domenica 24 maggio 2020

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Sommario:

Isabel - Capítulo 16


¿Superarán Fernando e Isabel la traición de él? ¿Cómo afectará a la salud de la reina el aborto que ha sufrido? La guerra se recrudece y el futuro de Castilla sigue en el aire. Sigue habiendo dos reinas para el mismo tronoy la Iglesia y el dinero judío decidirán cuál de las dos se sienta en él.

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 Transcripción completa.
Quería que supieseis
que en mi vientre ya vive otro hijo vuestro.
Mis señores solicitan del rey de Portugal
que permita regresar a Castilla a la princesa Juana,
para velar por su futuro
y acordar un matrimonio adecuado a su rango.
Tenéis que saber vos, y por vos vuestros señores,
que la princesa Juana pronto será mi esposa.
Ella será reina de Portugal y yo rey de Castilla.
Ofrecimos generosidad a quienes así tratan de ofendernos.
Ya hemos negociado de más.
En Castilla solo hay una reina, y esa reina soy yo.
Entonces..., ¿guerra?
Guerra, Cárdenas.
Un hijo pondrá al rey siempre de vuestro lado.
Asegurará vuestra posición.
Dejaos hacer y acabará pronto.
Vais a ser padre.
¿Conocéis a fray Hernando de Talavera?
Conozco sus escritos.
Es mi deseo que sea mi confesor.
Cumplid la petición de la reina.
Que sepa que sois vos quien le proporcionáis
al tal fray Hernando.
Del bastardo aragonés, ni mención.
Alteza, permitidme que os presente a fray Hernando de Talavera.
Estamos ocupados en asuntos de Estado.
¿Acaso no lo es la consumación de vuestro matrimonio?
Juana es una niña.
¿Y si morís antes de que llegue la bula?
Concededme la regencia,
velaré por ella hasta que pueda reinar.
¿Pretendéis usurpar mi derecho al trono?
Señora, ¿dónde pensáis ir?
A buscar a Carrillo, que no responde a mis cartas.
Es la reina, está llegando a Alcalá.
¿Traéis noticias del arzobispo?
Sus palabras, señora, son:
que si la reina entrase por una puerta a Alcalá,
el arzobispo saldría por otra.
La ciudad de Toro ya es vuestra,
considerarla como la puerta de Castilla entera.
Podemos cortarles el paso.
Con Toro a nuestras espaldas, estaríamos entre dos fuegos.
Queda León, alteza.
Salid y explicad a mi ciudad si estáis con su reina
o con el invasor portugués.
Siempre he sido un leal vasallo de vuestra alteza.
Solo vos podéis convertirla en la reina soñada por Castilla.
Recemos juntos para que se cumpla la última voluntad de vuestra madre.
Algo pasa, decid qué ocurre.
El rey ha tenido una hija en Aragón.
(Gime).
¿Era hembra o varón?
Varón.
Que los primeros caballos que lleguen a las murallas
sean alanceados.
¡Así recibe la reina de Castilla a su ejército!
(Llora): Era un varón,
nuestro heredero.
Nacido muerto mientras vos volvéis humillado,
y con una jija en Aragón.
Subtitulado por TVE.
(Gritos e insultos).
¡Traidora!
(Insultos y gritos).
Señores, Burgos ha tomado partido por Juana.
No solo es la villa más próspera de Castilla,
es una plaza estratégica.
Pacheco tiene de su lado a los nobles andaluces,
el sur es suyo.
Si los franceses se reúnen en Burgos con las tropas de Alfonso,
estaremos atrapados entre dos frentes.
Luis de Francia no se atreverá a entrar en Castilla.
Ya lo ha hecho en Guipúzcoa.
Fuenterrabía resiste, pero no sé cuánto más.
El enemigo sigue siendo más poderoso y está mejor abastecido.
Recuperar Burgos es nuestra única opción.
¿Podemos, o nos arriesgamos a sufrir otra humillación?
O algo peor: ser aniquilados.
Pero os aseguro que lo de Toro no va a repetirse.
Esta vez les plantaremos cara, y que Dios se apiade de Castilla.
Hay que reunir al ejército.
Cursar las órdenes oportunas y se las haré llegar.
No soy la reina.
Alteza, el tiempo apremia,
vos sois el capitán de los ejércitos, debéis tomar una decisión.
Ya lo he hecho: esperaremos a la reina.
Lo hacéis muy bien.
Llaman a la puerta
Adelante.
Isabel, venid, acercaos.
Tomad, ¿queréis más?
¿Sí?
Marchad con ella, que os dará más dulces.
No os dejéis embargar por la pena, vuestro hijo descansa en paz.
¿Cómo se encuentra la reina esta mañana?
Es un día difícil,
hoy hace dos meses que perdimos al infante.
Nos lo jugamos todo en Burgos, Chacón,
no daré órdenes en su ausencia.
Aguardaremos lo que estiméis necesario.
Señores. Mi esposo, vuestro rey,
os ha puesto al tanto de la situación.
Burgos es la cabeza de Castilla, nuestro orgullo.
No podemos permitir que nos la arrebaten.
Zúñiga será doblegado;
le obligaremos a entregar la ciudad.
Y deberá jurarnos lealtad o responder por su traición.
El rey os dará las órdenes precisas.
Alteza.
Nobles señores,
tenemos mucho por hacer y el tiempo escasea.
Me propongo recuperar Burgos
sin comprometer en exceso nuestras fuerzas.
Sitiaremos la ciudad.
Que los burgaleses sufran hambre y penalidades,
que sepan que Zúñiga es el causante de sus desgracias.
Con la ayuda del Señor,
la haremos nuestra antes de que llegue el enemigo.
Convocad a Beltrán de la Cueva, al conde duque de Benavente
y al marqués de Paredes.
Cárdenas, haréis llegar carta a mi padre.
Necesitamos refuerzos, que los envíe sin tardanza.
¿Caballería, mi señor?
La artillería de Aragón.
¿Todo a punto para partir hacia Burgos?
Nos pondremos en camino en cuanto deis la orden.
Salgamos ahora mismo,
me muero por tener la cabeza de Castilla en mis manos.
Creía que pasaríais la noche aquí.
Siempre apremiándome, y ahora deseáis frenarme.
No confío en Luis de Francia.
No avanzará si nuestro ejército no le aguarda en Burgos,
por eso le llaman "el prudente".
Cuanto antes lleguemos, antes atacarán los franceses.
Pacheco, id y comprobar los preparativos.
Está todo listo, os lo aseguro.
Id y comprobad los preparativos, o lo que os plazca.
¿Qué os preocupa tanto que no puede escucharlo?
Un estorbo, alteza, que solo vos podéis despachar,
y no precisamente en la distancia. -Nada que no pueda esperar.
