↓B. Home Serie Televisive Spagnole: ⇉ Cap. 33° ↔ Cap. 35°.
Sommario:
Sommario:
Isabel - Capítulo 19
Isabel da a luz al príncipe Juan. Los
reyes ven cumplidos sus objetivos: la victoria definitiva sobre Portugal
y un heredero varón para las coronas de Castilla y Aragón. No obstante,
Isabel no ceja hasta lograr encerrar a su enemiga Juana en un convento.
Pero las consecuencias de ser madre y reina se manifiestan con toda su
crudeza en el alto precio que habrá de pagar por firmar la paz.
Isabel y Fernando difieren sobre la conveniencia de pactar con Francia e implantar la Inquisición, dos asuntos de gran importancia para el futuro del reino. Ambos intentan conseguir sus objetivos a espaldas del otro. Cuando Fernando lo sepa se sentirá traicionado. Beatriz de Osorio saca partido de las desavenencias conyugales.
Mientras, en Granada, Muley-Hacén ha logrado conquistar a Isabel de Solís, a quien ahora llama Zoraida. La joven cristiana espera un hijo del emir. Aixa, cada vez más inquieta por su futuro y el de su hijo Boabdil, busca apoyos para derrocar a su esposo.
Isabel y Fernando difieren sobre la conveniencia de pactar con Francia e implantar la Inquisición, dos asuntos de gran importancia para el futuro del reino. Ambos intentan conseguir sus objetivos a espaldas del otro. Cuando Fernando lo sepa se sentirá traicionado. Beatriz de Osorio saca partido de las desavenencias conyugales.
Mientras, en Granada, Muley-Hacén ha logrado conquistar a Isabel de Solís, a quien ahora llama Zoraida. La joven cristiana espera un hijo del emir. Aixa, cada vez más inquieta por su futuro y el de su hijo Boabdil, busca apoyos para derrocar a su esposo.
Isabel da a luz al príncipe Juan. Los reyes
ven cumplidos sus objetivos: la victoria definitiva sobre Portugal y un
heredero varón para las coronas de Castilla y Aragón. No obstante,
Isabel no ceja hasta lograr encerrar a su enemiga Juana en un convento.
Pero las consecuencias de ser madre y reina se manifiestan con toda su
crudeza en el alto precio que habrá de pagar por firmar la paz.
Isabel y Fernando difieren sobre la conveniencia de pactar con Francia e implantar la Inquisición, dos asuntos de gran importancia para el futuro del reino. Ambos intentan conseguir sus objetivos a espaldas del otro. Cuando Fernando lo sepa se sentirá traicionado. Beatriz de Osorio saca partido de las desavenencias conyugales.
Isabel y Fernando difieren sobre la conveniencia de pactar con Francia e implantar la Inquisición, dos asuntos de gran importancia para el futuro del reino. Ambos intentan conseguir sus objetivos a espaldas del otro. Cuando Fernando lo sepa se sentirá traicionado. Beatriz de Osorio saca partido de las desavenencias conyugales.
Transcripción completa.
El caballero que esperabais
ha llegado.
Cuando los rebeldes de Extremadura
dejen de ser una amenaza,
partiré a Sevilla.
Señor duque,
en nombre de la Corona,
tomo este alcázar a mi servicio.
De igual modo, marqués,
vuestra fortaleza más querida,
aquella que poseéis en Jerez.
No podemos tolerar que la reina
haga de Sevilla su hacienda.
¿Y cómo pensáis detenerla?
¿Con vuestra ayuda?
Padre,
debemos pactar con Francia.
¡No podéis pedirme que desista
del empeño de toda una vida!
Tan solo por un tiempo.
Ya.
El poco que me queda
antes de morir.
Si os han recomendado
mis tratamientos,
será para que os ayude a concebir,
es mi mejor talento como físico;
Os presento a Susana Susón
y a Beatriz Osorio,
sobrina de Beatriz de Bobadilla.
No pienso complacer a la reina,
hace buenos a quienes la precedieron;
cree tener una misión que cumplir
y nosotros somos su ofrenda a Dios.
(Grito de mujer).
-¡Soltadla!
¡No, padre!
Os hemos dejado desprotegidos,
es nuestro deber
devolveros a vuestra hija.
El reino de Granada
es vasallo de Castilla,
debe pagar los tributos.
Concederemos una prórroga
a cambio de su liberación.
No concibo ser al tiempo
vasallo y emir.
Decidle a vuestros reyes
que esa cautiva
no saldrá de la Alhambra.
El emir amenaza
con no volver a pagar a Castilla.
¿Tampoco devolverá a la joven?
Con Isabel solo hay dos maneras:
perder antes o después.
Vuestra idea de dejar en manos
de Isabel la justicia de Sevilla,
hace que vuestros hombres y los míos
huyan o acaben colgados.
No cederé hasta que la reina
desista de su empeño.
Nunca permitiré
que nadie os haga daño,
ni siquiera vos.
(Llora): ¡No!
Vengo a negociar
la entrega de mis fortalezas.
¡Entregad las armas
en nombre de la reina!
Vuestros arsenales
están en manos de la Corona,
os quedamos agradecidos;
andábamos escasos de pólvora.
No temáis que tras mi marcha
reine de nuevo el desgobierno,
pues la Santa Hermandad velará
por la paz y el orden de la villa.
El marqués y el duque,
generosos como acostumbran,
donarán un millón y medio
de maravedíes para tal fin.
Del estado de vuestra esposa
solo tenéis culpa vos.
Al fin, un nuevo hijo, Fernando.
Subtitulado por TVE.
¿Por qué tanta gente aquí?
Para que nadie dude
de que el hijo es de la reina.
Señora, ya viene.
Seguid, seguid empujando, alteza.
Ya asoma la cabeza.
¿Está vivo?
(Llanto del bebé).
Es un varón, alteza.
Un varón sano.
Es un amuleto.
¿Admitís que fuisteis vos?
Solo quería
que el parto fuera bien.
¿Sabéis lo que significa?
"Eheieh" es una manera
de nombrar a Dios entre los judíos.
Yo no sabía.
Os juro..., os juro
que solo es un amuleto,
yo lo he visto hacer
toda mi vida a mi familia.
