domenica 24 maggio 2020

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Isabel - Capítulo 28


emporada 3 - Capítulo 2


"Gobernar con mano dura"

Los Reyes Católicos están preocupados por la actitud de Colón ¿Siguen confiando en él? Mientras Cisneros empieza a cumplir la misión que le ha encargado la reina con mucho empeño,
El rey de Portugal se ampara en los tratados firmados por Castilla para reclamar ante el Papa los territorios recientemente adquiridos en las Indias. La segunda gran expedición de Colón corre el riesgo de fracasar si los monarcas castellanos no llegan a un acuerdo con el soberano vecino. Y no es momento de abrir nuevos frentes de conflicto, pues la guerra contra los franceses en Nápoles acaba de iniciarse.
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    2752027
    No recomendado para menores de 12 años
    Transcripción completa
    Yo, don Cristóbal Colón,
    tomo posesión de estas tierras en nombre de sus reyes,
    y las bautizo con el nombre de San Salvador.
    Lo ha conseguido, desembarcó en Asia.
    ¿Ha arribado en las costas de Huelva?
    Solo ha regresado una nave, está en Lisboa.
    ¿Queréis para Portugal las rutas a las Indias
    por el este y el oeste?
    Un explorador bajo mi bandera
    podría ser el primero en dar la vuelta al mundo.
    Reverencia, pronto abandonaremos Granada,
    los deberes de fray Hernando le hacen permanecer aquí,
    necesito un nuevo confesor.
    Mi señora, me place ver que el reino goza de tal salud
    que su soberana puede entregarse a juegos y divertimentos.
    Solo a Cisneros quiero como confesor.
    Confirmadle en su cometido, y no olvidéis disculparme.
    La Corona de Nápoles en manos francesas,
    ese es nuestro objetivo.
    ¿Seguís convencido de que Fernando no se interpondrá en nuestro camino?
    Firmará lo que sea para recuperar el Rosellón y la Cerdaña.
    Vuestro rey y el francés tienen pretensiones sobre Nápoles.
    Solo le preocupa que la Corona pase a manos de sus herederos.
    ¡El papa siempre contará con la protección de Castilla!
    ¡No consentiré una guerra con otro reino cristiano,
    ni por los condados ni por nada!
    ¿La reina no se interpondría en camino hacia el trono de Nápoles?
    Mucho beneficiaría a Francia
    que fuese ella quien rigiese el destino de Aragón.
    Francia pretende apropiarse de Nápoles
    con nuestro beneplácito,
    pero antes tiene que pasar por los Estados Pontificios.
    Vuestras maniobras son propias del turco,
    ¡no de quien aspira a defender la cristiandad!
    ¡Habrá guerra!
    ¡No!
    Si queréis aliviar el alma de carga tan pesada,
    aquí me tenéis.
    Si Fernando muere, ¿quién detendrá al francés?
    Nunca más me enfrentaré a vos.
    ¿Le faltaba cordura? Sin duda, alteza.
    Entonces, pedid al Consejo clemencia para ese pobre hombre.
    Al firmar el tratado nos trasladaremos
    para que descanséis, y recibiremos a Colón.
    Está bien, partid. ¿Regresaréis?
    Os lo garantizo.
    (Todos): ¡Por Castilla y Aragón!
    ¡Por Francia!
    Grandes cosas aguardan al reino por haber creído en mí.
    Y juntos las llevaremos a cabo.
    Decidle a vuestro señor, el rey Juan,
    que el Tratado de Alcáçovas será respetado.
    El Atlántico pertenece a Portugal.
    Subtitulado por TVE.
    En esas islas, las aves grandes como terneros,
    lucen colores..., colores no inventados en Europa.
    Y los paisajes...,
    los paisajes eran a veces de un verde tan hermoso...
    Como el norte de Castilla. -Mucho más.
    Mucho más, como esmeraldas al sol.
    (Todos): ¿Esmeraldas? -Sí, Diego, hijo mío.
    Otros terrenos eran amarillos, como los trigales castellanos.
    Nada tiene eso de especial.
    ¿Y si os digo que era debido al oro que lo cubría todo?
    (Exclamaciones de asombro). -¿Oro?
    Hermano, a estos señores les complacerá conocer
    el encuentro con la tribu de ese indio que os acompaña.
    Con gusto os complaceré, Bartolomé,
    pues esta cena es en honor a vos, y os quiero contento.
    Uum, aunque...,
    temo asustar a los más impresionables.