Estáis muy equivocado.
Nada urge más que consumar el matrimonio.
Castilla debe saber
que el legítimo esposo de su legítima reina
va a liberarla de los usurpadores.
Cuando haya dispensa papal, habrá consumación.
Paciencia.
Cuando ganemos la guerra, al papa le faltará tiempo
para firmar esa y todas las que le pidamos.
Cierto, los papas deciden mejor cuando ya está todo hecho.
Por eso tenéis que consumar sin pérdida de tiempo.
Por Dios, arzobispo, mi sobrina es una niña.
Dejaos de remilgos, ya no es tan niña.
Yo me estoy encargando
de que doña Juana aprenda todo lo necesario
para ser una buena esposa,
y una buena reina.
Ambos nos estamos esforzando mucho.
Ahora os toca a vos.
Es para Francisco de Solís, maestre de Alcántara,
que no ceje en sus ataques en la frontera portuguesa.
Quien tome una fortaleza enemiga se hará con el gobierno de la villa.
Trujillo, Madrid, Toledo,
las plazas que sufren el desgobierno de los rebeldes.
Si alzan los pendones legítimos de Castilla,
pasaré a ser realengos.
Yo, la reina, garantizo paz y un gobierno justo.
Enviadlas a Cádiz, Sevilla, Palos; entregaremos patentes de corso
para atacar a los barcos portugueses en ultramar.
Ya veremos cómo financia Alfonso la guerra
sin el oro de Guinea.
Que nuestro tesoro no sea el único que mengua.
De eso he de hablar con vos.
La campaña de Burgos va a suponer un gran dispendio,
un gasto enorme que nuestras arcas no pueden asumir.
Nuestros leales aportan hombres,
armas... Lo sé, no podemos recurrir a ellos,
ni tampoco subir otra vez los impuestos.
Necesitamos de nuevo el apoyo de la Iglesia.
Debéis hablar con el nuncio.
Os advierto que convencerle no será fácil.
Os ruego que lo intentéis.
Que sepa que cuando todo esto acabe,
nos pondremos al servicio de su santidad
en la guerra contra el turco.
Así se lo haré saber.
Podéis retiraros.
Sin fondos, los nobles nos abandonarán.
Habrá que ofrecerles algo a cambio.
El oro de Portugal es un botín suculento.
El botín de una guerra que todavía no hemos ganado.
Son promesas, solo eso.
Mi hermano, el rey Enrique, repartió tantos señorías y rentas
que dejó a la Corona en la ruina.
(Suspira). Cuando termine la guerra,
encontraremos la forma de revocar sus desatinos.
Pero en tanto los ejércitos
no obedezcan directamente a la Corona...
Dependemos de los nobles.
De no ser así,
la humillación de Toro hubiera podido evitarse.
Confiemos en la providencia.
¿Qué opinión os merece el nuncio del papa?
De monseñor Franco solo conozco su fama,
acaba de llegar a Castilla.
No obstante... Decid.
Hábil y ambicioso ha de ser para haber prosperado en Roma.
¿Me esperabais?
Puedo volver más tarde.
No es necesario, hablad.
Alteza, puede que haya otro modo de conseguir fondos.
Si me autorizáis,
hablaré con mi pariente Abraham Senior.
¿El rabino mayor de Castilla es pariente vuestro?
Así es.
Aunque hace tiempo que mi familia es cristiana,
aún nos quedan parientes entre los judíos.
Mi señora,
en tiempos de vuestro hermano,
el rey Enrique más de una vez recurrió a su ayuda.
¿Creéis que nos haría un préstamo?
Puedo consultarle.
¿Sin esperar a conocer el fruto de las gestiones del cardenal?
Quizá no haga falta. Estamos en guerra,
todo dinero es poco.
Hacedlo presto, confío en vos y en vuestra discreción.
¿Su santidad os ha enviado a Castilla para restablecer la paz?
Difícil encomienda, bien lo sabe Dios.
La paz solo llegará cuando la reina Isabel gane la guerra
En tal caso, habremos de ser pacientes
y dejar que la voluntad divina decida el resultado de la contienda.
Sea cual fuere la voluntad del Señor, no es de bien nacidos
permitir que un extranjero se haga con el gobierno de nuestros destinos.
(Asiente).
Castilla ha sido invadida,
mi señora reclama de Roma un compromiso con su legítima causa.
Y dinero.
Pues de eso se trata, ¿no es así, reverencia?
Mentiría si os dijera lo contrario.
No es fácil para su santidad responder a vuestra demanda,
os lo aseguro.
No será por falta de recursos.
Su posición es muy delicada:
el rey de Francia apoya a Alfonso, rey de Portugal.
y no he de recordaros que se trata de un aliado a tener en cuenta.
Hablemos claro.
De su santidad esperamos un préstamo.
Os propongo un trato beneficioso para Roma,
y para vos, por supuesto.
Tengo instrucciones muy precisas:
por el momento no os puedo ayudar.
Hablad con Roma, siempre he sido escuchado.
No insistáis.
¿Y la bula para Juana y Alfonso?
Hemos invertido mucho para que su santidad no la otorgue.
No sé cuánto tiempo más podremos frenarla.
¿Debo comunicar a mi señora
que su santidad recibe el oro de Castilla con una mano
y firma la bula de sus enemigos con la otra?
Reverencia, vos y yo nos debemos a la Iglesia.
Si la voluntad del Señor es que reine Isabel, reinará,
y, entonces, Roma bendecirá su reinado.
No dudéis que así será.
"Shalom aleijem".
Gracias por acudir a mi llamada con tanta presteza.
Hace mucho que no nos vemos.
Desde los disturbios de Segovia.
Hice todo lo que pude para conseguir la protección del rey Enrique,
pero Pacheco me lo impidió.
Nada os reproché entonces, y no lo haré ahora.
¿Sabéis que Burgos ha alzado pendones a favor de Juana?
Sí, allí vive mi sobrino Moisés, me ha escrito informándome.
La guerra nos sitúa en bandos opuestos,
contra nuestra voluntad.
Confiemos en que tal cosa no se prolongue.
Se está preparando el asedio a la ciudad,
pero las guerras son costosas y el tesoro real está agotado.
La reina me ha pedido que hable con vos.
Necesitamos un préstamo.
¿De qué cantidad hablamos? -¿Cuánto podéis conseguir?
Sobrevaloráis nuestras capacidades.
No, mi querido Abraham, no.
En otras circunstancias,
pondría la suma que precisarais a vuestra disposición,
pero..., seamos sinceros.
El resultado de la guerra es incierto,
¿y si vuestra señora fracasa?
Ganará, debe ganar.
De lo contrario, os diré lo que sucederá:
Alfonso de Portugal dejará Castilla en manos de Pacheco y Carrillo,
¿recordáis cómo se trataba a los judíos
cuando gobernaba Pacheco?
