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Los pazos de Ulloa
Los pazos de Ulloa - Capítulo 3
52.47 min
Transcripción completa
(LEE) "El reino de los cielos
será semejante a diez vírgenes,
que tomando sus lámparas,
salieron a recibir
al esposo y a la esposa.
Cinco de ellas eran necias
y cinco prudentes. Las necias,
al tomar las lámparas...".
(MURMURA) Mi niña, mi niña...
"...se dejaron el aceite. En cambio,
las prudentes se llevaron...".
¿Por qué es una niña?
(VOZ LEJANA) "...el aceite
con las lámparas.
El esposo tardaba, les entró sueño
a todas y se durmieron".
¿Cómo se llamará de mayor?
-Manolita.
-Hum...
"Entonces, se despertaron todas
aquellas doncellas y se pusieron..."
¿Manolita?
(Pájaros)
"Y las necias
dijeron a las prudentes:
'Dadnos un poco de vuestro aceite
que se nos apagan las lámparas'.
Pero las prudentes contestaron:
'Por si acaso no hay bastante
para vosotras y nosotras,
mejor es que vayáis...'".
¿Por qué no me ha permitido Dios
darle alimento a mi hija?
Doña Marcelina...
¿Por qué no me visita mi marido
desde que di a luz, padre?
¿Por qué me siento... tan sola?
¿Por qué tengo ganas de morir?
Vamos, doña Marcelina,
que Dios tendrá sus razones.
¡Pero yo no he hecho nada malo,
padre!
¡Y solo tengo sufrimientos
y miedos y sueños horribles!
Ya lo sé, doña Marcelina,
pero no preste atención
a los sueños. No tiene
importancia, todo se arreglará.
¡Quiero salir de aquí!
¡Quiero ir de cacería!
¡Quiero estar con mi marido!
Doña Marcelina,
hablaré con don Pedro, de verdad.
Dígale que me perdone.
Pero que la perdone ¿por qué?
Por no haberle dado
el hijo que esperaba.
Eso no es culpa suya.
Dígame, padre,
¿quién es él?
¿Él? ¿Quién?
Él.
Ah.
El hijo de Sabel.
Ya, pero quién es su padre.
No se sabe.
(RÍE)
(RÍEN)
(LLORA) Que no se sabe...
Dígamelo, Julián.
No se puede saber.
Sí se puede saber.
¡Sí se sabe! ¡Todo el mundo lo sabe
y usted también lo sabe!
Julián, júreme que no lo sabe.
No quiero saberlo.
No puede jurarlo
porque de sobra sabe y calla.
¡Todos lo saben! ¡Todos lo callan!
Pero ya no es cuestión de callar
por más tiempo.
Pero doña Marcelina...
Julián, cuénteme.
Doña Marcelina,
que esas son cosas que pasaron
hace muchos años y, además,
ni siquiera son seguras.
¿Qué cosas?
Cosas como...
las que está usted pensando.
Que se vaya de aquí.
¡Que salga!
No quiero verle.
Él no tiene la culpa.
Ya lo sé.
Y usted tampoco es culpable,
doña Marcelina.
Mire, ya verá como... como,
con las elecciones,
todo se va a arreglar.
Podrá irse,
irse usted con don Pedro a Madrid.
Además, hay muchas cosas que hacer.
Hay que arreglar la capilla
y recibir a las visitas.
Es muy importante
que usted esté ocupada.
Y del resto,
pues me puedo encargar yo.
(SUSPIRA) Gracias, padre.
(Música)
Hasta las murallas
se han hecho más anchas
y la piedra más oscura.
Será una tontería, ya sé,
pero no me atrevo a salir
de mi habitación.
Yo, que antes revolvía
todos los rincones
y andaba por todas partes...
Necesito dar una vuelta por la casa.
Necesito ver si abajo, en el sótano,
hay arcones para la ropa blanca.
Acompáñeme usted, Julián.
Ahora que la niña duerme.
Mire a ver si viene alguien.
Doña Marcelina, venga.
Tengo miedo.
Vamos...
Hace meses que quiero salir
de esta habitación,
ya casi ni me acuerdo
de cómo es el pazo.
(RÍE) Está igual, como siempre.
