
¿cuánto más necesita para ver que la evangelización es un fracaso?
Apenas se han producido abjuraciones,
y las gentes murmuran sobre vuestra benevolencia.
¿A qué rumores os referís?
Se dice que vos mismo descendéis de conversos,
y que por ello os cuesta atajar el problema.
Vos, que no estáis tan influenciado por Talavera
podéis ver lo que ella no ve.
Yo no soy contrario a la Inquisición y vos lo sabéis.
Entonces, prestad este servicio a Castilla,
y no solo Roma os lo agradecerá.
El problema, reverencia, no es instaurarla,
sino en manos de quién estará.
Hay algo importante que deseo comunicaros.
¿Delante de la cautiva?
Su cautiverio ha terminado.
En este tiempo,
se ha convertido en la estrella que me guía,
en mi apoyo,
en mi Zoraida.
Y he decidido hacerla mi esposa.
¿Vais a desposar a una infiel? -Habéis perdido el juicio.
La decisión está tomada.
Solo renunciaré a mi amada si ella me rechaza.
Ofendéis a vuestro pueblo, ¡a vuestro rango!
A su vuestro dios Alá, y a su profeta Mahoma.
Decid en cualquier caso que vos os sentís ofendida.
Jura ante nuestro hijo que no celebraréis esa unión.
Rezad para que nada le ocurra a mi Zoraida...
¡Padre! Os lo ruego, soltadla.
Yo os juro...
(Respira agitadamente).
(Llora): Señor, haced que cese.
Dios mío, escuchad a vuestra sierva, haced que cese.
Aceptad este presente por el feliz nacimiento del heredero,
con los mejores deseos de mi señor, el rey Luis.
Trasladar a vuestro soberano nuestro agradecimiento.
Que el futuro de nuestro reino sea venturoso.
También es voluntad de mi señor que os haga entrega de un mensaje.
Francia desea la paz con Castilla.
El rey Luis aboga por recuperar la relación de amistad quebrada...,
por la aventura de Portugal.
¿Va el rey Luis a devolver el Rosellón y la Cerdaña a mi padre?
Aragón y Castilla son reinos distintos,
con reyes distintos,
y con distintas relaciones con Francia.
Decid al rey Luis
que Aragón es el principal aliado de Castilla,
y que mientras los intereses de su reino
colisionen con los de Aragón,
no habrá amistad entre Francia y Castilla.
Alteza, de sellar la paz con Francia,
Castilla se libraría de su principal enemigo,
y arrebataría a Portugal su principal aliado.
He parado tres veces a los franceses en Fuenterrabía,
y los pararé mil veces más si hace falta.
No voy a traicionar a mi padre.
Señora,
con el debido respeto, debéis convencer a vuestro esposo.
Sin tener a Francia en contra, vuestro reinado será otro.
Es una gran oportunidad.
Buscad el encuentro con el obispo de Albi,
pero hacedlo con total discreción.
Nada debe saber de esto mi esposo, por ahora.
Poned en conocimiento de monseñor que estajos dispuestos a hablar.
Pero con una condición:
que el rey Alfonso se quede en Francia.
No ha de regresar a Portugal hasta llegar a un acuerdo.
Se abre y cierra la puerta
Entráis como un vendaval y calláis, ¿qué sucede?
Os dejo.
Antes de llegar a mi alcoba,
ya me habrá alcanzado el rumor de vuestro secreto.
Francia desea firmar la paz con Castilla.
¿Qué? -Nos han engañado.
¿Con mi padre en la Corte, cómo pueden?
Por eso mismo, señor.
El rey no está donde debería, al frente de su reino,
y nuestros enemigos se aprovechan.
(Despectiva): Todo por defender las pretensiones de esa niña.
Sin la amenaza de Francia, Castilla nos aislará,
¿y quién sabe qué vendrá después?
Hay que alertar al rey, que pida explicaciones.
Debe evitar que firmen,
¡y si no, que regrese de inmediato, por Dios!
Señor, dad buen fin a la misión que me trajo a este reino,
y consagraré el resto de mi vida a la lucha por los santos lugares.
Disculpad, no quería importunaros.
¿Importunarme? Hace semanas que espero.
¿Venís a llevarme ante el rey?
El conflicto con el duque de Borgoña le ha obligado a partir.
Sin resolver nuestros asuntos; ¿ha dejado órdenes o propuestas?
Nos apoya contra Castilla o no.
Él mismo responderá en breve.
Os ruega un poco más de paciencia.
Mientras, ha dispuesto vuestro traslado
a un lugar más... tranquilo y seguro.
¿Dónde me lleváis?
Mi Zoraida. -Callad.