¿Se come cerdo en vuestra casa?
-Sí.
¿Trabajan los vuestros en sábado?
-Claro.
¿Hay en la casa crucifijos
o imágenes de Nuestra Señora?
Fray Hernando,
mi padre nos ha educado
en la fe verdadera,
creemos en Jesucristo,
nuestro Señor.
Calmaos, confío en vos.
Debéis ser más prudente.
Yo os ayudaré a aprender
qué costumbres
de vuestros antepasados
os conviene olvidar.
(Llanto del bebé).
Siento haberos dejado
librar sola esta batalla.
Que ya hemos triunfado
es lo que importa.
Vuestra es la victoria.
Yo solo os traigo algunas plazas
que aún eran leales a Portugal,
y la compañía de alguien
que os gustará ver.
Entrad.
Aquí están los tres hombres
que más aprecio en esta vida;
ahora mi felicidad es completa.
Tomad el futuro de Castilla y Aragón
en vuestros brazos.
Si alguien se ha ganado ese derecho,
sois vos.
Que Dios le de salud
y haga de él un gran rey.
Badoz dice que no está
tan fuerte como debiera.
Pues comerá tuétanos
todos los días.
¿Y dónde está mi hija?
¿Cómo está mi princesa?
Sabéis que la reina
ha hecho todo lo posible
para afrontar
la liberación de vuestra hija.
Nuestra oferta era generosa,
pero el emir no la ha aceptado.
No os engañaré; no aceptará nada.
Es espantoso negociar con mi hija
como si fuera una mercadería,
pero no poder hacerlo
es aún peor.
Granada no escapará a su destino,
y el emir pagará
por sus crímenes y afrentas;
pero aún no es la hora.
Sé cómo os sentís,
y creedme cuando os digo
que vuestro dolor es el nuestro.
Iba a desposarse este mismo año.
Comprendo vuestra pérdida,
pero debéis tener ánimos
y aceptar los designios del Señor.
Habláis de mi hija
como si estuviese muerta.
Aunque volviese,
no sería la hija que os arrebataron,
ni su vida podría ser la misma.
Vos lo sabéis,
y debéis haceros a la idea.
Tanto os favorece la luz del alba,
que detendría el sol cada mañana.
Sois poderoso,
más no tanto para dejar en suspenso
las horas del día,
como habéis hecho con mi vida.
¿Aún deseáis
volver con los vuestros?
Me lo habéis quitado todo, señor.
Nada soy fuera de esta alcoba.
Nada soy
cuando vos no estáis cerca.
Debería odiaros,
y, sin embargo,
decís cosas que nunca antes
escucharon mis oídos.
Porque os amo,
porque no hay nada en esta tierra
que me importe tanto
como el tiempo
que paso junto a vos.
Ya no deseo volver.
Habéis conseguido lo imposible:
que sea feliz
sintiéndome en vuestras manos.
El nuevo y más leal servidor
de su santidad.
Haréis de él tan buen cristiano
como deseamos que sean
todos vuestros súbditos.
Vemos que seguís preocupado
por la salud espiritual del reino.
Es el papa quien lo está.
Vuestro reino es una amenaza
para la cristiandad:
frontera con los infieles,
refugio de judíos,
infectado por falsos conversos.
Por ellos no debéis preocuparos.
La reina ha encomendado
a fray Hernando
una misión evangelizadora
en la que confiamos.
Pero en Roma no se entiende
tanta reticencia a instaurar
el Santo Tribunal de la Inquisición;
en reinos vecinos
hacen buen uso de él.
Monseñor,
los problemas en Castilla
son diferentes;
sus soluciones también deben serlo.
Decidme, ¿vuestra negativa se debe
a que era el proyecto de Carrillo?
La guerra con Portugal
aún no ha concluído.
Fray Talavera
acaba de iniciar su labor.
Según cuándo y cómo
terminen estos asuntos,
resolveremos.
Roma os estaría muy agradecida
si atendieseis su ruego.
Pensad en ello.
Así lo haremos.
Si tenéis a bien,
bendecid ahora al príncipe.
Claro que somos buenos cristianos,
¿quién os ha metido
esas ideas en la cabeza?
Entonces,
¿por qué hacemos cosas de judíos?
Pueden pensar que somos herejes.
Tranquilizaos, hija,
toda Sevilla nos conoce y respeta.
Vos misma sois dama de la reina.
Se abre la puerta
Aunque haya quien nos envidie,
no se meterán con nosotros.
Perded cuidado,
estamos a salvo de la maledicencia.
¿Qué lleváis ahí?
¿Os parece un buen sitio?
Sí.
Señor, la insistencia del nuncio
en implantar la Inquisición
me preocupa,
tanto o más
que la cerrazón de la reina.
La reina solo pretende
dar tiempo a Talavera,
para que su labor de frutos.
Con todo respeto,
¿cuánto más necesita para ver
que la evangelización es un fracaso?
Apenas se han producido abjuraciones,
y las gentes murmuran
sobre vuestra benevolencia.
¿A qué rumores os referís?
Se dice que vos mismo
descendéis de conversos,
y que por ello
os cuesta atajar el problema.
Vos, que no estáis
tan influenciado por Talavera
podéis ver
lo que ella no ve.
Yo no soy contrario a la Inquisición
y vos lo sabéis.
Entonces,
prestad este servicio a Castilla,
y no solo Roma os lo agradecerá.
El problema, reverencia,
no es instaurarla,
sino en manos de quién estará.
Hay algo importante
que deseo comunicaros.
¿Delante de la cautiva?
Su cautiverio ha terminado.
En este tiempo,
se ha convertido
en la estrella que me guía,
en mi apoyo,
en mi Zoraida.
Y he decidido hacerla mi esposa.
¿Vais a desposar a una infiel?
-Habéis perdido el juicio.
La decisión está tomada.
Solo renunciaré a mi amada
si ella me rechaza.
Ofendéis a vuestro pueblo,
¡a vuestro rango!
A su vuestro dios Alá,
y a su profeta Mahoma.
Decid en cualquier caso
que vos os sentís ofendida.
Jura ante nuestro hijo
que no celebraréis esa unión.
Rezad para que nada le ocurra
a mi Zoraida...