¿Creéis que con su hijo os va a ir mejor?
¿Y con vuestra reina?
Si acudís en su socorro, sabrá recompensaros.
Isabel no es como su hermano,
no se deja influir por nadie y es fiel a su palabra.
Os lo juro ante Dios, noble señor.
Dadme una semana para reunir el dinero.
Los usurpadores van a asediar Burgos,
debemos prepararnos.
No es tiempo de vacilaciones, Castilla nos contempla.
Burgos debe ser ejemplo para otras plazas.
Os conmino a cumplir las ordenanzas que hemos dictado.
Los concejos entregarán el trigo de la última cosecha,
se subirán las sisas en todos los productos,
y el precio del pan se gravará con un impuesto extraordinario.
Señor, mi nombre es Moisés Senior,
represento a los comerciantes de Burgos.
¿Venís de la Aljama?
Sí, soy judío,
pero hablo en nombre de todos.
Nuestros negocios no soportarán una subida de impuestos.
No son medidas de mi agrado, pero no hay otro camino.
Resistiremos hasta que las tropas portuguesas
rompan el cerco de esos hideputas.
Pero no son únicamente las sisas.
Vos conocéis mejor que yo las consecuencias
de un asedio prolongado.
¿Pretendéis que entregue la ciudad como un cobarde
solo para salvar vuestros comercios?
No, mi señor, no pido tanto. -Entiendo vuestra inquietud,
os preocupan los asaltos, los robos, el caos en la ciudad;
y es mi deseo tranquilizaros.
Garantizo a todos los burgaleses que no habrá pillaje ni altercados.
Os protegeré de los maleantes,
y recaerá la máxima pena contra quien cometa acto criminal.
Murmullos
El alza de los impuestos servirá para aumentar la guardia en la ciudad
Y, si es necesario,
recurriremos a las cuadrillas de la hermandad.
Burgos resistirá.
Y cuando el rey Alfonso nos libere, os prometo que seremos recompensados,
pues es hombre generoso y de palabra.
Dios puso en la mujer natural vergüenza por el pecar,
y fue hecha para que sirviese al varón,
y no para acecharlo.
En ellas no es tan fuerte la razón como en los varones.
que con la razón...
¿Estáis seguro de que este libro se lo escribieron a mi tía Isabel?
Sí, aunque os cueste creerlo según su manera de actuar.
Pero estoy seguro
que vos sacaréis más provecho de sus enseñanzas.
Lo intento.
Qué grabados tan hermosos, este es mi favorito.
Me agrada que os guste mi regalo.
Es vuestra viva imagen.
Y el caballero, ¿no se os parece a alguien?
Ahora que lo decís, al príncipe Juan, creo.
No, más bien a su padre, el rey, vuestro esposo.
Teníais razón, no podía partir sin despedirme de mi esposa.
Estáis muy hermosa.
Tomad asiento, ¿tenéis prisa?
¿Por qué?
Si os agrada la música, podría cantar para vos.
Conozco canciones de vuestra tierra que aprendí de mi madre,
vuestra hermana.
Con el permiso de sus señorías, tengo obligaciones que atender.
Les dejo a solas.
El dinero de los judíos ha hecho posible
que reunamos un ejército poderoso, ¿cómo vais a agradecérselo?
Decid mejor los judíos de Castilla, a ellos les devolveremos el préstamo
La gratitud será para Cabrera.
¿Tendréis suficiente?
Solo si la campaña no se alarga.
Hará falta mucha munición.
Y cuanto menor es la paga del soldado,
más sólida se vuelve la muralla a la que se enfrenta.
Tened fe, Roma pondrá el resto.
¿Acaso es herejía tener más fe
en la puntería de nuestros artilleros?
Eso preguntárselo a fray Hernando.
"Ave Maria, gratia plena. Dominus tecum...".
(Suspira).
¿Habíais visto alguna vez la Tizona?
No, reverencia.
Los Mendoza hace cientos de años que servimos al reino de Castilla.
Sabed que descendemos del linaje del Cid.
¿Es cierto que Roma no socorrerá a la reina, nuestra señora?
¿Os lo ha dicho ella?
Confía en que todavía lo podréis arreglar.
Vengo a ofreceros mi colaboración.
¿Vos?
Vos no podéis hacer nada.
Si así lo creéis.
Sabéis de oraciones y prédicas, pero de Roma, poco.
Volved a vuestras tareas y no indaguéis lo que no os incumbe.
Me incumbe,
y hacéis mal en negaros a que os asista.
Teneos, fray Hernando.
Pasáis por hombre virtuoso,
pero vuestra soberbia es inabarcable.
La Iglesia posee señoríos, cobra impuestos y réditos,
incluso, regenta mancebías.
Debe poner su riqueza al servicio de los reyes.
(Suspira): Debe sí, pero aún no ha decidido
quienes son los legítimos reyes de Castilla,
y en tanto, Roma nos remite a la Divina Providencia.
Dios proveerá en verdad,
pero tanto vos como yo tenemos la obligación
de allanarle el camino.
No puedo obligar al papa a que tome partido por Castilla,
pero nadie hará más por este reino que yo ni mi familia.
No lo olvidéis jamás.
Gracias por esta tarde en vuestra compañía.
Sé que vuestras ocupaciones son muchas,
pero espero que para vos también haya sido agradable.
Sí lo ha sido.
Cantáis muy bien.
Se cierra la puerta
Esas ropas os favorecen, y vuestro peinado.
Descansad, mañana vendré a despedirme de vos.
Alteza.
No os vayáis.
¿Tembláis?
Poco importa, mañana partiréis hacia Burgos,
y quizá tardaremos meses en volver a encontrarnos.
Por la memoria de mi madre, os lo ruego.
No puedo quedarme,
hay mucho que hacer, y partimos al amanecer.
Teníamos que pasar este trance.
Ahora, sí sois la reina.
Chapoteo
Fernando.
Hacía mucho que no os veía descansar tan plácidamente.
Tenéis calentura.
Será del calor del lecho. Os esperan.
Debo partir enseguida, pero si no estáis bien...
Estoy bien.
Volveré victorioso,
os lo prometo.
No hagáis promesas, confío en vos.
Isabel, quiero estar seguro que no cometeréis imprudencias.
Sabéis que sufro por vos, por vuestra salud.
Dadme vuestra palabra de que os vais a cuidar.
Tenéis mi palabra.
Id tranquilo.
Fernando,
decid a Catalina que pase.
(Gemido).
Llaman a la puerta
Adelante.
Traedme una infusión de clavo y una cataplasma de vinagre.
¿Llamo al físico? No.
(Gemido).
Por Dios, Pacheco.
Era primordial que no nos tomasen la delantera,
¿cómo nos han cortado el paso en Palencia?
