↓B. Serie Televisive Spagnole: Home Cap. 1° ↔ Cap. 3°
46.44 min
Transcripción completa
(Música cabecera)
¡Ah!
(CANTA) "Tres, eran cuatro
las hijas de Elena...".
A ver...
Rita,
Manolita,
Carmen
y Nucha.
Repollo, repollito,
¿con quién se va a casar el marqués?
¿Qué haces aquí?
¿Por qué no estás durmiendo?
Es que he tenido una pesadilla
y no me puedo dormir.
Pero los sueños son sueños,
lo que se sueña no pasa de verdad.
Sí, ya lo sé,
pero tuve miedo y no sé por qué.
Era un sueño muy raro.
Cuéntamelo.
Te digo que no lo entenderás,
era sueño muy raro.
Bueno, aunque no lo entienda,
tú te lo quitas de la cabeza
y dormirás tranquila.
Ven.
Es que no sé cómo contártelo.
Me lo cuentas como contabas
los cuentos a Gabrieliño.
Verás, casi no me acuerdo.
Yo estaba en el pasillo
y no había nadie.
Nadie más que yo.
Los vestidos de mis hermanas
estaban tirados por los suelos,
mal colgados.
Era como si alguien
estuviera llorando.
(Música misterio)
(Jadeos)
(Continúa música)
(LLORA)
Era como una mano
que me apretara el corazón,
como cuando murió mamá.
Pero cuando murió
tu madre tú eras muy pequeña,
no te puedes acordar.
Me acuerdo.
¿Qué cosas pasan por tu cabecita?
(RÍE)
Dicen las chicas que vengas.
¿Qué chicas?
Ven, vamos a enseñarte algo.
¿Qué?
Anda, ven. Tú, ven.
¿A dónde?
Vamos.
-Ven, tú también
tienes que disfrazarte,
sino no te dejaremos
entrar en nuestro reino.
(AMBAS RÍEN)
Pero bueno...
Tú ven y verás.
Esperad un momento.
¿A dónde me lleváis?
Uh, ¿cuándo cae en martes
el Viernes Santo?
El miércoles, los sábados.
Te voy a dar yo a ti
el Martes Santo, ya verás.
(Risas)
Que no, por favor,
que yo no me visto de payaso.
Vas a hacerlo,
porque se nos ha puesto
a nosotras en el moño.
Vas a ver.
(GRITA)
¿Qué nos harás, fantasmón?
¿Fantasmón, yo?
Ven aquí, ven aquí.
Mira, ven, corre.
Damos toda la vuelta.
Yo por aquí, vosotras por allí.
Vale.
(Música)
Cobarde.
(Continúa música)
(RÍEN Y GRITAN)
(Risas)
¿Cuándo cae en martes
el Viernes Santo?
¡Ah, te pillé!
(LLORA)
Nucha, Nucha... Perdona, Nucha.
Perdona, me equivoqué.
No creí que fueras tú, perdona.
Fuese quien fuese, parece mentira.
A una señorita no se la trata así.
Tu hermana me buscó
y el que me busca, que no se queje
si me encuentra.
¿No quieres que hagamos las paces?
Vete.
Bueno, perdóname, Nucha,
¿sabes que tienes una fuerza
terrible? Pareces una fiera.
Oye, ¿qué pasaría si yo no me fuera?
Si no te vas se lo diré a papá.
Porque no es normal
que estés viviendo en nuestra casa
y seas capaz de hacer una cosa así.
Pero mujer, lo dices como si fuera
cuestión de vida o muerte.
Pues así es.
En fin, Julián, yo no pretendo
que traiciones la confianza
que mi sobrino tiene en ti,
pero en esta casa se te ha tratado
siempre como a alguien de la familia.
Y saber, tienes que saber algo.
Quema.
El señor marqués,
no me ha comunicado aún
sus decisiones.
Y aunque así fuera, yo...
Pero tendrá suposiciones.
¿O no tiene suposiciones?
¿Cuándo cae
en martes el Viernes Santo?