¡Padre!
Os lo ruego, soltadla.
Yo os juro...
(Respira agitadamente).
(Llora): Señor, haced que cese.
Dios mío, escuchad a vuestra sierva,
haced que cese.
Aceptad este presente
por el feliz nacimiento del heredero,
con los mejores deseos de mi señor,
el rey Luis.
Trasladar a vuestro soberano
nuestro agradecimiento.
Que el futuro de nuestro reino
sea venturoso.
También es voluntad de mi señor
que os haga entrega de un mensaje.
Francia desea la paz con Castilla.
El rey Luis aboga por recuperar
la relación de amistad quebrada...,
por la aventura de Portugal.
¿Va el rey Luis a devolver
el Rosellón y la Cerdaña a mi padre?
Aragón y Castilla
son reinos distintos,
con reyes distintos,
y con distintas relaciones
con Francia.
Decid al rey Luis
que Aragón es
el principal aliado de Castilla,
y que mientras
los intereses de su reino
colisionen con los de Aragón,
no habrá amistad
entre Francia y Castilla.
Alteza,
de sellar la paz con Francia,
Castilla se libraría
de su principal enemigo,
y arrebataría a Portugal
su principal aliado.
He parado tres veces
a los franceses en Fuenterrabía,
y los pararé mil veces más
si hace falta.
No voy a traicionar a mi padre.
Señora,
con el debido respeto,
debéis convencer a vuestro esposo.
Sin tener a Francia en contra,
vuestro reinado será otro.
Es una gran oportunidad.
Buscad el encuentro
con el obispo de Albi,
pero hacedlo
con total discreción.
Nada debe saber
de esto mi esposo, por ahora.
Poned en conocimiento de monseñor
que estajos dispuestos a hablar.
Pero con una condición:
que el rey Alfonso
se quede en Francia.
No ha de regresar a Portugal
hasta llegar a un acuerdo.
Se abre y cierra la puerta
Entráis como un vendaval y calláis,
¿qué sucede?
Os dejo.
Antes de llegar a mi alcoba,
ya me habrá alcanzado
el rumor de vuestro secreto.
Francia desea
firmar la paz con Castilla.
¿Qué?
-Nos han engañado.
¿Con mi padre en la Corte,
cómo pueden?
Por eso mismo, señor.
El rey no está donde debería,
al frente de su reino,
y nuestros enemigos se aprovechan.
(Despectiva): Todo por defender
las pretensiones de esa niña.
Sin la amenaza de Francia,
Castilla nos aislará,
¿y quién sabe qué vendrá después?
Hay que alertar al rey,
que pida explicaciones.
Debe evitar que firmen,
¡y si no,
que regrese de inmediato, por Dios!
Señor, dad buen fin a la misión
que me trajo a este reino,
y consagraré el resto de mi vida
a la lucha por los santos lugares.
Disculpad,
no quería importunaros.
¿Importunarme?
Hace semanas que espero.
¿Venís a llevarme ante el rey?
El conflicto con el duque de Borgoña
le ha obligado a partir.
Sin resolver nuestros asuntos;
¿ha dejado órdenes o propuestas?
Nos apoya contra Castilla o no.
Él mismo responderá en breve.
Os ruega un poco más de paciencia.
Mientras,
ha dispuesto vuestro traslado
a un lugar más...
tranquilo y seguro.
¿Dónde me lleváis?
Mi Zoraida.
-Callad.
Callad y descansad.
No debéis asustaros,
es algo que me ocurre.
Bebed, os hará bien.
No pude escuchar vuestra respuesta.
Será un gran honor ser la esposa
del emir de Granada.
No era esa
la respuesta que esperaba.
Y una gran felicidad
vivir al lado de mi amado,
y ver crecer junto a él
el fruto del amor que compartimos,
pues estoy esperando un hijo.
¿Lo sabíais cuando anuncié
nuestro matrimonio?
Antes os hubiera tomado por esposa
de haberlo sabido.
¿Aún dudáis
de lo que siento por vos?
No podría,
viendo cuán feliz
os hace la noticia.
Esta mañana
tenía algo de calentura.
Ya dijo Badoz
que eso no era motivo de alarma.
Su hermana nunca tuvo a esa edad.
Necesitamos cortar estos hilos.
Olvidé la tijera, voy a por ella.
-Voy con vos.
¡Cerrad esa puerta!
¿No veis lo que un mal aire
le puede hacer a un niño pequeño?
Ha sido culpa mía, señora,
esta mañana abrí la ventana...
¡Callad!
El poco seso de mi hija
lo explica su corta edad,
el vuestro no sé de dónde viene.
Disculpad, señora.
Repartíos mi enojo
entre las tres.
Espero que desde ahora
guardéis más cuidado.
¿Tan grande es el compromiso
de la reina con su confesor?
Confía en él, quizás en exceso.
Parece olvidar que Talavera
no es un hombre de Estado.
Sabed que no todos en Castilla
piensan como Talavera,
yo no lo hago,
y el rey tampoco.
¿Y qué piensa el rey?
Que Castilla necesita más a Roma
que a Talavera.
Antes o después la reina comprenderá
que solo con buenas intenciones
no se acaba con la herejía;
debemos estar preparados
para cuando esto ocurra.
¿Tan seguro estáis
de que solo es cuestión de tiempo?
Yo ya he hablado con el rey,
él, en su momento,
convencerá a la reina.
Castilla implantará la Inquisición.
Sois un buen consejero, cardenal.
Los reyes tienen suerte
de teneros a su lado,
y su santidad también.
La prolongada ausencia del rey
amenaza con dejar el reino
a merced de nuestros enemigos.
Por ello, mi señora,
he decidido
proclamarme rey de Portugal.
¿En vida de vuestro padre?
¿Cómo podéis hacerlo
y no llamarlo traición?
Eso sería quedarse de brazos cruzados
ante el desastre que se avecina.
¿Y si vos sois el rey,
quién soy yo?
Mi querida Juana,
somos vuestra familia;
vuestra posición y rango
están asegurados en la Corte.
¿Por cuánto tiempo?
¿Mientras me avenga a vivir
como una prisionera?
