domenica 24 maggio 2020

tr40: Isabel - Capitúlo 25.

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Sommario:

Isabel - Capítulo 25

Con Granada cada vez más cerca de ser conquistada, a pesar de la resistencia de Boabdil, Isabel y Fernando se enfrentarán a un nuevo problema: el príncipe Juan cae gravemente enfermo. Si el pequeño no supera la crisis, ¿quién heredaría el trono? A pesar de la advertencia que ha supuesto la conquista de Málaga a sangre y fuego, Boabdil sigue dando largas para rendir Granada: ha conseguido el apoyo de la armada turca y cree poder resistir ante los castellanos. O al menos renegociar las capitulaciones. Inesperadamente, el enlace pactado entre Alfonso de Portugal e Isabel de Aragón y Castilla se convierte en un matrimonio por amor. La pasión entre los jóvenes ha surgido de inmediato. Solo enturbia su felicidad la noticia de que el príncipe Juan, sucesor de Isabel y Fernando, se halla gravemente enfermo. Si muriera, Alfonso e Isabel heredarían las coronas de Castilla, Aragón y Portugal.

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Transcripción completa
Ningún trato que hagáis con el Zagal tiene validez.
He conseguido que me entregue la mitad del reino.
Hay que atacar Málaga.
Es su plaza más preciada. La defenderá con uñas y dientes.
-Podemos recuperar su confianza y asestar un golpe a vuestro tío.
¿Teméis el reencuentro con los vuestros?
Temo sobre todo a mi padre.
-A vos os recibo con brazos abiertos,
pero ellos son infieles.
-Sois víctimas de sus mentiras. Tomó el nombre de Zoraida
abrazó el Islam y siguió al Muley en su retiro.
Os exijo obediencia y lealtad. A vos y a vuestros hijos.
No quiero que reclamen derechos como hijos de Muley Hacén.
No enviaré más huestes a Granada. Lo haréis,
cuando hayáis tomado Málaga.
-Ser el feudo de el Zagal traerá la ruina a sus habitantes.
-¿Qué proponéis?
-Garantizar la vida de vuestras familias.
El príncipe Alfonso pronto cumplirá 15 años,
entonces se anunciará el compromiso.
El Zagal continúa en la Alhambra. Los malagueños deberían pactar.
No lo harán, el Zagal ha pedido ayuda.
-No creo que planee arrasar a sangre y fuego
una de las plazas más prósperas del reino de Granada.
-Cierto, pero no verterá una lágrima si mueren de hambre y sed.
¡Disparan desde las murallas! El Zagal se nos ha adelantado.
-Os he fallado.
Hemos perdido muchas piezas.
-El Zagal ha saqueado la Alhambra y ha huido.
-Nada será igual a partir de hoy. Soy el legítimo emir de Granada.
-Llevad a los traidores a las catapultas
y lanzadlos al campamento enemigo.
-Iréis al campamento cristiano en mi nombre
con un mensaje para los reyes.
Podremos negociar. No confiéis en el Zagal.
La negociación es una treta para ganar tiempo.
(GRITA)
¡Socorro!
Cabalgaré frente a las murallas de Málaga,
quiero que esos infieles vean que su ruindad es baldía,
que estoy sana y salva.
Aún es posible entregar la ciudad,
podéis negociar para salvar a los vuestros.
-¿Cómo osáis decirme lo que debo hacer?
Ofrecimos un pacto y nos han respondido con traición,
que asuman las consecuencias.
La ciudad es vuestra.
El sultán de Egipto exigirá a Castilla que respete las fronteras.
-Los demás sultanes de África no tardarán en sumarse.
-Conseguiréis que todo el Islam se una por una causa.
Solo falta negociar con Boabdil la rendición.
Seamos generosos. Granada es nuestra.
Jamás entregaré Granada.
(Graznidos)
(MUJER) ¡Hijo mío!
(SOLLOZA) ¡Hijo!
¡Hijo mío!
(DESESPERADA) ¡Hijo! ¿Dónde estás?
¿Dónde estás?
¡Hijo!
-Tomad. Hacedla llegar sin demora a los reyes de Castilla.
-No dudéis, Alá está de vuestra parte.
"Pues os consideramos la princesa de reyes y la más noble,
el emir y su pueblo prestos estamos a vuestro servicio".
Son buenas noticias.
Cantos de sirena que contradicen lo que cuentan nuestros espías.
Infieles de las plazas conquistadas se han refugiado en Granada
y ansían revancha.
No se entregarán, ni aceptarán vivir bajo nuestras leyes.
Granada no es Málaga, ni Boabdil es como el Zagal.
Es cuestión de días que firme las capitulaciones.
Comunicaremos a todos los nobles la buena nueva. Tomad nota.
(RESOPLA)
(DICTA) Sabed que tras muchas fatigas y trabajos,
ha placido a la misericordia de nuestro señor
poner fin a esta guerra del reino de Granada.
-La tierra es esférica, lo es como esta fruta.
Nada impide que mis naves alcancen su otro confín allende los mares.
-¿A qué distancia pensáis encontraros con las Indias?
-Mis cálculos difieren de Toscanelli en 600 millas, por tanto...
-Por lo tanto... erráis.
El mundo, según vos y Toscanelli, es demasiado pequeño.
-¿Qué queréis decir?
-Usáis la milla latina para vuestras mediciones
y deberíais tomar la milla árabe como unidad de cálculo.
-Entonces la travesía será mucho más larga.
¡Cómo he podido ser tan necio!
Eratóstenes, Alfagrano... ellos dieron esas referencias
para el cálculo de la circunferencia terrestre.
