↓B. Home Serie Televisive Spagnole: ⇉ Cap. 31° ↔ Cap. 33°.
Sommario:
Sommario:
Transcripción completa.
Señores, Burgos
ha tomado partido por Juana.
Es la villa más próspera de Castilla
y una plaza estratégica.
Zúñiga será doblegado,
le obligaremos a entregar la ciudad.
Burgos resistirá.
Cuando el rey Alfonso nos libere,
os prometo recompensa.
Nada urge más
que consumar el matrimonio.
Ahora sí sois la reina.
Habéis hecho lo que debíais,
id con la conciencia tranquila.
Ahora la Iglesia cederá,
y con la bula,
Castilla se volcará con vos.
Puede que haya otro modo
de conseguir fondos,
podría hablar con mi pariente,
Abraham Senior.
¿De qué cantidad hablamos?
-¿Cuánto podéis conseguir?
Sobrevaloráis nuestras capacidades.
Aquí tenéis la humilde contribución
de la Iglesia para la causa.
El rey Alfonso se encuentra
a dos jornadas de distancia.
Es un gran sacrificio, Beltrán.
Si hay que ganar tiempo, se hará.
Por mi honor,
os garantizo que lo conseguiremos.
¡Deteneos, Pacheco!
Prendedlos.
No vamos a levantar el asedio,
seguiremos con nuestros planes.
Cuando lleguen los portugueses
les plantaremos cara.
Retrasaremos las posiciones,
volvemos a Arévalo.
Alteza...
-¡He dicho que volvemos a Arévalo!
Si cortásemos la ruta del norte
con la carretera de Portugal,
cerraríamos el paso
a sus refuerzos.
Vamos a recuperar Zamora.
Pero, señor, Burgos va a caer,
no podéis marchar.
Sí puedo,
con ayuda de la reina.
Partimos hacia Burgos,
el rey me necesita.
Pero mi señora...
Disponedlo todo.
(Vítores a la reina).
Quedáis relevado
de vuestro cargo como alcaide.
Los franceses no van a venir
después de perder Burgos,
estamos solos
y bien solos, Pacheco.
Hay que tomar una decisión:
presentamos batalla
o nos retiramos.
Protegednos de los saqueadores.
En Burgos se ha recuperado la calma.
La Aljama no,
los burgaleses
se han vuelto contra los judíos.
Prometo ante Dios,
que en las Cortes
que tendrán lugar en Madrigal
en fecha próxima,
se aprobarán cuatro
de las diez medidas solicitadas.
Vuestra amiga empezó prometiendo
protección a los judíos de Burgos,
y en cuanto vio que los notables
se volvían contra ella,
no vaciló en humillarlos.
-Es la reina, tendrá sus razones.
¡No deja de ser una traición!
Han huido.
Se retiran hacia Toro.
Hay que darles alcance, vamos.
Descalza peregrinaré
a la ermita de San Juan
si atiendes mi ruego.
Protege a mi esposo,
y concede la victoria a las tropas.
Me voy a Francia,
embarco esta noche.
¿A Francia?
¿Y yo?
-Vos aguardaréis en Portugal.
Dad cuenta que en esta jornada
nuestro Señor os ha concedido
toda Castilla.
Subtitulado por TVE.
Después de esto,
Dios quiso probar a Isabel
y la llamó: "Isabel, Isabel".
Y esta respondió:
"Aquí estoy, señor".
Y Dios le dijo:
"Tomad ahora a vuestra hija,
a la que tanto amáis,
id al país de Moria
y ofrecédmela allí en sacrificio".
Cuando llegó al lugar
que Dios le había indicado.
Isabel levantó un altar,
preparó la leña,
ató a su hija
y la puso sobre el altar.
Luego tomó un cuchillo y...
(Respira agitadamente).
(Angustiada): Mi hija.
(Grita): ¿Dónde está mi hija?
Madre.
¡Ay!
Feliz cumpleaños, madre.
Vuestra hija me levantó temprano
para ir a buscar vuestro regalo.
¿No os complace la sorpresa?
Madre, ¿por qué lloráis?
De gozo, hija mía.
De saberos junto a mí.
Ahora, id a jugar con los mastines.
Princesa, acompañadme.
Decidme,
¿qué os ocurre?
He vuelto a padecer
sueños horribles de vuestra hija.
Quiera Dios que todas las desdichas
vengan del mundo de los durmientes,
y no del de los despiertos.
Campanas
(Gritos y abucheos).
¡Se hace saber,
y para que todo el mundo lo sepa!
Esta es la justicia que ordena
la reina Isabel, nuestra señora,
contra este conspirador.
Sirva como ejemplo
a todos los que obran en favor
de los enemigos de Castilla,
traicionan o niegan su fidelidad
a Isabel y a Fernando
como legítimos soberanos
de esta tierra
por la gracia de Dios.
(Abucheos e insultos).
(Emocionada):
Confitas de anís y limón,
como los que comía
en Arévalo de niña.
Los mismos, alteza,
fue mi esposa quien los preparó
y los hizo llegar a la Corte
para vuestra celebración.
Aplausos
Alteza, sirva este presente
como muestra de mi afecto y lealtad.
Aplausos
Os quedo muy agradecida
por tan valioso presente,
pero no se ofenda vuestra merced
si decido sumarlo al tesoro,
junto con el resto de obsequios,
para que sea Castilla entera
quien se beneficie
de vuestra generosidad.
Permitidme que ahora sea yo
quien os agasaje.
Y aunque no posea el valor
de joyas ni colgantes,
estoy seguro
DE que su alteza sabrá disfrutar
de la riqueza de sus páginas.
La historia de Lanzarote del Lago.
Os estoy muy agradecida,
pocas lecturas me placen más
que las historias caballerescas,
salvo las de vidas de Santos,
por supuesto.
Conozco bien esa historia.
Da cuenta
de la debilidad de Ginebra,
infiel a su esposo, el rey Arturo,
a quien traiciona con Lanzarote.
Demos gracias a Dios
de que nuestra reina no comparta
ninguno de los defectos de Ginebra,
y sí muchas de sus virtudes.
Os deseo muchas felicidades,
mi señora.
Con la felicitación del rey
doy por finalizadas
las celebraciones de mi aniversario.
Ir con Dios.
Ocupaos con Talavera
de donar y repartir con equidad
la comida sobrante
entre mi pueblo.
Que mis súbditos disfruten también
de los fastos reales.
Música cortesana
(Insultos y abucheos).
Alteza, la ejecución
ha tenido lugar esta mañana,
como dispusisteis.
Que Dios le perdone.