¿O me entregaréis a la usurpadora
y ella decidirá mi destino?
Por Dios, Juana,
¿por quién nos tomáis?
Cuando mi esposo regrese,
él mismo responderá.
Se abre la puerta
Quiero vigilar esa calentura.
Vuestro celo
hace os excedáis, Isabel.
Protejo a mi hijo,
como haría cualquier madre.
La infanta también es hija vuestra.
Hoy habéis sido muy dura con ella.
A los hijos hay que educarlos.
Y también amarlos.
¿Creéis que no amo a mi hija?
Vuestra infancia fue dura,
y eso os hizo fuerte.
Pero las circunstancias
de la infanta son otras,
y su destino también.
Debemos velar
porque no se malogre.
¿Tan errada me veis?
Si soy estricta con ella
es solo por lo mucho que la amo.
Sois la mejor madre,
pero ella solo es una niña.
Es igual de terca que su madre,
pero con la lengua más afilada.
Mientras solo sea Juana
quien os acuse de traición...
¿Ya dais un paso atrás?
¿Solo por las palabras de una niña?
Creed, señor, que comparto
vuestro razonamiento.
Portugal necesita un rey,
y dada la incertidumbre
que pesa sobre vuestro padre,
proclamaros vos
es la mejor opción.
¿No obstante?
¿Y si parte de la nobleza
no os reconociera como soberano?
Con dos reyes,
Portugal podría acabar como Castilla.
Quien sabe si con dos bandos
enfrentados en una guerra civil.
Solo nos guía el bien del reino,
así lo entenderán
todos nuestros leales.
Entonces, todo ha de hacerse
conforme a la ley.
Y explicarlo para que no haya dudas.
-Así se hará.
Pero permitidme partir
en busca del rey.
Es un viaje largo,
y de final incierto.
El reino no puede esperar.
-Tenéis razón.
Si no viene el rey,
traeré su beneplácito
para que nadie
pueda acusarnos de traición.
Debéis coronaros rey.
Ante Nuestra Señora, os juro madre
que nunca renunciaré a mi destino.
Soportaré todos lo males,
resistiré a mis enemigos,
y venceré.
Soy la reina de Castilla,
soy la reina de Portugal.
Isabel,
ambos deseamos una sola Corona,
con fortaleza bastante
para gobernar dos reinos.
Con Juan veremos
nuestros sueños cumplidos.
Pensad pues,
que la Inquisición
favorece nuestros fines.
Somos reyes por la gracia de Dios,
la fe inspira nuestras decisiones.
La herejía no es solo
un problema de fe...
Sino también de Estado,
porque el hereje
escapa a nuestra autoridad.
Estamos de acuerdo,
sin embargo...
¿Qué teméis?
Me tengo por buena cristiana,
pero me resisto
a dar más poder a la Iglesia.
Imaginad que Carrillo en sus manos
hubiese tenido la Inquisición.
Imaginad
que estuviera en las nuestras.
¿Pretendéis suplantar a la Iglesia?
Solo nombrar a los Inquisidores,
llevando así la Corona las riendas.
Mermando el poder de abades,
obispos y arzobispos
evitaríamos
que hubiera más Carrillos.
Y responderíamos
de los actos de los inquisidores,
ante Dios y ante nuestros vasallos,
para bien y para mal.
El papa no lo consentirá.
Aceptará,
ya que tanto insiste.
Entenderá que si la Inquisición
es buena para nuestros fines,
también lo será para los suyos.
Muchos judíos y conversos
nos son leales,
recelarían de la Corona,
y necesitamos su apoyo
para vencer de una vez a Portugal.
Tendríamos el de Roma.
Su santidad otorgó la bula
para el matrimonio de la muchacha,
no lo olvidéis.
Es del porvenir
de lo que hablamos, no del pasado.
Dejad que fray Hernando
continúe con su labor.
Nadie lo va a impedir.
Podemos evangelizar con una mano
y perseguir al hereje con la otra.
Y mientras su catecismo
fortalece la fe,
permitid que la Inquisición
fortalezca la Corona.
Altezas,
Portugal tiene un nuevo rey;
el príncipe Juan se ha coronado.
Relincho
(Hablan sin que se escuche).
¿Alfonso ha abdicado?
Nadie lo ha dicho, alteza.
¿Continúa en Francia?
Eso parece.
Dudo que Juan haya contado
con su beneplácito.
No será buen rey
quien no sabe ser buen hijo.
Juana ya no reina en Portugal,
es una gran noticia.
Sin duda.
Por leal que sea Juana
a los designios de su padre,
cuanto más débil sea su posición,
mejor para Castilla.
¿Apoya la nobleza al nuevo rey?
Nada sabemos.
Si estuviera dividida,
quizá podríamos
atraernos a los desafectos.
Averigüemos
si se le considera un traidor.
Que nuestros enemigos tomen
de vuestra propia medicina.
Cárdenas,
id a la Corte de Portugal
como embajador nuestro.
Presentad nuestros respetos
al nuevo rey,
y enteraos
de a quién tiene en contra.
Quizá sea hora de considerar
la propuesta del rey Luis.
Yo no soy Juan de Portugal.
Con Alfonso destronado
y Portugal en la incertidumbre,
arrebatarle el apoyo de Francia
sería el golpe definitivo.
Vos lo sabéis...
No parecéis escucharme.
He dicho que no traicionaré
a mi padre.
Partid sin demora.
No estaba segura
de que vendríais.
¿No debo obedeceros?
Sois la primera esposa del emir.
Toda Granada sabe
que ya no gozo de su favor.
Los que antes se postraban ante mí,
ahora ríen mi desgracia.
Los abencerrajes
tenéis algo en común con mi esposo:
no olvidáis una afrenta.
El emir es un león viejo,
piensa que rugiendo conseguirá
lo que sus garras y fauces no pueden.
¿Y qué pretende?
-Aprovechó la debilidad de Castilla
para no pagar los tributos
que garantizan la paz de los reinos.
Vos habéis vivido
en tierras cristianas.
Hubiese vivido en el infierno
con tal de salvar mi vida
y la de los míos.
Temo que en Castilla
tampoco olviden las afrentas.
El infiel espera el momento adecuado
para mandarnos de vuelta
al otro lado del estrecho.