Callad y descansad.
No debéis asustaros, es algo que me ocurre.
Bebed, os hará bien.
No pude escuchar vuestra respuesta.
Será un gran honor ser la esposa del emir de Granada.
No era esa la respuesta que esperaba.
Y una gran felicidad vivir al lado de mi amado,
y ver crecer junto a él el fruto del amor que compartimos,
pues estoy esperando un hijo.
¿Lo sabíais cuando anuncié nuestro matrimonio?
Antes os hubiera tomado por esposa de haberlo sabido.
¿Aún dudáis de lo que siento por vos?
No podría,
viendo cuán feliz os hace la noticia.
Esta mañana tenía algo de calentura.
Ya dijo Badoz que eso no era motivo de alarma.
Su hermana nunca tuvo a esa edad.
Necesitamos cortar estos hilos.
Olvidé la tijera, voy a por ella. -Voy con vos.
¡Cerrad esa puerta!
¿No veis lo que un mal aire le puede hacer a un niño pequeño?
Ha sido culpa mía, señora, esta mañana abrí la ventana...
¡Callad!
El poco seso de mi hija lo explica su corta edad,
el vuestro no sé de dónde viene.
Disculpad, señora.
Repartíos mi enojo entre las tres.
Espero que desde ahora guardéis más cuidado.
¿Tan grande es el compromiso de la reina con su confesor?
Confía en él, quizás en exceso.
Parece olvidar que Talavera no es un hombre de Estado.
Sabed que no todos en Castilla piensan como Talavera,
yo no lo hago,
y el rey tampoco.
¿Y qué piensa el rey?
Que Castilla necesita más a Roma que a Talavera.
Antes o después la reina comprenderá que solo con buenas intenciones
no se acaba con la herejía;
debemos estar preparados para cuando esto ocurra.
¿Tan seguro estáis de que solo es cuestión de tiempo?
Yo ya he hablado con el rey,
él, en su momento, convencerá a la reina.
Castilla implantará la Inquisición.
Sois un buen consejero, cardenal.
Los reyes tienen suerte de teneros a su lado,
y su santidad también.
La prolongada ausencia del rey
amenaza con dejar el reino a merced de nuestros enemigos.
Por ello, mi señora,
he decidido proclamarme rey de Portugal.
¿En vida de vuestro padre?
¿Cómo podéis hacerlo y no llamarlo traición?
Eso sería quedarse de brazos cruzados ante el desastre que se avecina.
¿Y si vos sois el rey, quién soy yo?
Mi querida Juana, somos vuestra familia;
vuestra posición y rango están asegurados en la Corte.
¿Por cuánto tiempo?
¿Mientras me avenga a vivir como una prisionera?
¿O me entregaréis a la usurpadora y ella decidirá mi destino?
Por Dios, Juana, ¿por quién nos tomáis?
Cuando mi esposo regrese, él mismo responderá.
Se abre la puerta
Quiero vigilar esa calentura.
Vuestro celo hace os excedáis, Isabel.
Protejo a mi hijo, como haría cualquier madre.
La infanta también es hija vuestra.
Hoy habéis sido muy dura con ella.
A los hijos hay que educarlos. Y también amarlos.
¿Creéis que no amo a mi hija?
Vuestra infancia fue dura, y eso os hizo fuerte.
Pero las circunstancias de la infanta son otras,
y su destino también.
Debemos velar porque no se malogre.
¿Tan errada me veis?
Si soy estricta con ella es solo por lo mucho que la amo.
Sois la mejor madre,
pero ella solo es una niña.
Es igual de terca que su madre, pero con la lengua más afilada.
Mientras solo sea Juana quien os acuse de traición...
¿Ya dais un paso atrás?
¿Solo por las palabras de una niña?
Creed, señor, que comparto vuestro razonamiento.
Portugal necesita un rey,
y dada la incertidumbre que pesa sobre vuestro padre,
proclamaros vos es la mejor opción.
¿No obstante?
¿Y si parte de la nobleza no os reconociera como soberano?
Con dos reyes, Portugal podría acabar como Castilla.
Quien sabe si con dos bandos enfrentados en una guerra civil.
Solo nos guía el bien del reino,
así lo entenderán todos nuestros leales.
Entonces, todo ha de hacerse conforme a la ley.
Y explicarlo para que no haya dudas. -Así se hará.
Pero permitidme partir en busca del rey.
Es un viaje largo, y de final incierto.
El reino no puede esperar. -Tenéis razón.
Si no viene el rey, traeré su beneplácito
para que nadie pueda acusarnos de traición.
Debéis coronaros rey.
Ante Nuestra Señora, os juro madre que nunca renunciaré a mi destino.