(Campanas)
Mira, cuando se tienen varias hijas,
lo difícil es casar a la primera,
después es como
las vueltas de un collar.
Claro.
Va todo más fácil, ¿sabes?
Colocada Rita, con Manolita
cargará don Víctor de la Formoseda.
El tonto ese de la levita a cuadros.
A Carmen espero que se le quitarán
ciertas locuras de la cabeza
y siendo guapa como es,
pues no le faltará quien se anime.
Nucha...
La verdad es que no me pesa en casa
y siempre necesitaré
a alguien que me cuide.
¿No es así? ¿Eh?
Vamos, que ese cabrito
no puede salir soltero de esta casa.
Quiero hablar con usted, tío.
Bueno, hijo, tú dirás.
El caso es que...
He decidido.
Las bodas son todas iguales,
vista una, vista todas.
-Cómo me hubiera gustado
ser la novia.
-La señorita está guapa, guapa.
Cuanto más ojerosa
y más pálida, más guapa.
-¿Les gustó la tarta de don Obdulio,
el pastelero?
-Mucho, no ha dejado ni pizca.
-Muy bien.
-Y don Julián, qué simpático,
me ha mirado y todo.
-Y el marqués, ¿está nervioso?
-El marqués está empinando
el codo mucho, y eso no da resultado
para la noche de bodas.
Yo no soy quién para decirlo,
pero sí para saberlo.
-¿Y el señor? ¿Cómo está?
-"Comme ci comme ça".
Oye, que te vayas,
que te esperan tus señoritos.
-Entre que se van y no se van...
(SUSPIRA) -Por ser la novia
hubiera dado cualquier cosa.
(TODAS RÍEN)
(Música)
Si levantara la cabeza
tal día como hoy la señora,
que en gloria esté...
-Y ahora el padre se queda solo.
(LLORAN)
-Qué pena, ¿y la señorita Rita?
-Se ha retirado
a sus habitaciones, la pobre.
(Música)
(LLORA)
Julián, va a necesitar
agallas con Primitivo,
es hombre de malos hígados, capaz
de darle a usted cinco vueltas.
Dios me dio ante matar,
no me matara.
No lo diga dos veces.
Si el señorito pudiese adoptar
una buena resolución...
Eche a ese hombre de el Pazo,
don Pedro, échele.
¿Qué dice? ¿Y la caza, y la gente,
toda esa gente que solamente
él entiende?
No, no se haga ilusiones.
Primitivo es el Evangelio para mí.
Sin él me sentiría perdido.
Además, si le echara por la ventana,
entraría por la puerta.
Julián, échele valor,
vuelva al Pazo
y arreglárselas como pueda.
Le doy plenos poderes
(Música)
(Llaman a la puerta)
Vengo a darte un beso,
señora marquesa.
Nucha, Nuchita, hija mía...
(Música)
(Pasos)
(Pájaros)
¿Qué hay, Primitivo? Buenas tardes.
Buenas tardes.
¿Qué? ¿Ha hecho buen viaje?
Sin novedad, gracias.
Permítame.
No, deje, deje.
No, don Julián...
-Señor, ¿me da una moneda?
¿Por aquí todos bien?
Sí.
¡Perucho!
Pero bueno, ¿no me das un beso?
Ah...
¿A que no me coges?
A que te cojo, que te cojo.
Que no, que no.
Te cogí.
Hala, a casa que es tarde.
Ya me contarás
qué has hecho estos días.
A la paz de Dios.
Arre, mula.
-Parieron 10 vacas
de la finca de aquí, del Pazo.
Más tres terneros
que nacieron en abril,
suman en total 13 terneros.
Muy bien.
Ha sido un año bueno.
Sí.
Esto son las cuentas
de los árboles talados.
Mil, de madera,
la pagaron a cinco reales.
5000, eso es.
Estos son los sueldos
de los obreros que vinieron de fuera.
¿Y esto?
Ah, esto son de los de la casa.
Ah, muy bien.
Muy bien.
Lo tiene todo apuntado muy clarito.