Más le hubiera valido
a él vuestro perdón.
¿Vos se lo hubierais concedido?
Bien sabéis
que no era santo de mi devoción.
Sin embargo...
No repetiré
los errores de mi hermano.
Dios los libre.
¿Pero qué pretendéis hacer
con los que no se han rendido?
¿Ejecutarlos a todos?
¿Creéis que me excedo
impartiendo justicia
contra los traidores?
Los más contumaces y peligrosos
ya han sido aniquilados.
Hay que saber cuándo es la hora
de cambiar el hacha por la pluma.
En las Cortes de Madrigal
prometimos consolidar
la Corona de Castilla.
¿Cómo consolidar un reino
si antes lo hemos desmembrado?
Haría falta un milagro.
No gobernaréis Castilla
como deseáis
si no imponéis vuestra autoridad.
Por supuesto.
Pero tampoco podemos prescindir
de la mitad de la nobleza.
Hay que atraer a aquellos
cuya lealtad aún vacila,
y también a quienes lucharon
en nuestra contra.
¿Y permitir que su traición
quede impune?
Castigadlos, quedaos con parte
de sus tierras y fortunas,
disminuid su poder.
Diego Pacheco aún no ha jurado
la lealtad que nos debe.
Según vos,
¿qué deberíamos hacer con un traidor
tan poderoso e influyente?
Negociad.
Demostrad que la Corona
domina la palabra
con tanta destreza como la espada.
La grandeza de una reina
reside en su capacidad
de ser amada por sus súbditos,
no en la de ser temida.
A nadie en Castilla ha otorgado Dios
tal grandeza más que a vos.
Se abre la puerta
"Shalom aleichem".
Rabino, no os quedéis ahí.
Haced el favor, tomad asiento.
Habiendo sido requerido por la reina,
esperaba que mi encuentro
se produjera con ella.
¿O es que además...,
ha decido retirarnos la palabra?
La reina os recibirá enseguida.
He creído conveniente
ilustraros con antelación.
No soy hombre dado
a intrigas y secretos.
Aguardaré fuera mientras tanto.
Sabed que la reina está dispuesta
a honraros con un cargo en la Corte.
Recaudador mayor del reino,
para ser exactos.
¿Qué decís ahora?
No entiendo.
Después de hacerse con nuestro dinero
y señalarnos como apestados,
pensaba que nos querría
lo más lejos posible.
¿Acaso va a exigirnos
más créditos millonarios?
¿No será su deseo compensaros
por los servicios prestados?
Yo mismo insistí
para que así sea.
Su alteza decretó en Madrigal
que somos una vergüenza
para Castilla.
Si de verdad
fuera su intención compensarnos,
debería empezar
por no marcarnos como a reses.
Temía que esta fuera
vuestra reacción.
Por eso me he anticipado,
para que no decepcionéis
con una negativa a la reina.
¿Pero no veis
que tal oferta me compromete?
(Indignado): Mientras mi pueblo
es traicionado por la reina,
¿he de aceptar yo su favor
y sumarme así a la traición?
¿Y mi dignidad?
¡Dónde queda mi dignidad!
-No os falta razón.
Pero os garantizo
que su ofrecimiento es sincero.
Tened por cierto
que pone a salvo vuestra dignidad
y asegura el futuro de los vuestros.
Sobrevivimos a los faraones
y cruzamos el desierto
hasta la Tierra Prometida.
Yavé siempre ha estado con nosotros,
no lo olvidéis.
Sí.
Puede que Yavé
siga protegiendo a los judíos
hasta el fin de los tiempos,
dudo que la protección de la Corona
dure tanto.
Queréis que acepte
privilegios reales
mientras los míos
ven menguar sus derechos.
Os prevengo para que os amoldéis
a las nuevas costumbres.
Obrad en conciencia,
pero en beneficio vuestro.
No podrían ser mejores noticias,
os felicito fervorosamente,
Peralta.
No ha sido tarea fácil,
hemos tardado años
en conseguir la renuncia
de su eminencia Despuch.
Qué bien aferrado a su báculo
estaba el cabrón en Zaragoza,
daría una mano
por ver la cara del papa
al aceptar
la renuncia de su valido
y dejarnos el arzobispado.
Contemos que en Roma
no tomen represalias.
Mucho me temo
que esta se la envainan
en el Vaticano.
¿Desea su alteza
que enviemos un mensajero
para avisar a Fernando?
Ni pensarlo, quiero estar presente
cuando se entere.
Como sabéis, las arcas del reino
se encuentran casi vacías,
así se me hace muy difícil
el gobierno de Castilla.
Os he hecho llamar porque sois
hombre de probada confianza
y de aguda inteligencia
para las cuentas y los números.
Es mi deseo nombraros
recaudador mayor del reino.
Mi señora,
es gran honor el que me ofrecéis,
pero si tanto valorías la confianza,
¿por que los míos somos señalados?
¿No es signo de lo contrario?
Sé que sentís mis decisiones
como un agravio,
sabed que no me agradan
tales medidas.
Entonces,
¿por qué las refrendáis?
Mi pueblo os ha sido fiel.
Recordad que es el Señor
quien inspira
las decisiones de su alteza.
Sois judío,
pero os he elegido a vos,
¿qué mejor prueba
de que vos y los vuestros
podéis contar con mi protección?
Aceptad, y demostraremos
que en la Corona de Castilla
no hay malquerencia
contra los judíos.
Mi fiel Abraham,
ayudadme a cumplir esta misión,
que el Dios en el que ambos creemos
me ha encomendado:
construir una Castilla
donde reine la armonía.
¿Qué decís?
Acepto.
Juro fidelidad y lealtad
ante mi reina,
juro desempeñar mi cometido
con la mayor dedicación,
y pelearé por cada maravedí
que se le deba a esta Corona.
(Solo espero que vuestra
ya larga estancia en Francia
sirva para conseguir
su alianza con Portugal
y juntos reanudar con fuerza
la conquista de Castilla).
Que mañana mismo
parta un mensajero.
Esta cama está fría y húmeda.
Mi señora...
-Calentad de nuevo el lecho.
Obedeced a la reina.
Campana
La siguiente casa
está en esa dirección.
¡Judío, cabrón!
¡Deja de robarnos
y púdrete en el infierno, hideputa!
¡Dejadme, estoy bien!
Id por ellos.
¡Apresadles!
Disculpadme, ¿deseabais verme?
Sí.
Necesitaba de vuestros consejos.
¿Soy tan implacable
como teme mi esposo?
No es eso.
