domenica 24 maggio 2020

tr21: Isabella di Castilglia- Capitúlo 6.

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Sommario:

Isabel - Capítulo 6



Fernando de Aragón busca esposa en Castilla, necesita aliados que le den poder y llenen sus arcas mermadas. Mientras, Isabel, lucha por no ser casada con algún rey europeo que la lleve lejos de Castilla. El futuro de estos dos jóvenes cada vez está más cerca. Pasan los días y las negociaciones en Guisando no llegan a buen puerto. Como temían Chacón y Cárdenas, la buenas palabras de Enrique no se transforman en hechos. Pacheco ayuda a dilatar las negociaciones hasta la extenuación de los presentes y del legado papal, Véneris, árbitro de las mismas. Mientras tanto, los Mendoza han hecho pública su defensa de los derechos de la hija del rey, derechos por los que juraron solemnemente. Contrarios a las negociaciones con Isabel y hartos de los vaivenes del rey, amenazan incluso con denunciar sus manejos a Roma. Isabel y los suyos, extrañados de que los Mendoza no apoyen, como es tradición en ellos, al rey, deciden averiguar qué pasa¿ y descubren el embarazo de la reina con un amante, lo que acrecienta las dudas de la paternidad de Enrique....
Transcripción completa.
Me apartaron de mi madre y ahora me quitáis a Alfonso,
¿es la penitencia que debo cumplir por ser reina?
Juradme que no habéis tenido nada que ver.
¿De qué dijeron los médicos que murió mi hermano Pedro Girón?
De muerte natural.
¿Y qué han dicho de la muerte de Alfonso?
Muerte natural.
Esto allana el camino de vuestra hija al trono.
¿Se sabe ya qué hará el rey?
Majestad, el bando rebelde está debilitado sin Alfonso,
si avanzamos ahora podríamos tener la victoria definitiva.
¡No! Estamos de duelo, ha muerto mi hermano.
Quiero viajar a Arévalo. Los caminos son peligrosos.
Iremos Gonzalo y yo solos,
cuanto menos boato menos llamaremos la atención.
¿Dónde está Alfonso? Alfonso ha muerto.
Necesito a alguien que me ayude, he pensado en tu sobrino,
Gutierre de Cárdenas.
Si realmente queréis servir a la reina,
abandonad su séquito cuando lleguemos a Ávila.
Quiero al hijo que lleváis en vuestro vientre.
Os lo suplico.
Dejaré que reine Enrique,
y cuando muera, Dios le dé muchos años,
heredaré yo su Corona.
Los partidarios de Enrique no os aceptarán,
querrán ver a su hija Juana en el trono.
Vos la conocéis mejor,
pero, ¿seguro que está preparada para lo que se le viene encima?
Ni se os ocurra dudar de eso.
Ir a Guisando con vuestra esposa,
sin ella vuestra posición es más frágil.
Pero Isabel...
Isabel no tiene nuestra experiencia negociando.
Conseguiremos la paz, pero no a cualquier precio.
Ninguno de nosotros irá a Guisando, Beltrán.
Quiero dejar la Corte.
¿Me abandonáis? No dejáis otra opción.
Aguanta, aguanta, amigo.
¡No te vayas a ir ahora que todo ha terminado!
Traigo poderes del papa para perdonar todos los pecados y faltas
a los que han participado en esta contienda.
¡Gonzalo!
No os oirá, lleva días dormido.
¿Qué le pasa?
Le hirieron por salvarme la vida.
Deseo que cuando Gonzalo se recupere sea nombrado jefe de mi guardia.
Isabel.
¿Vos?
(Grita).
Quiero que enviéis soldados a buscar a Juana y a ese cabrón,
y los encierren en palacio.
Así se hará, majestad.
Necesitamos vuestra protección,
nunca veréis a una reina rogaros domo os ruego vuestra ayuda.
Sois casi la única familia que me queda.
Que nunca volvamos a estar en disputa, Isabel.
Subtitulado por Teletexto- iRTVE.
El que quiera saber lo que está pasando en Castilla,
que lea.
Y el que no sepa leer, que le pregunte al cura.
Campana
Murmullos
Que toda Castilla lo sepa: los Mendoza por la princesa Juana.
No lo entiendo, majestad,
¿por qué tanta carta, por qué tanto abrazo?
Dudáis de mi sinceridad.
Lo siento, pero llevamos días sin avanzar en nada.
Porque hay quien tiene interés en no hacerlo.
Porque sois terco como una mula,
cuando tenéis una opinión no la cambiáis jamás.
Cierto, no soy como vos,
que cambiáis de opinión y de bando cuando os vienen en gana.
Dejemos a un lado las cuestiones personales,
¿por dónde íbamos?
En que Isabel no casará con nadie que no sea de su agrado.
¿Y qué condiciones debe tener el elegido,
si puede saberse?
Ser de edad parecida para procrear hijos sanos,
tener sangre regia,
y que en ningún caso el matrimonio suponga que ella abandone Castilla.
Menos mal que solo es eso,
pensé que también nos ibais a imponer el color de su cabello, su estatura,
y el tamaño de su verga.
Disculpaos, Pacheco, ¿hace falta ser tan grosero?
Perdonad las formas, alteza,
pero vuestra boda es cuestión de Estado
y responsabilidad del rey.
Ni el Estado ni el rey se acostarán y tendrán hijos con quien yo case.
Lo siento, tengo asuntos que resolver.
Sigamos esta tarde.
¿Sabe dónde está la reina? -Así es.
¿Dónde está?
Hay que ir por ahí a llevarla a Segovia.
No creo que podamos, la protegen los Mendoza en Buitrago,
a ella y a vuestra hija.
Los Mendoza juran por su honor
defender los derechos de la princesa Juana,
hija legítima del rey,
y reniegan de las negociaciones de Guisando
porque si el rey no cumple su palabra,
mal rey tiene Catilla.
Tomadlo con calma, alteza,
este tipo de negociaciones nunca son fáciles.
¿Fácil? Esta negociación es imposible.
¿Es que no os dais cuenta
de que Enrique solo quiere ganar tiempo?
Cogerá fuerzas y reunirá un ejército cada vez más grande e imbatible.
Eso ya lo ha conseguido.
Todavía estamos a tiempo. ¡No volveremos a entrar en guerra!
Vos decidís, pero os aviso:
estas negociaciones no valdrán para nada.
No seáis tan pesimista.
Precisamente tengo una buena noticia para vos.
Con el beneplácito de Roma, un buen amigo vuestro
será enviado para ayudarme en la mediación del conflicto:
Pierres de Peralta.
¿Qué noticias traéis?
Tranquilo, ya me iba, os dejo con vuestros secretos.
¿Qué ocurre?
Castilla, está llena de estos pasquines.
Los Mendoza reniegan del rey Enrique,
no solo custodian a su hija, sino también a la reina.
¿No se pactó que era Fonseca quien custodiaba a la reina,
doña Juana, en Alaejos?
Así es,
y bastante trabajo nos costó separarla de su hija.