Estaba equivocado.
-Mejor equivocarse en tierra firme que en el océano, ¿no creéis?
(Llaman a la puerta)
(HOMBRE) ¡Abrid a la guardia!
-Arribaréis a estas costas y os uniréis al sultán de Tremecén
y el sultán de Egipto.
Nuestro reino tendrá la mayor escuadra musulmana del Mediterráneo.
Que Alá os proteja.
-¿Así preparáis la paz para el pueblo? ¿Con nuevas guerras?
-¿Pensabais que me rendiría?
Con ayuda de Alá y nuestros aliados haremos frente al infiel.
-Pero habéis prometido capitular. ¡Recordad lo que pasó en Málaga!
¿Y qué será de nuestro hijo Ahmed?
¡Conseguiréis que los cristianos lo maten!
¡Decidme! -Si debe morir por Granada, sea.
Será recordado como un mártir, deberíais estar orgullosa.
-¿Eso buscáis? El martirio. -¡No!
Ni el de Ahmed ni el de ningún súbdito.
Con la ayuda de nuestros hermanos seremos fuertes.
Unidos podremos negociar y recuperaremos a nuestro hijo.
-Mi señor,
solo cumpliendo con lo prometido habrá una rendición honrosa.
-¿Para vivir según sus leyes? -Antes la muerte.
Retiraos, dejadme ver.
¿Os complace? Apenas hay tiempo para más arreglos.
-Y vuestra paciencia se agota.
Sois la novia más hermosa que he visto.
El príncipe Alfonso es afortunado tomándoos por esposa.
Colocádselo.
Llevé este mismo velo en mi boda.
Es mi deseo que vos lo luzcáis en la vuestra.
Poseéis una puntería endiablada,
habéis abatido tres veces más faisanes que vuestro padre.
-Os daré la revancha.
-Dejemos alguno vivo para vuestras nupcias.
-Padre, esta boda me pesa. ¿No podríamos posponerla?
-Sois mayor de edad, sois heredero de la corona
y los notables de Portugal han dado su consentimiento.
Debéis contraer matrimonio.
-No me veo casado con una mujer cuyo rostro no recuerdo.
Todavía soy joven, deseo... -Esa boda es un asunto de Estado.
No será impedimento para que disfrutéis de vuestra juventud.
Este matrimonio es garantía de paz.
Y la paz conlleva prosperidad. Es beneficioso para Castilla.
¿Y para mí? ¿No os importa mi felicidad?
Yo también fui prometida sin conocer a mi futuro esposo.
Sé perfectamente cómo os sentís.
¿Y si el príncipe Alfonso no es de mi agrado?
Cuando le conocí era un niño y rey Juan me inspira temor...
Del rey Juan nada debéis temer.
Y en cuanto al príncipe...
Recuerdo haber pasado noches en vela rogando a Dios
para que vuestro padre fuera un apuesto caballero.
Y... ¿qué sentisteis cuando le visteis por primera vez?
"Ese es", señaló Cárdenas de entre un grupo de nobles.
Él se volvió, me miró fijamente
y se acercó hasta mí para tomar mi mano y besarla.
¿Y entonces qué sucedió después?
Nunca antes le había visto
y sin embargo sentí que nos conocíamos desde siempre.
¿Por qué no habría de ocurriros lo mismo a vos?
Os lo juro por mi vida, no soy un espía, soy un marino.
Soy genovés, hombre de ciencia, él confirmará mis palabras.
-Tranquilizaos, si fuerais un espía, estaríais muerto.
He oído que tenéis en mente hacer un viaje asombroso.
Habladme de vuestros planes.
-Exponed a mi señor vuestras intenciones. No temáis.
-Pretendo...
Pretendo alcanzar la costa de Catay sin rodear las costas africanas.
-¿Cómo haréis tal hazaña? -Atravesando el Océano Atlántico.
Completaré el viaje de Marco Polo, pero por mar, rumbo al Oeste.
-Os aseguro que está capacitado para llevar a cabo esa travesía.
-Os mentiría si dijera que sois el primero en saber esto.
Los soberanos de Castilla y Portugal conocen mis planes.
-Y desestiman vuestra propuesta. -Sí. Por falta de medios económicos.
-Temo que yo tampoco puedo costear dicho viaje,
todo mi dinero debe emplearse en socorrer a mi pueblo.
-Lo comprendo.
-Pero yo también me considero hombre de ciencia.
Valoro el saber por encima de todo y sé que Granada volverá a florecer.
Sed paciente.
Continuad preparando ese viaje junto a mis cartógrafos
hasta que vengan tiempos mejores. -Os lo agradezco, señor.
-Quizá no esté lejos el día en que os despida desde el puerto,
deseándoos una buena travesía.
-¿Son las disposiciones para la boda de la infanta?
Deseo que se celebren misas por ella
y que repiquen las campanas a la hora convenida.
Queda un asunto más. Vos diréis.
La desaparición de un niño en una villa de Toledo
está provocando luchas entre cristianos y judíos.
La situación es delicada:
acusan a los judíos de asesinar al niño mediante ritos espantosos.
Y las gentes se toman la justicia por su mano.
Mi señora,
siempre habéis dicho que en Castilla debe haber paz y orden.
Si tal aberración es cierta, que encuentren al culpable
y se le aplique un duro castigo, solo así habrá paz.
¿La Santa Hermandad no puede resolver el asunto?
Mucho temo que no, alteza.
Encomendaré la tarea a la Santa Inquisición.
No comulgo con los métodos de Fray Tomás de Torquemada.
Reconoced que son eficaces.
Vos lo habéis dicho: en Castilla debe haber paz
y no la habrá mientras haya quien se tome la justicia por su mano.