Cuidado, cuidado.
Quiero ser valiente.
Sí, muy bien.
Cuidado con los escalones.
Ah.
(Música intriga)
¡Nada de excesos!
(RÍEN)
¡Uh!
¡Ay!
¡Marcelina! Doña Marcelina...
Ah.
Ah, eran ustedes.
Creí que habían entrado ladrones.
(Pasos)
(Ladridos)
Don Pedro...
Don Pedro,
permítame que aproveche
la oportunidad de que vamos solos.
Tengo que hablarle al señor marqués.
La señora marquesa, doña Marcelina,
sufre mucho.
A consecuencia, especialmente,
de las continuas ausencias
del señor marqués.
Después del feliz acontecimiento
del nacimiento de su hija,
se encuentra muy sola.
Una mujer de verdad debe dar
a su marido un varón,
no una hembra llorona.
Ante Dios, señor marqués,
todas las criaturas,
varones y hembras,
son prácticamente iguales.
¡Pero aquí no estamos ante Dios,
sino entre hombres!
Y una mujer enclenque,
como Marcelina,
a mí me sirve de muy poco.
Yo necesito una mujer... auténtica,
no una criatura enfermiza.
Nucha puede servirle solo a usted,
¡a un cura como usted!
Ay, apóstol benditísimo,
dame paciencia. ¡No aguanto más!
Ay...
¡Señor marqués!
Señor marqués, espere, por favor.
Que tengo algo importante
que decirle...
¡Señor Marqués!
Ay, Virgen santa, que me caigo.
Espere.
Mire, señor marqués,
tiene que echar de una vez a Sabel
y a su padre del pazo.
Ay, Jesús...
Reflexione.
Primitivo le roba todo lo que puede
y ella...
le pone los...
Perdón, le engaña con el gaitero
y no termina de casarse con él,
aunque me lo ha prometido.
Ambos lo tienen bien arreglado
para tenerle usted siempre
en sus manos.
Que Dios les perdone.
¡Don Pedro!
No dispare...
Son pasos de hombre.
Cualquier día lo mato.
¿Por qué el señor marqués
quiere matar al abuelo?
(Pájaros)
(Música sacra)
No sé cómo expresarle
mi agradecimiento, señora.
¡Buenos días!
Buenos días.
Buenos días, señora marquesa.
Adiós, buenos días.
Oh...
¿Les ha gustado?
Bonita restauración.
-Divina.
¿Está de acuerdo conmigo, padre?
-Sí.
-Talmente como una mujer hermosa.
Qué guapa está Sabel, ¿eh?
-Sí.
(RÍE) Pues como le iba diciendo,
padre, esto ha quedado bien.
Francamente bien.
-Las niñas feas lloran,
las guapas no, ¿entiendes?
Tú eres una guapa,
o sea, no tienes que llorar,
Manolita.
Mira, Manolita...
¿Me haces caso?
Manolita...
Ya ve usted, Julián,
Dios es tan sabio
que se ha servido de la política
para que usted tenga su capilla.
Estoy contento.
Muy contento.
(Llanto bebé)
Oye, mira, Manolita...
(TARAREA)
Manolita...
(Música sacra)
¡Quiero que Sabel
se vaya de esta casa ahora mismo!
Eh.
¡Quiero que esa mujer desaparezca
de mi vida para siempre!
Julián, hable usted con don Pedro.
Pero ¿qué pasa, doña Marcelina?
Si ya he hablado con él.
Ahora solo me queda rogarle a Dios
que se haya querido enterar.
(Llanto bebé)
Pero él, ¿qué le dijo él?
¿Él?
(TITUBEA) Pues... nada.
Si usted ya le conoce,
doña Marcelina.
Pero cuando lleguen las elecciones,
seguro que obrará en consecuencia.
Conoce a Primitivo
y conoce sus artimañas.
Si sale diputado,
pues se deshará de él y de su hija.
Les conoce a los dos muy bien,
se lo aseguro.
Sí, a ella la conoce muy bien.
¡Y yo también!
Pero a Primitivo no lo conoce nadie.
¡Nadie sabe
lo que es capaz de hacer!
(SUSPIRA)
¡Ah! ¡Ah!
¡Ah!