¿Y qué hace ahora con los Mendoza?
¿De quién la están protegiendo?
Del rey,
si no los Mendoza no renegarían de él en público
ni alardearían de tener a madre e hija.
Cárdenas, os agradecería que vayáis a Buitrago,
a saber qué ocurre.
Ya tengo preparado el caballo.
Aclamaciones
Suerte en Castilla, Peralta, la necesitamos.
Tantos frentes abiertos nos están matando.
Tranquilo, majestad.
Ya sabréis las buenas noticias de la guerra con el francés:
Fernando ha ganado la batalla del Rosellón.
Sí, para ganar la guerra hará falta tiempo y dinero.
Necesitamos a Castilla como aliada,
pero una Castilla en orden, no perdida en guerras internas.
Compartimos intereses, lazos familiares.
Y fronteras. -Vos lo habéis dicho.
Así que, aprovechando vuestro viaje os quisiera encomendar una tarea.
¡Fernando!
No os esperaba antes de la noche.
Echaba de menos vuestras regañinas.
Acercaos, hijo.
¿Estáis herido?
Vuestros pasos no son los de siempre, ¿cojeáis?
Nada, caí del caballo en una escaramuza.
No me mintáis, vuestra voz también flaquea,
estáis herido.
Para no ver bien, no se os escapa una.
Estad tranquilo,
el que me hirió no podrá alardear de ello.
Sois el capitán de mis ejércitos, ¿por qué lucháis como un soldado?
Porque un buen capitán lucha junto a sus hombres.
La baja de un soldado, la cubre otro,
pero no hay un sustituto para el futuro rey de Aragón.
Id a descansar.
Gracias, padre.
Decidme ahora,
¿cuál es la otra misión de la que me hablabais?
Quiero que pactéis la boda de mi hijo en Castilla.
Necesitamos una alianza que cubra nuestras espadas.
¿Y a quién pido en matrimonio a Enrique?
No, no necesitáis hablar con él, quiero que habléis con Juan Pacheco.
Quiero casar a Fernando con su hija Beatriz.
Pero... no es de sangre regia.
Hay que estar al lado de los que mandan,
y quien manda en Castilla es Pacheco.
Cuando yo era niña jugaba con muñecas,
y con soldados.
Con los tiempos que corren mejor que vuestra hija
se acostumbre a los soldados,
le vendrá bien para cuando sea reina.
Si algún día lo es.
Lo será, en eso podéis estar tranquila.
Don Diego,
siempre os estaré agradecida por vuestro apoyo.
Guardaos vuestro agradecimiento para otros,
nada de esto lo hago por vos sino a pesar de vos.
Mi familia ha hecho más porque vuestra hija sea reina
que vos con vuestra conducta indecente.
Hija, vamos a dar un paseo.
No, quiero seguir jugando, ¿puedo?
Claro.
Claro que puedes.
¿Boda?
¿Me estáis hablando de boda? Sí, hijo, sí.
En lugar de mandarme al altar, ¿no preferís mandarme a una batalla?
Hay muchas maneras de ganar las guerras,
no solo con la espada.
Necesitamos alianzas:
Francia es un gigante al lado de Aragón.
David ganó a Goliat. ¡Bua! Eso pasa pocas veces.
O ninguna,
a saber si fue verdad o la invención de quien lo escribió.
Hijo, necesitamos a Castilla de nuestro lado
y para eso es preciso que os caséis.
¿Y quién es la elegida? Su nombre es Beatriz,
es hija de Juan Pacheco, el marqués de Villena;
el hombre que gobierna Castilla.
Mal asunto que un reino no lo gobierne su rey.
Espero que por lo menos su hija sea guapa.
Simplemente tendréis que hacerle cuantos más hijos mejor,
y en eso ya tenéis experiencia.
Luego podréis hacer lo que queráis,
si ya lo hacéis como príncipe..., qué no haréis como rey.
Gracias guapa, no te vayas lejos.
Música y jaleo
Buenas noches nos dé Dios.
Prefiero que me las dé él que vos,
un desconocido solo se sienta a tu lado si quiere algo.
Cierto, pero dudo que encontréis algún desconocido
que sepa ser tan generoso como yo.
¿No seréis un bujarrón?
Tranquilo, no sois mi tipo.
Solo me interesa saber sin trabajáis para los Mendoza.
Será mejor que os olvidéis de mí.
(Vomita).
¿No coméis?
Gracias, majestad,
pero pienso mejor con el estómago vacío.
Y vos deberíais hacer caso a vuestros médicos
y comer con más frugalidad.
Curioso caso el vuestro,
según el momento cuidáis de mi salud o pretendéis arruinarla.
¿Dónde vais?
¿No vais a recibir al enviado de Aragón?
(Resopla).
Hacedlo vos por mí, mi salud me pide hacer una siesta.
Habladme de ese tal Peralta amigo vuestro.
Lo es, como también lo es el rey Juan de Aragón.
¿En qué pensáis que sonreís?
Pienso en las vueltas que da la vida, ¿sabéis que el rey de Aragón
pretendió casaros con su hijo Fernando?
¿Cuándo?
Cuando teníais tres años.
Por lo que veo
la tradición de casarme sin mi consentimiento
viene de lejos.
Llegó a pedir una bula al papa porque sois primos,
pero Roma no concedió el permiso de boda.
El papa gusta de poner las cosas difíciles en esos temas.
Sí, a Enrique tampoco le fue fácil conseguir la bula
para casarse con la reina Juana, que también es prima suya.
Sus razones tendría el papa. Sobre todo económicas.
Preguntad a Véneris que siempre saca tajada de ello.
No es mala idea.
¡Ah! Ahí está Peralta.
Bienvenido.
Eminencia. -Peralta.
Os traigo recuerdos de su majestad el rey de Aragón.
Dadle los míos en cuanto lo veáis.
Si salís lograr salir vivo del tedio de esta negociación.
Os presento a doña Isabel de Castilla.
A sus pies, alteza.
He oído hablar muy bien de vos.
Don Gonzalo...
No agotemos a nuestro invitado con las presentaciones,
después del viaje querrá comer algo y descansar.
Nada me apetece más.
Acompañadme.
Parece que Peralta es más amigo de vuestro sobrino que de vos.
Necesita una copa de vino.
Será mejor que le acompañe,
si sereno da guerra, no quiero imaginar con unas copas.
Tenemos que hablar, Véneris.
Queréis que mi hija case con Fernando de Aragón.
Parecéis sorprendido.
No, pensaba qué me ibais a pedir a cambio,
y no debe ser poco
para que un rey case a su hijo con la hija de un marqués.
Veo que no os andáis con rodeos.
Dejadme adivinar: queréis que me encargue
de que Castilla nunca se alíe con Francia,
eso rodearía Aragón de enemigos.
¿Podríais conseguir eso de vuestro rey?
Yo de Enrique consigo lo que quiero.
¿Y apoyo militar en caso de necesidad?
Si el rey de Aragón paga los gastos de la boda.
Sin problema.
Entonces brindemos por Fernando y por mi hija.
Querréis conocer a la novia.