Sin ánimo de contradeciros,
creo que vuestro esposo
sabe de lo que habla.
Él y el rey Juan
se han visto en trances semejantes,
y no han dudado en pactar
con los nobles catalanes
para ponerlos de su lado.
¿Por qué debería ser clemente
con los que quieren acabar conmigo?
Porque es de buen cristiano,
y porque...
clemencia e inteligencia
suelen ir unidas.
Gracias, Chacón, recapacitaré.
Alteza,
si me lo permitís,
me gustaría compartir con vos
una idea que me ronda hace tiempo.
Hablad sin traba.
Veréis.
Tras todos estos años
de servicio y dedicación a vos,
tal vez haya llegado el momento
de retirarme
y reunirme con mi esposa.
¿Retiraos, vos?
No lo toméis a mal,
si no os lo propuse antes
fue por jactancia,
pensaba
que me necesitabais.
Y así es.
¿Cuál es la diferencia
entre antes y ahora?
Alteza,
yo ya soy hombre viejo,
y vos no sois una niña.
Contáis con la sabiduría
y la protección de tres personas,
vuestro esposo Fernando sobre todo,
en quien debéis apoyaros.
Vos sois como un padre para mí.
Tened a buen seguro
que llegará ese día ansiado.
Pero de momento
os pido paciencia.
¿Qué os parecería si fuéramos juntos
unos días a Arévalo?
¿Eso os contentaría?
Hace tiempo que no veo a mi madre,
es hora de hacerles una visita.
Por el amor de Dios,
¿qué os ha ocurrido?
Venid conmigo.
¿Estáis segura
de que es vuestro movimiento?
Entonces, dejad la mano quieta
hasta saberlo.
Si una reina duda,
no debe hacerlo ver.
Yo prefiero bordar,
esto me aburre.
Si os sirve de consuelo,
a mí tampoco me gusta el ajedrez.
Vuestras obligaciones no son
las de quien reinará en un futuro.
La estrategia
forma parte de su educación
tanto como el cuidado
de sus modales.
Por favor, dejarme ir a jugar,
os lo ruego.
Está bien.
Luego volveremos
a vuestras lecciones.
¿Pensáis que le exijo demasiado?
Sois una madre exigente,
pero ella os adora.
No quisiera
arrebatarle su infancia
como hicieron conmigo
y con mi hermano,
pero es la heredera al trono,
y debe estar preparada.
Que eso no os cause desvelo,
si precisa de un buen ejemplo,
en su madre lo hallará.
No es cristiano
creer en premoniciones,
pero a veces me levanto
temiendo que algo malo le ocurra.
No solo sería terrible para mí,
sino para Castilla;
es mi única hija.
Pronto lo remediará Dios,
concediéndole más hermanos.
¡Ay! Mucho me temo
que mi vientre es incapaz
de albergar fruto alguno,
se obstina en su infertilidad.
Mi señora,
que esto no os sirva de ofensa,
pero...
¿Cumplís puntualmente
con vuestras obligaciones maritales?
Con más frecuencia
que la que el decoro aconseja.
Entonces, no os preocupéis,
Dios proveerá.
La reina está impaciente por saber
quiénes son los agresores
de su recaudador.
Sois el alcaide de Segovia,
os exijo una explicación.
Amigo Cabrera,
es común que haya agresiones
en las calles y caminos de Castilla;
ocurren todos los días.
Más aún si hay provocación.
¿A qué os referís?
Nadie gusta de pagar impuestos,
y menos aún
si el recaudador es judío.
¿Cuestionáis
una decisión de la reina?
Solo cuestiono la legitimidad
de esos a quienes tratáis con celo.
¡Basta ya!
Enteraos bien:
agredir a un judío se castiga igual
que si es cristiano el agredido.
Y si el judío trabaja para la Corona,
¡es como agredir
a la reina de Castilla!
Así que ya podéis esmeraros
para encontrar al culpable.
En Segovia abundan los partidarios
de librarse de esa gente,
¿debemos ponerlos a todos en el cepo?
Os equivocáis, Maldonado.
No os extrañe que la próxima piedra
que se lance contra un judío
caiga sobre vos.
¿Qué atormenta vuestra alma?
Desde la pérdida de mi hijo
me invade la culpa,
que se agrava
por mi falta de descendencia.
¿Acaso el Señor
se ha enojado conmigo?
¿Le habéis dado motivos?
Tal vez que asuma labores
más propias de un rey
que de una reina,
y me castiga por ello
negándome lo que más anhelo.
Si no,
¿por qué no escucha mis ruegos
y nos concede un heredero?
Dios pone a prueba nuestro temple
a todas horas.
Él decidirá cuándo agraciaros
con más descendencia.
Cumplid
con vuestras obligaciones maritales.
Es lo único que vos podéis hacer.
Tal vez eso pueda privarme
del favor del Señor.
¿Y si a Dios le ofende mi pasión?
¿A qué pasión os referís?
A la que nace del amor
que siento por mi esposo.
¿No sabéis
que el disfrute del tálamo
puede devenir
en pecado de lujuria?
¿Aún estando casados
con la bendición de la Iglesia?
Alejad toda tentación
procedente de la carne.
Prometedme que así lo haréis.
Lo prometo.
Cumpliré con mis obligaciones
de la forma más casta posible.
La alegría de unos
es la desdicha de otros,
qué gran verdad es esa.
Ya veo que os preocupa,
¿todavía no se lo habéis dicho
a la reina?
No sé cómo.
Sería cruel alardear de mi alegría,
pero también siento que no decírselo
es ser desleal hacia mi amiga.
Que eso no turbie
vuestra felicidad.
Pronto no hará falta palabras
para saber de vuestro estado.
¿Es que no os da pena Isabel?
Claro que apena,
pero la reina vela por sus intereses
y nosotros hemos de velar
por los nuestros:
por el hijo que vendrá,
y por toda nuestra familia.
No lo olvidéis.
¿Acaso tenéis frío?
Eso habrá que remediarlo.
Tal vez vuestro marido
os procure el calor que necesitáis.
¿Qué es esto
que lleváis puesto?
Algo que nos ayudará a concebir,
a tener un hijo varón,
como el que se malogró.
¿Con esto? Jamás.
Entendedlo, Fernando,
nuestra pasión ofende a Dios,
y él nos castiga
privándonos de un heredero.
¿Quién ha dicho tal cosa?
Esto es idea de vuestro confesor.
No, pero qué más da
si conseguimos nuestro propósito.
Prefiero ofender
al mismísimo Satanás,
antes que renunciar
al roce de vuestra piel.