Soportaré todos lo males, resistiré a mis enemigos,
y venceré.
Soy la reina de Castilla,
soy la reina de Portugal.
Isabel,
ambos deseamos una sola Corona,
con fortaleza bastante para gobernar dos reinos.
Con Juan veremos nuestros sueños cumplidos.
Pensad pues,
que la Inquisición favorece nuestros fines.
Somos reyes por la gracia de Dios, la fe inspira nuestras decisiones.
La herejía no es solo un problema de fe...
Sino también de Estado,
porque el hereje escapa a nuestra autoridad.
Estamos de acuerdo, sin embargo...
¿Qué teméis?
Me tengo por buena cristiana,
pero me resisto a dar más poder a la Iglesia.
Imaginad que Carrillo en sus manos hubiese tenido la Inquisición.
Imaginad que estuviera en las nuestras.
¿Pretendéis suplantar a la Iglesia?
Solo nombrar a los Inquisidores, llevando así la Corona las riendas.
Mermando el poder de abades, obispos y arzobispos
evitaríamos que hubiera más Carrillos.
Y responderíamos de los actos de los inquisidores,
ante Dios y ante nuestros vasallos, para bien y para mal.
El papa no lo consentirá.
Aceptará, ya que tanto insiste.
Entenderá que si la Inquisición es buena para nuestros fines,
también lo será para los suyos.
Muchos judíos y conversos nos son leales,
recelarían de la Corona,
y necesitamos su apoyo para vencer de una vez a Portugal.
Tendríamos el de Roma.
Su santidad otorgó la bula para el matrimonio de la muchacha,
no lo olvidéis.
Es del porvenir de lo que hablamos, no del pasado.
Dejad que fray Hernando continúe con su labor.
Nadie lo va a impedir.
Podemos evangelizar con una mano y perseguir al hereje con la otra.
Y mientras su catecismo fortalece la fe,
permitid que la Inquisición fortalezca la Corona.
Altezas, Portugal tiene un nuevo rey;
el príncipe Juan se ha coronado.
Relincho
(Hablan sin que se escuche).
¿Alfonso ha abdicado? Nadie lo ha dicho, alteza.
¿Continúa en Francia? Eso parece.
Dudo que Juan haya contado con su beneplácito.
No será buen rey quien no sabe ser buen hijo.
Juana ya no reina en Portugal, es una gran noticia.
Sin duda.
Por leal que sea Juana a los designios de su padre,
cuanto más débil sea su posición, mejor para Castilla.
¿Apoya la nobleza al nuevo rey? Nada sabemos.
Si estuviera dividida,
quizá podríamos atraernos a los desafectos.
Averigüemos si se le considera un traidor.
Que nuestros enemigos tomen de vuestra propia medicina.
Cárdenas, id a la Corte de Portugal
como embajador nuestro.
Presentad nuestros respetos al nuevo rey,
y enteraos de a quién tiene en contra.
Quizá sea hora de considerar la propuesta del rey Luis.
Yo no soy Juan de Portugal.
Con Alfonso destronado y Portugal en la incertidumbre,
arrebatarle el apoyo de Francia sería el golpe definitivo.
Vos lo sabéis... No parecéis escucharme.
He dicho que no traicionaré a mi padre.
Partid sin demora.
No estaba segura de que vendríais.
¿No debo obedeceros? Sois la primera esposa del emir.
Toda Granada sabe que ya no gozo de su favor.
Los que antes se postraban ante mí, ahora ríen mi desgracia.
Los abencerrajes tenéis algo en común con mi esposo:
no olvidáis una afrenta.
El emir es un león viejo,
piensa que rugiendo conseguirá lo que sus garras y fauces no pueden.
¿Y qué pretende? -Aprovechó la debilidad de Castilla
para no pagar los tributos que garantizan la paz de los reinos.
Vos habéis vivido en tierras cristianas.
Hubiese vivido en el infierno con tal de salvar mi vida
y la de los míos.
Temo que en Castilla tampoco olviden las afrentas.
El infiel espera el momento adecuado para mandarnos de vuelta
al otro lado del estrecho.
¿Es eso lo que visteis? -No.
Solo os digo que no se debe provocar al enemigo
si no se está seguro de poder vencerle.
Si nos matamos entre nosotros, Granada será empresa fácil.
¿Cómo pensáis evitarlo?
¡El emir se niega a negociar un nuevo acuerdo con Castilla!
Si nos atacan,
¿quién vendrá en su auxilio cuando nos ha conducido al desastre?
¿Qué proponéis?
(Suspira).
Pasos
¿Qué tenéis?
Debe ser una astilla de mi bastidor.