Cumplid mi voluntad.
(LEE) "Yucef Franco,
zapatero de Tembleque", ¿sois vos?
-¿En qué puedo serviros?
-Habéis sido traído aquí
para comparecer ante el tribunal de la Santa Inquisición.
-No, yo soy judío, no converso. ¿De qué se me acusa?
-Se os acusa de sacrilegio.
Y de secuestrar y asesinar al niño Cristóbal, de La Guardia,
para vuestras prácticas heréticas.
-No, eso es falso. ¡Es falso!
¡Os equivocáis, os lo juro!
¡Soy inocente, no he hecho nada!
(Música trágica)
(Campanadas)
-Os agradezco estos días de fiesta que me habéis brindado.
Que vuestra boda vaya a celebrarse en Ébora
no significa que no podamos festejarlo.
-Tened.
Llevad esto con vos.
-Pero si es vuestro talismán. -Ya no, ahora es vuestro.
Que os traiga suerte, hermana.
-Os prometo que no me lo quitaré nunca.
-Mi señora,
los caballeros lusos está listos para partir con la infanta.
Tenéis nuestras bendiciones. Partid sin demora,
os espera un largo viaje.
Os voy a extrañar.
No temáis, hija mía. Sé que vais a ser muy feliz.
Y vos, no estéis afligido.
Os tengo preparada una sorpresa.
Esta es la sorpresa que os había prometido.
Mirad. ¿Verdad que es hermosa?
La más hermosa de todas las ciudades.
Muchos hombres se han sacrificado para que podamos contemplarla.
La hora de la paz ha llegado y volveréis con vuestros padres.
¡Mi señora!
Siento importunaros, pero deberíamos volver al campamento.
Nos hemos alejado demasiado.
(Relincho)
¡La reina! ¡Detened a la reina!
¡Sacadla de aquí! Id al caballo, rápido.
¡Arriba!
¡Rápido, id al caballo!
(GIME Y MUERE)
¿Y el príncipe? En su tienda, sano y salvo.
Gracias a nuestros soldados.
¿Cómo se os ocurre llevarlos tan cerca del frente?
Lamento profundamente mi error.
No fue culpa suya, yo se lo ordené;
quería ver la Alhambra lo más cerca posible.
Ya veis que Boabdil no piensa rendirse, habrá que combatir.
El plazo de entrega de la ciudad no ha concluido.
Estoy harta de tanta guerra. Los emperadores romanos decían
que para obtener la paz, hay que prepararse para la guerra.
Ya estamos en guerra, no renunciemos a la paz.
Id a ver al emir. Exigidle una explicación
y dejadle claro que con Castilla no se juega.
Habéis atacado a la Reina Isabel,
¿cómo habéis podido? -Es su deber defender Granada.
-En mal momento, necesitamos ganar tiempo, no provocarles.
-Tranquilizaos, lo hecho, hecho está.
-Ahora debemos ser cautos,
no debemos dar un paso en falso antes de que lleguen refuerzos.
-Ni cien rubíes como estos aplacarán la ira de la Reina.
-Transmitirle mis más sinceras disculpas.
Mis hombres pensaron que habíais roto la tregua.
-¿Tregua? Vengo a daros un ultimátum.
Debéis entregar Granada.
Mis señores están dispuestos a tomar la plaza por la fuerza,
si Granada debe ser arrasada como Málaga, sea.
Está en vuestra mano.
-Firmaremos las capitulaciones, como acordamos.
-Estas son la condiciones de la rendición.
-Permitidnos una retirada honrosa. -Vos firmad...
y se os concederá.
(Aplauso general)
-Todo esto es en vuestro honor. -Os lo agradezco.
Me siento muy halagada.
-Sin embargo, parecéis nerviosa.
-No todos los días se conoce al futuro esposo.
-Nobles damas y caballeros del reino,
ante vuestras mercedes está la futura reina de Portugal,
Doña Isabel de Aragón y Castilla.
(TODOS APLAUDEN)
-Princesa, os presento a mi hijo, el príncipe heredero.
Don Alfonso de Portugal y Viseu.
-Es un placer y un honor.
(Truenos)
(GIME DE DOLOR)
-El tormento a que os estamos sometiendo
puede cesar ahora o durar hasta que digáis la verdad.
¿Por qué os obstináis en negar la monstruosidad que cometisteis?
(DÉBIL) -No sé de qué me habláis.
-Lo repetiré.
¿Qué habéis hecho con el niño de La Guardia?
(SOLLOZA) Nada.
-Jurad ante la sagrada Biblia que sois inocente.
-Os lo juro. -No juréis en vano.
-No he hecho nada. Lo juro mil veces.
-Un buhonero os acusa del rapto y asesinato
de esa criatura inocente.
A vos y a vuestros cómplices.
¿Qué decís a eso?
-Hablad con el rabino Abraham, el me conoce bien.
El podrá acreditar mi inocencia.
Os lo ruego.
(JADEA)
¡Oh, no!
(GIME DE INTENSO DOLOR)
(Crujido de la máquina)
-Podéis retiraros, mi esposa no tardará.
-¿No vais a venir a nuestro lecho?
-Por favor, volveos, voy a desvestirme.
Sois muy amable.
-Si lo preferís, dormiré postrado en el suelo,
hasta que os encontréis cómoda para recibirme a vuestro lado.
-Ya podéis volveros.
-Sin duda sois la flor más hermosa de todas.
Os lo habrán dicho en muchas ocasiones.
-Nunca.
-Cuesta creeros,
pero siendo una criatura tan dulce no mentiríais a vuestro esposo.