Por supuesto, pero... con la mayor discreción posible.
Quisiera que se llevasen en secreto las negociaciones de la boda.
Nadie guarda un secreto como yo.
Me han comentado que no fue sencillo conseguir licencia del papa
para que Enrique casara con Juana.
¿Por qué tenéis tanto interés en saber sobre el tema, Chacón?
Porque los pasillos del Vaticano son retorcidos y vos los conocéis.
Me alagáis con vuestras palabras.
Habladme de esa bula.
Dadme una razón para hacerlo.
¿Cuánto costaría saberlo?
Pagar más de lo que me paga Pacheco, estoy harto de sus maneras.
El futuro es de Isabel y juro que no se olvidará de vos.
El futuro siempre es incierto.
Concretad una oferta ahora. Os la haré llegar esta misma noche.
La quiero firmada por la propia Isabel.
¡Tendréis lo que queráis, por Dios!
Estamos atados de pies y manos y si no conseguimos una buena baza
todo el esfuerzo de estos años habrá sido en vano.
¿Qué pasa con esa bula?
El papa nunca la firmó.
Pero entonces...
el matrimonio de Enrique no es legal
y daría igual que su hija sea o no suya,
no podría heredar su corona.
Si se supiera...
Han pasado tres papas desde que se casó,
¿cómo se ha podido guardar el secreto?
¿Por qué creéis
que Enrique es el rey cristiano que más paga a Roma?
No es por su fe, os lo aseguro.
Castilla dona a Roma generosos fondos para la guerra contra el infiel.
¿Sabéis de alguna batalla contra el moro últimamente?
Enrique paga por el silencio
y Roma hace palacios con el oro de Castilla.
¿Estáis seguro que no nos hemos perdido?
Hay que dar un rodeo, si nos ve la guardia estamos jodidos.
Además, no vamos precisamente a palacio.
¿A dónde vamos, pues?
A un claro donde la dama suele ir a pasear a estar horas.
Ya hemos llegado.
Mirad lo que os dije con vuestros propios ojos.
Ganas me dan de contar lo de la bula en sus narices.
Esperemos a saber las noticias que nos trae Cárdenas de Buitrago,
cuantas más armas tengamos en nuestra mano, mejor.
Así se hará. Y dos cosas muy importantes.
La primera,
no digáis lo que sabemos en público, solo a él;
sería faltarle al respeto.
Es el rey, si le humilláis, algún día os hundirá.
¿Y cuál es la segunda cosa? Nunca le arrinconéis.
El enemigo más débil si no tiene una salida para escapar
te puede matar en su desesperación.
Sentaos, sentaos os lo ruego.
Habéis madrugado, por lo que veo.
(Carraspea).
Empecemos, ¿quién toma la palabra?
Con vuestro permiso, majestad.
Sabéis que estamos aquí
por la voluntad de Isabel de ser heredera de la Corona.
Esa es la contrapartida a cambio de evitar la guerra,
¿asumís esta cuestión?
La asumimos.
Como garantizáis que Isabel os pueda suceder
si antes la casáis con un príncipe o rey extranjero.
Eso la alejaría de Castilla. No es asunto nuestro.
Toda esposa debe guardar lealtad a su marido.
Como esposa obedeceré a mi marido,
como madre cuidaré de mis hijos,
pero como reina, no rendiré obediencia a nadie.
Con vuestro permiso, majestad.
¿Es la hora?
Vive Dios que lo es.
¿Podemos continuar?
Sí, continuaremos, pero el rey y yo a solas.
¿Por qué ha de ser así?
Porque os interesa, majestad.
Lo sabéis.
¿Qué?
¿Qué sabéis, Isabel, qué?
Que vuestra esposa está embarazada de otro hombre.
Va a ser difícil
que sigáis defendiendo que sois el padre de Juanita.
Vuestra esposa tardó siete años en quedarse preñada de vos,
y fijaos qué pronto ha resultado fértil para otro.
¿También dudáis de que yo sea su padre?
Solo vos, vuestra esposa y Dios lo sabéis
y no he de entrar yo en tales intimidades.
Para no querer entrar, bien habláis del tema.
Os lo ruego, os lo ruego, dejad de faltar a mi honor.
No falto a vuestro honor, quiero salvaguardarlo.
Sois el rey, merecéis mi respeto.
Y ya que me respetáis tanto, decidme,
¿cómo lograréis que mi honor quede a salvo?
Porque en el documento que firmemos
no se citará el tema de vuestra paternidad.
¿No, y qué se dirá en él,
que a mi esposa la preñó el Espíritu Santo?
Que vuestro matrimonio con Juana de Avis es nulo
porque no disponías de bula que lo autorizara
por ser primos.
Legalmente vuestro matrimonio no existe,
legalmente Juanita no puede ser vuestra heredera.
Vuestro honor y vuestra hombría quedarán a salvo de rumores.
Decidí no seguir con esta guerra
porque como a vos me desagrada la muerte
y valerme de ella para llegar a ser reina.
Creí en vuestras palabras de afecto a la muerte de nuestro hermano.
Eran..., eran verdaderas.
Lo sé, lo sé.
Tanto como las mías cuando os deseo una larga vida como rey.
Yo os apoyaré en todo,
pero ahora os toca a vos apoyarme a mí.
¿Qué queréis?
Nada que no sepáis ya y que no sea justo.
En los acuerdos que firmemos los dos
constará que soy princesa de Asturias.
Y como tal vuestra heredera directa.
Constará
que si entro en guerra contra vos quedaré desposeída de ese derecho.
Y todo esto será refrendado en las Cortes de Castilla,
que se convocarán a la mayor brevedad posible.
También constará que la reina Juana debe abandonar Castilla
y volver a Portugal.
Todos los males que os ha causado a vos y a mí
bien merecen ese viaje.
Constará que vos propondréis quién será mi esposo,
pero que yo solo casaré con quien me plazca
de entre quienes me propongáis.
Porque nunca dejaré Castilla,
la tierra donde nací y donde moriré.
La tierra que amo.
Los acuerdos están firmados.
¡Viva el rey! -(Todos): ¡Viva!
¡Viva Castilla! -(Todos): ¡Viva!
¡Viva la princesa de Asturias! -(Todos): ¡Viva!
¿Malas noticias?
Las peores.
Isabel va camino de Ocaña, nueva sede de la Corte,
y reconocida por el rey como su heredera.
Enrique ha cedido.
Como siempre.
Sí, pero esta vez no ha elegido bien a su enemigo.
No contará con mi ejército ni con mi lealtad.
A ver cuánto tiempo aguanta.
Bonito palacio tenéis, Cárdenas. Ahora es vuestra casa, alteza.
No, esto es solo una jaula dorada,
las decisiones las seguirá tomando Enrique
en Segovia o en Madrid. No seáis agorero, Carrillo.
Lo soy, tarde o temprano Enrique y Pacheco os traicionarán.
Recordad esas palabras cuando eso ocurra,
porque no estaré aquí para deciros: "ya os lo decía".
¿Nos dejáis? -Así es.