¿Es eso lo que visteis?
-No.
Solo os digo
que no se debe provocar al enemigo
si no se está seguro
de poder vencerle.
Si nos matamos entre nosotros,
Granada será empresa fácil.
¿Cómo pensáis evitarlo?
¡El emir se niega a negociar
un nuevo acuerdo con Castilla!
Si nos atacan,
¿quién vendrá en su auxilio
cuando nos ha conducido al desastre?
¿Qué proponéis?
(Suspira).
Pasos
¿Qué tenéis?
Debe ser una astilla
de mi bastidor.
Si yo fuera astilla,
buscaría refugio en manos hermosas.
Perdonad, señor.
La inocencia no se perdona,
se bendice.
Cuidad ese rubor,
en la Corte vais a soportar
más galanterías que astillas;
os llegarán a cientos.
Alteza, la reina os espera.
Entre reinos vecinos,
cuyos gobernantes son familia,
los desencuentros
deberían solucionarse fácilmente.
Mis señores nunca pretendieron
enemistarse con Portugal.
Muy breve
es el mensaje que os envían:
solo desean la paz.
¿Es aún posible una paz
sin vencedores ni vencidos?
Sin duda, señor, aún es posible.
Bien os entendéis
ya que habláis el mismo lenguaje:
el de la traición.
Salid, señora.
Conceded al menos ese favor
al reino que tanto ha hecho por vos.
(Suspira).
Tenéis un día
para salir de mi reino.
Si mañana seguís en él,
seréis mi prisionero de guerra.
Llaman a la puerta
Pasad.
Señor,
temo que no os traigo
buenas noticias.
Hablad pues cuanto antes.
Aragón debe prepararse
para llorar a su rey,
pues vuestro padre
se está muriendo.
Él trata de aparentar
que nada le ocurre,
pero lo sabe.
¿Hacen los físicos lo posible
por aliviar sus últimas horas?
Todo lo que su ciencia permite.
Sabed, sin embargo,
que para él no hay mayor amargura
que la que le procura Castilla.
¿A qué os referís?
El rey Alfonso ha vuelto a Portugal
con el mismo ánimo con el que se fue.
No habrá paz, señora.
¿Y su hijo se ha avenido
a que haya sido
tan corto su reinado?
Eso parece, alteza.
La Corona de Portugal
se mantiene unida.
¡Decidme que no es verdad!
¡Decidme que no negociáis
a mis espaldas con Francia!
Dejadnos solos.
¡Me habéis traicionado!
¡A mí y a mi padre,
y con vos lo traiciono yo!
(Llora): ¡A mi padre,
que se está muriendo!
Dios mío.
Nunca os lo perdonaré.
Fernando, escuchadme...
¡Nunca!
Portazo
Alteza.
No es el momento, Chacón.
Retiraos.
Es la primera vez
que os desobedezco, alteza,
pero aunque me jugara la cabeza,
haría que me escucharais.
Si venís a arbitrar esta disputa,
os recuerdo que no sois imparcial.
Isabel es como vuestra hija.
¿O acaso os envía ella?
¿Dudáis de mi lealtad hacia vos?
Por supuesto que no.
Entonces, escuchadme.
No me convenceréis
de que ha hecho bien.
¿Y vos habéis hecho bien,
como rey de Castilla,
al oponeros a una paz
que tanto beneficiaría al reino?
No apruebo las formas,
pero la reina ha actuado como debía,
y vos lo sabéis.
Teneos, Chacón.
Pocas veces puede un hombre
ser leal a todos a la vez,
por eso debe dejarse guiar
por el honor
y encomendarse a Dios
para que le ayude.
¿No ha sido así en este lance?
Vos actuasteis
guiado por vuestra conciencia,
y la reina también.
(Grita): Me siento burlado,
como hombre y como rey.
Mi padre va a morir
pensando que soy un traidor.
¿Qué os parece eso?
Hay cosas que un príncipe
no puede hacer,
pero sí son potestad de un rey.
Pensad ya como rey de Aragón,
pues tal es vuestro destino.
Y, por desgracia,
no tardará en cumplirse.
Castilla os necesita.
Apoyad a vuestra esposa,
y firmad la paz con Francia.
Debéis ser buen hijo,
pero...
no podéis ser mal rey.
¿Quién os enseñó a disparar así?
Mi padre fue montero mayor del rey.
De niña,
la caza era un juego para mí.
Solo me quedo con las piezas
que yo mismo cazo.
¿Aún os dura el rubor?
Mi señor,
a veces el rostro no sabe callar
lo que el alma se afana en esconder.
Os lo advierto,
sé defenderme
de lo que no deseo.
Se abre la puerta
Siendo letrado
y de espíritu sensible,
quizá encontréis inspiración
a un poema en ciertos hechos.
Contad.
Sucedió hace más de 100 años,
aquí, en la Alhambra.
Ismail, un emir débil
y de corto entendimiento,
puso el trono
en manos de su cuñado, Abusail.
Conozco la historia.
Una turba pagada por él
tomó el palacio,
Ismail cayó en sus manos,
fue despedazado,
y su cabeza paseada
en lo alto de una pica.
Poco puedo ya enseñaros.
No son acciones
que inspiren un poema.
Quizás,
pero ojalá inspiren un día
vuestro reinado.
No tengo intención
de asesinar al emir,
ni de ser asesinado por los míos.
-Lo primero lo daba por hecho,
lo segundo solo lo evitaréis
confiando en las personas adecuadas.
Voz sois más capaz
que el desdichado Ismail.
Un día lo demostraré,
si Alá lo permite.
Pero sois demasiado gentil.
Admitidlo, hijo mío;
Alá os ha concedido
un corazón tan grande
como vuestra ingenuidad.
-¿A qué viene esto, madre?
¿Qué queréis de mí?
Que estéis siempre dispuesto,
vigilante;
la traición en Granada
no terminó con Abusail.
Nadie está libre de amenazas
como las que Ismail no supo ver.
Vos veláis por mí,
nada he de temer.
Pronto se obrará un milagro,
los antiguos enemigos
se tornarán aliados.
Os conozco, seréis generoso
con quienes allanen
vuestro camino al trono;
pero con ellos
también debéis de ser cauto.