Si Dios exige
que renunciemos a la carne,
acataremos su voluntad.
Sea.
Pero tened por seguro
que no permitiré
que nada se interponga
entre vos y yo.
Llaman a la puerta
Adelante.
Por fin un soplo de aire fresco
entre estos muros.
¿No os complace
la vida en nuestro palacio?
Habláis con la desesperación
de una prisionera.
Por culpa de vuestro padre
vivo en una prisión sin barrotes.
¿Tenéis noticias suyas?
De sus negociaciones en Francia
ambos sabemos lo mismo.
Entonces,
¿qué os trae por aquí?
La insistencia de vuestras cartas
preocupa a vuestro esposo,
y por ello ordena
que me ocupe de vos.
Si tal orden os desagrada,
dadla por cumplida y partir.
Al contrario,
será una grata distracción.
Al menos para mí.
Aguardad.
Podéis retiraros.
Alteza, ¿puedo ayudaros?
¿Busca consuelo vuestra alma?
Con una respuesta me conformo.
La pasada noche
mi esposa me sorprendió
con un excesivo recato
en sus obligaciones maritales.
¿Tenéis algo que decir al respecto?
Señor,
mi cometido es escuchar
y guiar a la reina.
Cierto, pero sin inmiscuiros
en nuestros asuntos de alcoba.
¿Con qué derecho os atrevéis?
La reina vive atemorizada
por el pecado de la carne,
y se sabe culpable,
teme el castigo de Dios
tanto como a vuestro rechazo.
Pues aparcad sus miedos
y liberadla de sus culpas,
tal vez así será fértil
y me de el hijo varón
que tanto necesitamos.
Rezo cada día
para que nazca el niño
que llevará las Coronas
de Castilla y Aragón.
Y yo os lo agradezco,
pero entended que rezar no basta.
Aquí también se fornica
por cuestiones de Estado.
Tenedlo bien presente.
Y además de alzar pendones
por los reyes de Castilla,
habréis de hacerme entrega
del ducado de Arévalo.
¿Aceptáis y os avenís
a dichas capitulaciones
como muestra de lealtad
y de fidelidad a vuestra reina?
Señora,
no acordamos eso en Burgos.
No puedo permitir que ostentéis
el título de duque de Arévalo
cuando esa villa
pertenece a mi madre.
Comprended vos que con mi título
va también mi honra.
¿Convendría a vuestra honra
ser duque de Béjar,
además de recibir
otras compensaciones?
Mantendríais el título,
pero vinculado a otro dominio.
Levantaos,
no os he hecho venir
para humillaros,
sino para que aceptéis mi propuesta,
y contar con vuestro apoyo
en lo sucesivo.
Os lo demostraré
en cuanto se presente la ocasión.
Os tomo la palabra,
y os solicito ayuda
para convencer a don Diego Pacheco
para que cese su rebeldía
contra la Corona.
Haré todo lo que esté en mi mano,
pero...
Sé que vuestra misión no es fácil,
por tanto,
os lo agradezco doblemente.
Id con Dios.
¿Hemos terminado por hoy?
Tan solo un asunto más.
Se trata de Maldonado,
el alcaide sigue
sin dar muestras de interés
por capturar
a los agresores de Abraham.
¿Hace oídos sordos
a mis requerimientos?
Puede más su inquina hacia los judíos
que la obediencia que os debe.
Entiendo.
Tenéis mi consentimiento
para obrar en consecuencia.
¡Prendedle!
¡Soltadme, soy el alcaide!
En nombre de Isabel de Castilla,
quedáis destituido.
Ya no sois el alcaide de Segovia.
Dad gracias
a la magnanimidad de la reina.
Por mí os hubiera lapidado.
Sin duda, un castigo acorde
con lo que sois,
un maldito judío converso.
Os presento a vuestro sustituto:
son Pedro de Bobadilla.
Tenéis el valor
de darle el cargo a vuestro suegro.
¡Sacadle fuera del Alcázar!
Os juro
que esta me las pagaréis.
Hideputa, hideputa.
Tened la certeza de que la derrota
nos supo tan amarga como a vos.
A vos os impidieron la victoria,
y a mí me han arrebatado el trono;
he malogrado el legado de mis padres.
No habéis malogrado nada,
vos no tenéis culpa alguna.
Sí, por haber creído
en promesas vanas.
Pero no he renunciado a luchar
por lo que es mío.
Vuestro padre, sin embargo...
-No sé a qué se dedica en Francia.
¡Al diablo con Francia!
Busquemos otras alianzas,
vayamos a Madrid,
veamos a Carrillo
y al marqués de Villena;
aún son poderosos.
Formemos un nuevo ejército,
se lo deben a mi padre,
y me lo deben a mí.
-Me temo que no es tan sencillo.
Lo haré yo misma,
como Juana de Arco
contra los ingleses.
A Juana de Arco la seguía
un ejército de 5.000 hombres.
Salid vos de Portugal
y perderéis la cabeza
como tantos
de vuestros partidarios.
Pues ya es hora de vengarles.
Juana, no podemos obrar
a espaldas de mi padre.
¿Sería mayor traición
que abandonarme, como él ha hecho?
Si yo fuera rey...
-Hablad con confianza.
A mi padre le falta el empuje
de la sangre nueva,
y vos sois joven y ambiciosa.
-Igual que vos.
Con vuestras mismas aspiraciones:
conseguir que Castilla y Portugal
sean un solo reino.
Qué diferente habría sido
de concertar nuestro matrimonio
en vez...
Disculpad,
he dado rienda suelta
a mis pensamientos.
Saber que tengo vuestro apoyo
me da nuevas fuerzas.
Confiad en mí, lo lograremos.
(Grita todo el rato):
Esa mujer no va a humillarme,
no cederé.
Grandes amigos de mi padre
han muerto a manos del verdugo
por no jurarle obediencia.
Caballeros con más honor y nobleza
que esa impostora
que se dice reina de Castilla.
Don Diego,
os lo ruego, recapacitad.
Ahora mismo debe retorcerse
en su tumba.
Guardad esos documentos,
no pienso firmar.
El trago es amargo, sí,
para mí también lo fue.
Pero obrad con astucia
y aveníos a pactar.
Tiempo habrá de desdecirse
si las circunstancias son otras.
Os diré algo
que me enseñó mi padre:
La historia no tiene clemencia
con los cobardes.
¿Qué esperaría él de mí?
¿Que me arrodille ante su enemiga,
ante una usurpadora?
Más vale arrodillarse ante la reina
que ante el verdugo.
Avisado quedáis.
¿Verdad que es hermosa?