¡Ratas!
Ay, todavía quedan, doña Marcelina.
Todavía quedan.
(Viento)
(Música intriga)
Me la han...
(RESPIRA AGITADAMENTE)
Me la han robado.
¡Me la han robado!
¡Pedro!
¡Me la han robado!
¡Ama!
¡Ama!
(Viento)
(Llanto bebé)
(RÍE)
(BALBUCEA)
(LLORA)
Dame a la niña...
Eh.
(Llanto insistente)
Ten, Nucha...
¡Nucha!
Nucha...
(RÍE)
¡Nucha!
(EBRIO) ¡Dame a mi hija!
¡Dame a mi hija!
Déjamela, también es mía.
¿Dónde está el ama?
El ama no está,
le dije que se fuera.
Esa tetona...
Nucha...
Quiero estar contigo.
Nucha...
¿Qué?
Ahora no.
¡Sí, sí, sí!
La niña...No, ahora no.
¿Por qué no?
Ahora no...
¿Por qué, por qué?
Ahora.
(LLORA)
Vamos, vamos...
No...
¡Quieta, Sabel!
Ah.
¿Sabel?
¡Sabel!
¡Sabel! ¿Dónde está el ama?
¡Sabel!
Seré bobo...
(Risas lejanas)
(SUSURRA) Corre.
(Pasos)
(RÍE)
Huelo la tormenta.
(Trueno)
¡Ven aquí!
Ah, ah.
Te dije que no volvieras a verle.
Anda, vamos, vamos...
(Trueno)
(Viento)
(Lluvia)
(Pájaros)
(RÍE)
Ah.
(RÍE) Me ahogo.
¡Don Pedro!
¡Ah!
¡Don Pedro!
(Golpe)
Doña Marcelina,
la señora marquesa, está muy mal.
¡Se ha desmayado! ¡Está muy mal!
Vamos a buscar al médico. ¡Rápido!
¿A buscar al médico?
¿A ese liberal de mierda que trabaja
con Trampeta en contra mía?
Ese no vuelve a poner
un pie en mi casa jamás.
(RÍE)
Si es que está muy mal.
Usted no lo quiere saber, don Pedro,
pero está muy mal.
Ah, ¿está mal?
Ya le pasará.
Y si no le pasa,
que reviente.
(RÍE)
(RESPIRA AGITADAMENTE)
Señorita Nucha...
Señorita Nucha.
Señorita Nucha.
¡Señorita Nucha!
Señor, Señor, escúchame, por favor.
Devuélvele la salud.
Escúchame, Señor.
Escúchame, por favor.
Escúchame, Señor.
Por favor...
(Música)
"Días después,
se notó alguna mejoría
en el estado general
de la señora de Ulloa.
Con lo cual,
el capellán revivió
y se le animó
también el marchito semblante".
No se preocupe.
No sé, no sé...
Mis primeros tiempos
en el pazo también fueron difíciles.
Mire, mire, el cielo se aclara.
Eso es una buena señal.
Sí, las nubes se van.
Tengo la impresión
de que los instintos naturales
del señor marqués se han moderado.
No pierde usted
el humor, don Julián.
Falta nos hace.
Mire...
Aquí llega nuestro tesoro.
Oh...
¡Manolita!
Ea, ea...
Vamos.
Ea, bonita.
Déjemela, Julián.
La veo paliducha.
Yo no la encuentro.
Manolita, mírame.
¡Hala, Perucho, vete!
Hay que ver, va a ser
su vivo retrato, doña Marcelina.
Don Julián, déjeme ir con ustedes.
Que no, Perucho.
Tienes las manos sucias
y no has repasado la lección.
Hala, tú, a lo tuyo.
Ay, señora, da gloria verlas juntas.
(SUSURRA) Manolita, soy Perucho.
"Si unas elecciones durasen mucho,
acabarían con quien las maneja
de puro cansancio, 'morimiento'
y tensión del cuerpo y del espíritu.
Pues los odios enconados,
la perpetua sospecha de traición,
las ardientes promesas,
las amenazas, las murmuraciones,
las correrías y cartas incesantes,
los mensajes,
las intrigas, la falta de sueño,
las comidas sin orden...
componen una existencia vertiginosa
e inaguantable".