Si yo fuera astilla, buscaría refugio en manos hermosas.
Perdonad, señor.
La inocencia no se perdona, se bendice.
Cuidad ese rubor,
en la Corte vais a soportar más galanterías que astillas;
os llegarán a cientos.
Alteza, la reina os espera.
Entre reinos vecinos, cuyos gobernantes son familia,
los desencuentros deberían solucionarse fácilmente.
Mis señores nunca pretendieron enemistarse con Portugal.
Muy breve es el mensaje que os envían:
solo desean la paz.
¿Es aún posible una paz sin vencedores ni vencidos?
Sin duda, señor, aún es posible.
Bien os entendéis ya que habláis el mismo lenguaje:
el de la traición.
Salid, señora.
Conceded al menos ese favor al reino que tanto ha hecho por vos.
(Suspira).
Tenéis un día para salir de mi reino.
Si mañana seguís en él, seréis mi prisionero de guerra.
Llaman a la puerta
Pasad.
Señor,
temo que no os traigo buenas noticias.
Hablad pues cuanto antes.
Aragón debe prepararse para llorar a su rey,
pues vuestro padre se está muriendo.
Él trata de aparentar que nada le ocurre,
pero lo sabe.
¿Hacen los físicos lo posible por aliviar sus últimas horas?
Todo lo que su ciencia permite.
Sabed, sin embargo,
que para él no hay mayor amargura que la que le procura Castilla.
¿A qué os referís?
El rey Alfonso ha vuelto a Portugal con el mismo ánimo con el que se fue.
No habrá paz, señora.
¿Y su hijo se ha avenido
a que haya sido tan corto su reinado?
Eso parece, alteza.
La Corona de Portugal se mantiene unida.
¡Decidme que no es verdad!
¡Decidme que no negociáis a mis espaldas con Francia!
Dejadnos solos. ¡Me habéis traicionado!
¡A mí y a mi padre, y con vos lo traiciono yo!
(Llora): ¡A mi padre, que se está muriendo!
Dios mío.
Nunca os lo perdonaré.
Fernando, escuchadme... ¡Nunca!
Portazo
Alteza.
No es el momento, Chacón.
Retiraos.
Es la primera vez que os desobedezco, alteza,
pero aunque me jugara la cabeza, haría que me escucharais.
Si venís a arbitrar esta disputa, os recuerdo que no sois imparcial.
Isabel es como vuestra hija.
¿O acaso os envía ella?
¿Dudáis de mi lealtad hacia vos?
Por supuesto que no. Entonces, escuchadme.
No me convenceréis de que ha hecho bien.
¿Y vos habéis hecho bien, como rey de Castilla,
al oponeros a una paz que tanto beneficiaría al reino?
No apruebo las formas, pero la reina ha actuado como debía,
y vos lo sabéis. Teneos, Chacón.
Pocas veces puede un hombre ser leal a todos a la vez,
por eso debe dejarse guiar por el honor
y encomendarse a Dios para que le ayude.
¿No ha sido así en este lance?
Vos actuasteis guiado por vuestra conciencia,
y la reina también.
(Grita): Me siento burlado, como hombre y como rey.
Mi padre va a morir pensando que soy un traidor.
¿Qué os parece eso?
Hay cosas que un príncipe no puede hacer,
pero sí son potestad de un rey.
Pensad ya como rey de Aragón, pues tal es vuestro destino.
Y, por desgracia, no tardará en cumplirse.
Castilla os necesita.
Apoyad a vuestra esposa,
y firmad la paz con Francia.
Debéis ser buen hijo,
pero... no podéis ser mal rey.
¿Quién os enseñó a disparar así?
Mi padre fue montero mayor del rey.
De niña, la caza era un juego para mí.
Solo me quedo con las piezas que yo mismo cazo.
¿Aún os dura el rubor?
Mi señor,
a veces el rostro no sabe callar lo que el alma se afana en esconder.
Os lo advierto,
sé defenderme de lo que no deseo.
Se abre la puerta
Siendo letrado y de espíritu sensible,
quizá encontréis inspiración a un poema en ciertos hechos.
Contad.
Sucedió hace más de 100 años,
aquí, en la Alhambra.
Ismail, un emir débil y de corto entendimiento,
puso el trono en manos de su cuñado, Abusail.
Conozco la historia.
Una turba pagada por él tomó el palacio,
Ismail cayó en sus manos, fue despedazado,
y su cabeza paseada en lo alto de una pica.
Poco puedo ya enseñaros.
No son acciones que inspiren un poema.
Quizás,
pero ojalá inspiren un día vuestro reinado.