Debéis aprender a protegeros,
yo no viviré para siempre.
¿Qué estáis tramando?
Madre dice que el domingo
podré ir a montar con vos.
El domingo estaré en Aragón.
Susana,
llevaos a la infanta a su alcoba.
Ahora pasaré a veros.
Antes de partir,
firmaré el tratado con Francia.
Y después,
solicitaréis la bula
para implantar la Inquisición
en las condiciones que os dije.
¿Puedo contar con vuestra palabra?
Tenéis mi palabra,
como reina y como esposa.
Nunca faltaré a ninguna de ellas.
Lamento mucho
haberos causado enojo, Fernando.
Y os pido perdón.
Sabéis que en mi ánimo
solo está haceros feliz,
leal y fielmente,
como vos hacéis conmigo.
Esta noche...
dormiré en mi cámara.
Ahora os toca cumplir a vos.
Y así lo haré.
Pero, mi señora,
de los problemas de fe
ha de encargarse la Iglesia.
Los problemas de Castilla
han de resolverlos sus reyes.
No os preocupéis,
encontraremos a siervos de Dios
que sean de nuestra confianza,
y de los que el papa
no pueda dudar.
No aceptará.
Vos sabréis explicárselo;
así cumpliréis vuestra misión
con éxito para Roma,
y para Castilla.
Esperaré a que regrese el rey.
No cabe demora,
pues él está al tanto de todo.
Aún podéis complacernos
en algo más:
si se revocase la bula que permitió
el matrimonio del rey de Portugal,
nuestro entendimiento
sería completo,
y muy grande nuestra satisfacción.
Esa demanda
no forma parte de mi misión,
pero se la trasladaré
a su santidad si es vuestro deseo.
Lo es,
como saber quién asiste a Castilla
para poner fin a esta guerra.
Padre, deberíais estar reposando.
A un rey
hay que recibirlo en el trono.
No me han traído aquí
negocios de Estado.
Pues habremos de resolver estos,
antes de hablar como padre e hijo.
Dejadnos a solas.
¿Dónde está mi nieto?
Mil veces os he ordenado
que lo trajeseis a Aragón.
Vos me enseñasteis
que un rey debe ser educado
por otro rey.
¿No fue así con vuestro primogénito,
el príncipe de Viana?
Y acabó enfrentándose a vos.
También os enseñé
que los reyes de Aragón
deben educarse en Aragón.
Pero este nieto vuestro
está llamado a un destino mayor:
heredar el reino
que arrebataon a don Rodrigo,
un destino que vos habéis forjado.
El mundo está cambiando, padre,
y lo estamos cambiando nosotros.
No podemos mantener
un pie en el pasado
si queremos caminar hacia el futuro.
¿Y qué pasa con Francia?
¿Estáis negociando con el rey Luis?
No.
Ahora, por fin puedo descansar.
Deseo que tengáis con vuestro hijo
tanta fortuna
como yo he tenido con vos.
Nunca me habéis decepcionado.
(Solloza): Y nunca lo haré.
Recuperaré para la Corona
el Rosellón y la Cerdaña.
Os lo juro,
aunque sea lo último que haga
en mi vida.
Yo, Fernando,
rey de Aragón, de Valencia,
de Mallorca, de Sicilia, de Cerdeña,
y conde de Barcelona,
juro defender los privilegios
y fueros de estos, mis reinos,
y, con la ayuda de Dios,
velar por el bienestar
de todos los que en ellos habitan.
Nadie que siga vuestro doctrinario
se apartará de nuestra fe,
estoy segura.
El señor Álamo
tiene su imprenta dispuesta,
esperando nuestras indicaciones.
Alteza.
Su santidad ha otorgado la bula,
la Corona podrá nombrar
a los inquisidores en Castilla.
No habrá Inquisición
hasta que fray Talavera
de por concluida su labor.
Pero, señora, el papa ha aceptado
vuestras condiciones,
¿por qué esperar?
Tenemos dos remedios,
y uno ya está en marcha.
Primero probaremos
la eficacia de este.
Llevamos meses
catequizando desde los púlpitos,
y nada se ha conseguido.
Este no es el camino.
Ningún camino revela
lo que nos espera al final,
si no lo recorremos entero.
¿Y qué ha dicho su santidad
sobre la dispensa de la muchacha?
¿Cómo que no estamos casados?
-El papa ha anulado la bula.
Así, los derechos que legitimaban
nuestra guerra con Castilla,
han desaparecido.
Todos nos vuelven la espalda, alteza,
porque ya ven a Castilla victoriosa.
Negociemos la paz de inmediato,
antes de que seamos más débiles.
Nunca.
¡Nunca negociaré
desde la humillación,
ni Portugal ni su reina
se lo merecen!
Tenéis razón, padre.
O caminamos hacia la victoria,
o conseguimos una ventaja
que nos permita imponer
condiciones de paz.
¿Qué proponéis?
La hija de Pacheco
nos ha pedido ayuda
para afianzar su señorío
sobre Mérida y Medellín.
Demostremos a los castellanos
que podemos invadirles
cuando nos plazca.
El obispo de Ébora
está listo para entrar en combate.
Hoy mismo
ha de quedar todo dispuesto.
¡Estáis loco!
Enviáis a vuestro padre a la guerra,
y nada menos que con el inútil
del obispo de Ébora!
Van a un desastre seguro.
Eso espero.
Queréis que el rey sea... derrotado.
-La guerra está perdida,
pero el rey no entra en razón.
Ha de convencerse por sí mismo.
Mientras el rey hace su guerra,
nosotros hemos de preparar la paz.
Convendría que escribieseis
una carta a vuestra sobrina Isabel.
Majestad.
-¿Son cuantiosas las bajas?
No, señor, en ningún bando.
Sean pocos o muchos los muertos,
la guerra... está perdida.
Mi tía,
Beatriz de Braganza,
me reclama para lograr la paz
entre nuestros reinos.
Alteza,
Alfonso de Portugal
ha entrado en Extremadura,
pero el maestre de Santiago
ha salido a su encuentro.
Apenas ha sido una escaramuza.
¿Hemos vencido?
Así es, señora.