Deseo para esta ciudad
una catedral
con agujas tan altas
que rocen el cielo,
y se contemplen
desde varias leguas.
Ya tenéis la de Burgos,
y yo me encargaré
que pronto tengáis en toda Castilla.
Una Castilla unida
y lista para marchar hacia Granada.
Así sea.
Debo daros las gracias.
Seguí vuestros consejos
y recuperé el ducado de Arévalo
para mi madre,
sin derramar sangre.
Lo aprendí de mi padre.
Un rey debe ser...
Querido.
No temido por sus súbditos.
Esta tierra está necesitada
de gobernantes justos,
y vos lo sois.
Debo partir inmediatamente
hacia Navarra
a poner freno al conde de Lerín.
Mi cuñado se niega
a pagar sus tributos a mi padre.
¿Vais de nuevo a la batalla?
No temáis,
regresaré sano y salvo.
¿Permaneceréis en la Corte?
Os concedo
que os preocupéis por el enemigo,
pero no por las sombras del pasado,
que no son sino eso: sombras.
Isabel,
nada volverá a interponerse
entre nosotros,
os lo aseguro.
No olvidéis nunca
que para un Pacheco
antes la muerte con honra
que una vida sin honor.
Tenéis a vuestro alcaide preocupado,
pero parecéis más inquieto que él.
Quien nada debe, nada teme.
En estas cuentas
aparecen irregularidades
que seguro podréis explicar.
El trigo almacenado
en los silos reales
no corresponde
a las fanegas de harina
molida en vuestro molino.
O tenemos una plaga de ratas
que devoran nuestro grano,
o esas ratas se lo quedan
para venderlo por su cuenta.
Debe tratarse de un error.
-Y grave, sin duda.
No empeoréis más las cosas,
sabemos de vuestro trato
con Maldonado.
De las sisas
que paraban en su bolsa
a cambio de manteneros
la concesión del molino.
Concesión que se os será retirada
de inmediato.
Y rezad para que todo quede en eso.
Os lo ruego, tened piedad de mí,
solo hacía lo que me ordenaban.
Tengo familia e hijos...
-¿Estáis dispuesto a enmendaros?
Sí, por el amor de Dios.
-Fijaremos un nuevo porcentaje;
pongamos que sea
el doble del anterior.
Alteza.
Hijo mío,
cuánto me alegra vuestra vuelta.
Traigo buenas noticias, padre.
Habéis echado
a los franceses de Navarra.
No ha hecho falta.
Vuestro yerno,
el conde de Lerín,
ha decidido
que Navarra no sea entregada
a un príncipe francés.
Así lo ha firmado en Vitoria.
Habéis conseguido
lo que no he podido en años,
será que vuestra presencia
les ha intimidado.
En todo caso,
la mía y la de mis hombres.
Es de vuestro coraje
y de vuestra fama guerrera
de lo que hablan
trovadores y poetas.
Espero que en sus romances
también mencionen a mi esposa,
que sin empuñar espada alguna
ha rendido plazas y fortalezas.
Poco creo que pueda aportar
una mujer en la batalla.
Tampoco yo aporto mucho
a estas tierras
cuando ya no hay batalla,
así que mañana partiré a Segovia.
Disculpadme,
no hagáis caso de un viejo
anclado en el pasado.
Os ruego que os quedéis
y no toméis en cuenta mis palabras.
Aquí se os necesita
como agua de mayo.
Os recuerdo que no ha concluido
la guerra con Portugal.
Y yo que a vuestro padre
no le quedan muchos años de vida,
así que aprovechad mi presencia
mientras dure.
Os valéis del afecto
que siento por vos.
Está bien,
retrasaré mi marcha.
Pero si he de preocuparme
por mis obligaciones en Aragón,
empezaré por las primordiales.
Empezad por donde os plazca.
Quiero saber de mis hijos,
qué tal se encuentran.
Solo por ese asunto
os valdrá la pena vuestra estancia.
Se abre la puerta
Veo que como recaudador
sois de gran eficacia,
no se os escapa ni un maravedí.
Fue el trato con la reina:
servirla con esmero.
Tarea que cada día
me resulta más difícil.
El pago de mayores tributos
es un mal necesario para el pueblo,
no esperéis
que os reciban con alharacas.
Temo más pedradas,
o algo peor.
Si hemos aumentado las sisas
es por el bien de la Corona.
Todos debemos colaborar
en la recuperación
de las arcas reales.
No solo las sisas
son motivo de queja.
Desde que vuestro suego
juró como alcaide,
el precio del pan se ha duplicado.
¿También es un mal necesario?
-¿Qué insinuáis?
¿Acaso dudáis de la honestidad
de don Pedro de Bobadilla?
¿Hay razones para la duda?
Yo mismo intercedí por él
ante la reina,
igual que por vos.
¿Acaso por ser mi suegro sus méritos
son menores a los vuestros?
"No cometeréis fraude
en pesos y medidas",
Levítico 19, versículo 35.
No lo digo yo,
lo dice la Ley de Moisés.
Que el Señor proteja
vuestro camino hacia Arévalo,
y sus ángeles os acompañen.
¿Dónde está Chacón?
No quisiera
que se nos echara la noche encima
viajando con mi hija.
Disculpad mi tardanza,
hemos recibido noticias.
El marqués de Villena se niega
a aceptar las capitulaciones.
Parece que se ha propuesto
poner a prueba mi paciencia.
Podríamos traerle hasta Segovia
cargado de cadenas
para que compareciese ante vos.
¿Y distinguirle
como caudillo de los rebeldes?
Sería un error.
Cierto.
Además, se sentiría honrado,
y después solo podríamos
enviarle al cadalso.
Si fuera mi deseo,
su cabeza ya luciría
en lo alto de una pica.
No, acudiré a Madrid,
negociaré hasta que ceda.
Daré aviso a vuestra madre
que se pospone el viaje a Arévalo.
Hacedlo,
encargaos vos en persona.
Comunicad a mi madre
la recuperación del ducado
y encontraos con vuestra esposa,
a la que tanto echáis de menos.
¿Y la princesa?
Quedará a cargo de Beatriz
en Segovia.
Portaos bien y obedeced
en todo lo que se os diga.
Perded cuidado,
la cuidaré como a una hija.
Vos me acompañaréis a Madrid,
que dispongan mi caballo, rápido.
¿No queréis contarlo?
Si no me fío de vos,
¿de quién habría de hacerlo?
Esto no durará, os lo advierto.
Pararemos cuando esté asegurado
el futuro de mis hijos.
Muy juntos se os ve a menudo.