    Bastante vino ha corrido ya para resistir el relato.
    La isla de la que proviene parecía el paraíso,
    más al ver a sus gentes, vimos que tenían mordeduras,
    en sus brazos y piernas. -Habría jabalíes merodeando,
    uno mordió a mi padre en un bosque de Ávila.
    Me temo que las dentelladas no eran de boca de bestia,
    sino de otros hombres,
    pues esta tribu gusta de devorar la carne humana.
    Almirante,
    vuestras aventuras dan para mantenerles en velo días,
    pero quizás sea hora de retirarse.
    Despreocupaos de mi sueño,
    dos horas en un lecho rentan más que diez en un navío.
    Como gustéis,
    pero un encuentro con los reyes exige viveza seso.
    Esperan mucho de vos,
    y están seguros de que tampoco les defraudaréis.
    ¿Para qué me requieren?
    Para que no demoréis vuestro siguiente viaje.
    ¿Malas noticias? -No, descuidad.
    Solo estoy cansado de tanto agasajo.
    Soy vuestro hermano,
    no me embaucáis como a esos infelices.
    Los reyes ordenan otra expedición.
    ¿Desde cuándo se encaja con pesar una gran noticia?
    Desde que todos están convencidos de que alcancé las Indias.
    ¿Y no es así?
    Llegué a unas islas que poco se asemejan
    a los relatos que he leído sobre las Indias.
    Las tomaríais por el este, por eso os resultaban extrañas,
    ¿qué podría ser si no?
    Unos terrones en medio de la nada,
    que he adornado con mi don para el relato.
    Es tan fácil complacer al que nada espera...
    Pero ahora, hermano, se me pide un imperio.
    ¿Qué hombre está a la altura de tal exigencia?
    Dicen que desvelasteis a la Corte con vuestras aventuras.
    Confiamos que guardéis fuerzas para la próxima expedición.
    Si me lo permitís, contaba con gozar de un descanso,
    después de tan dura travesía.
    Habéis tenido meses para recuperaros.
    Decid, ¿quedan al sur de las Canarias
    las tierras conquistadas en las Indias?
    Algo más al sur y al oeste, mi señor.
    Así se lo hicisteis saber al rey Juan.
    Portugal reclama las nuevas tierras,
    en virtud el Tratado de Alcáçovas, firmado hace 13 años.
    Se acoge al derecho de cualquier conquista
    por debajo del paralelo de las Canarias.
    Vuestro afán por pavonearos podría considerarse traición.
    Consideradlo como os plazca, mi conciencia está tranquila.
    El papa intervendrá a nuestro favor,
    pero conviene asentar los dominios en las Indias.
    Debéis partir cuanto antes.
    ¿Creéis prudente partir sin la bendición del santo padre?
    Almirante, vos preocupaos de la mar,
    los asuntos del cielo y de la diplomacia son cosa nuestra.
    Disculpad, un asunto ineludible.
    Francia ha entrado en Italia con casi 50.000 soldados.
    El ducado de Saboya no ha podido defenderse,
    ahora sus tropas avanzan hacia Venecia.
    ¿Alguna orden, alteza? Poco se puede hacer;
    el tratado firmado en Barcelona se lo permite.
    Hasta que entre en los Estados Pontificios.
    Y lo hará, para llegar hasta Nápoles,
    que es lo que pretende.
    Sabíamos que no cumpliría el acuerdo, nos sorprende la premura.
    Mi confianza en la palabra de Carlos de Francia
    siempre ha sido la misma:
    ninguna.
    Organicemos la respuesta. Bien.
    ¿Cómo puede avanzar a ese ritmo endiablado?
    El terreno es agreste,
    pero los príncipes italianos se lo allanan.
    Aprovisionad a nuestra guarnición de Sicilia,
    que esté lista para el ataque.
    Desplegaremos nuestras fuerzas desde Aragón y Castilla.
    Por mar hacia Náploes.
    Que la armada se concentre en Cartagena y Alicante.
    Aguardará presta para completar el trecho hasta Italia.
    ¿Cuántos navíos? No menos de 60.
    ¿Encabezaréis vos la expedición, mi señor?
    No puedo abandonar la Corte.
    Ha de hacerlo alguien que no pueda defraudarnos.
    ¿Alguna sugerencia?
    Hay un hombre que ya ha probado su valor y serenidad,
    Gonzalo Fernández de Córdoba.
    Sea.