(HOMBRE REZANDO) -¿A qué están esperando?
Deberíamos habernos quedado dentro de la alcoba.
¿Acaso la princesa no es del agrado de mi hijo?
(ISABEL GIME DE PLACER)
-¡Alabado sea el señor!
-Sabía que mi hijo no habría de defraudarnos.
No necesito más pruebas.
(Gemidos de los dos)
-Boabdil asegura que rendirá Granada.
Pero yo mismo he visto soldados turcos.
¿Turcos? Ya no hay duda.
Cuenta con el apoyo de varios reinos musulmanes.
Con su adulación y sus promesas de capitulación
solo pretendía ganar tiempo para rearmarse.
¡Magancés hideputa!
Esto se recibe por confiar en un infiel, traición.
Sabe Dios que pagará por ello.
Debemos preparar nuestras mesnadas para un ataque.
-¡Alteza!
Que toquen arrebato en todas las plazas tomadas al moro.
Tropas musulmanas asedian Lanjarón y Salobreña.
Francisco Ramírez sigue al mando de Salobreña.
No podemos perder a nuestro mejor artillero.
Aquí está Lanjarón y unas leguas al sur, Salobreña.
Si toman estas plazas... Abrirán un pasillo al mar.
Eso pretenden, abastecer Granada.
Y si logran abrir un puente entre África y Granada,
cientos de musulmanes acudirán a defender la Alhambra.
Alertad a la armada aragonesa. Hay que impedir todo desembarco.
(Golpes secos)
Las velas de los portugueses solo sirven para bordear las costas.
Los vientos alisios las harán jirones al salir al océano.
-No podréis contar solo con los vientos.
Enrique el Portugués, gran navegante, padeció su falta.
Debéis serviros también
de las corrientes que parten de estas islas.
-En ese caso, diseñaremos nuevos cascos para las naves.
Nuevas proas, que hiendan las olas,
quillas para fondear en aguas de poco calado.
-Todavía tenéis mucho trabajo por delante.
-Sí. ¡Sí!
Aquí... aquí y aquí.
Mi señora.
Preparaos para escuchar tambores de guerra.
Construiremos más torres para disparar nuestras lombardas.
En pocos días penetraremos en Granada.
Del mismo modo que en Málaga.
¿Y reducir la ciudad a escombros? ¡Jamás!
Creo que sois vos quien desea acabar pronto con esta guerra.
Así es, pero no a cualquier precio. La Alhambra debe quedar en pie.
Nuestras lombardas no quebrarán ni uno de sus ladrillos.
El emir pretende dividirnos entre las plazas costeras y Granada.
Debemos terminar aquí para acudir al sur.
Con todos mis respetos, el Rey tiene razón.
Boabdil no solo desea abrir una vía hacia el mar,
confía en debilitarnos con esa estrategia.
Entonces asediaremos su ciudad hasta dejar al emir sin sustento
y se arrastre ante mí suplicando clemencia.
No dudaremos en sacrificar a todos sus animales
y arrasar todas sus cosechas,
hasta que el hambre se apodere de sus calles y de sus estómagos.
Talaremos sus vides, envenenaremos sus pozos
y salaremos sus campos hasta que sus gargantas se sequen
y no puedan emitir lamentos.
(ARENGA) Mientras nuestros enemigos agonizan
nosotros permaneceremos aquí, firmes.
Para ello erigiremos un nuevo campamento,
piedra sobre piedra,
hasta levantar toda una ciudad.
Una ciudad en la vega de Granada,
a la que llamaremos Santa Fe.
Y que será recordada durante siglos
por nuestra determinación en la lucha contra los infieles.
Dios todopoderoso y eterno,
dignaos a enviar desde el cielo a vuestro santo ángel
para que guarde a los moradores de esta nueva villa,
Santa Fe. Amén.
(TODOS) ¡Amén! (SOLDADOS) ¡Dios bendiga Santa Fe!
¡Dios bendiga a los reyes de Castilla y Aragón!
(RÍE)
-Estaos quieto, podrían vernos.
-Nada hay de malo en esto. -¿No podéis aguardar a la noche?
-No, os necesito junto a mí ahora.
-Os equivocáis, Yucef Franco es un hombre ejemplar.
De lo único que podéis acusarle
es de remendar zapatos para sacar adelante a su familia.
-No es la Santa Inquisición quien le acusa del crimen,
son sus vecinos.
-Ellos han recibido préstamos de Yucef.
Por Dios, investigad sus cuentas pendientes con el zapatero.
-Para investigar a los cristianos que han contraído deudas con judíos
necesitaría una nueva vida.
-Si no vais a hacer nada por Yucef, ¿para qué me habéis llamado?
-Para evitar que el odio contra los judíos se propague.
La Reina ha ordenado encontrar al culpable
y Yucef es sospechoso de serlo.
Colaborad conmigo. -¿Colaborar?
-Quiere hablar con vos.
Haced que se sincere, no deseo atormentarle más.
Vos podéis persuadirle.
Conseguid...
que firme esta confesión.
(Espadazos)
Otra vez. En guardia.
Atacad.
Me duelen las manos.
Más os dolerá perder una batalla.
Un rey debe saber gobernar desde el trono y desde su montura.
¿Sabéis cómo me llaman mis hombres?
El rey soldado.
Si demostráis ser valeroso en el frente,
si lucháis junto a vuestros soldados,
si vuestra sangre se derrama y se mezcla con la suya
os habréis ganado a vuestro ejército. Nada podrá deteneros.
Fijaos en todo, familiarizaos con la guerra.
Acostumbraos al olor de la muerte,
a la sangre y a las heridas de los soldados.