A juzgar por lo que leo,
habéis ganado la guerra.
¿Qué está pasando en Portugal?
Piden paz
antes de perder la batalla.
Temo que el rey Alfonso
no gobierne su reino.
En vuestras manos está, alteza,
aprovechar la debilidad portuguesa,
y continuar la batalla o pactar.
Negociaremos la paz.
Y en ese trato,
el destino de Juana
será lo más importante.
¿Cómo puede permitir Dios
que al final de su vida
solo la traición rodea
a su rey más devoto?
A nuestro regreso
las gentes nos insultaban y escupían.
Solo quedaban ellos
por darnos la espalda,
y ya lo han hecho.
La derrota siempre es amarga.
Volveréis a ganaros
el amor de vuestros vasallos.
Ahorradme vuestra hipocresía.
Ha llegado el momento
que tanto anhelabais.
Conseguid una paz honrosa,
como haría un buen rey.
En la negociación,
el destino de Juana
será determinante.
Cuando se resuelva mi satisfacción,
me retiraré a un monasterio,
y gobernaréis en mi nombre.
No, hijo mío,
no tengo intención de abdicar.
Se hará como ordenéis.
Juana vuelve a ser el problema,
pero puede que tenga solución.
Cuánto os parecéis
a vuestra madre.
Nadie negará
que la sangre portuguesa
corre por vuestras venas.
Quien lo intentara
se daría de bruces
con el orgullo que siento
de que así sea.
Si respetáis el monopolio
de las rutas de Guinea,
no discutiremos
vuestros derechos sobre Canarias.
Tenéis mi palabra.
Os garantizo volver a las fronteras
previas a la disputa,
nuestra primera intención es
perdonar a los rebeldes arrepentidos
En cuanto a las indemnizaciones...
No las habrá.
Parecería que Castilla
hubiera sido derrotada.
Pero encontraremos una solución.
No hay paz más duradera
que la sellada con un matrimonio.
La dote disimularía
esa indemnización
que no podemos concederos.
¿Cuál es vuestra propuesta?
La boda de mi hija Isabel
con el hijo del príncipe Juan,
convendría a ambas partes,
¿me equivoco?
El rey se mostrará complacido.
Solo nos queda hablar de Juana.
Ningún derecho la asiste.
Pero sabéis que nos comprometimos
a casarla adecuadamente.
En eso mismo hemos pensado.
¡No habrá paz!
Pretenden casar a mi hijo con Juana.
¿Cómo pueden creer que aceptaría?
Solo es un desencuentro,
debéis seguir negociando.
No, para ellos es
condición indispensable.
Entonces, pensemos
en las ventajas de la propuesta.
Juana no será reina de Castilla.
Sé que la apreciáis,
pero no subirá al trono
a costa de mi hijo.
Alteza, un problema de legitimidad
siempre afecta
a los bandos que luchan por ella.
La paz será definitiva,
y, sobre todo, inmediata.
¿A tanto precio?
Venía dispuesta a todo,
¿tengo que sacrificar también
a mis hijos?
No será necesario,
poniendo las debidas condiciones.
¿En qué pensáis?
Consigamos ahora la paz,
que hasta el día de esa boda
ha de pasar mucho tiempo.
Para los esponsales habrá que esperar
a que el príncipe cumpla 14 años.
Y hasta entonces,
¿qué va a ser de mí?
Viviréis apartada
y a cuidado de tercera persona.
Llegado el momento,
y sin perjuicio
del acuerdo económico,
el príncipe podrá decidir
liberaros de vuestro compromiso.
Ese día tendré más de 30 años,
¿qué príncipe estará dispuesto
a desposarme entonces?
¿Por qué me condenan...?
-Pretenden evitar que tengáis hijos
que reclamen un día su derecho
al trono de Castilla.
Nos han burlado.
¿Por qué había de evitar
el príncipe la boda?
Ese matrimonio resolvería
las dudas de legitimidad de ambos.
¿Creéis que después de tenerme
14 años apartada y encerrada,
eso moverá su afán?
No cejará hasta acabar conmigo.
Alteza, el pacto es favorable,
y el reino necesita firmar la paz.
Habrá que seguir negociando.
-Señor,
nuestra sobrina es inflexible
en lo concerniente a Juana,
a cambio,
nuestras demandas son satisfechas.
¿Qué alternativa tenemos?
¿Otra derrota
con una paz con peores condiciones?
Ese matrimonio
es una victoria vuestra señora,
es el único camino
para ser reina de Castilla.
Nada se os ha ocultado,
vos decidiréis.
Hablaremos con los castellanos,
pero tendréis la última palabra,
y os juro que la respetaremos.
Se abre la puerta
Se cierra la puerta
Marchaos.
Comprended que si un enlace
está sujeto a tercerías,
el otro también debe estarlo.
Para Juana serán 14 años,
para la infanta apenas 3 o 4.
Isabel es solo una niña.
Es la primogénita
de los reyes de Castilla.
Vivirá en mi casa,
somos familia y así será tratada.
No tengáis cuidado;
no le faltará cariño ni atenciones.
Me prometí que mis hijos
no pasarían lo que yo pasé,
que tendrían otra infancia.
Cuando pensasteis eso,
olvidásteis que erais reina.
En política todo tiene un precio,
vos lo habéis fijado
al exigir las condiciones para Juana.
¿Por qué no levantáis
la mano con ella?
No os aflijáis,
vuestra hija será reina de Portugal.
Ella os lo agradecerá,
porque llegado el día
tendrá que cumplir con su deber.
Y su descendencia
reinará en otros Estados.
¿Podría tener una princesa
un destino mejor?
Alteza,
no sabíamos de vuestro regreso.
Beatriz, dejadme a solas
con la infanta.
Lo estoy bordando para vos.
Nunca me separaré de él.
Os haré muchos más.
Sois la mejor hija
que una madre pudiese desear.
Y sois hija de reyes.
Por ello, vais a casar
con el príncipe de Portugal.
Y un día compartiréis reino con él.
Escuchadme bien:
sabéis que os amo
más que a nada en este mundo.
Por ello me duele
tener que separarme de vos.
Por el bien del reino,
tenéis que vivir en Portugal
hasta el día de vuestra boda.