¿Por qué os vais ahora?
Pronto las Cortes me confirmarán como princesa de Asturias
y heredera de la Corona.
Nos han asignado recaudadores
para cobrar impuestos en ciudades y villas.
Seguid con vuestros sueños, señora,
y si algo os amenaza hacédmelo saber,
estaré en mi castillo de Yepes, a apenas 14 millas de aquí.
Luego, podemos seguir contando con vos.
No permitiré que le pase nada a Isabel,
como le pasó a su hermano Alfonso.
Isabel es la última esperanza de Castilla.
Pero, os aviso, si tengo que volver será por una cuestión de fuerza.
Y si eso ocurre cambiarán las reglas del juego,
se hará lo que yo decida.
Esperad.
¿Os vais a ir sin darme siguiera un abrazo?
No habéis probado bocado.
¡Qué manía con si como o no como!
¿Acaso un rey no puede decidir
si le apetece o no llevarse algo a la boca?
Retiraos, los dos.
Majestad, debemos organizarnos y pensar en el futuro.
Aunque de eso tal vez sería mejor hablar a solas.
¿Qué insinuáis?
Todo el mundo sabe que vuestra esposa es la mejor amiga de Isabel.
Sí, es verdad.
Tanto como que mi lealtad por su majestad es inquebrantable.
Confío en Cabrera, Pacheco, hablad sin remilgos.
Lo primero es recuperar la confianza de los Mendoza,
que sepan que pensamos como ellos,
que el futuro de vuestra hija es nuestra prioridad.
¿Lo segundo?
Alejar a Isabel de Castilla, es una amenaza para vos.
Tengo un plan
con el que conseguiremos las dos cosas.
Un plan que necesita tacto, tiempo y discreción.
Lo que yo diga aquí no saldrá de estas paredes.
Lo juro por mi vida que así será.
Y yo juro por la vuestra que eso espero.
Cómo me alegro que todo haya salido bien.
Y yo.
¿Pues quién lo diría?
Tenéis una cara más triste que la Virgen de las Angustias.
Ha sido un día duro.
Venid aquí.
¿No saludáis a nuestro niño?
O niña.
Me da igual lo que sea,
solo sueño con que nazca bien.
Pensar que tendrá como reina a Isabel me parece maravilloso.
Ojalá sea así.
Lo será, ¿cómo podéis dudarlo?
Veo que sigue sin preocuparos
que os puedan excomulgar por practicar la alquimia.
Por Dios, Peralta, que soy el arzobispo de Toledo.
Probad esto.
¿Qué lleva?
No queráis saberlo, pero confiad en mí,
da una energía inusitada.
Os vendrá bien para viajar del tirón hasta Segovia.
Entonces la necesitará el caballo más que yo.
Siento lo ocurrido, Carrillo,
me cuesta guardar secretos con un amigo de Aragón como sois vos.
No hace falta que digáis nada,
entre hombres de palabra como nosotros
es mejor callar que mentir.
Además, estoy retirado de momento.
¿Retirado vos? No me lo creo.
¿E Isabel?
Isabel es como el barro,
necesita que alguien la moldee para ser una buena vasija.
Enrique y Pacheco están jugando con ella.
Isabel aún no lo sabe, pero pronto me necesitará.
¿Puedo daros un consejo de amigo?
No sé qué extraños negocios os traéis con mi sobrino Pacheco,
pero, tened cuidado no os fiéis nunca de él.
¿No veis que estoy ocupado?
No, no, yo ya me voy.
Así que este bebedizo da fuerza, ya me imagino para qué la queréis.
Buena suerte.
Lo mismo os deseo, amigo.
¿A qué esperáis?
¿Seré reina?
Futura reina de la Corona de Aragón.
(Ríe): Sí, sí.
Entonces, transmitiré a mi rey la noticia.
Si hay algo que queráis saber.
¿Puedo? -Preguntad, hija, no tengáis reparos.
Gracias.
¿Es Fernando un joven apuesto y valeroso como se dice?
Lo es.
¡Ay! Me dan ganas de salir y contárselo a todo el mundo.
Hija, si queréis ser reina debéis de ser discreta.
Lo sé, padre, era una manera de hablar.
Sabéis que siempre os obedezco.
Si para ser reina solo debo guardar silencio,
estúpida sería si no callara.
Gracias, hija.
Dejadnos solos, tenemos cosas que hablar.
Disculpad tanta familiaridad de mi hija,
es una joven llena de vida.
Tranquilo,
probablemente yo reaccionaría igual si me dijesen que voy a reinar.
¿Qué pasos debemos seguir a partir de ahora?
Partiré a Aragón hoy mismo para dar la buena nueva.
Haré redactar las capitulaciones de la boda
y os las traeré personalmente a su debido tiempo.
¿Cuándo será eso?
En cuanto la guerra con Francia nos deje un respiro.
Pero creed en mi palabra, esta boda se hará.
Es deseo expreso del rey de Aragón.
¿Vais a intentar casar a Isabel con Alfonso de Portugal?
¿Otra vez? -Así es, excelencia.
¿Y cómo lo convenceréis?
Ofreciéndole otra boda al mismo tiempo,
la de su hijo don Juan con la princesa Juana.
Así le garantizaríamos a mi hija ser reina de Portugal.
Y si Alfonso e Isabel no tuvieran hijos,
mi primer nieto se convertiría en rey de Castilla y Portugal
y Juanita en la reina madre de ambos reinos.
Isabel ya se negó una vez a casarse con Alfonso,
¿cómo conseguiréis que ahora acceda?
Retrasaremos las Cortes hasta tener la seguridad
de que Alfonso de Portugal acepta nuestra oferta.
En esas Cortes lo que se votará
no será su confirmación como princesa de Asturias,
sino su boda con el rey de Portugal.
Y se votará que sí, os lo aseguro.
La guerra ha empobrecido mucho a los castellanos,
verán con buenos ojos una bajada de impuestos
y una vez concedida, aceptarán todo lo que les proponga.
Esta vez si Isabel se niega no me estará desobedeciendo a mí,
sino al pueblo representado en las Cortes,
estará sola y sin apoyos.
Isabel solo tendrá dos opciones:
o casarse con el rey de Portugal o no ser nada.
¿Nos dais vuestro apoyo, Mendoza?
Sí, lo tendréis,
pero cuando vea meterse a Isabel y a Alfonso de Portugal
en la misma alcoba,
cosa que dudo.
Esperaba más de vos.
Y yo llevo tiempo esperando más de vuestra majestad.
Os avisé de que os equivocabais y no me hicisteis caso,
pese a eso os fui leal hasta que negociasteis con Isabel
tras hacernos jurar defender a vuestra hija
y un Mendoza ¡nunca jura en vano!
Conseguid vuestros planes y os apoyaré.
Hasta entonces solo prometo no mostrar beligerancia con la Corona
y, por supuesto, seguir protegiendo a vuestra hija.
Qué, por cierto, os está esperando.
Acompañadme.
¿Qué hacéis aquí? Os prohibí que vinierais.
Necesito hablar con vos.