¿Creéis que algún día llegaré a ser como vos?
Estoy convencido.
(LE BESA)
Aquí lo tenéis, mi señor.
Despedíos de él.
¿Qué vais a hacer con Ahmed?
Será confinado en una tienda y custodiado día y noche.
Pero Ahmed es mi amigo.
A partir de ahora es un prisionero de guerra.
Su presencia aquí nos asegurará que los infieles no nos ataquen.
Lleváoslo.
La guerra no hace distinciones,
un enemigo siempre es un enemigo.
Ahmed arriesgó su vida por mí cuando fuimos atacados.
(SERIO) Esforzaos con la espada
y así no necesitaréis a nadie que os guarde.
En guardia.
Atacad.
(Gritos)
Por el amor de Dios, ¿qué os han hecho?
-Yo no he devorado el corazón de ningún niño cristiano.
-¿Quién comete tales aberraciones? Son acusaciones falsas.
-Alabado sea Yavé. Solo vos creéis en mi inocencia.
Sacadme de estas mazmorras. -Lo haré, pero antes decidme:
¿Conocíais al niño desaparecido?
-Era aguador, todo el pueblo sabe de él.
Alguna vez remendé sus zapatos desgastados de ir por los caminos.
-Para ayudaros necesito algo más,
que sepáis si algún vecino guardaba rencor al chico.
-Yo no sé nada. Solo puedo deciros que soy inocente.
Que tomen mis posesiones, mi dinero, mis animales,
pero que me dejen ir con mi familia.
-Haré todo lo que esté en mi mano.
(Música triste)
No dividiré a mis mesnadas,
pero Salobreña no caerá en manos del infiel.
No resistiremos sin refuerzos. Os necesitamos aquí, en Santa Fe.
Mi señor, como alcaide de la ciudad mi deber es asegurar la plaza.
Necesitamos todas las manos posibles
y el ingenio de un hombre que lleve a término la obra.
Agradezco vuestra confianza, pero mi lugar es Salobreña.
Es nuestro deseo que os quedéis a nuestro lado.
Haceos a la idea.
El nuevo alcaide defenderá la plaza.
-La condenáis a una derrota segura. -No.
Su primera medida será ofrecer el privilegio de derecho de asilo.
-¿Sabéis lo que eso supone?
-Quien tenga cuentas pendientes con la justicia
alcanzará el perdón de sus delitos si vive un año en la fortaleza
y presta sus servicios en su defensa.
Ahí tenéis los refuerzos.
Con el debido respeto, mi señor, Salobreña se llenará de asesinos.
Prefiero verla llena de asesinos que de infieles.
Jamás imaginé que sería tan dichosa.
Juradme que solo tenéis ojos para vuestra princesa.
-Os lo juro. -Y que siempre estaréis a mi lado.
-Lo juro, nada salvo la muerte conseguirá separarnos.
Incluso muertos, nuestro amor se perpetuará por los siglos.
-No habléis de ese modo, me asustáis.
-No temáis, ahora estáis junto a mí.
(ELLA RÍE)
(Música romántica)
(ENFADADO) -¿Qué es preciso para que os convenzáis?
Yucef es inocente. -Admitirá su culpa con el tiempo.
-Me obligáis a acudir a la mismísima reina.
Su alteza sabrá del crimen que se comete en su nombre.
-Que sepa también que la "hama" de Sepúlveda ha sido asaltada.
-¿Cómo decís?
-Familias enteras de judíos han sido apaleadas hasta la muerte.
El pueblo clama justicia y no cesará hasta obtenerla.
(INDIGNADO) -¿"Justicia"?
¡Claman venganza por un crimen fundado en bulos!
¿Acaso han visto el cadáver del niño?
¡La reina no tolerará que se desate el odio contra los míos!
-Tenéis razón.
Su alteza desea acabar de una vez por todas con este asunto.
Vos podéis colaborar para conseguirlo.
Convenced a Yucef para que confiese.
-¿Pedís que condene a un inocente a sabiendas de que lo es
y de que va a morir en la hoguera?
-Si ese hombre es inocente, Dios no permitirá su ejecución.
Un cristiano sabe que el sacrificio de un hombre
puede salvar las almas de otros. -Prefiero pensar como judío:
quien salva una vida, salva al mundo entero.
(Música ominosa)
-Oráis en vano.
Alá ya dejó de escuchar vuestras plegarias.
En la vega, los cristianos levantan una ciudad en piedra.
Entended que no se irán jamás. -Callad.
-Apenas queda grano en los silos.
Vuestros súbditos pasan hambre.
Vuestros ejércitos no unirán Granada con el mar.
Los turcos no pueden desembarcar. -Maldigo la flota aragonesa.
-Mi señor...
estamos solos. Debéis aceptarlo.
-Según vos, incluso Alá nos ha abandonado.
-Pensad en nuestras gentes. En nuestro hijo, Ahmed.
Entregaos a los cristianos o moriremos todos.
Puede que Alá nos haya abandonado.
No abandonéis vos a nuestro pueblo.
(Música triste)
-Mañana emplazaremos las campanas de la iglesia.
Bravo, habéis erigido una ciudad en muy pocos días.
Podéis retiraros.
(JUAN TOSE)
Quiero oír repicar esas campanas sin descanso.
Así se hará.
Que el moro escuche el tañer de la victoria.
(JUAN TOSE)
Estáis ardiendo. ¿Os encontráis enfermo?
(TOSE)
Juan, hijo, ¿qué tenéis?
(TOSE)
¡Avisad al físico!
Prometisteis que me ayudaríais. -No puedo hacer nada por vos.