    ¿Las Indias del este? Un logro magnífico.
    Cierto, más frágil sin vuestra bendición.
    Mis señores os ruegan que formalicéis su dominio en esas tierras.
    Nada me complacería más,
    pero le disteis a Portugal el derecho sobre el Atlántico.
    El papa Sixto bendijo el tratado. -Y lo respetamos.
    Solo pedimos una bula que lo corrija.
    ¿Debo desautorizar un pacto entre reinos cristianos?
    Santidad, Castilla asegura la evangelización de las tierras.
    Los lusos también llevarían la fe verdadera.
    Decid,
    ¿qué derecho tiene Portugal sobre una expedición
    que se negó a financiar?
    La interpretación del tratado no es la correcta:
    no todo el Atlántico les pertenece.
    Os ruego lo meditéis de nuevo,
    vuestro apoyo se verá compensado con creces.
    Nunca he dudado de la generosidad de vuestros soberanos, estad seguro.
    Pues si no es ofensa, os pido cierta premura.
    Los reyes aguardan vuestra bendición.
    No porfiéis, Fuensalida, Roma marca los tiempos.
    Si hemos de hablar de nuevo, yo decidiré cuándo.
    Por Venecia,
    que se ha abierto para nosotros como una ramera.
    Ni en sueños había previsto tan poca resistencia.
    ¿Acaso lanzaron a vuestro paso pétalos de flores?
    No os burléis, mi señora.
    Quizá sea un pueblo sabio,
    que admira a los reyes por su grandeza.
    O su nobleza se venda al mejor postor.
    Mientras sea para mayor gloria de Francia,
    ¡brindemos!
    No creo que lleguemos a Nápoles perdiendo un puñado de hombres.
    Lo conseguiremos,
    no será tan grande el sacrificio como la recompensa.
    ¿Vais a coronaros rey del Mediterráneo?
    Deberíais pedir al papa que os conceda ese título.
    Quizá lo haga..., quizá lo haga.
    Decid,
    ¿seguís sin haceros a la vida en la Corte?
    A sus placeres ya veo que os resistís.
    Temo haberme excedido en mis precauciones.
    De puertas adentro la reina impone su austeridad,
    aquí los usos no son motivo de escándalo.
    Cierto, cierto.
    Por desgracia,
    he visto más desenfreno en algún que otro monasterio.
    ¿Pensáis que hago chanza?
    Bien sé que no, de ahí la risa.
    Si soy sincero, me cuesta entender que la rectitud que la reina se exige
    no la imponga en cada monasterio y en cada capilla.
    ¿Proponéis una Inquisición dentro de la propia Iglesia?
    No hay mayor herejía que la traición a los preceptos del Evangelio.
    ¿Como la mía propia?
    Ojalá otros sintieran vuestra culpa por igual.
    ¿Es mucho pedir una vuelta a la observancia
    para quien se comprometió a ella?
    ¿Conoce la reina vuestras ansias reformadoras?
    Proponédselas, sois su confesor.
    Os eligió por vuestra rectitud, compartís inquietudes, os entenderá.
    No quisiera intervenir en asuntos de Gobierno.
    Echo tanto de menos la vida contemplativa lejos del mundo
    Siempre podréis renunciar y volver al silencio de la celda.
    En verdad es así.
    Pero,
    ¿no sería pecado velar solo por la paz de mi alma
    habiendo tanto que hacer por el prójimo?
    Me complace vuestro ánimo para afrontar el viaje.
    Temo haber cometido un grave error.
    ¿Seguís dudando de haber llegado a las Indias?
    No, me preocupa mi indiscreción.
    El rey sospecha de mi lealtad, motivos no le faltan.
    Y a pesar de todo, ¿apoya nuestra empresa?
    Sí, gracias a la reina.
    Decid,
    ¿existen pruebas de felonía alguna?
    No, en Portugal fui tentado, pero nada se firmó.
    Pues no desfallezcáis.
    Embarquemos cuanto antes, y las dudas se disiparán.
    No, no basta.
    ¿Y qué pretendéis entonces?
    No sé si las tierras conquistadas encierran riquezas o no,
    pero no pienso renunciar a títulos ni a prebendas.
    Lo hecho vale mucho más. -¿Y si el viaje fracasa?
    Dios no lo quiera, ¿cómo conservaréis lo obtenido?
    Asegurándome el apoyo de la reina, cueste lo que cueste.
    Llaman a la puerta
    Pasad.