Muy bien.
Vamos a ver.
Cinco y cinco, 10...
Por cierto,
tenía que decirle también
que los señores han apalabrado
una nueva cocinera allá en Santiago.
¿Lo dice usted por Sabel?
Un momento, que me equivoco.
Perdone...
Es natural,
allá se guisa de otro modo
y los señores
tienen la boca acostumbrada.
Claro, claro.
Ya le iba a pedir yo
que le escribiera al señor marqués
que trajese quién cocinarse.
¿Ah, sí? ¿Por qué?
Porque la hija se me quiere casar.
¿Quién? ¿Sabel?
Sí, Isabel, pues anda en eso,
con el gaitero de Naya, el gallo.
Con el gallo, no me diga.
Y claro, quiere marcharse a su casa,
así que les eche las bendiciones.
Bueno, pues que se haga la buena,
Primitivo.
Por cierto, si ellos quieren,
yo mismo les echo las bendiciones.
Muchas gracias.
Gracias, Dios mío.
Pues me has permitido realizar
una buena acción.
Vuelvo trayendo al fin
un matrimonio cristiano.
Yo, tu humilde siervo,
he sido el agente de tu santa obra.
Dios mío, gracias.
(Risas lejanas)
(Música suspense)
(Risas diabólicas)
Fuera, Satán.
"Transcurrido algún tiempo
de vida familiar,
con suegro y cuñadas, el marqués
echó de menos su huronera.
Los altercados de don Pedro
con su tío iban agriándose,
y vino a envenenarlos
la discusión política,
que enzarza más que ninguna otra".
Para mí las normas de la convivencia
están perfectamente claras.
Pregúnteselo si no
a los que viven en el campo.
¿Qué campo?
Allí no se andan con rodeos.
¿Cómo?
Aquí cada uno oye
lo que le interesa.
No es cuestión de normas,
sino de educación.
Usted confunde la educación
con la hipocresía. En la aldea...
En las aldeas no entendéis nada
de política. Os lo tragáis todo.
Os falta criterio, hijo.
Además, lo miráis todo a través
de vuestro punto de vista,
y falta experiencia y sensatez.
Además, os fiais de los periódicos
y de las lenguas.
Haz caso de este viejo moderado
y quédate a vivir aquí.
Se te abrirán los ojos
y la sesera.
Así que usted se figura
que los que venimos del campo...
Pues puede que veamos cosas
que ustedes no ven.
Créame usted, tío.
En todas partes hay bobalicones
que se chupan el dedo,
no solo en el campo.
Y si callo a veces,
¡es porque estoy en casa ajena!
Parece que vienes
de mala gana conmigo.
No.
Pero es natural que sienta
dejar al pueblo y papá.
Y a mis hermanas.
Ya verás cómo te gusta el pazo.
Y no te creas
que no hay gente fina allí.
Cerca de nuestra casa
vive gente más importante
de lo que tú te puedes imaginar.
Están las señoritas Malenda,
que son muy simpáticas.
Ramón Libioso,
que es todo un caballero.
El cura.
El abad de Ulloa,
que es tan mío como los perros
que tengo para cazar,
y no le mando que ladre
porque no se me antoja.
Allí soy alguien.
Ya lo creo.
(Música emotiva)
No hay liebre
que corra por esas tierras
que no me pertenezca.
Ya hemos llegado.
Señorita Nucha, esta es su casa.
¡Nucha!
(RÍE) ¡Nucha!
¡Ya estamos en casa!
Hay que ver, el señor marqués
parece muy contento.
(RÍE) ¡So!
Burro. Burro, estate quieto.
Burro. Estate quieto, burro.
Nucha, ven aquí.
(RÍE) ¡Ven aquí!
Deme, Primitivo.
Yo me lo llevo.
Perucho.
¿Qué haces tú mirando
a las personas mayores?
Anda, que te voy a dar.
Nucha.
Señor marqués.
Señor marqués,
le dejo aquí el equipaje.
Vamos.
Se lo dejo aquí.