¿No decía usted que las elecciones
serían muy costosas?
¿Que los adversarios
no podrían pagar nada?
-Verá usted, es que...
Verá...
Pues el marqués de Ulloa
ha pedido prestado dinero
a su suegro de Santiago
y, como el de Santiago
se lo ha negado,
se lo pidió al de Los Pazos.
-¿Pero tiene dos suegros?
-Sí.
El mayordomo, Primitivo,
el padre de la criada.
Y usted me preguntará:
"¿Cómo un mayordomo tiene
miles de duros".
Y yo le respondo:
"Prestando créditos del 8 % al mes
más los años de hambre...".
Y metiendo miedo para que nadie
le niegue la deuda de un duro.
Y usted me dirá: "¿De dónde saca
ese Primitivo, ese ladrón,
el dinero para prestar?".
Y yo le respondo:
"Del bolsillo de su amo.
Robándole en la administración
y en los arriendos".
Y usted me dirá...
-¡Se lo diré! ¿Por qué le presta
el amo los duros que le ha robado?
-¡Me caso! Los miles de duros
no se prestan sin hipoteca,
así queda el capital seguro
y el amo sujeto.
-Claro, claro.
-Como usted me enseña, gobernador.
Zorro como él no hay.
Antes estaba conmigo,
ahora con Barbacana y mañana...
Dios dirá.
-¡Pero basta ya!
Vamos a ganar las elecciones,
¿sí o no?
-Fuera miedo. ¡Se gana!
(Traqueteo)
(Aullido)
¡So!
¿Qué tal? ¿Cómo estás?
¿Qué tal ese viaje?
Hola. Bien, gracias.
Señora...
Gracias, señor marqués.
Qué noche tan espléndida.
Me alegro mucho de verla.
Querida Nucha, dichosos los ojos.
Bien, vamos dentro.
Tenemos mucho de qué hablar.
Qué guapa estás.
-Cuando quiera.
Bueno, bueno...
El viaje me ha abierto el apetito.
-Pues yo creo que con buen timón
se llega siempre a buen puerto.
¡Yo no entiendo nada de política!
Pero creo que los hombres
no tienen remedio.
Cada uno a lo suyo, ¿no?
Créanme, señor marqués,
lo que este país necesita
es mano dura.
-Sí, sí.
-Si no...
(CARRASPEA) La gente
se desmanda enseguida.
No se queje, señor notario,
que usted vive como un papa.
Y no se ofendan sus representantes.
(RÍE) No ofende,
señor marqués, no ofende.
Yo, como boticario, sé muy bien
que lo que la gente quiere
es jarabe de fresno.
-¡Jarabe de fresno! ¡De fresno!
(RÍE)
Yo soy partidario, señor boticario,
de actuar siempre
con mano de hierro...,
pero en guante de terciopelo.
¡Muy bien, señor marqués!
(RÍEN)
Precisamente, ese es
el tema que traté en el sermón
de la misa de 11 de ayer.
A Dios, lo que es de Dios...
(ENGULLE) Y al césar,
lo que es del césar.
Y usted, ¿qué opina de todo esto,
señor Barbacana?
-A mí, del poder...
lo que me interesa es poder, poder...
Pero a fin de cuentas, señores,
solo puede el que puede.
(RÍEN)
(Ululato)
(RONCA)
(Murmullo)
Ay... Oh...
Gracias.
(Murmullo)
Así que no le gusta la caza.
¡Oh, no! Me horroriza, tanta sangre.
A mí, lo que me gusta son las flores.
¡Adoro las flores! ¡Me encantan!
(RÍE)
Señora marquesa, muy próximamente
será usted la esposa de un diputado
y tendrá que ir a vivir a Madrid,
¿qué le parece?
Señorita Marcelina,
¿qué le dije yo?
¿Uh?
(Reloj)
Acérquense, señores, acérquense.
-Julián, vamos.
-Que nuestra política
no está reñida con la sotana.
(RÍEN)
Marqués, propongo un brindis.
Por Dios,
por la patria y por el rey.
¡Y muerte a los liberales!
(RÍE)
¡Muerte!
¡Muerte!
-¡Muerte!