Yo no... yo no... ¡Apartadla de mi camino!
Enrique, Enrique, por favor.
(Grita): Apartadla de mi camino. Enrique, por favor, escuchadme.
Por favor, Enrique, por favor.
Por favor, escuchadme, Enrique.
Señora, conserváis una figura envidiable.
¡Beatriz, qué alegría!
¿Estáis...?
Embarazada, y feliz.
Tenemos tantas cosas de qué hablar..., podéis retiraros.
Os felicito,
conozco todos vuestros éxitos por boca de mi marido.
Nuestro trabajo nos ha costado,
a veces comprender a mi hermano es muy difícil,
es como si fueran dos personas en un mismo cuerpo.
Dicen que esos son los efectos que causa la política,
tened cuidado no os vaya a pasar a vos.
Yo siempre seré la misma, pero hablemos de otros temas.
A partir de ahora, nos veremos más, lo juro.
¿Os acordáis de nuestros juegos en Arévalo?
Cuando estoy triste, pienso en ellos para animarme.
Una vez que se hayan celebrado las Cortes
podríamos hacer un viaje juntas a Arévalo.
Nada me gustaría más
que presentar mi hijo a vuestra señora madre.
Y a mí volver a verla.
Contadme, ¿qué tal con Chacón sigue tan gruñón como siempre?
Cuando hace falta sí,
pero sin él nada de esto sería posible.
¿Y Gonzalo, ese muchacho tan apuesto que era el doncel de vuestro hermano?
¿Le ha pasado algo?
Le hirieron gravemente,
pero sobrevivió gracias a Dios y se recupera en Ávila.
Son buenas noticias, ¿por qué las decís tan triste?
Porque tenéis razón en eso de que la política
causa efectos extraordinario en las personas.
Poca gente me ha mostrado tanto afecto como él
y a pocas personas quiero tanto como a Gonzalo.
Y no me he acordado de él hasta que no me habéis preguntado.
Apreciado Gonzalo:
perdonad el retraso con que os llega esta carta,
os podría decir
que son muchas las tareas que la Corte exige,
pero ninguna es suficiente para excusarme del olvido
de quien tan bien me ha servido y ayudado.
Espero que os recuperéis cuanto antes,
cuando eso ocurra, os quiero junto a mí
porque os echo en falta,
porque quiero que cuando llegue el día
en el que mis sueños se cumplan, vos estéis a mi lado.
(Reza el Padre Nuestro en latín).
Dejaros de tanto misterio, ¿es guapa o no lo es?
Hombre, la verdad es que no tiene una belleza delicada
pero es simpática, fuerte... Bruta.
No, ha dicho fuerte, no reinterpretéis sus palabras.
¿Cómo son sus caderas? -Anchas.
Bien, con vuestro tiro y sus caderas parirá buenos hijos.
Y aparte de que es fuerte y sus caderas son anchas,
¿no tiene nada más interesante?
Me pareció una joven dispuesta y voluntariosa.
Y es hija del hombre más poderoso de Castilla, suficiente.
Sí, suficiente.
Lo siento, no tengo apetito.
Como casamentera no tendríais precio.
Lo siento, no había visto nunca a vuestro hijo así.
Ni yo, y sé la razón;
sé de sus muchas amantes y nunca me han preocupado.
Eran mujeres de una noche, de una semana.
Ahora no, ahora lleva mucho tiempo con esa tal Aldonza, ¿la conocéis?
Es una noble catalana, de Cervera.
¿Es guapa?
Lo es.
Debe ser algo más que guapa,
si no, no sería un peligro para nuestros planes.
Calmaos,
cuando vuestro padre os lo propone, sus razones tendrá.
Casarme con una mujer que ni siquiera tiene sangre real.
Lo que ocurre es que teme a Francia;
pues ya me encargaré yo de mantener a raya a los franceses.
Prefiero saber que os pierdo porque os casáis
que porque morís en una batalla.
¿Cómo podéis ser tan dulce? No os creías.
A veces tengo temperamento. Lo sé, lo sé.
Gracias, id al patio de armas
que os limpien las heridas y adecenten.
Gracias, señor.
Dejadme adivinar: otro recaudador apaleado.
Cierto,
otro que en vez de monedas ha cobrado en palos.
De cada tres ciudades que el rey os concedió
para vuestro usufructo, apenas paga una.
¿Qué está pasando?
Por lo que he podido averiguar,
algunas no han recibido la carta real que ordena los pagos.
Pero si el rey lo dispuso hace meses.
Y lo que es peor, otras han recibido esta.
La ha traído este pobre hombre.
¿Órdenes de Segovia de no pagar a nuestros recaudadores?
No convoca las Cortes
que me confirmen como princesa de Asturias,
su esposa Juana sigue en Castilla y nos tiene en la miseria;
no está cumpliendo con nada.
Esto es cosa de Pacheco.
¡Los pactos de Guisando los firmó el rey
y tiene que cumplir con su palabra, con Pacheco o sin él!
Organizadme una cita con él, quiero verle.
Sí, alteza.
¿Qué estarán tramando ahora?
Siento que hayáis esperado meses para lograr este encuentro,
mis dominios en África requerían mi atención.
Gracias por vuestras disculpas, pero no son necesarias.
Vos como rey decidís cuándo y con quién compartís vuestro tiempo.
¿Qué os parece nuestra oferta?
Interesante, no lo niego.
Pero vuestro rey ya me hizo quedar en ridículo una vez:
ser despreciado por esa niña.
No volverá a pasar, os lo juro.
Os admiro, sois tenaz y ambicioso; nunca dais nada por perdido
y sois atrevido.
No os ha importado viajar hasta aquí aún sabiendo que me quejaría.
La ocasión merecía ese riesgo.
¿Aceptáis?
Necesito tiempo para pensar.
Partid para Castilla,
que allí os enviaré un mensajero con mi respuesta.
Retiraos.
Como gustéis, majestad.
Por cierto, Pacheco, ¿cómo está mi hermana?
Me preocupa,
la última vez que la vi, aquel nefasto día,
la encontré muy delgada.
No os preocupéis, ha engordado un poco.
(Esfuerzos al parir).
¿Qué le pasa a mamá?
Nada, preciosa.
Tranquila, mi vida, tranquila.
(Llanto de niño).
Ya está, ya ha pasado todo.
Enhorabuena,
es un niño muy fuerte, igual que su madre.
¿Cómo está?
Todo lo bien que se puede estar después de haber dado a luz.
No os preocupéis.
(Esfuerzos al parir).
Que viene otro. -¿Otro?
Ya la tengo puesta.
¿Le queda bien?
Perfecta,
como si fuera rey de Sicilia de toda la vida.
Si llevara esto puesto toda la vida,
acabaría con las cejas por las rodillas.
Tranquilo, no hace falta llevarla todos los días.
Ser rey está en el corazón y en la cabeza,
no en lo que os pongáis encima de ella.
Lo sé, vos sois mi ejemplo.
Rey de Sicilia, ¿puedo abrazaros?
Os lo ordeno.