No tengo intención de asesinar al emir,
ni de ser asesinado por los míos. -Lo primero lo daba por hecho,
lo segundo solo lo evitaréis confiando en las personas adecuadas.
Voz sois más capaz que el desdichado Ismail.
Un día lo demostraré, si Alá lo permite.
Pero sois demasiado gentil.
Admitidlo, hijo mío;
Alá os ha concedido un corazón tan grande
como vuestra ingenuidad. -¿A qué viene esto, madre?
¿Qué queréis de mí?
Que estéis siempre dispuesto, vigilante;
la traición en Granada no terminó con Abusail.
Nadie está libre de amenazas como las que Ismail no supo ver.
Vos veláis por mí, nada he de temer.
Pronto se obrará un milagro,
los antiguos enemigos se tornarán aliados.
Os conozco, seréis generoso
con quienes allanen vuestro camino al trono;
pero con ellos también debéis de ser cauto.
Debéis aprender a protegeros, yo no viviré para siempre.
¿Qué estáis tramando?
Madre dice que el domingo podré ir a montar con vos.
El domingo estaré en Aragón.
Susana,
llevaos a la infanta a su alcoba.
Ahora pasaré a veros.
Antes de partir, firmaré el tratado con Francia.
Y después, solicitaréis la bula
para implantar la Inquisición en las condiciones que os dije.
¿Puedo contar con vuestra palabra?
Tenéis mi palabra,
como reina y como esposa.
Nunca faltaré a ninguna de ellas.
Lamento mucho haberos causado enojo, Fernando.
Y os pido perdón.
Sabéis que en mi ánimo solo está haceros feliz,
leal y fielmente,
como vos hacéis conmigo.
Esta noche...
dormiré en mi cámara.
Ahora os toca cumplir a vos.
Y así lo haré.
Pero, mi señora,
de los problemas de fe ha de encargarse la Iglesia.
Los problemas de Castilla han de resolverlos sus reyes.
No os preocupéis,
encontraremos a siervos de Dios que sean de nuestra confianza,
y de los que el papa no pueda dudar.
No aceptará.
Vos sabréis explicárselo;
así cumpliréis vuestra misión con éxito para Roma,
y para Castilla.
Esperaré a que regrese el rey.
No cabe demora, pues él está al tanto de todo.
Aún podéis complacernos en algo más:
si se revocase la bula que permitió el matrimonio del rey de Portugal,
nuestro entendimiento sería completo,
y muy grande nuestra satisfacción.
Esa demanda no forma parte de mi misión,
pero se la trasladaré a su santidad si es vuestro deseo.
Lo es,
como saber quién asiste a Castilla para poner fin a esta guerra.
Padre, deberíais estar reposando.
A un rey hay que recibirlo en el trono.
No me han traído aquí negocios de Estado.
Pues habremos de resolver estos, antes de hablar como padre e hijo.
Dejadnos a solas.
¿Dónde está mi nieto?
Mil veces os he ordenado que lo trajeseis a Aragón.
Vos me enseñasteis
que un rey debe ser educado por otro rey.
¿No fue así con vuestro primogénito, el príncipe de Viana?
Y acabó enfrentándose a vos.
También os enseñé que los reyes de Aragón
deben educarse en Aragón.
Pero este nieto vuestro está llamado a un destino mayor:
heredar el reino que arrebataon a don Rodrigo,
un destino que vos habéis forjado.
El mundo está cambiando, padre, y lo estamos cambiando nosotros.
No podemos mantener un pie en el pasado
si queremos caminar hacia el futuro.
¿Y qué pasa con Francia?
¿Estáis negociando con el rey Luis?
No.
Ahora, por fin puedo descansar.
Deseo que tengáis con vuestro hijo
tanta fortuna como yo he tenido con vos.
Nunca me habéis decepcionado.
(Solloza): Y nunca lo haré.
Recuperaré para la Corona el Rosellón y la Cerdaña.
Os lo juro,
aunque sea lo último que haga en mi vida.
Yo, Fernando,
rey de Aragón, de Valencia, de Mallorca, de Sicilia, de Cerdeña,
y conde de Barcelona,
juro defender los privilegios y fueros de estos, mis reinos,
y, con la ayuda de Dios,
velar por el bienestar de todos los que en ellos habitan.
Nadie que siga vuestro doctrinario se apartará de nuestra fe,
estoy segura.
El señor Álamo tiene su imprenta dispuesta,
esperando nuestras indicaciones.
Alteza.
Su santidad ha otorgado la bula,
la Corona podrá nombrar a los inquisidores en Castilla.
No habrá Inquisición
hasta que fray Talavera de por concluida su labor.
Pero, señora, el papa ha aceptado vuestras condiciones,
¿por qué esperar?