Os pido que os sacrifiquéis por nuestro pueblo.
Cada cierto tiempo se desata la ira de los gentiles contra nosotros.
Con la desaparición de ese niño, su sed de violencia
ha encontrado la excusa que necesitaba.
-¿Soy el chivo expiatorio de los judíos de Castilla?
-No, quienes tienen vuestra vida en sus manos así lo han decidido.
-Pero yo soy inocente. Moriré abrasado.
-Confesad. Convertíos y os darán una muerte rápida.
Es lo único que puedo prometeros.
(Música triste)
Aceptad vuestro destino con valentía.
Pensad que no será en vano.
Muchos otros se salvarán gracias... (LO CORTA) -¡No quiero morir!
No merezco morir. -Yavé recompensará el sacrificio.
-Yavé me ha abandonado y vos me habéis traicionado.
Jamás asumiré un crimen que no he cometido.
¡Fuera!
¡Marchaos de aquí!
(SOLLOZA)
(JUAN TOSE)
Preparad una cataplasma de mostaza.
(GIMOTEA) Ahmed, no temáis.
Yo estaré a vuestro lado. Guardad fuerzas, hijo mío.
Ahmed está bien.
Juan padece un enfriamiento severo.
Volvemos a Sevilla, quiero que le vea Badoz.
Sopesad los inconvenientes del traslado.
Podría perjudicar su salud.
Nuestro hijo no sanará en este lugar.
Mi señor, permitidme acompañar a la reina.
Velaré por ella y por el príncipe.
Os quiero aquí, Beltrán.
Mi señor...
ya no estoy en disposición para serviros.
(ENÉRGICO) No discutáis. Os necesito aquí.
Disponedlo todo para el traslado. Partiremos de inmediato.
Como ordenéis.
(JUAN TOSE)
-"Don Diego, hijo mío.
He de confesaros que, gracias a la luz de la Alhambra,
he corregido el rumbo de mis conocimientos.
Ahora debo partir,
pero sabiendo que cuanto más me alejo de una Granada
que agoniza bajo el yugo de Castilla,
las costas de las Indias se me antojan más próximas.
(Música emotiva)
-¡Deteneos!
-Les sorprendieron robando grano, merecen ser castigados.
-Lleváoslos y azotadlos.
La próxima vez, no seré tan benevolente.
-¿Así es como pretendéis afrontar los motines?
Enteraos: el pueblo teme más el castigo que el hambre.
-Atestasteis la ciudad de hambrientos y desesperados.
¿Qué queréis, que se dejen morir?
-Arrojad su hambre y desesperación contra los cristianos.
Sois su emir, aún os veneran. ¡Aprovechaos!
Formad un ejército y acabad con el sitio.
-¿Sin armas y sin preparación? Los enviaría a una muerte segura.
-Mejor morir luchando que de hambre.
Que se ganen el paraíso. -¡No!
Hubo un tiempo para las armas. Ahora es momento de las palabras.
-Vuestro padre tenía razón. No merecéis el trono.
(JUAN SE QUEJA)
-Tiene inflamada la pleura.
Por Dios, hablad en cristiano.
Me temo que el viaje solo haya empeorado su estado.
¿Su vida corre peligro?
Con sangrías evitaré que los humores nocivos lleguen a los pulmones.
Haced lo que consideréis,
pero en vuestras manos se halla la vida del heredero.
La sangría se hace en el lugar más alejado del foco de la enfermedad.
(Música triste)
Es de la princesa Isabel.
"Amada madre,
me complace haceros saber cuán dichosa y feliz me siento.
Vos sabéis que acudí a mi casamiento
con el corazón atenazado por las dudas y los miedos.
Pues bien, sabed que a día de hoy
volvería a casar con el príncipe Alfonso una y cien veces.
A vos debo daros las gracias por ello.
Pido disculpas a Dios, nuestro Señor,
por haberme anticipado a vivir en el paraíso
antes de que él me juzgue merecedora".
-¿Vos?
Disculpad, esperaba reunirme con su alteza.
Traigo buenas nuevas sobre mi viaje.
-Temo que no podrá atenderos.
Su hijo, el príncipe Juan, se halla muy enfermo.
-Lo comprendo.
Fray Hernando...
¿Comunicaréis a la reina que aguardaré?
Y que rezaré por la salud del príncipe.
Señor todopoderoso...
(SOLLOZA) Ruego no permitáis la muerte del príncipe.
Tomad mi vida, si eso os complace.
Llevaos el alma de cualquier otro de mi familia
y no la del sucesor de las Coronas de Castilla y Aragón,
reinos que sabéis a vuestro servicio.
Alteza, todo sigue igual.
Gracias.
Si se os ofrece algo más...
Si os dijera que un buen fin
podría justificar medios perversos para lograrlo,
¿estaríais de acuerdo conmigo?
Supongo que depende de la bondad del fin.
Y de la perversidad de los medios.
Un dilema me aboca a tomar una terrible decisión.
Necesito consultarlo con alguien.
Intuyo que no ha de ser vuestra esposa.
La reina jamás habrá de saber nada de lo que os diga.
Estoy a vuestro entero servicio.
(Música ominosa)
Si la enfermedad se llevase su vida,
¿intuís las consecuencias para la Corona?
Entiendo vuestra preocupación. Llevo días sin conciliar el sueño.
Nos enfrentamos a un grave problema de Estado.
El príncipe sanará, ya lo veréis. ¿Y si no lo hace?
El príncipe es nuestro heredero.
Vos sabéis igual que yo
quién será la siguiente en la línea de sucesión.
(BAJO) La princesa Isabel.