Dad órdenes ahora que todavía no soy rey,
luego hablaremos de igual a igual.
Gracias, padre.
¿Por qué?
Os lo merecéis, sois mi hijo, mi mejor capitán
y hasta mi lazarillo cuando hace falta.
Id a disfrutad de los días que os quedan como príncipe
con esa amiga vuestra.
Sois zorro viejo, majestad.
Más viejo que zorro, y ciego como un murciélago,
pero no soy tonto.
Algo tenía que darle a mi hijo a cambio de una boda obligada.
Para colmo, le animáis a que se divierta con Aldonza;
¿no os preocupaba tanto?
Conozco a mi hijo:
si le prohíbes algo, más ganas tiene de conseguirlo.
¿Habéis mandado a Pacheco un mensaje con la noticia?
Sí, majestad.
Pasos
Debéis pedir permiso antes de entrar, hija.
Lo siento, no lo he podido evitar, padre.
Estoy nerviosa por saber de mi boda.
¿Qué os tengo dicho?
En tiempos de malas noticias, mostrad vuestra mejor sonrisa.
Y en tiempos de buenas, disimulad vuestra alegría.
Hay que aprender a controlar las emociones,
cuando las muestras te haces débil ante el enemigo.
¿Y es tiempo de buenas o de malas noticias?
Tomad asiento.
Acaba de llegar este mensaje de Aragón,
ya no os vais a casar con un príncipe.
¿No?
¿Qué pasa?
¿Esa cara?
Lo siento.
Es que hacía tanta ilusión...
No os vais a casar con un príncipe porque lo haréis con un rey.
Fernando va a ser nombrado rey de Sicilia.
Perdonad que no me controle, ¡pero es que soy tan feliz!
Yo también soy muy feliz, hija.
Llorad, reíd,
haced lo que os de la gana porque vais a ser reina
y una reina se lo puede permitir todo.
¿Tampoco ha llegado hoy respuesta de Portugal?
Llegará, y será buena;
simplemente nos hace esperar para mostrar su orgullo.
Eso espero,
Isabel está empezando a impacientarse.
¿Y eso os preocupa? Ella es la que debería preocuparse.
¿Qué os pasa hoy que estáis tan optimista?
Nunca os había visto con esa sonrisa.
Porque sé que nuestros planes llegarán a buen puerto.
Con vuestro permiso, majestad.
Noticias de Portugal. Traed, traed, traed.
Dejadme, retiraos.
El rey Alfonso ha aceptado nuestra oferta,
No vendrá él,
envía una comitiva con plenos poderes.
En un mes estarán aquí,
Cabrera, procurad que no les falte de nada.
Nada les faltará, majestad.
Perfecto, ya os lo dije.
Es hora de convocar las Cortes.
No lo entiendo.
Lleva meses sin cumplir su palabra en nada,
ni siquiera responde a nuestra solicitud
de reunirnos con él.
Ahora, convoca Cortes de inmediato.
Mi hermano, el rey, es inconstante y olvidadizo.
Si solo fuera Enrique hasta me parecería normal,
pero estando a su lado Pacheco, siempre sospecho lo peor.
No seamos pesimistas,
paso a paso estamos camino de lo que queríamos
y cuando las Cortes me proclamen princesa heredera,
todo esto no será más que un mal recuerdo.
¿Qué estáis haciendo?
Marcho a Ocaña, donde debo estar con Isabel;
me nombró capitán de su guardia.
Dejad que os acompañe, quiero ser vuestra guardia.
Sé que solo soy uno, pero menos es nada.
Además, algo me dice que una gran aventura nos espera.
Leéis demasiados libros de caballerías.
Imaginaos, lo mismo inspiramos nosotros alguno.
Perdería más tiempo en convenceros de que no vinierais
que en llegar a Ocaña andando, ¿verdad?
No tengáis ninguna duda.
Muy bien, mañana hay Cortes de Castilla
e Isabel será confirmada princesa de Asturias.
Quiero ver su alegría con mis propios ojos.
Han hablado de ovejas, del coste del pan,
del castigo a los ladrones de los caminos,
pero de lo nuestro, nada.
Esperemos.
¿Os pasa algo?
Traman algo, lo sé, y debí darme cuenta antes.
Tomo la palabra para anunciar que por gracia de su majestad el rey
se rebajarán los impuestos en una tercera parte.
Quiere tener contentos a todos.
Sí, pronto les pedirán algo, ya veréis.
Gracias, castellanos.
No lo toméis como una dádiva sino como un reconocimiento.
Lo hago para resarciros
de las pérdidas ocasionadas por la guerra.
Una guerra que llegó a su fin
gracias al diálogo y al respeto de Isabel, mi hermana.
Parece que llegó nuestro momento.
Precisamente sobre ella, pieza clave de nuestro futuro,
trata el último punto de la sesión.
Tengo a bien comunicar a los presentes
la propuesta de casar a doña Isabel
con su majestad el rey don Alfonso de Portugal,
compromiso del que solicitamos vuestra aprobación
por el método de alzamiento de mano.
Nos han engañado.
Nos han engañado todo este tiempo.
Carrillo tenía razón, ¿cómo nos hemos dejado engañar?
¡Quiero ver ahora mismo al rey!
No será posible,
marchó nada más acabar la sesión de Cortes.
¿Qué hacemos ahora?
Es complicado,
lo sancionado en Cortes no se puede desobedecer.
Yo lo haré, no lo dudéis.
Ya dije una vez que no al portugués y con esta serán dos.
No será tan fácil, han sido muy hábiles y yo no tanto.
Explicaos.
La primera vez que os negasteis a casaros con el rey de Portugal
desobedecisteis una orden del rey. ¿Y ahora?
Ahora desobedeceréis al pueblo representado en Cortes,
y el pueblo es precisamente vuestra fuerza.
Si os negáis vuestra imagen será la de una mujer caprichosa
que antepone sus intereses a todo.
¡Y todo lo que hemos luchado y sufrido hasta ahora no servirá!
Todo esto parece un mal sueño
en el que me pasa lo mismo una y otra vez.
No, no me casaré, y explicaré al pueblo lo sucedido.
¡Cárdenas! Alteza.
Escribid una carta al rey dejándole claro
que no aceptaré la boda de acuerdo a los Pactos de Guisando
según los cuales debo dar el visto bueno
al pretendiente propuesto por el rey.
Así lo haré, alteza. ¡Hacedlo ya!
Alteza, tenéis una visita.
(Grita): ¿Quién quiere verme ahora?
Alteza. Gonzalo.
¿Cuándo veremos a la novia, doña Isabel?
Pronto, pronto, no os preocupéis.
Esperaba verla en esta recepción, ¿hay algún problema?
No, no, todo está hablado
y la infanta Isabel tiene plena disposición
a cumplir con nuestro compromiso con Portugal.
Me alegra oír esas palabras.
Sobre todo, después de la experiencia anterior
con su majestad, el rey de Portugal.
El mayordomo de palacio os acompañará a vuestros aposentos,
necesitaréis descansar un poco.
Esta noche os daremos el agasajo que os merecéis.