Tenemos dos remedios, y uno ya está en marcha.
Primero probaremos la eficacia de este.
Llevamos meses catequizando desde los púlpitos,
y nada se ha conseguido.
Este no es el camino.
Ningún camino revela lo que nos espera al final,
si no lo recorremos entero.
¿Y qué ha dicho su santidad sobre la dispensa de la muchacha?
¿Cómo que no estamos casados? -El papa ha anulado la bula.
Así, los derechos que legitimaban nuestra guerra con Castilla,
han desaparecido.
Todos nos vuelven la espalda, alteza, porque ya ven a Castilla victoriosa.
Negociemos la paz de inmediato, antes de que seamos más débiles.
Nunca.
¡Nunca negociaré desde la humillación,
ni Portugal ni su reina se lo merecen!
Tenéis razón, padre.
O caminamos hacia la victoria, o conseguimos una ventaja
que nos permita imponer condiciones de paz.
¿Qué proponéis?
La hija de Pacheco nos ha pedido ayuda
para afianzar su señorío sobre Mérida y Medellín.
Demostremos a los castellanos
que podemos invadirles cuando nos plazca.
El obispo de Ébora está listo para entrar en combate.
Hoy mismo ha de quedar todo dispuesto.
¡Estáis loco!
Enviáis a vuestro padre a la guerra,
y nada menos que con el inútil del obispo de Ébora!
Van a un desastre seguro.
Eso espero.
Queréis que el rey sea... derrotado. -La guerra está perdida,
pero el rey no entra en razón.
Ha de convencerse por sí mismo.
Mientras el rey hace su guerra, nosotros hemos de preparar la paz.
Convendría que escribieseis una carta a vuestra sobrina Isabel.
Majestad. -¿Son cuantiosas las bajas?
No, señor, en ningún bando.
Sean pocos o muchos los muertos,
la guerra... está perdida.
Mi tía, Beatriz de Braganza,
me reclama para lograr la paz entre nuestros reinos.
Alteza,
Alfonso de Portugal ha entrado en Extremadura,
pero el maestre de Santiago ha salido a su encuentro.
Apenas ha sido una escaramuza.
¿Hemos vencido? Así es, señora.
A juzgar por lo que leo, habéis ganado la guerra.
¿Qué está pasando en Portugal?
Piden paz antes de perder la batalla.
Temo que el rey Alfonso no gobierne su reino.
En vuestras manos está, alteza, aprovechar la debilidad portuguesa,
y continuar la batalla o pactar.
Negociaremos la paz.
Y en ese trato,
el destino de Juana será lo más importante.
¿Cómo puede permitir Dios que al final de su vida
solo la traición rodea a su rey más devoto?
A nuestro regreso las gentes nos insultaban y escupían.
Solo quedaban ellos por darnos la espalda,
y ya lo han hecho.
La derrota siempre es amarga.
Volveréis a ganaros el amor de vuestros vasallos.
Ahorradme vuestra hipocresía.
Ha llegado el momento que tanto anhelabais.
Conseguid una paz honrosa, como haría un buen rey.
En la negociación,
el destino de Juana será determinante.
Cuando se resuelva mi satisfacción,
me retiraré a un monasterio,
y gobernaréis en mi nombre.
No, hijo mío,
no tengo intención de abdicar.
Se hará como ordenéis.
Juana vuelve a ser el problema,
pero puede que tenga solución.
Cuánto os parecéis a vuestra madre.
Nadie negará
que la sangre portuguesa corre por vuestras venas.
Quien lo intentara se daría de bruces
con el orgullo que siento de que así sea.
Si respetáis el monopolio de las rutas de Guinea,
no discutiremos vuestros derechos sobre Canarias.
Tenéis mi palabra.
Os garantizo volver a las fronteras previas a la disputa,
nuestra primera intención es perdonar a los rebeldes arrepentidos
En cuanto a las indemnizaciones... No las habrá.
Parecería que Castilla hubiera sido derrotada.
Pero encontraremos una solución.
No hay paz más duradera que la sellada con un matrimonio.
La dote disimularía esa indemnización
que no podemos concederos.
¿Cuál es vuestra propuesta?
La boda de mi hija Isabel con el hijo del príncipe Juan,
convendría a ambas partes, ¿me equivoco?
El rey se mostrará complacido.
Solo nos queda hablar de Juana.
Ningún derecho la asiste.
Pero sabéis que nos comprometimos a casarla adecuadamente.
En eso mismo hemos pensado.
¡No habrá paz!
Pretenden casar a mi hijo con Juana.
¿Cómo pueden creer que aceptaría?
Solo es un desencuentro, debéis seguir negociando.