¿No tramaréis algo a mis espaldas?
Hija mía,
qué cosas tenéis.
Decidme, ¿qué puede ocultar
un padre a su hija?
Vos a solas, nada,
pero con vuestro yerno al lado...
Tenéis razón,
nos habéis descubierto.
Aquí tenéis
el objeto de nuestro secreto.
(Sorprendida): Piedras de águila.
No hay amuleto más valioso
para asegurar el embarazo.
Y alumbramiento
sin complicaciones.
Pero son muy caras,
y difíciles de encontrar.
Todo es poco para vos
y para mis hijos.
¿Habéis visto
qué esposo tengo?
Prometisteis una iglesia
dedicada a Santa Engracia,
y no habéis pasado de los planos.
Así es, son tiempos de penuria.
A este paso, mis ojos enfermarán
antes de verla construida.
Pero a vos os prometí una sorpresa,
y ha llegado la hora.
Pensé que lo habíais olvidado.
Quiero presentaros
al nuevo arzobispo de Zaragoza.
Hacedle pasar.
Vuestro hijo Alonso de Aragón,
primogénito de Aldonza de Iborra.
¿Qué carnaval es este?
¿Se trata de alguna ironía
de mal gusto?
¿Qué decís?
Es una gran noticia.
Nos ha costado tiempo y esfuerzo
conseguirle el cargo a vuestro hijo.
¿No os hace feliz?
Os habéis enfrentado al papa.
No os hacéis una idea
de lo que esto va a provocarnos.
Creed que vuestra hija lamenta
no poder encontrarse junto a vos.
Asuntos de Gobierno impiden
que ella traiga la buena nueva.
Señora, ¿os ocurre algo?
¿No os alegra recibir noticias
de vuestra hija?
Mi fiel Chacón,
no es momento para alegrías.
¿Por qué no se me ha comunicado?
Así lo pedí yo.
No habléis, os lo ruego,
guardad fuerzas.
¿Y los físicos
qué han recomendado?
Ninguno acierta con su mal.
La culpa es mía.
He permanecido alejado de vos
tanto tiempo...,
os he descuidado,
pero os juro que va a cambiar.
A partir de hoy
seré yo quien vele por vos.
Os procuraré
los cuidados que precisáis.
Os lo juro.
Aquí tenéis al culpable
de la subida del pan.
Él hace pasar hambre
a vuestros hijos.
¿Con qué derecho
cobráis así la harina, ladrón?
(Todos): ¡Ladrón, hideputa!
¡Pégale, pégale!
-¡Puta!
¡Alto, alto!
Parece que el bellaco
quiere decirnos algo.
Hablad, reconoced ante todos
el motivo de tal abuso.
Si he cobrado de más ha sido
para compensar las sisas
que me obliga a pagar
el nuevo alcaide.
(Todos): ¡Justicia! ¡Cabrón!
¡Arrancadle la mano, por cabrón!
¡Cortádsela, por hideputa!
-¡Córtasela!
¡Alto, quietos!
¿No veis que no es él
contra quien debéis descargar
vuestra ira?
¿Contra quién entonces?
Contra quienes han provocado
que esto suceda.
Contra el nuevo alcaide
y su yerno el converso,
que es quien le ha colocado
en mi puesto.
¿De veras ansiáis justicia?
-(Todos): ¡Sí!
Entonces, haced que la reina
me nombre alcaide.
Juro que no os robarán jamás.
¡La reina debe escucharnos,
la obligaremos!
¿Cómo lo haréis?
Apoderándonos
de su bien más preciado: su hija.
(Todos): ¡Sí!
¿Estáis conmigo, segovianos?
-(Todos): ¡Sí!
Aceptadme
como vuestra reina legítima
y recibiréis el trato
que merece vuestra alcurnia.
Que sea don Gutierre
el testigo de mi ofrecimiento.
¿Qué decís? ¿Os avenís?
Mi padre,
a quien Dios tenga en su gloria,
no firmaría.
¿Por qué habría de hacerlo
su propio hijo?
Debéis elegir entre traicionar
la memoria de vuestro padre
o traicionar a la reina.
Sea.
Corra mi sangre
por las tablas del cadalso
antes de que fermente mi corazón.
Por el amor de Dios,
sois un insensato.
He venido
con ánimo de convenceros.
Grandes empresas nos aguardan,
y no deseo derramar
más sangre castellana;
sangre noble,
imprescindible para cometerlas.
No contéis con la mía.
Habláis como soberana de un reino
que no os pertenece por derecho.
Por rebeldía contra la Corona,
os condeno a morir
a manos del verdugo.
Quiera Dios que sea la última muerte
de un noble que se opone a mi reino.
¡Prendedle!
Alteza,
despacho urgente de Segovia.
El pueblo se ha levantado en armas
contra el Alcázar.
(Demudada): Mi hija...
Rápido, corre más deprisa.
Tumulto
¡Socorro, a mí la guardia!
¡Ayuda!
¿Estáis bien?
Andrés, querían llevarse a la niña,
¿qué sucede?
Maldonado,
ha organizado un levantamiento.
Levantad el puente
y preparaos para nuevos ataques.
De nada valdrán nuestras vidas
si le ocurre algo a la princesa.
La calentura no remite.
Voy a pedir a Isabel
que os envíe a sus físicos.
Si estoy de sanar o no,
ya solo depende del Señor,
no quiero ser molestia para nadie.
Sois la persona
más abnegada que conozco.
Mis obligaciones
nos han mantenido alejados,
y jamás escuché
reproche alguno por ello.
Gonzalo, no sufráis por mí,
he tenido una buena vida.
Si volviera a nacer,
os escogería como esposo.
Os juro que me cambiaría por vos
en estos momentos.
Pero Dios no lo ha querido así.
Habéis sido llamado
a una misión muy importante.
El Señor sabrá compensaros.
Pasos
Señor, nuevas de Segovia.
(Suspira).
Los segovianos
se han levantado en armas
contra el Alcázar.
Chacón,
¿mi nieta está en peligro?
Partid sin demora,
velad por quien más os necesita.
Sois vos
quien más me necesita.
No os afanéis
por llenar un cántaro roto.
Id para que pueda
seguir orgullosa de vos.
Regresaré en cuanto
todo se resuelva.
Os lo juro.
¿Qué pone que no lo leo?
Una petición
a la autoridad eclesiástica
para enmendar el error cometido
con el nombramiento de mi hijo
como arzobispo de Zaragoza.
¿Es que no entendéis
que necesito el apoyo del papa
para acabar con Portugal?