-Ah...
Ah.
(Llanto bebé)
Venga, no llores,
que ya está aquí el ama.
(TOSE) Pero ¿qué hace?
Por favor, abra la ventana.
Sí, señorita, la ventana...
Perucho, hijo,
no molestes a la señorita.
¿Hay más baúles abajo?
Sí.
Hay muchos como este,
pero están todos podridos.
¡Ah, ratones!
(RÍE)
(CHILLA)
(Barullo)
¡Perucho! ¡Vamos, vamos!
¡Vamos, Perucho,
déjalos y ayúdame!
(CHILLA)
(RÍE) Vamos, hijo.
(Llanto bebé)
(RESPIRA AGITADAMENTE)
Bueno, Perucho, la lección.
Ven aquí.
Vamos a ver...
si este salvaje pequeñito
va a aprender a leer
algún día de estos.
Vamos a ver...
Aquí, donde está marcado.
¡Perucho!
Hombre, un poco de atención, venga.
Bien. Y aquí dice:
"Entonces, vino el señor obispo
y le preguntó a Perucho:
'Perucho,
¿por qué no te lavas más a menudo?'.
Y Perucho le dijo:
'Porque el señor cura don Julián
me pone el agua muy fría'.
Y don Julián dijo:
'¡Mentira! Yo le pongo
el agua muy caliente'".
(RÍEN)
¿Eres capaz de leerlo tú?
Venga, inténtalo.
A ver, ¿qué dice aquí?
Anda, venga, dilo, dilo.
(LEE) "Un día".
Un día.
"El obispo".
El obispo.
"Le dijo a Perucho".
"Le dijo a Perucho".
Qué bien, muy bien.
"Que por qué no se lavaba a menudo".
(Murmullo)
Deme ese.
(TARAREA)
(RÍE)
Hocico, ven aquí, ven.
A ver...
(RÍEN)
Muy bien. Date la vuelta.
Te está bien.
¿Me encuentras guapo, Sabel?
Sí, mucho.
(Música animada)
Venga, démelo ya.
¡Oiga! Pero ¿qué hace?
Que esto es mío.
-¡Mío, mío!
-Que no lo ha pagado.
Si quiere llevárselo, páguelo.
¡Oiga! ¿Qué hace?
(Continúa la música)
¿A cuánto valen?
-A 4 reales.
-Solo tengo esto.
-¿Solo tienes eso, Perucho?
-Bueno, anda, llévatelo.
-Adiós, señora Juliana.
(Gaitas)
Estas gentes ni tienen cultura
ni tienen higiene,
pero a listos no les gana nadie.
(Barullo)
Mire.
25.
-50.
-15 y me lo quedo.
-¡Señor, señor!
Oiga, que no me lo ha pagado.
-Mañana, mañana.
No me gusta ver al niño
con ese matarife.
(RÍE) Pues ese es de los suyos,
no lo olvide, Julián.
¿Cómo de los míos?
De los de Barbacana.
Nunca debió permitir
que la señorita Marcelina
viniera a Los Pazos.
Nunca debió permitirlo.
Pero...
¿Cómo puede usted decir eso,
don Máximo?
Dios lo quiso.
Sí, lo quiso.
Sirviéndose de la ingenuidad
de los curitas como usted.
¿Y ese? Ese acabará con todo.
Tiene bien agarrado
por el cogote al marqués.
¿Cómo?
¿De dónde cree que saca el dinero?
¿Qué dinero?
El que le da Barbacana
para las elecciones.
Ah.
Se lo robó a los campesinos,
sí, ya lo sé.
Pero la Iglesia le bendice porque
con ese dinero construirán altares.
Y de eso también sabe usted un poco,
¿no es verdad?
El dinero para la capilla
lo paga el señorito.
Es usted un hombre peligroso.
¿Eh?
Los inocentes son peligrosos,
acaban estropeándolo todo.
Primitivo le presta
el dinero al marqués.
Oh.
Primero se lo roba
y luego se lo presta.
Ya ve.
Señor, qué mundo.
(Música)
Quita.
Vamos. ¡Venga, vamos!
-¡Ay!
-Úntate con esto a la luz de la luna
y, ya verás,
en menos de un año
se te pasa la fatiga.