No, para ellos es condición indispensable.
Entonces, pensemos en las ventajas de la propuesta.
Juana no será reina de Castilla.
Sé que la apreciáis,
pero no subirá al trono a costa de mi hijo.
Alteza, un problema de legitimidad siempre afecta
a los bandos que luchan por ella.
La paz será definitiva, y, sobre todo, inmediata.
¿A tanto precio?
Venía dispuesta a todo,
¿tengo que sacrificar también a mis hijos?
No será necesario, poniendo las debidas condiciones.
¿En qué pensáis?
Consigamos ahora la paz,
que hasta el día de esa boda ha de pasar mucho tiempo.
Para los esponsales habrá que esperar a que el príncipe cumpla 14 años.
Y hasta entonces, ¿qué va a ser de mí?
Viviréis apartada y a cuidado de tercera persona.
Llegado el momento,
y sin perjuicio del acuerdo económico,
el príncipe podrá decidir liberaros de vuestro compromiso.
Ese día tendré más de 30 años,
¿qué príncipe estará dispuesto a desposarme entonces?
¿Por qué me condenan...? -Pretenden evitar que tengáis hijos
que reclamen un día su derecho al trono de Castilla.
Nos han burlado.
¿Por qué había de evitar el príncipe la boda?
Ese matrimonio resolvería las dudas de legitimidad de ambos.
¿Creéis que después de tenerme 14 años apartada y encerrada,
eso moverá su afán? No cejará hasta acabar conmigo.
Alteza, el pacto es favorable, y el reino necesita firmar la paz.
Habrá que seguir negociando. -Señor,
nuestra sobrina es inflexible en lo concerniente a Juana,
a cambio, nuestras demandas son satisfechas.
¿Qué alternativa tenemos?
¿Otra derrota con una paz con peores condiciones?
Ese matrimonio es una victoria vuestra señora,
es el único camino para ser reina de Castilla.
Nada se os ha ocultado, vos decidiréis.
Hablaremos con los castellanos, pero tendréis la última palabra,
y os juro que la respetaremos.
Se abre la puerta
Se cierra la puerta
Marchaos.
Comprended que si un enlace está sujeto a tercerías,
el otro también debe estarlo.
Para Juana serán 14 años, para la infanta apenas 3 o 4.
Isabel es solo una niña.
Es la primogénita de los reyes de Castilla.
Vivirá en mi casa, somos familia y así será tratada.
No tengáis cuidado; no le faltará cariño ni atenciones.
Me prometí que mis hijos no pasarían lo que yo pasé,
que tendrían otra infancia.
Cuando pensasteis eso, olvidásteis que erais reina.
En política todo tiene un precio,
vos lo habéis fijado al exigir las condiciones para Juana.
¿Por qué no levantáis la mano con ella?
No os aflijáis, vuestra hija será reina de Portugal.
Ella os lo agradecerá,
porque llegado el día tendrá que cumplir con su deber.
Y su descendencia reinará en otros Estados.
¿Podría tener una princesa un destino mejor?
Alteza, no sabíamos de vuestro regreso.
Beatriz, dejadme a solas con la infanta.
Lo estoy bordando para vos.
Nunca me separaré de él.
Os haré muchos más.
Sois la mejor hija que una madre pudiese desear.
Y sois hija de reyes.
Por ello, vais a casar con el príncipe de Portugal.
Y un día compartiréis reino con él.
Escuchadme bien:
sabéis que os amo más que a nada en este mundo.
Por ello me duele tener que separarme de vos.
Por el bien del reino,
tenéis que vivir en Portugal hasta el día de vuestra boda.
¿Entendéis lo que os he dicho?
Se abre la puerta
Pasos
¿Puedo haceros una consulta?
¿Qué os ocurre? Parecéis asustada.
¿Es verdad lo que dicen?
¿Que van a instaurar un tribunal para juzgar a los conversos?
(Suspira): Si en Castilla se hablara menos de lo que se ignora.
Entonces, ¿podemos estar tranquilos?
El tribunal del que habláis, que aún no existe,
solo condenaría a quien miente diciendo ser cristianos.
Entonces,
¿no se va a juzgar a todos los conversos uno por uno?
Si un día se implanta,
librará a los buenos cristianos como vos
de los maledicentes que airean falsas sospechas.
Pues a qué esperan los reyes;
ojalá llegue pronto ese día.
Pensaba daros esto.
Leedlo con cuidado y practicad lo que dice.
Nadie volverá a dudar de vuestra fe.
Gracias, fray Hernando.
Pero primero se lo daré a mi hermano.
El peligro está en la ciudad, no en la Corte.
Portazo
¡Padre!