No creo que me vea con buenos ojos
después de vuestra maniobra.
¡Es que solo pensáis en Castilla!
¡Pienso en mi esposa y mi hija,
heredera al trono de Castilla
y al de Aragón!
Si es que tenéis a bien
derogar la ley que lo impide.
Qué obsesión.
¿Acaso no esperáis más hijos,
algún varón entre ellos?
¡Si Dios lo quiere!
Por el momento,
es la única que tenemos.
Entonces, el varón que opta
a la Corona de Aragón
es vuestro hijo Alonso,
¡el arzobispo!
¿Preferís que Aragón
lo gobierne un bastardo?
¿Qué tenéis
contra mi mujer y mi hija?
¡No consentiré
que una mujer herede mi reino!
Bastante tengo
con aguantar las trabas
que me pone la vuestra
sirviéndose de vos.
En ese caso,
os arriesgáis a no contar más
con el apoyo de Castilla.
Ni con el mío propio.
Traigo malas noticias.
Segovia se ha levantado
contra el Alcázar.
¡Preparad mi séquito,
parto enseguida!
(Sarcástico): Corred, corred,
que no se enoje la señora.
Mientras vos me retenéis
con vuestros manejos,
mi esposa e hija
se encuentran en peligro.
Espero que estén a salvo,
¡porque si algo malo les sucediese,
no os lo perdonaría jamás!
¿Y mi hija?
Guarecida y a salvo
en el Alcázar, señora.
¿Y a qué esperamos?
Hemos sido advertidos
de que no crucemos las puertas.
Soy la reina de Castilla
y esta ciudad es mía,
y para entrar no son menester
leyes ni condiciones.
Entraré en ella
por la puerta que me plazca.
¡Seguidme!
¿Cómo habéis traicionado así
la confianza de la reina?
Mirad lo que habéis provocado.
Calmaos,
todo está bajo cuidado.
¿Qué cuidado?
Casi hacéis
que prendan a la princesa.
Pagarán por ello,
os lo aseguro.
¡Pagaremos todos!
¿Qué necesidad había
de meteros en tales enredos?
La de todo hombre
que se precie de serlo:
la de protegeros,
a vos y a mis hijos,
asegurando vuestro futuro,
ya que el mío
cada vez es más incierto.
No tardará en llegar el día
que a los conversos los persigan,
y los marquen como al ganado.
La reina ha cruzado
la Puerta de San Juan
y atravesado la ciudad,
sin que nadie alzara la voz.
Tended el puente levadizo
y franquead el paso a su alteza.
Recibamos a Isabel
con la mayor dignidad posible.
Isabel, hija mía.
Dejad que os mire.
¿Estáis bien,
os han hecho algo?
Señora, disculpad
el desafortunado suceso.
Se os debe una explicación.
Por supuesto,
y habrá tiempo para ello,
pero primero
he de calmar a mi pueblo.
Abrid las puertas del Alcázar,
y dejad entrar y decir
a mis vasallos y servidores.
Porque lo que a ellos
les viene bien,
aquello es mi servicio
y me place que se haga.
Portazo
¿Qué hacéis aquí?
¿Ha llegado mi hora?
Aún no.
No, mientras pueda evitar
la estupidez de dejaros matar.
¿No habéis heredado ni una pizca
de la inteligencia de vuestro padre?
Para mentarle,
primero limpiaros la boca.
Vuestro padre arde en el infierno
en estos momentos,
¿queréis acompañarle,
es lo que pretendéis?
No busquéis gloria
ante la historia.
La historia
la escriben los que vencen,
Y vos,
muy victorioso no parecéis.
Jurad pleitesía a Isabel
y ella será magnánima,
igual que lo ha sido con otros.
No seguiré la senda de esos cobardes.
Perderéis la vida,
pero con ello no preservaréis
ni títulos ni posesiones;
pasarán íntegros a la Corona.
Vano sacrificio.
¿Qué ganáis vos en todo esto?
¿A qué tanto interés
por mi vida?
Si puedo evitar que mi reina
siga manchándose las manos
de una sangre
que Castilla tanto necesita,
así lo haré.
No me convenceréis con palabrería.
La reina no tendrá más remedio
que ver mi sangre.
Marchaos.
Sabed que mañana,
cuando vuestra cabeza penda
de la mano del verdugo,
escucharéis que se ha hecho justicia
en nombre de Isabel.
Pero mañana no habrá vuelta atrás.
No temáis a la muerte,
hijo mío,
en ella hallaréis la dignidad
que otros no tienen en vida.
(Por su tesón, valor y coraje,
y por la sangre nueva
que corre por sus venas,
entre otros atributos y virtudes,
considero que mi hijastro,
don Juan de Portugal,
es el esposo
que la reina de Castilla merece.
Por ello,
a través de esta misiva,
ruego a su ilustrísima
y reverendísima,
monseñor Carrillo,
interceda por mí ante el papa
para que declare nulo
mi matrimonio
con el rey Alfonso V,
dado que la bula matrimonial
nunca fue otorgada.
Por mi parte,
para que el casamiento
del príncipe Juan
con la infanta Leonor
sea revocado,
haré todo cuanto esté en mi mano
tales propósitos.
Así, aprovechando
la visita del príncipe,
no podré traba alguna
a nuestra cordial relación,
dejando la puerta de mis aposentos
permanentemente abierta,
a la espera de que él se decida
a abandonar a su esposa infanta
por otra que es reina.
Yo, la reina).
¡En pie, es la hora!
(Llora): No quiero morir.
Os lo suplico, dejadme.
¡Soltadle!
¿No veis que pide clemencia?
Juro obediencia y lealtad
a la reina Isabel.
Os lo juro.
Señora, solo queríamos justicia.
Justas no podían ser
vuestras demandas
si ha huido
vuestro caudillo Maldonado.
¿Por qué no está aquí
para exponerlas?
¡Confesad!
Vuestra intención era
raptar a la princesa.
¡Hablad!
¡Silencio!
El pueblo clama justicia
y yo se la voy a dar.
Se azotará a todo aquel
que participó en el levantamiento.
Quienes pusieron en peligro
la vida de mi hija
serán arrojados desde las torres
más altas del Alcázar,
donde buscaron refugio.
Que sirva de escarmiento.
En cuanto a vuestra merced,
no pondré en la misma balanza
un acto de felonía
y el abuso de poder.
Sin embargo,
os desposeo de vuestro cargo,
y os exijo que devolváis
hasta el último maravedí.
Tengo a bien nombrar alcaide
de la ciudad de Segovia
a don Gonzalo Chacón
y Martínez del Castillo,
de cuya decencia y honestidad
respondo yo misma.