¿Todo bien, señor marqués?
¿Qué hace, don Pedro?
Don Pedro...
No me empuje.
¿Por qué sigue aquí Sabel?
Me prometió en Santiago
quitármela de encima.
Primitivo me juró
que el gaitero se casaría con Sabel,
pero aún no tienen los papeles.
Hombre de Dios, ¿no comprende
que todo es teatro, idiota?
No me falte usted
al respeto, don Pedro.
¿Qué, te gusta?
¿Sí?
Sí.
Lo sabía. Sabía que te gustaría.
Aquí todo es tuyo. Todo.
Hasta las perdices
que vuelan por los campos.
¿Estás cansada?
No.
Aquí no tendrás que trabajar, Nucha.
Para eso están los criados.
Estamos todos para cuidarte.
Quiero que sea como yo.
Le regalaré mi escopeta
y mi caballo.
Todo.
Todo será para él.
Imposible.
Será un muchacho.
Los Moscoso siempre han tenido
descendientes varones.
(Música romántica)
Hay mucho que hacer, doña Marcelina.
Mire, hay que adecentar la fachada,
pintar las ventanas,
y además, la parra habría que...
¡Uy!
Cuidado, cuidado.
Lo dejan todo abandonado.
Hace falta un poco de orden
y de limpieza.
¿Qué hay al otro lado?
Las cuadras y las caballerizas.
Se las enseñaré después.
Vamos por aquí.
Si no está cansada, claro.
Por mí, podemos seguir.
Este aire puro me sienta muy bien.
Sí, sí.
El aire, lo que se dice el aire,
es purísimo.
Alivia el espíritu y da salud.
Ah, la capilla.
Vamos a verla.
No, todavía no está presentable,
doña Marcelina.
No sabe el disgusto
que tuve cuando la vi.
Confío en que con su presencia
las cosas cambien.
Tenemos mucho que hacer,
doña Marcelina. Sígame, sígame.
Estos son los corrales.
Aquí están las gallinas,
las vacas...
¿Y eso?
Vaya, vaya, vaya.
Conque sí, ¿eh?
Pues te cogí.
Mira tú por dónde,
ya sabemos quién es el zorro
que se come los huevos.
Anda, niño. Vete.
No. Déjemelo, Julián. Por favor.
Qué guapo es.
Muy guapo, sí.
Y qué ojos.
¿De quién es esta criatura?
¿Esta criatura?
Pues de Sabel, creo. La muchacha
que guisa aquí estos días.
Ah, de la criada.
Sí, la criada.
¿Está casada esa chica?
¿Qué?
No, no, no. Casada no.
¿Con quién? No, no.
Pero estas aldeanas,
usted ya sabe... Uf.
No tienen ningún recato.
Paren como conejas.
Deme una moneda.
Sí.
Ten.
¿Cómo te llamas?
Perucho.
Uy, como mi marido.
¿Es ahijado?
Sí, es curioso.
¿Quién, el niño?
Sí, es el ahijado de don Pedro.
¿Para qué querías los huevos?
Los vendo.
¿Los vendes?
A las mujeres de por aquí.
¿Y a cuánto te pagan?
Dos cuartos.
¿Dos cuartos?
A partir de ahora,
me los vas a vender a mí.
Vamos a ser amigos tú y yo.
Sí.
Lo primero que voy a hacer
es comprarte unos pantalones.
Julián.
¿Sí?
Hay que vestir a este angelito.
Sí. Menudo angelito.
Lo que no he hecho yo
para que aprenda a leer y escribir
y que se acostumbre a limpiarse.
Ya hablaré con su madre
para que lo enjabone todos los días.
¿Con su madre?
No, déjelo, señora.
Que aprenda él, que ya es mayor.
Bueno, pues me encargaré yo
personalmente.
Me gusta este niño.
(Música emotiva)
"La melancólica imagen
del pazo de Liñoso
oprimía el ánimo con la inexplicable
tristeza de las cosas que se van".
(Música)
El problema de las casas
es el mantenimiento.