¿Entendéis lo que os he dicho?
Se abre la puerta
Pasos
¿Puedo haceros una consulta?
¿Qué os ocurre?
Parecéis asustada.
¿Es verdad lo que dicen?
¿Que van a instaurar un tribunal
para juzgar a los conversos?
(Suspira): Si en Castilla
se hablara menos de lo que se ignora.
Entonces,
¿podemos estar tranquilos?
El tribunal del que habláis,
que aún no existe,
solo condenaría a quien miente
diciendo ser cristianos.
Entonces,
¿no se va a juzgar
a todos los conversos uno por uno?
Si un día se implanta,
librará
a los buenos cristianos como vos
de los maledicentes
que airean falsas sospechas.
Pues a qué esperan los reyes;
ojalá llegue pronto ese día.
Pensaba daros esto.
Leedlo con cuidado
y practicad lo que dice.
Nadie volverá a dudar de vuestra fe.
Gracias, fray Hernando.
Pero primero
se lo daré a mi hermano.
El peligro está en la ciudad,
no en la Corte.
Portazo
¡Padre!
¡Samuel!
Calmaos, calmaos.
Calmaos, por favor.
Soltadle,
y llevaos cuanto queráis.
Pasos
¿Qué os ocurre?
Por servir a Castilla
alejo de mí a mi esposo e hija.
Me duele tanto como a vos
saber que nuestra hija ha de partir.
Pero un día entenderá
que el amor a ella
y a nuestro reino
inspira todos nuestros actos.
En cuanto a mí,
por muy lejos que esté,
nada podrá separarme de vos.
Rezaba por vuestro padre.
Lo siento mucho, Fernando.
Otro recibimiento
merece el rey de Aragón
que el de ver el rostro de su esposa
lleno de lágrimas.
Calla.
Tengo que contaros algo
que os hará feliz.
Espero otro hijo.
Perdonadme, Isabel.
¿Perdonaros?
Soy yo quien necesita
vuestro perdón.
Perdonadme por no dejaros ver
cuánto os admiro,
por no estar a vuestro lado
cuando lloráis como madre,
lo que debéis decidir como reina.
Un hombre no deja sufrir así
a su esposa,
y menos si la ama tanto
como yo os amo a vos.
Siempre juntos.
Siempre.
Perdón,
venía a preparar
el lecho de la reina.
Vuestra señora
ya no os necesitará por hoy.
Mirad lo que esos perros,
que se llaman cristianos,
son capaces de hacer a un niño.
Roban, asesinan, humillan...,
y dicen que lo hacen
en nombre de Dios.
¡Qué Dios es ese que permite
que esto ocurra
y que se haga en su nombre!
No culpéis a Dios
por los crímenes de los hombres.
¿Creéis que alguno
de esos buenos cristianos
que tenemos por criados
movió un solo dedo?
Solo hay algo más cruel
que obligar a un padre
a presenciar el asesinato de su hijo.
(Solloza): Dejarle después con vida.
Sed bienvenidos
en la casa del dolor.
Cerrad las ventanas,
yo mismo lavaré
el cuerpo de mi hijo.
Padre...
(Oración en hebreo).
(Sigue con la oración
en hebreo).
(Gorjeo).
Puerta
Señora, recordad que ante Dios
ya no soy vuestro esposo.
He tomado mi decisión,
y vos sois el primero
que debe conocerla.
¿Juana monja?
Tal es su decisión.
¿Y quién le permite decidir?
¿Acaso ha podido
mi hija hacerlo?
¡Es una burla!
Eso es lo que es
y no lo voy a permitir.
Alteza, quizá su decisión
sea sincera.
Si ha sentido la llamada del Señor,
no hay poder en la Tierra
que deba oponerse.
Pensadlo bien,
ninguna monja puede tener
descendencia legítima.
Si Juana profesa,
Dios gana una sierva
y nos resuelve un problema.
Está bien.
Si la muchacha quiere ser monja,
que lo sea;
pero yo me encargaré
de que sea más monja que ninguna.
Os lo juro por mi hija.
Señora, el príncipe.
La calentura va a más.
-La ventana debió abrirse de noche.
¿Dónde está el físico?
Ya está avisado, señora.
Es nuestro deber
tener descendencia.
Alteza, es vital
que guardéis abstinencia.
Quizás ha llegado la hora
de emplear instrumentos más eficaces
para acabar con la herejía.
Por la gracia de Dios,
os nombro inquisidor general
del reino de Castilla.
Cuanto menos sepáis,
mejor para vos.
Por el amor de Dios,
os lo suplico, dejadme ir.
Estoy bautizada,
soy tan cristiana como vosotros.
¿Me podéis explicar
qué es esto?
Les daremos un escarmiento,
se lo pensarán dos veces
antes de señalar a nadie.
(Grita).
Altezas, han robado
en mi despacho.
Hay que detener al turco.
Que la flota aragonesa
parta hacia Nápoles.
Por mi propia voluntad
y la merced de Alá,
es mi deseo
abrazar la fe verdadera.
Servíos, hijo mío.
Solo veis lo que os conviene,
y todo por esa perra cristiana.
Si no pasáis desapercibida,
tendréis problemas.
Si Juana sufre daño alguno,
responderéis ante mí y ante Dios.
¿Qué le han hecho a nuestra hija?
Dice que se presentó ante ella
su prima, Juana.
Si no lo hacéis por Beatriz,
pensad en la reina.
¿Osáis hablar
en nombre de mi esposa?
Vais a morir por esto.
Señora, estáis lívida.
Alteza..., ¡ayuda!
¿Pero qué disparates son esos?
Explicaos.
Boabdil entregará Granada
a los infieles.
No sucederá tal cosa,
Boabdil nunca será emir.
He decidido que Nasser,
el hijo de Zoraida,
sea mi sucesor.
Subtitulación realizada
por Cristina Rivero.
_____________________________________
NOTIZIE STORICHE.
_____________________________________
PERSONAGGI.
_____________________________________
TERMINOLOGIA STORICA.
____________________________________
LUOGHI E ATLANTE STORICO.
_____________________________________
CRONOLOGIA SPAGNOLA.
Nessun commento:
Posta un commento