-Pero no quiero que se me pase,
quiero que él me quiera.
-Hay otra mujer más poderosa.
Mejor es que se te pase.
-Pero no quiero.
-Pues entonces, pon un vaso de agua
debajo de tu cama y espera.
-Hola, señora María.
-Hola, Perucho.
(Redoble)
(VITOREAN)
¿Me deja probar a mí?
-Anda, prueba.
-No puedo.
-"Tristrás, trastrís".
"Pipirí, pipirá".
(RÍE) "Tristrás, trastrís".
"Pipirí, pipirá".
(RÍE) "Tristrás, trastrís".
"Pipirí"...
-¡Ahí está robando huevos!
-"Tristrás, trastrís"...
-¡Ladrón! ¡Toma, sinvergüenza!
¡Ladrón, ladrón!
¡Soltadme, soltadme, soltadme!
(GRITAN)
¡Toma!
-¡Toma!
-Vamos, vamos,
no seáis remilgadas.
Os advierto que puedo con las dos.
-¡Oh!
-¿Te ayudo?
(RÍE) -¿Qué dice?
-Después de las votaciones, sí o sí.
Bueno, don Eugenio,
yo me quedo aquí,
no me gustan esas cosas.
Don Julián, un día es un día.
Además, estos asuntos
son importantes.
Siento que no es mi sitio,
prefiero la quietud del pazo.
Como quiera. Yo no me lo pierdo.
Don Eugenio.
¿Sí?
¿Cómo cree usted
que saldrá el señor marqués?
¿Bien?
(RÍE) Por supuesto.
¿De verdad?
Si Dios lo quiere.
Dios mío.
(SUSPIRA)
Protégenos.
(Barullo)
En las elecciones...
-Sí.
-Los liberales...
-Venga, fuera de aquí.
¡Fuera de aquí, las mujeres no votan!
-¡Oiga!
-¡Las mujeres no votan!
-¡Al paredón!
¡Barbacana al paredón!
(Barullo)
Mariño Franqueiras, Servando.
Así no acabaremos nunca.
-No está.
-¿Qué tal va eso?
-Tiene que estar.
-Así así. Este mastuerzo,
que no quita el ojo a la caja.
-Nada, voy a ver
si me lo quito de encima.
-Servando...
-Estarán contentos los conservadores.
-¡Que no está en la lista!
-¡Tiene que estar!
-Vigilas
para que las elecciones sean libres.
-No está.
-Debes descansar un rato.
-Espérate.
-Te invito a un almuerzo en mi casa.
-No.
-Que sí, hombre.
(HABLAN A LA VEZ)
Tengo una botella de Ribeiro
preparada para ti.
-Que no.
-Vamos, hombre.
-Que sí tiene que estar.
-Que no está, hombre, que no está.
-Servando tiene que estar.
-Que no está.
-Que sí, que tiene que estar.
-Te he dicho que no está.
-Que tiene que estar.
-¡Que no está!
-¡Que sí que tiene que estar!
-Vamos, echa la papeleta y lárgate.
(SORPRENDIDO) -Coño.
(MURMURA) Fuego.
Fuego.
-¡Fuego!
-¡El libro es mío!
-¡Fuego!
-¡Déjame!
-¡Fuego!
-¡Me lo llevo!
-¡Serenidad, señores!
-¡Fuego!
-¡Serenidad!
-¡Vamos, soldados, la caja!
¡La caja! ¡Rápido, rápido!
¡Orden!
-¡Vamos, fuera!
-¡Orden!
-¡Fuera!
-Señor Barbacana.
-¿Qué pasa?
-Ustedes váyanse, ¡váyanse!
-Déjeme.
(Gritos)
(GRITAN) ¡A por ellos, a por ellos!
(Golpes)
(Golpes, gritos)
(RÍE)
Van buenos.
-La están armando ahí fuera.
Por si acaso,
creo que sería más oportuno
salir por la puerta de atrás,
no sea que se complique la cosa.
¡Caramelos!
-No tenga miedo, señor arcipreste.
Pedro que ladra, no muerde.
-Están bailando.
Es una vergüenza que estos pillos
nos tengan aquí sitiados.