Todo el dinero es poco.
Dígamelo a mí.
Pasa, pasa.
Siéntate, Nucha.
Ponte cómoda. Estás muy pálida.
¿Sabes que la mujer del boticario
también está embarazada?
Está embarazada.
¡Oh!
¡Nucha!
¿Qué pasa?
¿Qué te pasa?
-¡Señorita Nucha!
Vamos, levanta.
¿Qué te pasa?
-¿Se ha hecho daño?
Vamos a ver, ayúdame.
Nunca había ocurrido nada parecido.
-Cuánto me disgusta
que te haya pasado en mi casa.
Ponte cómoda.
Que traigan un poco de agua.
¡Sí, agua! ¡Rápido!
Un poco de aire.
Sí, no te preocupes.
¿Te encuentras mejor?
Un poco de aire.
Bueno.
Muy bien, Primitivo.
Muy bien. Adiós.
-Adiós.
-A su disposición.
-El marqués de Ulloa
ha accedido por fin
a representar a nuestro partido
en las elecciones
y presentarse
como candidato a diputado.
Primitivo ha sido quien más
ha hecho para convencerle,
pero hay que arreglar la capilla.
-Está en un estado lamentable.
Indigno de un futuro diputado
de la región.
-Estará de acuerdo, arcipreste,
en que lo que el país necesita
son hombres rectos e hijos hidalgos
como el marqués de Ulloa.
-Por supuesto, señor Barbacana.
-Hombre casado.
Moreno.
Don Pedro.
Señorita rubia.
La señorita Marcelina.
Moza soltera.
Yo.
¿Qué más has visto?
Tendrás amores de mucha duración.
¿Y el niño?
¿El niño nacerá sano?
Me dijiste que la señorita Marcelina
moriría en el parto.
No morirá de parto.
Pero...
Pero...
No será niño.
¡Agua! ¡Agua! ¡Agua!
¿Ha parido ya?
¡Sí! ¡No! ¡Traigan agua!
Prepare el agua.
Tú ve a avisar al médico.
¡Vamos, rápido! ¡Agua!
¡Agua! ¡Agua!
¡Que se den prisa, señor marqués!
¿Cree que el médico
llegará a tiempo?
¿Que si llegará a tiempo?
Naturalmente que llegará.
Estas señoritas tan finas
son difíciles para todo.
Don Pedro, tómese un poco.
Melindres.
Estas señoritas de ciudad.
Tanto paseíto de mierda,
tanta iglesia,
y luego van
y se desmayan por nada.
Julián.
Sí.
¿Sabe una cosa, Julián?
No.
A veces pienso...
que mi hijo puede nacer afeminado.
No diga usted eso, don Pedro.
Seguro que Rita...
Seguro que Rita habría parido
sin tanta dificultad.
¿Rita?
No.
Rita...
Rita no.
¡Estúpida yegua!
Rita...
Paños calientes.
Paños calientes.
Máximo.
Ya falta poco.
¿De verdad que falta poco?
Cuente, cuente.
¿Cree que mi mujer podrá criar?
Seguro que podrá criar, ¿no?
Vamos por partes, don Pedro.
De momento nos basta saber
que podrá parir.
La señorita es linfática.
No, no podrá criar.
Para eso son mejores las vacas.
¿Conoce a la hija de Felipe,
mi casero de Castrodorna?
Sí, no está mal.
No sé si la dejarán venir.
Es igual, que venga.
Quiero que mi hijo
mame de buena teta.
(Gritos)
Máximo, por favor...
¿Preocupado, cura?
Pues suba y empuje usted también.
Dios se sirve
hasta de los que no creen en él.
Me necesita a mí
más que a sus oraciones.
Si no, ¿para qué me llamaron?
(Gritos)
A veces pienso que elegí mal,
que me he equivocado.
Que esta será más virtuosa,
pero Rita era mejor hembra.
No diga eso, don Pedro.
No lo diga.
¡Tú, bruja! ¡Ven aquí!
¡Vamos!
Saca las cartas.