Después de tanto esfuerzo, sacrificio y sangre derramada,
un rey portugués terminaría reinando en Castilla y Aragón.
Ruego a Dios no permita tal cosa.
No ha de permitirlo Dios
pero tampoco han de hacerlo los hombres.
¿Qué hacéis con esta carta? Va dirigida a mi esposa.
-Os adelanto que contiene malas noticias para ella.
Su hermano, el príncipe Juan, se encuentra muy enfermo.
No saben si sobrevivirá.
-Esto arruinará su felicidad.
-Obrad con astucia, pues, y no se lo digáis.
-¿Me pedís que mienta a mi esposa?
-Tan solo le ocultaréis la verdad. -¿Y si su hermano muere?
-Rezad por que así suceda.
Isabel y vos sucederíais a sus padres.
Seríais los reyes más poderosos de la península.
Hijo, debéis aprender a mirar hacia el futuro.
-Razón de más para no ocultarle la verdad.
No mezclaré la política con mi amor por ella.
-Ahora debéis amarla más si cabe. -Os lo ruego, no os burléis.
En cuanto lo sepa, deseará reunirse con su familia.
Querrá estar con su hermano.
Partiremos de inmediato. -Por vuestra seguridad, no os dejo.
-¿Qué insinuáis? -No me fío de ellos.
-Mi esposa es castellana. -¡No seáis necio!
No os arriesguéis a caer en sus manos.
Vuestro futuro depende de la muerte de un niño.
Os resignaréis a permanecer en la corte.
Sobre vuestros sentimientos está la Corona de Portugal.
-Debemos marchar cuanto antes. -No servirá de nada ir a Sevilla.
-Servirá para estar con mi hermano. No os entiendo.
-El rey nos prohíbe abandonar la corte por seguridad.
-¿Cómo decís?
-Mi padre sabe que si vuestro hermano fallece
vos os convertiríais en la sucesora, y yo con vos.
-Pronto he dejado de ser lo más importante para vos.
Antes que yo se encuentra vuestra ambición.
-¡Isabel!
(GRITA DE DOLOR)
¡Por misericordia, parad!
Fui yo. Yo fui. -Deteneos.
El condenado quiere confesar.
¿Reconocéis vuestra culpa? ¿Firmaréis una confesión?
-Yo asesiné a ese niño.
Yo abrí su pecho para extraer y devorar su inocente corazón.
Robé hostias consagradas y las empapé en su sangre.
Lo reconozco,
pero os ruego que cese el tormento.
-No sois del todo sincero conmigo.
El Viernes Santo crucificasteis al niño.
Cuesta trabajo creer que tamaña aberración
la perpetrasteis vos solo.
(TARTAMUDEA) -Tenéis razón.
Había más conmigo, no estaba solo.
Entre todos lo crucificamos en unos palos cruzados.
-Dadme sus nombres
y os prometo que vuestro tormento habrá terminado.
(Música triste)
-Ben Ami,
Juan de Lucas,
Benito García...
(HABLA ENTRE SOLLOZOS)
-¿No salís de la cama?
¿Nunca más? -Vos me tenéis prisionera.
-Eso no es cierto. Sois lo que más amo en el mundo.
-De ser así haríais cualquier cosa por procurar mi felicidad.
-Vais a ver cuán equivocada estáis.
Os llevaré con vuestro hermano. Escaparemos juntos.
-¿Desobedeceréis a vuestro padre por mí?
-Partiremos al alba, pero lo haremos por separado.
Yo abriré el camino y nos veremos en unas cuadras
a extramuros de Sintra.
Preparaos para el viaje. Del resto se ocupara mi ayo.
(Música romántica)
(SUSPIRA)
(Música ominosa)
-Me habéis burlado.
Ya teníais a vuestro culpable judío.
¿A qué viene que ahora sean ocho los condenados?
La reina sabrá de vuestros infames enredos.
¡Os lo juro!
-Ahí tenéis la confesión de vuestro zapatero
y las de los otros siete condenados.
-Llevadle una copia a la reina, si se os antoja.
-Vos sabéis que esto es fruto del tormento.
-Se ha hecho justicia.
No habrá más represalias contra los vuestros.
-Asesináis en nombre de Dios.
Esa es vuestra justicia.
(REY) ¡Deteneos!
-Soy la princesa, no podéis retenerme.
-Mi hijo, ¿dónde está? -No lo sé.
(ENFADADO) -¡Responded!
¿Dónde está mi hijo? -¡No lo sé!
Preguntad al ayo. -Nadie le ha visto esta mañana.
¿No debíais reuniros con él?
Encontrad al príncipe, no puede haberse alejado demasiado.
-Las calenturas han remitido.
Las sangrías y los baños fríos han surtido efecto.
Os digo que vivirá.
Doy gracias a Dios por atender mis plegarias.
Mi hermano corre peligro, no podéis impedir que vaya.
Cuando regrese Alfonso, nos iremos a Castilla y no podréis impedirlo.
-¿Y mi hijo? ¿Habéis encontrado al príncipe?
-Lo siento, señor.
-¿"Lo siento"?
¿Qué habéis de sentir?
(AÚLLA) ¡Noo!
¡No!
¡Nooo!
(LLORA)
(Música triste)
(Rezos en latín)
-¿Se sabe algo del ayo del príncipe?
Encontradlo, lo quiero vivo.
-La nueva forma del casco...
La nueva forma del casco
ayudará a aprovechar la fuerza de las corrientes marítimas.
Si con la ayuda de nuevas velas y aparejos
las naves son más rápidas y eficientes,
¿por qué la duración del viaje será mayor?
Porque erré en mis cálculos.