Don Gonzalo, ¿aceptáis?
Entonces,
¿mi madre está bien?
No os figuráis cuánto deseo
reencontrarme con ella.
¿Acaso no hay mejor lugar
para el descanso
que de donde proceden
los mejores recuerdos?
Muy taciturno y callado andáis.
¿No es motivo de júbilo
vuestro nombramiento?
Lo es, alteza.
Entended que Castilla
no puede prescindir
de hombres como vos.
No sabéis mi tranquilidad
a saberos al frente de Segovia.
Es un honor, mi señora.
Me preguntaba si me haríais el favor
de entregar
estas palabras a mi esposa.
Con la noticia del alzamiento
salí precipitadamente de Arévalo
y no pude despedirme de ella
en condiciones.
Perded cuidado.
Juntas celebraremos
que sois el nuevo alcaide,
algo que la llenará de orgullo.
Llaman a la puerta
Adelante.
Con vuestro permiso.
Señora.
No hay palabras para expresar
nuestra vergüenza y arrepentimiento.
Me resulta difícil creer
que no estuvierais al tanto
de las vilezas de don Pedro.
Alteza,
os juro por lo que más queráis...
¿Todavía os atrevéis
a jurar por mi hija?
¿No os basta con haber decepcionado
a vuestra reina?
Señora...,
¿qué va a ser de nosotros?
Solo deseo unos días de tranquilidad
y recogimiento en Arévalo.
A mi vuelta
os será comunicada mi decisión.
Vuestro esposo
no me contó de vuestro estado.
¿Cómo está?
Si no ha venido,
es por culpa mía.
Acabo de nombrarle
alcaide de Segovia,
pero ordenaré
que venga a veros enseguida.
No podríais encontrar
consejero más leal.
Ni yo mejor esposo.
Me dio algo para vos:
una carta.
Haced el favor de leérmela,
si no os importa.
Mi siempre querida esposa.
No serán las palabras
que hoy escribo
las que den sosiego a mi pena.
Como tampoco describen
lo hermoso que ha sido nuestro amor,
solo comparable en su grandeza
a la de la tierra que os vio nacer.
Sin vos,
los días que me restan
quedarán vacíos,
y no pasará uno solo
sin que piense en vos,
hasta que el Señor tenga a bien
reunirnos a su lado.
Mientras ese ansiado día llega,
todas mis horas emplearé
en servir a Castilla,
y a su reina Isabel.
Así no habrá sido en vano
nuestra separación,
y podréis esperarme
allá donde estéis,
sin dejar de sentiros orgullosa
de vuestro esposo.
Vuestro y fiel para siempre.
Gonzalo Chacón.
Llaman a la puerta
Pasad.
Alteza, tenéis una visita.
¿Visita?
Un momento.
Está bien, hacedle pasar.
Señora.
Temo no ser quien esperábais.
Soy Beatriz de Braganza,
tía de vuestro hijastro,
el príncipe Juan.
El príncipe me hizo saber
que la ausencia de vuestro esposo
os causaba un terrible problema
de soledad y afecto.
Estoy aquí para remediarlo.
Es más,
traigo inmejorables noticias de Roma.
El papa ha reconocido el matrimonio
de Alfonso de Portugal y la muchacha.
Peligra todo lo previsto:
la bula,
la legitimidad por reclamar
los derechos de su esposa
al trono de Castilla.
Escuchó hasta la última
de vuestras palabras,
os lo aseguro.
Abandonó este mundo
sabiendo de todo vuestro amor.
Os lo agradezco, mi señora.
No, Gonzalo,
las gracias débo dároslas yo,
porque hombres cojo vos
son los pilares de esta tierra.
(Lee): Nuestras vidas son los ríos
que van a dar en la mar,
que es el morir.
Allí van los señoríos
derechos a se acabar
y consumir.
Allí los ríos caudales,
allí los otros medianos
y más chicos
allegados, son iguales
los que viven por sus manos
y los ricos.
Este mundo es el camino
para el otro que es morada
sin pesar,
más cumple tener bueno tino
para andar esta jornada sin errar.
Partimos cuando nacemos,
andamos mientras vivimos,
y llegamos
al tiempo que fenecemos,
así que cuando morimos,
descansamos.
Isabel, otra vez lloráis.
Deberías dejar de leer esos versos,
solo consiguen
despertar vuestra melancolía.
Si no queréis verme llorar,
prometedme que no os sobreviviré.
Juradme que no me haréis
pasar el trance de veros morir.
¿Por qué decís eso?
Juradlo.
Si así os place, os lo juro.
El caballero que esperabais
ha llegado.
Cuando los rebeldes de Extremadura
dejen de ser una amenaza,
partiré a Sevilla.
¿Cómo permitís que ella
dicte justicia y no vos?
¿Qué le ofreceréis?
El cese de vuestras incursiones
en el Rosellón y la Cerdaña.
La desconfianza
no es razón suficiente,
solo yo soy fuente de justicia.
(Grito de mujer).
-¡Soltadla!
Os presento a Susana Susón
y a Beatriz Osorio,
sobrina de Beatriz de Bobadilla.
¿Qué hacéis aquí,
cómo habéis entrado sin aviso?
En nombre de la Corona,
tomo este alcázar a mi servicio.
(Sollozo de mujer).
¿Cómo podéis vestir hábitos
y estar tan lleno de odio?
¿Para eso estáis aquí,
para conocer al hombre soñado?
No pienso complacer a la reina,
hace buenos a quienes la precedieron.
Poco la maldigo,
para como nos ha tratado
a los Pacheco;
humilló a mi padre
y ha arruinado a mi hermano.
La situación en Sevilla
es peor de lo que pensaba;
aquí el crimen
campa a sus anchas.
Mi señora, creo que sueño,
¿qué hace este paraíso en la nada?
El emir amenaza
con no pagar a Castilla.
¡Entregad las armas,
en nombre de la reina!
Si os han recomendado
mis tratamientos
será para ayudaros a concebir;
es mi mejor talento como físico.
No podemos tolerar que la reina
haga de Sevilla su hacienda.
Bien avisé que ese judío
solo traería desgracias.
Como la haya malherido,
no tendrá tiempo de convertirse.
Subtitulación realizada
por Cristina Rivero Moreno.
__________________________________________
NOTIZIE STORICHE.
__________________________________________
PERSONAGGI.
__________________________________________
TERMINOLOGIA STORICA.
__________________________________________
LUOGHI E ATLANTE STORICO.
Nessun commento:
Posta un commento