Me dan ganas de salir
y pegarles una corrida.
-Hombre, usted habla poco,
pero bueno...
-Primitivo nos la jugó.
Hizo ver que estaba con nosotros,
pero dejó correr rumores y amenazas
para que votaran del otro lado.
-Pero ¿por qué?
-Quizá porque, en el fondo,
no veía con buenos ojos
que el marqués acabara en Madrid,
donde él no podía tenerlo agarrado.
Señores, vuélvanse a casa.
No hay cuidado, yo me quedo.
-Que no haya sangre,
pero llévese la navajita
por si acaso.
(Golpes)
¡Fuera de aquí! ¡Fuera!
¡Fuera, fuera! ¡Fuera! ¡Fuera!
-¡Fuera! ¡Fuera! ¡Fuera!
-¡Fuera, fuera!
(Música tensión)
¡Pío, pío, pío, pío!
(RÍE)
Ya verás qué bonito es Madrid.
¿Quién se va a venir
a Madrid conmigo, eh?
¿Quién se va a venir
a Madrid conmigo?
Se va a venir mi niña.
Señor marqués, doña Marcelina.
Ya verás.
Eh, ven, ven, Nucha.
(CANTA) "Cinco perdices
tiene la loba,
cinco perdices detrás de la escoba".
(RÍE)
Cuando seas mayor,
te voy a llevar de caza conmigo
y en Madrid vamos a matar
muchas muchas perdices. (RÍE)
(BALBUCEA)
Déjala.
Manolita, Manolita...
¿Y si no hubiéramos ganado?
Dios dirá, doña Marcelina,
Dios dirá.
Las mujeres no entendéis
una palabra de política.
Los más fuertes ganan siempre.
Dios mío, que hayamos ganado,
que hayamos ganado.
¿Qué, hemos ganado?
Hemos perdido.
¡Hijo de puta!
¡No más violencia, don Pedro!
¡Maldito seas,
me lo habías prometido!
Tranquilízate, Pedro,
¿qué se le va a hacer?
Maldita seas.
Malditos seáis todos.
Vamos, Perucho.
(LLORA)
(Música)
(GRITA)
¡Ah!
¡Ah!
(GRITA)
¡Ah!
¡Ah!
Ah.
¡Ah!
(GIME)
¡Ah!
(GIME)
(RÍE)
(Música suspense)
El cuchillo a la derecha,
el tenedor en la izquierda.
Y ahora, corta, Perucho. Así.
"La persona en quien se notó
mayor sentimiento
por la pérdida de las elecciones
fue Nucha.
Comía poco y sin gana,
guardaba silencio
y, a veces, Julián, que no apartaba
los ojos de la señorita,
la veía mover los labios,
cosa frecuente en las personas
poseídas de una idea fija.
Apenas salía de su habitación,
donde día y noche
vivía esclava de su niña".
(Música)
(REZA EN LATÍN)
Julián.
¿Sí?
Tenemos que hablar.
Pero, señorita...
Y ha de ser aquí por fuerza.
Ya.
Perucho, hijo, anda, vete a jugar.
Vete.
En cualquier otro sitio no falta
quien aceche.
Sí, sí, eso es verdad.
¿Hará usted lo que sea por mí?
Doña Marcelina, usted me conoce.
No, no, sea lo que sea.
Señorita, yo...
Es necesario que me ayude
a salir de aquí.
¿De aquí?
De esa casa.
¿Salir de esta casa?
Quiero marcharme de aquí,
llevarme a mi niña
y volverme con mi padre.
Pero...
Hay que guardar el secreto.
Si se enteran,
me cerrarán con llave.
Me apartarán de la pequeña
y sé que la matarán.
Doña Marcelina, por favor,
siéntese, no esté de pie.
Hablemos con tranquilidad.
Paciencia y prudencia.
Paciencia y prudencia.
Basta de disimulos, Julián.
Si por mí fuera,
no sería necesario marcharme.
Estoy enferma
y sé que no duraré mucho.
Pero ¿y la niña?
La niña está bien de salud.
La matará esa gente.
¿No ve que les estorba?
No.
¿Pero es que no lo ve?
Ah.
¿Qué ha sido eso?
Una rata.