Gracias, majestad.
Pero antes de marchar os aviso:
tenéis siete días para arreglar esta boda.
Pasado este tiempo tengo orden de volver a Portugal.
No creo que haga falta esperar tanto tiempo, excelencia.
Eso espero, y mi rey también.
Me ordenó que os entregara esta misiva
para que os quede clara su urgencia.
Os dejo, para que la leáis con calma.
Recordad, siete días.
Cuando gustéis.
El rey de Portugal dice que si volvemos a faltar a su honor,
la próxima vez que vuelva a Castilla lo hará con su ejército.
Mendoza tenía razón, Isabel no iba a ser tan fácil.
¡Malditos Pactos de Guisando, en qué hora los firmé!
¡Un rey manda, no cede!
Y yo he cedido demasiadas cosas estos últimos tiempos.
Aceptará la boda, os lo aseguro, pero antes necesito un favor de vos.
Convocad a Chacón y a Cárdenas,
proponed reuniros con ellos en respuesta a la carta de Isabel,
decid que preferís hablar con ellos que con Isabel.
No hay tiempo para negociaciones, Pacheco.
Y no las habrá.
Cuando lleguen a Segovia, ordenad que les arresten.
Carrillo les abandonó hace tiempo, yo necesito estar a solas con Isabel.
Sois consciente
de que utilizaré la fuerza si es necesario.
Haced lo que tengáis que hacer.
Quiero ir con vos,
para decir que no me caso me basto yo sola.
Isabel, os lo ruego,
el rey pide que vayamos Cárdenas y yo.
Sabéis que os apoyaré,
pero si nos tiende la mano no podemos negársela.
No hay nada que perder. Sí lo hay.
No podemos permitir
que los Pactos de Guisando se queden en papel mojado.
Recordadle todo lo que firmó.
Lo haré, estad segura.
Y que si lo hace por su hija,
decidle que nunca llegará a ser reina de Castilla.
Apelaré al papa si es necesario
para que muestre que no hubo bula que permitiera el matrimonio.
Es de justicia.
Roma se mueve más por otras cosas antes que por la justicia.
Sí, a veces parece que se olvidan
de que Jesús echó a los mercaderes del templo.
¿Qué hacemos, Isabel?
Id de mi parte y no cedáis en nada.
¿De caza?
¿El rey está de caza?
Será mejor que volvamos a Ocaña cuanto antes.
Lo siento, pero no es posible.
Lleváoslos.
¿Qué está pasando aquí?
No me hagáis esto más difícil, excelencia.
Pacheco, ¿verdad?
¿Qué hacen dos soldados custodiando a Chacón y a Cárdenas?
Tengo que desvelaros un secreto.
Tal vez nuestro hijo no vea reinar a Isabel.
¡Vamos moveos, prisioneros! -¡Vamos, abajo!
¡Moveos!
¡De rodillas!
¡De rodillas!
Excelencia, el palacio está asediado.
Vamos.
¡Seguidme!
¡Arriba, vamos!
Apresad a todo hombre que esté armado.
Marqués,
¿cómo vos por aquí?
Visita de cortesía, traigo mensaje del rey.
Me alegra veros sano.
Es un honor que el marqués de Villena se preocupe por un simple soldado.
Y ahora si me disculpáis. -Por supuesto.
Detenedle.
Puerta
Daos preso.
Ni lo intentéis.
¡Ayuda!
Coged vuestra espada, rápido, hay que salir de aquí.
¡Firmad el consentimiento a vuestra boda!
Ni lo soñéis. No me iré de aquí sin vuestra firma.
Si mañana por la mañana no lo habéis hecho
os llevaré a Segovia
y os encerraré en la torre del Alcázar.
Yo mismo os arrojaré de allí si hace falta.
No os atreveréis a llegar tan lejos. Nadie sabrá que fui yo.
Vuestra madre está loca, así que bien podía estarlo su hija,
y los locos hacen a veces cosas extrañas en sus desvaríos.
Mañana por la mañana,
ese es el límite.
Portazo
Pacheco y sus hombres han tomado palacio.
¿No tenemos ninguna posibilidad de victoria?
Lo importante es salvar a Isabel, y si no, Carrillo puede ayudarnos.
¡Alto, guardias! -Marchaos, Isabel os necesita.
Es la hora, corred, ¡corred!
¿A qué esperáis, hijo de puta?
(Grito).
Isabel tenía razón.
Carrillo ha sido el único que preveía que esto podía pasar.
No os lamentéis,
lo importante es aprender de los errores cometidos
y enmendarlos.
El problema, es que cuando salgamos no se van a poder enmendar.
¡He fracasado, Cárdenas!
Juré proteger a Isabel y Alfonso y los he perdido a los dos.
Guardad vuestras energías para mejores pensamientos.
Como siempre dice Isabel, Dios está de nuestro lado.
Ojalá.
Pero os juro que si salimos de esta no habrá compasión para Pacheco.
¡Eminencia! -Dejadle pasar.
¿Qué ocurre?
Pacheco ha entrado en Ocaña con la guardia real,
tienen retenida a Isabel.
¿Chacón y Cárdenas? -En Segovia, con el rey.
Sabía que pasaría.
Tenemos que ir en su ayuda, eminencia,
Sí, y no iremos solos, os lo juro.
¡Alto!
(Griterío).
(Grita): ¿Firmaréis o no firmaréis?
No os he oído.
No, no firmaré.
Vos lo habéis querido.
Pasaréis encerrada el resto de vuestros días.
Y os aseguro que no serán muchos.
Ni se os ocurra, o sois hombres muertos.
¿Estáis bien?
¿Qué hacéis aquí?
Negociar, pero a mi manera.
Os equivocáis, Chacón e Isabel os traicionarán.
Eso ya lo veremos.
Id a Segovia con esos dos guardias, son los únicos que quedan vivos.
Y decir a Enrique que libere a Chacón y a Cárdenas
y que si vuelve a amenazar a Isabel
yo mismo llevaré mi ejército a Segovia,
a Madrid, o donde quiera que esté.
Y no me importará que sea el rey
porque le haré pagar ojo por ojo y diente por diente
todo el daño que ha hecho.
Os dije que no sería tan fácil.
¿Y Pacheco, no va a venir?
Me encantaría comentar con él lo sucedido.
No, ha ido a despedir a la comitiva portuguesa.
Bien hecho.
Ya que no ha sido capaz de hacer su tarea,
que sufra el mal trago.
Hay que tomar decisiones,
esto no puede continuar así o Castilla será el hazmerreir.
No se puede humillar a un rey,
y menos dos veces, como hemos hecho con Alfonso.
Preocupaos más
por el rey de Castilla que por el de Portugal.
Llevo preocupado desde hace mucho,
pero a veces pienso que es en vano,
sobre todo
si seguís poniendo vuestra confianza en manos de un hombre como Pacheco.
¿Volveréis a darme la espalda? Lo haré.
Si no se cumple una condición esencial.
Decidme, ¿cuál es?
Defender que vuestra hija es la heredera de vuestra Corona.