Nos cuesta avanzar más de lo que esperábamos, alteza.
Las lluvias han dañado los caminos,
nuestros hombres... -Excusas,
teníais que haberlo previsto.
Todavía estamos a tiempo.
Al sur hay una cañada que lleva hacia Burgos
sin pasar por Palencia, perderíais media jornada.
Está bien.
Recuperad el tiempo perdido.
(Suspira).
En cuanto entréis en Burgos, nos reuniremos con vos,
me acompañará vuestra esposa.
¿Es necesario? -Es la reina de Castilla.
Preferiría que esperase aquí.
Conviene que vuestros súbditos os vean juntos.
Verán que es una niña.
Habéis hecho lo que debíais, id con la conciencia tranquila.
Ahora la Iglesia cederá.
Con la bula, toda Castilla se volcará con vos.
Así lo espero.
Despedidme de Juana, os lo ruego.
Castilla vio nacer a nuestra Orden,
muy castellano es nuestro ideario por sencillo y austero,
y las gentes lo saben.
Saben que los jerónimos no entregamosnuestra vida al Señor
en la esperanza de subir a los altares,
sino en el anhelo de servirle con humildad y recogimiento.
Así nos hemos ganado su respeto.
La reina, doña Isabel,
se inspira en nuestros mismos principios.
Es su deseo que Castilla sea gobernada
en la fe y la caridad.
Y como a nosotros,
le repugna el vicio y la corrupción que han envilecido a la Iglesia.
Mi querido fray Hernando,
nuestra Orden se ha mantenido alejada del poder.
Quizá por ello, y no por nuestra virtud,
hemos evitado el pecado.
Pero ahora el poder lo detenta una mujer
cuya rectitud y devoción el mismo San Jerónimo alabaría.
¿Planteáis la alianza entre nuestra Orden y la reina
como una gran oportunidad?
No en nuestro provecho, padre prior,
sino en el de nuestra labor evangelizadora.
Con la protección de la reina,
llevaremos nuestra doctrina a todos los rincones del reino.
Si se mantiene en el trono. -Su causa es la nuestra,
por eso debemos acudir en su auxilio.
Que sepa que hay quienes están a su lado
sin esperar compensaciones mundanas,
que no mercadean con la fe, como Roma,
que no la socorren a cambio de un beneficio,
como los judíos.
¿Y ella no sabe de vuestras gestiones?
Nada pretendo para mí.
Solo pienso en Castilla, y en su reina.
Nuestro respaldo sería para ella mucho más que un alivio económico.
Ayudémosla, padre.
Os lo ruego.
Ya han terminado de colocar las lombardas.
Recia tendrá que ser la lealtad de Zúñiga
para resistir el castigo.
Más recia es la artillería aragonesa,
no tardarán en entregar la ciudad.
¡Alteza, con permiso! ¿Quiénes sois?
Francisco Ramírez de Madrid, artillero.
Hablad.
Las lombardas están mal colocadas,
si se disparan, los bolaños no llegan,
están demasiado lejos. -¿Y ahora lo decís?
Llevamos días organizando las posiciones.
No me ha sido posible verlo antes,
estaba al otro lado del río disponiendo las minas.
¿Qué proponéis? Adelantar las lombardas,
nos quedaremos sin munición antes de hacer rasguños a la muralla.
¡Que cese todo bombardeo inútil!
Mi señor, si desplazamos la artillería en dirección sur,
tendremos a tiro una zona muy endeble de la muralla,
que no es de piedra, solo es adoquinada.
Poco tardaríamos en abrir brecha. Y menos en entrar a Burgos.
¡Alteza! El rey Alfonso se encuentra a dos jornadas de distancia.
¿Tan cerca? Avanzan rápido.
Si nos cogen en campo abierto nos aplastarán.
¿Retrocedemos a posiciones más seguras?
No, tomaremos la ciudad y les haremos frente desde dentro.
¡Ramírez!
¿Me aseguráis que entraremos por el lugar que me decís?
Me jugaría la mano diestra. ¿Cuánto tardaréis
en disponer las lombardas? Dos días, trabajando a destajo.
No disponemos de tanto tiempo, tienen que estar mañana.
Haced lo imposible.
Beltrán, venid.
¡Paso al rey!
Necesitamos ganar tiempo como sea.
Solo dos días y Burgos será nuestra.
No cabe si no frenar a los portugueses.
Si envío el grueso de mis fuerzas a su encuentro,
el asedio podría fracasar.
Entonces, sí estaríamos a su merced.
Mis hombres y yo podemos retrasar su avance.
Es un gran sacrificio, Beltrán.
Mi vida y la de mis hombres están al servicio de Castilla.
Os uniréis al conde duque de Benavente,
pero aún así, os doblan en número. Si hay que ganar tiempo, se hará.
Por mi honor, os garantizo que lo conseguiremos.
Id pues.
Por Castilla.
Por Castilla.
Que Dios os proteja.
Dos jornadas y Burgos será liberada.
Dios os oiga, y ojalá quede algo por liberar.
¿A qué ese lamento?
Dijisteis que la guardia nos protegería,
y hay robos, incendios, saqueos, violaciones...
¡Mis hombres no pueden estar en todas partes!
La culpa es de esos hijos de mil rameras
que nos tienen acorralados.
Muchos tememos más a los de dentro de la muralla
que a los que intentan derruirla.
Escuchad nuestras súplicas, entregad la ciudad.
Veo que vos y yo no defendemos la misma causa.
Estáis dispuesto a traicionar a la reina Juana
por cuatro fardos de lana,
cuando no es poco el provecho que vos y los vuestros
habéis sacado de la desgracia. -¿Qué estáis diciendo?
Hablo del trigo, de la harina,
de los alimentos que los judíos vendéis
a precios abusivos.
Condenáis al hambre a quien no puede pagarlos.
Con la escasez y la subida de las sisas,
no solo los judíos;
todos los comerciantes han aumentado los precios.
Me acusan de causar su desgracia
mientras se enriquecen a nuestra costa.
Porque sois vos y vuestro empecinamiento
los responsables de la miseria de los burgaleses,
judíos y gentiles. -¡Perro!
(Todos): ¡Perro, usurero, traidor!
Está decidido.
Resistiremos los envites de esos hideputas hasta el rescate.
Y sabed que cuando la ciudad sea liberada,
no habrá clemencia para los traidores.
¿Cómo que no hay dinero para pagar las soldadas?
Lo poco que quedaba del préstamo se ha ido en munición,
camino de Burgos. No puedo dejar a mi esposo
al mando de un ejército que le dará la espalda si no cobra.
Hay que conseguir dinero como sea.
¿Tenemos noticias de Roma?
Nada nuevo.
Alteza.