Quiero saber cómo va a ser mi hijo.
Será fuerte como su padre,
un niño robusto.
Buen amo.
Fuerte como un roble.
Ha sido una niña.
¿Y ella está bien?
(SOLLOZA)
(GRITA)
(BALBUCEA)
(Ladridos)
Vamos, hombre de Dios,
que su señora está bien.
A ver si se va a morir usted.
Volveré esta tarde.
¡Juncal!
Una niña...
No, no, no.
Eso no es lo mío.
Yo de política no entiendo
ni una sola palabra.
Y si...
estoy interesado en política,
es porque tú me has metido en ello.
Le conviene, señor marqués.
Le conviene.
Ya.
Pero no sé
si me conviene más a mí o a ti.
¡Perrito, aquí!
(SILBA)
(Ladridos)
¡Aquí! ¡Aquí!
¡Ven aquí! ¡Quieto!
Ven aquí. Muy bien.
Señor marqués,
cuando ganemos las elecciones,
nos convendrá a los dos.
(MURMURA)
Haga algo útil. Ayúdeme a llevar
a la marquesa a la cama.
Va a peor.
Sí, sí. Dios mío.
(RESPIRA AGITADA)
Pobrecita.
Santa Señora...
¿Y se va a morir?
No me extrañaría.
Todos hemos de morir.
¿Dónde está el señor marqués?
Cazando perdices.
Los hombres son más brutos
que los animales.
¿Dónde está la doncella?
Hace una hora que le pedí
que subiera algo de comer.
(RESPIRA AGITADA)
Doña Marcelina.
Mi nena.
Doña Marcelina.
¡Mi nena!
Sí.
La niña, por favor.
Rápido.
Tenga.
(Llanto)
Perucho.
Adiós, me voy.
Uy.
Uy, uy, uy.
Pobrecita, pero ¿qué tienes?
(SILBA)
Toma.
Y tú también.
Toma.
Mándale estas perdices a Barbacana,
a ver si hay suerte
y se le atragantan a ese bribón.
Los papeles para la boda
de tu hija, ¿cómo van?
Despacio.
Hay que pensar
en los arreglos de la capilla.
El arcipreste ha insistido en ello.
Despacio, Primitivo. Despacio.
(SILBA)
(Truenos)
Y te ruego también que ilumines
esta casa con tu misericordia.
Y que, por favor,
apartes del mal
a este pobre pecador.
Uy.
Con el miedo que le dan
a doña Marcelina los truenos.
Por eso, Señor, no te olvides
de consolar a la sufriente madre.
Víctima inocente
de la maldad del demonio
que ha tentado en la carne
a estos seres sin...
A estas criaturas sin vergüenza.
Quiero decir sin moral, Señor.
Sin...
En fin, Señor,
ilumínalos, que tú ya sabes,
con tu infinita bondad.
(Gritos)
¡Dios mío, doña Marcelina!
(Trueno)
(Gritos)
¡Ah! ¡No!
¡Que se escapa!
¡No, no, no!
(Llanto)
Tanto alboroto por una araña.
Cómo se ve que en la ciudad
os crían con mucho mimo.
Señorita Nucha,
¿se le pasó el susto?
Sí, aunque todavía estoy
no sé cómo.
Antes era muy valiente,
pero, desde que nació la niña,
no sé lo que me pasa.
Parece que me he vuelto medio tonta.
No.
Debe ser una enfermedad,
una mancha.
De noche,
cuando me quedo sola con la niña,
tengo mucho miedo
y me cuesta dominarme.
La ropa que cuelga
me pareció un hombre ahorcado.
O difuntos con su mortaja.
Doña Marcelina, no debemos creer
en aparecidos ni en brujerías.
No, si no creo. Por eso digo
que debo de estar enferma.
El señor Juncal dice que hay
que fortalecerse y criar sangre.
Lástima que la sangre
no pueda comprarse en las tiendas.
O que los sanos...
O que los sanos no se la podamos
regalar a los que la necesiten.
(Música créditos)
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