¡Samuel!
Calmaos, calmaos. Calmaos, por favor.
Soltadle, y llevaos cuanto queráis.
Pasos
¿Qué os ocurre?
Por servir a Castilla alejo de mí a mi esposo e hija.
Me duele tanto como a vos saber que nuestra hija ha de partir.
Pero un día entenderá
que el amor a ella y a nuestro reino
inspira todos nuestros actos.
En cuanto a mí,
por muy lejos que esté, nada podrá separarme de vos.
Rezaba por vuestro padre.
Lo siento mucho, Fernando.
Otro recibimiento merece el rey de Aragón
que el de ver el rostro de su esposa lleno de lágrimas.
Calla.
Tengo que contaros algo que os hará feliz.
Espero otro hijo.
Perdonadme, Isabel.
¿Perdonaros?
Soy yo quien necesita vuestro perdón.
Perdonadme por no dejaros ver cuánto os admiro,
por no estar a vuestro lado cuando lloráis como madre,
lo que debéis decidir como reina.
Un hombre no deja sufrir así a su esposa,
y menos si la ama tanto como yo os amo a vos.
Siempre juntos.
Siempre.
Perdón,
venía a preparar el lecho de la reina.
Vuestra señora ya no os necesitará por hoy.
Mirad lo que esos perros, que se llaman cristianos,
son capaces de hacer a un niño.
Roban, asesinan, humillan...,
y dicen que lo hacen en nombre de Dios.
¡Qué Dios es ese que permite que esto ocurra
y que se haga en su nombre!
No culpéis a Dios por los crímenes de los hombres.
¿Creéis que alguno de esos buenos cristianos
que tenemos por criados movió un solo dedo?
Solo hay algo más cruel
que obligar a un padre a presenciar el asesinato de su hijo.
(Solloza): Dejarle después con vida.
Sed bienvenidos en la casa del dolor.
Cerrad las ventanas,
yo mismo lavaré el cuerpo de mi hijo.
Padre...
(Oración en hebreo).
(Sigue con la oración en hebreo).
(Gorjeo).
Puerta
Señora, recordad que ante Dios ya no soy vuestro esposo.
He tomado mi decisión,
y vos sois el primero que debe conocerla.
¿Juana monja?
Tal es su decisión.
¿Y quién le permite decidir?
¿Acaso ha podido mi hija hacerlo?
¡Es una burla!
Eso es lo que es y no lo voy a permitir.
Alteza, quizá su decisión sea sincera.
Si ha sentido la llamada del Señor,
no hay poder en la Tierra que deba oponerse.
Pensadlo bien,
ninguna monja puede tener descendencia legítima.
Si Juana profesa, Dios gana una sierva
y nos resuelve un problema.
Está bien.
Si la muchacha quiere ser monja, que lo sea;
pero yo me encargaré de que sea más monja que ninguna.
Os lo juro por mi hija.
Señora, el príncipe.
La calentura va a más. -La ventana debió abrirse de noche.
¿Dónde está el físico? Ya está avisado, señora.
Es nuestro deber tener descendencia.
Alteza, es vital que guardéis abstinencia.
Quizás ha llegado la hora de emplear instrumentos más eficaces
para acabar con la herejía.
Por la gracia de Dios,
os nombro inquisidor general del reino de Castilla.
Cuanto menos sepáis, mejor para vos.
Por el amor de Dios, os lo suplico, dejadme ir.
Estoy bautizada, soy tan cristiana como vosotros.
¿Me podéis explicar qué es esto?
Les daremos un escarmiento,
se lo pensarán dos veces antes de señalar a nadie.
(Grita).
Altezas, han robado en mi despacho.
Hay que detener al turco.
Que la flota aragonesa parta hacia Nápoles.
Por mi propia voluntad y la merced de Alá,
es mi deseo abrazar la fe verdadera.
Servíos, hijo mío.
Solo veis lo que os conviene, y todo por esa perra cristiana.
Si no pasáis desapercibida, tendréis problemas.
Si Juana sufre daño alguno,
responderéis ante mí y ante Dios.
¿Qué le han hecho a nuestra hija?
Dice que se presentó ante ella su prima, Juana.
Si no lo hacéis por Beatriz, pensad en la reina.
¿Osáis hablar en nombre de mi esposa?
Vais a morir por esto.
Señora, estáis lívida.
Alteza..., ¡ayuda!
¿Pero qué disparates son esos?
Explicaos.
Boabdil entregará Granada a los infieles.
No sucederá tal cosa, Boabdil nunca será emir.
He decidido que Nasser, el hijo de Zoraida,
sea mi sucesor.
Subtitulación realizada por Cristina Rivero. 
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