Aquí tenéis la humilde contribución de la Iglesia para vuestra causa.
Las iglesias castellanas ofrecen a la Corona
la mitad de la plata de sus parroquias.
¡Por fin la Iglesia nos ayuda!
Os felicito.
Sin saberlo habéis salvado a mi esposo,
pues imagino que vuestra callada intervención
habrá sido decisiva.
Con esta plata acuñaremos moneda para pagar los gastos de la guerra.
Disponedlo todo.
El Señor está de nuestra parte. Así es.
Y sus fieles más devotos están con vos.
¡Alto!
Valen más vivos que muertos.
Vaya..., el puto del rey Enrique.
Don Beltrán de la Cueva.
Y vos, sin duda, sois hijo de vuestro padre.
Hacedlo,
que todos sepan de vuestra cobardía.
¡Deteneos, Pacheco!
Prendedlos.
Las tropas de Beltrán y el conde duque han resistido
hasta tres veces el envite de los portugueses.
Pero, finalmente, han tenido que rendir las armas.
¿Cuántos más vais a tardar con esas lombardas?
Necesitaremos una jornada más, alteza, hacemos lo que podemos.
¡Maldita sea!
¡Van a caer sobre nosotros!
He enviado a mis hombres a una muerte segura
y no ha servido para nada.
Alteza, los capitanes esperan órdenes.
No vamos a levantar el asedio, seguiremos con nuestros planes.
Cuando lleguen los portugueses, les plantaremos cara.
Que Dios nos asista.
Lo de Toro no va a repetirse.
No volveré a fallarle a Isabel, pase lo que pase.
Hemos perdido la mitad de nuestras tropas.
Vos mismo lo visteis, se defendían como perros rabiosos,
pero la jornada ha sido nuestra.
La mitad de nuestras tropas.
¿Ha merecido la pena? -Ahora tenemos el camino despejado,
solo diez leguas nos separan de Burgos.
Acabamos de sufrir una sangría y ya pensáis en otra batalla.
¿Dónde tenéis la cabeza, Pacheco?
Si no llegamos enseguida, Zúñiga tendrá que entregar la ciudad.
Nuestras tropas están maltrechas,
los que han salido con vida se hayan extenuados;
no nos podemos precipitar.
Id a descansar, Pacheco.
Yo enviaré un mensaje a mi hijo Juan,
debe de estar a punto de cruzar la frontera;
que apriete el paso.
Esperaremos sus refuerzos. -Mi señor,
sin Burgos perderemos el apoyo de los franceses.
No hay más que hablar.
Retrasaremos nuestras posiciones, volvemos a Arévalo.
Alteza. -He dicho ¡que volvemos a Arévalo!
Señor,
las lombardas están en su sitio, tenemos la muralla a tiro.
Que arrecie el bombardeo.
Artillero. Mi señor.
Cada minuto es valioso.
Si conseguimos entrar en Burgos, tendremos una oportunidad.
Entraremos.
¡Señor! Los portugueses..., retroceden.
¿Cómo decís? Se van, no hay duda.
Se retiran hacia Arévalo.
Salvados, Cárdenas, estamos salvados.
Pero ¿por qué, por qué desisten ahora?
Beltrán hizo mucho más de lo que se le pidió.
Agotó a sus tropas, tiene que ser eso.
Se repliegan a Arévalo para recuperar fuerzas
a la espera de más tropas, no hay duda.
Si cortásemos la ruta del norte con la frontera de Portugal,
conseguiríamos cerrar el paso a sus refuerzos.
Cárdenas,
vamos a recuperar Zamora. Pero, señor,
Burgos va a caer, no podéis marchar ahora.
Sí puedo, con ayuda de la reina.
Pondrá a Burgos a sus pies como hizo con León.
Señor, si se lo pedís sabéis que vendrá.
Antes de dejar la Corte
yo mismo le hice prometer que no cometería imprudencias.
Ahora no sé...,
no sé si debo pedirle tal sacrificio.
Señor, el tiempo apremia.
Decidid lo que tengáis que decidid, pero hacedlo ya.
(Lee): Por el bien de nuestros reinos debo rogaros
que acudáis a la muy noble ciudad de Burgos
para recibir del alcaide de la fortaleza
juramento de obediencia y fidelidad.
Pero Dios sabe lo que me pesaría que este viaje os hiciera algún mal.
Así os ruego no penéis si no podéis acudir a mi llamada,
que la salud de vuestra señoría es lo más principal.
Juro por vuestra vida y mía, que nunca tanto amé.
Partimos hacia Burgos, el rey me necesita.
Pero mi señora... Disponedlo todo.
Os prepararé unas cataplasmas de malvas
para aplicar sobre el vientre,
y un escapulario de San Blas, que dicen hace mucho bien.
Portaos bien,
y haced caso de todo lo que os diga Beatriz.
Señora, sed prudente, ya no tenéis calentura
pero la partera os advirtió que no os conviene cabalgar.
Dejo a mi hija en vuestras manos,
nadie mejor que vos podrá cuidar y proteger
a la heredera de Castilla.
Fray Hernando, os buscaba.
Vos diréis, reverencia.
Quería agradeceros vuestras gestiones;
la mitad de la plata de la Iglesia de Castilla es mucho.
Ya me habéis felicitado.
El que algo hace, espera su recompensa.
Decidme,
¿qué esperáis vos?
Una Castilla gobernada según los preceptos de Dios,
nuestro Señor.
No es poco.
Os seré franco, fray Hernando, no me fío de vos.
Deberíais, nada tengo que esconder.
Sois tan virtuoso...,
y, sin embargo, os desvivís por el favor de la reina.
Aún no sé qué ambicionáis, pero lo averiguaré.
No todos los siervos de Dios estamos hechos de la misma madera.
Mi esposo reclama mi presencia en Burgos.
Partimos de inmediato.
Ordenaré preparar mis mejores caballos,
el viaje no será fácil.
No, vos acudiréis al encuentro de las tropas del rey en Zamora,
os pondréis a sus órdenes.
Talavera, preparaos para el viaje, saldremos enseguida.
(Grita): Soltadme, soltadme.
¡Nooo!
¡Soltadme, yo no he sido!
(Gemido).
¡Deteneos! ¿Qué sucede aquí?
Nada que a vos os incumba.
Seguid vuestro camino y no os detengáis.
Os habla la reina.
Cualquier cosa que suceda en Castilla
es de mi incumbencia.
Mi señora, os ruego me perdonéis.
Contestad a su alteza,
¿por qué vais a ajusticiar a este hombre?
Es un asesino,
ayer mató a un carretero para quitarle la bolsa.
Aquí está la prueba.
¡Mi señora, os lo suplico! Tened piedad.
¿Sois de alguna hermandad? -De la de Burgos.
Aquí tenéis.