Ahora sé con certeza
que mi travesía habrá de durar 30 días más de lo previsto.
Por tanto, vuestra expedición es más onerosa.
Sí, y con todo, mi ruta sigue siendo más corta
que la travesía portuguesa. Lo siento.
No financiaremos ningún viaje hasta que no concluya la guerra.
Alteza, el viaje ha de realizarse sin demora.
Nuestro dinero está comprometido con una causa divina:
la expulsión de los musulmanes.
Extender la fe católica por tierras ignotas.
¿No es también una causa divina?
Lo es, sin duda.
¿Permitiréis que los portugueses emprendan tan magna tarea?
¿Es acaso una amenaza?
Os conozco y sé que sois un hombre orgulloso.
Ya se burlaron de vos una vez en Portugal.
No les permitiréis hacerlo de nuevo.
Señora, en vuestras manos está. Ejercitaos en la paciencia.
La necesitaréis para un viaje tan largo.
Altezas...
Debo informaros de una desgracia en la corte de Portugal.
El príncipe Alfonso falleció tras caer de su montura.
(Música dramática)
Se os acusa del horrendo asesinato de un inocente
para la práctica de vuestros ritos heréticos.
Asimismo, se os acusa de apostasía
así como de cometer crímenes contra la fe católica.
¿Os arrepentís y abjuráis de vuestros actos?
-Es la mayor de las falsedades del mundo.
(TORQUEMADA RESOPLA)
Vuestra actitud os convierte en impenitentes no relapsos,
por lo que se os condena a ser relajados al brazo secular
para morir en la hoguera.
La sentencia se ejecutará en el Brasero de la Dehesa, Ávila.
Los bienes confiscados a los condenados
se emplearán en las obras del monasterio de Santo Tomás.
(YUCEF ESCUPE)
¡Hija mía! Pobre hija mía...
(LLORA) Madre, sin Alfonso no quiero seguir viviendo.
-No habéis encontrado al ayo. -No, mi señor. Nadie sabe de él.
-Yo sí.
Sé bien dónde se esconde.
Retiraos.
"El infortunio ataca nuestros reinos con desigual mesura,
pues he sabido que, gracias a Dios, Juan se recobra de su mal.
El Señor deja que la muerte se lleve a mi hijo,
conservando vos el vuestro.
Tal ha sido su voluntad y ante ella debemos resignarnos,
pero debe tornarse el dolor en ira contra sus designios,
pues nada nos devolverá a nuestro Alfonso.
La princesa Isabel conservará sus títulos y privilegios en Portugal
Quiera Dios que encontremos cómo enmendar este revés atroz
y siga reinando la paz entre nuestros reinos.
(Música triste)
-Señora, sé que estos son momentos terribles para vos,
pero hay algo que deseo comentaros.
Sé que las villas castellanas ya están en paz.
Finalmente, ¿cuántos fueron? Ocho. Dos judíos y seis conversos.
Al menos, ha cesado la venganza. Cierto, mi señora,
pero temo que cometieran un desatino en vuestro nombre.
No hay rastro del cadáver del niño donde dicen que fue martirizado
ni rastro de las prácticas por las que se les condena.
¿Insinuáis que Dios ha permitido la ejecución de ocho inocentes?
No me atrevo a tanto, alteza. Decidme; si fuera tal,
¿acaso no tendría sus razones? Unos mueren para que otros vivan.
Así lo dispuso nuestro Señor, que murió en la cruz por nosotros.
No obstante...
Señora... Fray Hernando...
Rogué a Dios que salvara la vida del príncipe a cambio de otra.
y el Señor ha escuchado mis ruegos.
Vivíais momentos de desesperación.
Nada duele más a una madre que la muerte de sus hijos.
Bien lo sé.
Sin embargo, si Boabdil no entrega Granada a la hora convenida,
Ahmed, un niño inocente, pagará por la traición de su padre.
Rogaremos al Señor para que el infiel ceda a tiempo.
No hago otra cosa, os lo aseguro,
pero me atormenta saber que, llegado el día,
sería capaz de ordenar su muerte.
Por Castilla, por la vida de los míos.
Es solo un niño. ¿En qué me he convertido?
En Granada no quedan víveres ni armas.
Quizá incluso rindan la plaza antes de hora.
Rezo porque llegue ese momento.
Entregad Granada. -No soy un títere en sus manos.
Lo haré cuando expire el plazo.
-Ni un solo judío debe quedar en Castilla.
Así lo entiendo yo y así lo entiende Roma.
-Necesito fondos para construir naves, para tripulación...
¿Queréis dos millones de maravedíes?
¿Nos tomáis por necios?
-¡Deponed las armas!
He relegado los asuntos de Aragón cuando Castilla me ha necesitado.
Cumplid vuestra palabra.
Os hago saber que tanto Fernando como yo
expulsaremos a los judíos de nuestros reinos.
Pero señora... -Sabia decisión.
¡Silencio! No he terminado.
¡Maldigo el día en que nacisteis de mi vientre!
-El judío que no acepte este edicto y esté aquí o regrese,
será culpado a muerte.
-Que las últimas reservas de pólvora arrasen la Alhambra.
Que arda la ciudad entera con ellos dentro.
-¡Alá es grande! (TODOS) ¡Alá es grande!
-Boabdil no sabe nada de la traición que se prepara en Granada.
Levantaos.
Si no os conviene, hacédmelo saber.
Por Dios, genovés, no me pongáis a prueba.
Vuestra ambición e insolencia acabarán con vuestro viaje.
Defendeos de los cristianos y preparaos para luchar a muerte.
-Vuestra locura ha acelerado nuestro final. 
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