Dios mío, las ratas.
Cálmese.
Estoy harta de tener calma.
He rezado, he suplicado,
he agotado todos los medios.
Esperé a que acabarán las elecciones
porque creí que saldríamos de aquí.
Julián, yo tengo miedo en esta casa,
mucho miedo.
Y desde que llegué...
Pero ahora sé que no eran tonterías
de niña mimada.
Julián, me van a matar a la pequeña.
No.
Y acudo a usted
porque sé que quiere a la niña.
Doña Marcelina y don Julián
se van a ir de aquí.
-Te daré dos cuartos más si me ayudas
a buscar por el monte al señorito
y le dices lo que me acabas de decir.
Vete.
¿No cree usted que este casamiento
tenía que salir mal?
Mi hermana Rita ya era novia
del primo cuando él me pidió.
Yo no puse nada de mi parte,
pero papá me aconsejó que me casase.
Sí, sí...
Entonces, me propuse ser buena,
quererle, obedecerle,
cuidar de mis hijos.
Dígame, Julián, ¿he faltado en algo?
No.
Si es usted un ángel,
señorita Nucha.
No, no soy un ángel,
pero no me acuerdo
de haber hecho daño a nadie.
Pedro me maltrató
cuando perdió las elecciones.
Dice que fue
porque papá no quiso dar el dinero,
pero yo de eso no tengo la culpa.
Y ya que me traten de un modo u otro
me es igual.
Pero está la niña.
Y hay otro niño,
otro hijo, un bastardo.
La niña estorba.
Me la matarán.
¡Señor marqués, señor marqués!
¡Señor marqués!
¿Qué quieres?
Doña Marcelina y don Julián
se van a ir.
Pero ¿qué dices?
¿Eh? ¿Estás seguro?
Sí, sí.
(Ladridos)
Estoy decidida a marcharme,
volverme con mi padre
y llevarme a mi niña.
Usted vendrá conmigo, porque sola
no conseguiré realizar mi plan.
Julián, ¿me acompañará?
¡Señor marqués!
¡Señor marqués!
(Música tensión)
¡Señor marqués, señor marqués!
¡Atacan al abuelo!
(RONCA)
-Era un rey muy malo, muy malo,
que se comía a la gente
y tenía una hija muy bonita,
muy bonita y pequeñita.
(EL BEBÉ LLORA)
-Quería comerla porque era el coco.
¡Ay, ay!
Y tenía una cara muy fea, muy fea.
Y quería comer...
Un día dijo:
"Voy a comerme a mi niña, así, así".
Y le oyó un pajarito y le dijo:
"Si no te la comes y me la regalas,
te doy uno".
Y va y dice el rey: "Bueno".
Y va y se casó...
-¡Perucho!, ¿qué haces aquí?
Dame a la niña.
-Oh, mi niña...
Ah, ah, ah, ah...
(EL BEBÉ LLORA)
(Música suspense)
Tome, esto es suyo.
Se lo dejaba olvidado en la capilla.
Y que si quiere algo de comida
para el viaje...
No, no, gracias,
no necesito nada.
Será mejor que salga pronto,
no sea que le coja la noche
antes de llegar a Cebre.
Lo sé, lo sé.
Y también porque el señor marqués
no cambie de opinión
y haga alguna burrada.
Nunca debió venir
a los Pazos de Ulloa.
Nunca.
Aquí estábamos bien como estábamos.
Mucho Dios y mucho rezo, pero...
usted no ha traído
más que desgracias.
Salga, Sabel.
Salga, por favor.
Adiós, señor cura.
Y cierre la ventana antes de salir.
Ya.
Un día llegó un viajero
en un burro viejo y trotó.
Ligero llegó de equipaje,
cargado su corazón.
Iba a los Pazos de Ulloa,
lejos del mundo y de Dios.
Iba a los Pazos de Ulloa
cargado su corazón.
"Volvió Julián a Santiago
y, medio año después,
supo por las esquelas
que la señorita Nucha había muerto.
No sintió pena.
Al contrario,
le invadió un sentimiento de consuelo
porque pensó que Nucha, en el cielo,
estaría desquitándose de lo sufrido
en esta tierra miserable".
(Música créditos)
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