Creía que las hermandades ya no existían,
que eran cosa del pasado.
Todavía funcionan en algunas ciudades.
Vuestro germano Enrique tuvo trato con ellas.
Mi señora, velamos por la seguridad de los caminos.
Sabéis que hay bandidos por todas partes.
Cuando termine la guerra,
también llegará la paz en los caminos.
Que Dios se apiade de su alma.
¡No, no!
¡Perra, perra! ¡Así os pudráis todos en el infierno!
¡Soltadme!
Cómo os he echado de menos. Y yo a vos.
¿Cómo estáis?
Un poco cansada, nada más.
¿De verdad estáis bien?
Mi conciencia no está tranquila desde que os escribí.
¿Por qué debería mentiros?
¿Y vos? Parecéis agotado.
Debo partir a Zamora de inmediato.
Ojalá pudiéramos...
Decid, ¿cuál es mi cometido?
Zúñiga es terco,
va a forzarnos a arrasar Burgos antes de claudicar.
Hemos redoblado los bombardeos,
debe rendir la plaza.
La entregará.
Cuando desista, entrad en Burgos y hacedla vuestra.
Que todos os juren lealtad y obediencia.
Así lo haré.
Me cuesta dejaros ir.
Pero, por el bien de Castilla, partid cuanto antes.
Nos reuniremos pronto.
Os lo aseguro.
Id con Dios.
Isabel a las puertas de Burgos,
solo esto faltaba tras una noche de bombardeos.
No se habla de otra cosa.
¿Sabéis que las gentes se han refugiado en la catedral
y han rezado hasta el amanecer? -Lo vi con mis propios ojos.
No cabía allí ni una aguja.
Los burgaleses convertidos en un coro de plañideras.
¿Cuándo piensa venir Alfonso de Portugal?
Mi señor, la ciudad está en llamas, hasta el arco de San Gil arde.
(Grita): Lo sé.
Malditos usurpadores.
Puto Fernando y puta su meretriz Isabel.
Y encima nos tendremos que postrar ante elos,
así se los lleve el diablo.
Esperad.
Llevad un mensaje al campamento de esos perros.
Rendimos la plaza.
La ciudad es suya.
Campanas
(Alboroto y vítores).
(Todos): ¡Viva Isabel! ¡Viva la reina Isabel!
Vamos, ahora hay que demostrar que somos dignos de tanto aprecio.
(Vítores a la reina y al rey).
Muy noble señor de Zúñiga,
conde de Plasencia y duque de Arévalo,
quedáis relevado de vuestro cargo como alcaide.
Os conmino a abandonar el castillo.
Es mi decisión que desde ahora Burgos sea gobernada por la Corona.
Burgaleses, os garantizo
que todos los daños causados durante el asedio
serán reparados sin coste alguno para la ciudad.
Conversaciones
Alcanzada la paz, restauraremos el orden y la justicia
Ahora debéis prestar juramento.
Muy alta y católica y poderosa reina nuestra señora.
Os hago entrega de la fortaleza de Burgos,
y juro obediencia y lealtad a vos,
como legítima heredera del rey Enrique
y como reina de Castilla, que lo sois.
Es de justicia reconocer
que durante vuestro cargo como alcaide
habéis gobernado procurando por el bien y la prosperidad.
Habéis defendido la ciudad con arrojo y valentía.
Por ello, conservaréis vuestras propiedades,
y los títulos y prebendas que hasta hoy os favorecen.
Vuestra alteza sois muy generosa.
Que todos sepan
que aquellos que abandonen el bando de la muchacha
y nos juren fidelidad a mí y a mi esposo,
conservarán propiedades y privilegios.
Debéis ayudarme, necesito que la reina me escuche.
El objetivo más importante para vuestros reyes
que conseguir que la paz reine en Castilla.
Paz para todos los castellanos.
(Vítores a la reina y a Castilla).
Conozco a vuestro tío,
nuestra causa parecía condenada hasta que Abraham Senior nos ayudó.
Decid qué os aflige.
Alteza...,
protegednos de los saqueadores.
En Burgos se ha recuperado la calma.
En la Aljama no.
Los burgaleses se han vuelto contra los judíos,
a quienes consideran culpables de sus desgracias.
Asaltan nuestras moradas, saquean nuestros negocios.
Os suplico que detengáis esta locura.
Necesitamos a la guardia de la ciudad,
convocad a Zúñiga.
Señora..., no hará nada.
Él encendió la mecha
lanzando falsas acusaciones contra los míos.
Atajaremos los ataques, tenéis mi palabra.
Los judíos sois propiedad de la Corona,
y yo os protegeré.
Aquellos hombres del camino eran de la hermandad de Burgos.
Sí, es cierto.
Las hermandades dependen de la ciudad,
no de los nobles. Así ha sido siempre.
Ahora gobierno yo en la ciudad y la hermandad está a mis órdenes.
Os protegerá del pillaje y no tendrá piedad con los agresores
Quiero ver a su capitán.
Os felicito, alteza,
habéis conseguido dar la vuelta a la situación.
Reconozco que tenía serias dudas sobre nuestras posibilidades.
pero de un solo golpe de mano le habéis aventajado al portugués.
Sin la reina no hubiese sido posible.
Cierto.
pero no os restéis méritos,
ahora Burgos y Zamora están de vuestro lado.
Lo más difícil está por llegar.
Los portugueses avanzan hacia nosotros
dispuestos al combate.
Ha llegado pues la hora de la verdad.
Pero esta vez estamos preparados.
Tenemos lanzas, peones y caballería para hacerles frente,
la victoria es posible.
Alteza, malas noticias.
El príncipe Juan ha llegado con refuerzos
al campamento portugués.
Cara van a vender su piel,
pero igual se la arrancaremos.
¿Y a esto llamáis refuerzos? Esperaba muchos más hombres.
No he podido reclutar más tropas,
Castilla nos acosa por todos los frentes.
Pagad mejor y tendréis más hombres. -¿Con qué?
Naves castellanas atacaron nuestros barcos en ultramar.
Sin el oro de Guinea, nuestras arcas se resienten.
Maldita hija de Satanás.
En la frontera de Extremadura no nos dan tregua.
He tenido que dejar retenes de soldados
en todas las fortalezas para repeler los ataques.
Alteza,
no os ofusquéis, lo tenemos todo a favor.
Nuestras tropas superan con creces a nuestros enemigos,
y además está Francia.
No van a venir después de perder Burgos.
Estamos solos y bien solos, Pacheco.
Hay que tomar una decisión:
presentamos batalla o nos retiramos.
Debemos devolver a vuestra esposa lo que es suyo por derecho.
¿A tan alto precio?
Padre,
teníais razón.
La guerra nos ha exigido grandes sacrificios,
pero solo habrá merecido la pena si logramos la victoria.