Pero eso supondría volver a entrar en guerra.
No, no necesariamente.
El rey de Francia busca esposa para su hermano,
el duque de Guyena, es de edad parecida a la de Isabel.
¿No es esa una de las condiciones que pone a sus pretendientes?
Bueno, pues sigámosle el juego.
El rey Luis estaría encantado de que su cuñada fuera castellana.
Sería la mejor manera de acabar ganando la guerra a Aragón:
asfixiando al rey don Juan por el norte y por el sur.
¿Y si Isabel se vuelve a negar?
Si se vuelve a negar
habréis de prometer igualmente al rey de Francia
que nuestros ejércitos lucharán junto a ellos contra Aragón.
Porque a cambio él nos enviará a los suyos
para acabar con Isabel y su gente.
Pacté con ella para evitar una guerra
y a cambio tendremos dos, mal negocio.
Pero necesario,
ya habéis visto que no valen ni componendas ni pactos.
Hacedme caso y pronto Isabel será...
una anécdota.
De acuerdo.
Otra cosa, don Diego.
¿Mi esposa ha dado ya a luz?
Sí, señor, ha parido gemelos.
¿Puedo pediros un favor? No hace falta que digáis cuál es.
En cuanto llegue a Buitrago la echaré de mi casa.
Llaman a la puerta
Adelante.
Disculpad, alteza, hay alguien que desea veros.
Ahí la tenéis, gracias a vuestros manejos.
No sé ni cómo os he dejado entrar.
Porque soy el rey.
Sí, y rezo cada día para que dejéis de serlo.
Calma, Carrillo.
Dejadnos a solas. No, alteza.
Os lo ruego.
¿Qué queréis?
Vengo a ofrecer una solución a todos nuestros problemas.
¿Ha sido idea de Pacheco? Porque si es así...
No, no, es cosa de Mendoza y mía.
Hablad.
Queréis un marido de vuestra edad, tengo un candidato perfecto;
tan solo tiene dos años más que vos.
¿De quién se trata?
Del duque de Guyena, hermano del rey de Francia.
Me queréis lejos de Castilla.
No, vos aceptad la boda.
Yo mismo me encargaré de que mantengáis casa en Castilla.
¿Y podré confiar en vos? Porque estoy cansada
de que nunca cumpláis vuestra palabra.
Vos veréis en quién preferís confiar:
si en la palabra de vuestro rey o en la de quien tan mal os guían.
¿Qué creéis: Chacón, Carrillo trabajan para vos solo por devoción?
Están esperando a que consigáis el poder,
y entonces querrán su premio.
Dejadme descansar, os lo ruego.
Está bien.
Descansad.
Pero os dejaré las cosas claras.
Podéis creer en lo que os digo o no creer y seguir luchando,
pero Francia es un reino fuerte
que me ayudaría a luchar y ganar la guerra
que surgiera de vuestra negativa.
Fuera, Enrique.
Está bien, me iré.
Vos veréis cuántos hombres más deben perder la vida
por vuestra ambición.
¿Ocurre algo?
No, de momento no.
Alteza, Chacón y Cárdenas están aquí.
¡Quiero ver a Isabel!
No antes de que me escuchéis.
(Suspira): Os escucho.
Cuando marché de aquí camino de Yepes
os dije que si volvía por causa mayor las reglas del juego cambiarían.
¿Os acordáis de ello? Sí.
¿Y asumís que debe ser así?
Sí.
Bien, os diré lo que haréis.
Os quedaréis aquí, en Ocaña, con Isabel.
Os dejo para vuestra seguridad mis mejores hombres.
Y no negociéis nada con nadie hasta que yo vuelva.
¿Y vos qué haréis? Yo salgo de viaje.
¿Dónde?
Donde se pueden solucionar nuestros problemas.
¿Quieren casar a Isabel con el duque de Guyena?
Así es, y ya sabéis lo que supone eso para los intereses de Aragón.
¿Y cómo no sabíamos nada?
Pacheco no ha dado noticia. -Os dije que no os fiarais de él.
Decidme, majestad, ¿qué tratos teníais con mi sobrino?
Creo que nuestra amistad y la información que os traigo
merecen una respuesta a mi pregunta.
Estábamos negociando la boda de Fernando con su hija.
¿Con Beatriz?
No os engañéis,
para esposa de Fernando hay una candidata mejor que ella.
¿Quién?
Isabel.
Tiene sangre de reyes, tiene la edad de Fernando
y acabará poniéndose sobre su cabeza la Corona de Castilla.
Muy seguro os veo de eso.
Por mi vida os lo juro: Isabel será reina.
¿Qué os parece, Peralta?
Lo que vi de ella me gustó, tiene carácter y determinación,
y a vuestro hijo le gustará más que Beatriz,
os lo aseguro.
Pensadlo bien, majestad.
Vos ayudáis a mi causa y yo a la vuestra.
Y pronto Castilla y Aragón compartirán reyes,
como siempre hemos soñado.
Beatriz Pacheco tal vez sea el presente
pero Isabel es el futuro.
Se han visto hace dos días unas tropas entrar en Catilla.
Esto no puede continuar así, se me ha acabado la paciencia.
Soy un hombre, un rey,
y me aferraré a un clavo ardiendo para seguir siéndolo.
No puedo cargar con más muertes.
Siempre ha habido y habrá guerras,
lo importante no es la guerra, sino que la causa sea justa.
Y la vuestra lo es.
Carrillo será a Isabel lo que Pacheco a Enrique.
Sois el rey de Aragón.
Soy el rey de un reino pobre, por eso necesitamos esta boda.
¿Os gusta, padre?
¿Aceptáis que sea Fernando vuestro esposo?
¿Seguís queriendo casar a mi hija con Fernando?
Por Aragón os lo pido, ganaos a esa mujer.
No os preocupéis, Isabel será mi esposa.
Isabel y Fernando son primos,
habrá que contar con la aprobación del papa.
Paso a paso, Peralta.
Así es el duque de Guyena en persona. Exageráis.
Carrillo tiene razón, la mejor opción es Fernando.
Espero que disfrutéis tanto con Isabel como conmigo.
Decidme que traéis buenas noticias.
La delegación francesa pone fecha para negociar la boda con Isabel.
¿Cuándo?
Si hay que correr algún riesgo, seré yo quien lo haga.
Ha de ser pronto. Ahora es el momento, entonces.
Jurar por Dios en vano y engañar a su mejor amiga
son dos cosas que Isabel no es capaz de hacer.
¿Juráis por Dios que os casaréis con el duque de Guyena?
Ilumíname Dios Padre, Todo Poderoso, para que tome la decisión correcta.
¡Es una cría, por el amor de Dios, es una maldita niña
y está haciendo con todos nosotros lo que quiere!
¡Solicito una orden para detenerla en Madrigal!
Concedida. ¡Vámonos a Madrigal ya!
(Grita): Dónde está. -Se fue.
¡Se fue! ¿Adonde?
Subtitulación realizada por Cristina Rivero.
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NOTE STORICHE.
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PERSONAGGI.

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