Bastará con ganar esta batalla, padre,
y Castilla, por fin, será nuestra.
Más de 50 detenciones ha hecho la hermandad.
Pero los disturbios continúan.
Que todos los detenidos en plena comisión de un crimen
sean castigados en el acto.
Los demás, serán juzgados sin demora.
Las penas se ejecutarán públicamente en la Plaza Mayor.
Acabaremos con este ultraje.
Fray Hernando, ¿tenéis algo que decir?
No, alteza, nada. Vos sois la reina y vos decidís.
Sabéis que aprecio mucho vuestra opinión.
Hablad.
Prometisteis pacificar Burgos,
y cuando Zúñiga se presentó ante vos actuasteis en consecuencia,
con generosidad y clemencia.
No quiero otra cosa que la paz para Castilla.
Pero tratáis de imponerle por la fuerza.
Recordad que son vecinos de Burgos, no maleantes.
Si saquean un comercio, es un robo.
Si golpean a un hombre hasta la muerte,
es un asesinato.
Ante la ley de Castilla y la de Dios.
No dudo de vuestras intenciones, pero pacificar es negociar y pactar.
No lo conseguiréis derramando más sangre.
Fray Hernando,
atacar a los judíos es atacar a su reina.
Es mi deber protegerles.
Dudo que los burgaleses piensan que os lastiman
lastimando a un judío.
Pero si actuáis con tanta dureza,
tal vez acrecentéis el odio y el rencor contra ellos.
-¿Pretendéis que la reina mire hacia otro lado,
como su hermano Enrique?
¿Qué proponéis?
Debéis descubrir la causa,
de donde surge tanta inquina contra quienes moran la Aljama.
La única manera de resolver el problema
es conocer su origen.
Escuchad a vuestros súbditos.
Señores notables de Burgos,
he decidido suspender por el momento la ejecución de las penas
relacionadas con los altercados de la Aljama.
Os he hecho llamar para que me digáis
por qué los vecinos de Burgos, hombres de bien,
os volvéis contra los judíos, alterando la paz en la ciudad.
La paz que yo os he venido a dar.
Contestad.
Hablad con libertad.
Señora, durante el asedio hemos sufrido carencia de todo,
y ellos se han aprovechado del sufrimiento para enriquecerse.
Eso es falso y lo sabéis. ¡Silencio!
No podéis hablar sin permiso.
Si tal cosa es cierta, yo misma haré que lo paguen.
No dudo de vuestra palabra,
pero por tener vuestra protección, los judíos no pagan por lo que hacen,
no así los cristianos.
Y en consecuencia,
algunos imparten justicia por su mano.
Conversaciones
Silencio, señores. ¡Silencio!
No es justicia atacar a los judíos
sin aclarar si son culpables de los quebrantos que padecen.
Lo son, mi señora, lo son,
y dado que es vuestro deseo tanto como el nuestro,
que la paz vuelva a Burgos,
os suplico que aceptéis las demandas de los procuradores,
todos cristianos viejos.
Cuánto odio.
Falsedades.
Pero aunque hubiera algo de verdad en ellas,
agredir a un judío por el mero hecho de serlo
es una infamia sin justificación alguna.
Cierto, pero reconoced que a ojos de los cristianos
sus privilegios son un agravio.
Los judíos han ayudado a la Corona, siempre han sido leales.
Se han ganado lo que llamáis "privilegios".
Entre los que firmen esta petición también habrá leales a la reina,
y otros que aún no han decidido a quién jurar obediencia.
Verían como un gesto de buena voluntad...
-No podéis ceder, confían en vos.
Pero es urgente pacificar Burgos, no solo para ganar la guerra,
sino para que sepan que la reina cumple sus promesas,
que bajo su mando es posible vivir en paz en Castilla.
Y solo lo conseguiréis si aceptáis sus peticiones,
a cambio de que cese el hostigamiento contra los judíos.
Todos deben confiar en mí, judíos y cristianos.
Y si decido a favor de unos,
los otros lo entenderán como una afrenta.
Es asunto que debo de pensar en el futuro de Castilla.
No ha de ser mi conciencia quien dicte mi decisión,
sino la que la soporte.
Que sea la razón la que me guíe, y que Dios me premie o castigue.
Es voluntad de la reina de Castilla
que haya paz en las plazas que gobierna.
Para imponerla, usará todos los medios al alcance,
empezando por escuchar a los hombres rectos de Castilla.
Prometo ante Dios que en las Cortes
que tendrán lugar en Madrigal en fecha próxima,
se aprobarán cuatro de las diez medidas solicitadas.
Normas que serán en Castilla de obligado cumplimiento.
Los judíos se someterán a tribunales de justicia ordinaria,
eliminando así sus privilegios.
En los contratos de crédito se limitará el interés al 30 %,
y dejará de requerirse la presencia de un testigo judío para la firma;
bastará con dos testigos cristianos.
Asimismo, es mi voluntad que los judíos tengan prohibido
vestir brocados, terciopelos y adornos en oro y plata.
Y que vayan señalados con una rodela bermeja en la ropa,
para facilitar su identificación allá donde estén.
A cambio, desde este momento, cesarán los desórdenes en la Aljama.
De lo contrario, haré responsables a los firmantes de esta petición,
y a todos se les aplicarán penas mayores.
Tenéis mi palabra.
(Vítores a la reina y a Castilla).
Llaman a la puerta
Adelante.
¿Os encontráis bien?
Sí.
Estaba pensando en mi esposo,
es varón de gran juicio.
Lo que daría por tenerle a mi lado en días como hoy.
Habéis obrado con sabiduría.
Los disturbios han cesado y la Aljama está en calma.
En cuanto a vuestra conciencia... Mi conciencia habrá de amoldarse
a este trago amargo,
como tantos otros a los que obliga mi posición.
Tenemos grandes planes para Castilla,
pero poco podremos hacer si no hay paz.
Mi esposo pronto librará un combate decisivo,
Dios que quiera que sirva para echar a los traidores de nuestra tierra.
Rezaremos por ello.
Saldremos al amanecer hacia Tordesillas.
Quiero estar lo más cerca posible de mi esposo.
Señor, escucha a tu siervo en confesión
antes de enfrentarse al enemigo en el campo de batalla,
y ten piedad de su alma.
Amén.
Si alguna preocupación os mortifica, estoy aquí para asistiros, alteza.
Vos no podéis solventar lo que me mortifica,
pero quizás evitar un desastre.
Decid.
Quiero que vayáis en mi nombre al campamento de Fernando,
es mi deseo negociar.
A cambio de Galicia, Toro y Zamora, saldré de Castilla con mis ejércitos
y renunciaré a los derechos de mi esposa.
¿Tenéis el valor de pedirme que me arrastre ante los usurpadores
mendigando una porción de un reino que es vuestro derecho?
La campaña ha sido un desastre desde el principio.
No voy a desangrar Portugal para reinar en Castilla.
¡Pero os conformaríais con las migajas!
Eminencia,
si a cambio obtengo paz, bienvenidas sean las migajas.
En el campo hay miles de hombres esperando
para entregar la vida por vos en la batalla,
porque sois su rey bienamado.
¡En el nombre de Dios, dad ejemplo!
¡No a cualquier precio!
Vos me metisteis en esto, ayudadme a salir.
¿Adónde vais? Eminencia.
¡Eminencia!
"Hostiam puram, Hostiam sanctam, Hostiam immaculatam
(Consagración en latín).
Panem sanctum vitae aeternae".
Con mansedumbre y caridad, humillaos para la bendición.
(Responden todos).
"Pax domini...". -¡Alteza, los portugueses!
¡Vamos!
Han huido. Se retiran hacia Toro.
Hay que darles alcance, vamos.
Señora, apelo a tu infinita misericordia.
Acepta mi gratitud y mi promesa:
descalza peregrinaré a la ermita de San Juan
si atiendes mi ruego.
Protege a mi esposo
y concede la victoria a nuestras tropas.
No hay causa más justa que liberar a los castellanos de bien
de gente tan odiosa.
¿No me vais a contar qué os sucede?
Desde que llegasteis de Burgos parece que guardéis luto.
Os preocupáis demasiado.
Pronto habrá acabado la guerra,
y Castilla recuperará su esplendor, gracias a Isabel.
Cuánto la admiráis.
¿Tanta lealtad merece?
Por Dios, ¿pero qué decís?
Si os oyera... -¡He sido tan leal o más
que cualquier cristiano viejo que la rodea!
De nada debo avergonzarme.
¿Pero qué os ha hecho?
Vuestra amiga
empezó prometiendo protección a los judíos de Burgos.
En cuanto vio que los notables se volvían contra ella...,
no vaciló en humillarlos.
Es la reina, tendrá sus razo... -¡No deja de ser una traición!
Ha pagado lealtad con infamia.
Habláis como si nos hubiera hecho algo.
Pero, ¿en qué nos afecta?
Somos cristianos.
Muchos piensan como Juan Pacheco:
"No hay cristiano que valga la pena si viene de familia judía".
En Burgos he aprendido que la reina nos abandonará
cuando le convenga estar a bien con quienes os odian.
No, confiad en ella.
Y por nada del mundo os enfrentéis a su autoridad,
pues es... -Implacable.
Lo sé mejor que vos.
No, no lo haré.
Pero a partir de ahora solo pensaré en nuestro futuro,
en que no nos falte de nada,
ni a nosotros ni a los nuestros.
Hay un mensajero fuera esperando esta carta,
entregádsela al salir, os lo ruego.
Marchad.
Mi señora.
Dad cuenta que en esta jornada
nuestro Señor os ha concedido toda Castilla.
¿Lo habéis conseguido? Sí.
Lo hemos conseguido.
(A pesar de lo acontecido, y en virtud de los años compartidos,
y de la gratitud que os debo,
cumplid en esta hora las promesas de obediencia
a vuestro rey y reina,
como señores naturales vuestros que somos.
Y en correspondencia,
todo enojo, rencor y sentimiento será olvidado.
Tenéis mi palabra).
Os lo devolveré antes de que acabe el año.
No hay prisa, no hay prisa.
Usad bien ese dinero y recuperar vuestro negocio.
¿Sabéis ya que vais a hacer?
Empezar de nuevo,
en Sevilla.
Moisés, no perdáis la fe.
Conseguiremos que las Cortes revoquen las medidas contra nosotros,
son indignas, un ultraje. -Difícil meta os ponéis.
Mi decepción no es menor que la vuestra.
Pero la reina me escuchará, estoy seguro.
Tanto o más que a los notables de Burgos
ante quienes se ha doblegado. -Fue un error financiar su causa,
y esto solo es el principio; nos volverá a traicionar.
No. -Tiempo al tiempo.
Tiempo al tiempo.
Cuando recupere la Corona encargaré una escultura
para la tumba de mi madre, digna de una reina.
Pero antes,
que trasladen los restos junto a mi padre,
porque no es de justicia que estén separados.
¿No os parece?
Señor.
Juana, he ordenado que preparen mi equipaje.
¿Volvemos a Castilla? -No.
Me voy a Francia.
Embarco esta misma noche.
¿A Francia?
¿Y yo? -Vos aguardaréis en Portugal.
¿Cuánto tiempo estaréis fuera? -No lo sé,
la alianza con el rey Luis es imprescindible
para recuperar Castilla.
Volveré con su apoyo, os doy mi palabra.
No os vayáis, os lo ruego.
No os faltará de nada, estaréis bien.
¡Llevadme con vosotros...! -¡Basta! No insistáis.
Diego Pacheco aún no ha jurado la lealtad que nos debe.
Según vos, ¿qué deberíamos hacer
con un traidor tan poderoso e influyente como él.
Esta es la justicia que ordena la reina Isabel,
nuestra señora, contra este conspirador.
La reina está dispuesta a horraros con un cargo en la Corte.
Tras todos estos años de servicio y dedicación a vuestra merced,
he pensado que tal vez haya llegado el momento de retirarme
y reunirme con mi esposa.
Busquemos otras alianzas,
vayamos a Madrid.
Veamos a Carrillo y al marqués de Villena,
aún son poderosos.
Y además de alzar pendones por los reyes de Castilla,
habréis de hacerme entrega del ducado de Arévalo
¿Por qué no se me ha comunicado nada?
Así lo pedí yo. No habléis, guardad fuerzas.
Debéis elegir entre traicionar la memoria de vuestro padre
o traicionar a la reina.
¡Judío cabrón!
¡Deja de robarnos y púdrete en el infierno, hideputa!
Quiero presentaros al nuevo arzobispo de Zaragoza.
Hacedle pasar, hacedle pasar.
Vuestro hijo, Alonso de Aragón, primogénito de Aldonza de Iborra.
Amigo Cabrera,
¿es común que haya agresiones en los caminos de Castilla?
Ocurren todos los días.
Considero que mi hijastro, don Juan de Portugal,
es el esposo que la reina de Castilla merece.
Levantad el puente y preparaos para nuevos ataques.
Tened seguro que no valdrá la vida si algo le ocurre a la princesa.
¿Me pedís que Aragón lo gobierne un bastardo?
¿Qué tenéis contra mi mujer y mi hija?
¡No consentiré que una mujer herede mi reino!
El pueblo se ha levantado en armas contra el Alcázar.
(Angustiada): Mi hija.
¡Ayuda!
Subtitulación realizada por Cristina Rivero Moreno. 
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