    A estas horas, urgente ha de ser la cuestión.
    Lo es, para quien guarda la fe como la guardamos ambos.
    Señora, solicito medidas contra las malas prácticas
    en los monasterios.
    ¿A qué prácticas os referís?
    Los desmanes son de todos conocidos, es el momento de atajarlos.
    ¿Por qué ahora?
    Porque estáis decidida a evangelizar las nuevas tierras.
    ¿Permitiréis que lo hagan religiosos
    cuya falta de rectitud escandalizaría al menos piadoso?
    Por supuesto que no,
    pero las Órdenes se revolverán si intervengo contra ellas.
    Como lo hicieron los nobles, y por ello no dejasteis de hacerlo.
    Exigir observancia es labor de Roma, no mía.
    ¿Qué rigor puede poner el santo padre si es el más desmandado?
    (Suspira): En eso no os niego la razón.
    Vos, sin embargo, podéis dar ejemplo,
    más que la mayoría de abades y priores.
    Empezad por monasterios, sometedlos a control.
    ¿Tanto os impone la tarea?
    ¿Y a quién no?
    A mí.
    Disculpad la hora, somos aves nocturnas,
    Sentaos.
    Vuestras palabras me han hecho pensar.
    Castilla sería garantía de recta evangelización.
    Para la reina es una misión de fe.
    Las aspiraciones portuguesas son cuestionables,
    y vos, no ellos, habéis apoyado a Colón.
    Corriendo el riesgo de financiar una quimera.
    Entonces, santidad...
    Castilla contará con mi bendición.
    Vuestra bula acallará a los advenedizos.
    Os lo agradezco en nombre de mi señora.
    Comprendemos que es un asunto vital para vuestro reino.
    Quizá el que más.
    La compensación tendrá que estar a la altura.
    La reina os obsequiará con preciados bienes de esas tierras.
    Todo un detalle, pero mi petición es otra.
    Si velo por esos nuevos hijos de la cristiandad,
    ¿cómo no hacerlo con mis propios vástagos.
    Es mi deseo casar a mi hijo con una hija de los reyes,
    la que ellos gusten.
    ¿Pensáis dejar los hábitos?
    Será mi hermano Juan quien case con la infanta.
    A cambio de mi bendición incondicional.
    Apuraos en obtener el beneplácito de vuestros señores
    mi astrólogo ha previsto el enlace para el presente año.
    Creía que vuestra posición no dejaba lugar a tales saberes.
    Mi querido amigo, nunca desprecio aquello de lo que puedo servirme.
    Majestad, Fernando moviliza su armada en el Mediterráneo.
    ¿He de preocuparme con nuestras huestes en Florencia?
    Nápoles cada vez está más cerca.
    Antes atravesarán Roma y el aragonés se interpondrá;
    así se acordó en Barcelona.
    A no ser que pactemos, y el papa renuncie a su defensa.
    ¿Pactar, por qué?
    He vencido si esfuerzo en cada estado italiano.
    Entonces, abramos un frente que le debilite.
    ¿Habéis perdido el seso?
    ¿Proponéis que dividamos nuestras fuerzas?
    No exactamente.
    Apoyemos a Portugal en sus aspiraciones del Atlántico.
    No necesito tal maniobra para vencer. -¿Y si su santidad no capitula?
    Si ese valenciano corrupto se resiste a ser invadido,
    levantaré mi espada y le depondré sin dudarlo.
    ¿Tomaréis Roma por la fuerza?
    Dudo que hayáis valorado las consecuencias de tal acción.
    ¡Un degenerado menos gobernando la Iglesia,
    esa será la consecuencia!
    Frente un ataque a un pontífice,
    toda la cristiandad se unirá a Aragón contra nosotros:
    Inglaterra, Borgoña... -¡Jamás!, son nuestros aliados.
    Lo dejará de ser si proporcionáis tal excusa,
    no encontrarán otra mejor que la liberación de un papa.
    Pactemos, majestad.
    ¿Con ese engendrador de bastardos tan viciosos como él?
    Yo enseñaré al santo padre la doctrina de la fe.
    ¡A sangre y fuego!
    Música cortesana
    Os habéis demorado en vuestro retorno.
    ¿Traéis la bula con vos?
    He fracasado.
    ¿Por qué motivo?
    ¿No cree Alejandro VI
    que tengamos derecho sobre esas tierras?
    Cree más en su derecho a ser compensado por la bendición.
    ¡Contaba con ello!
    ¡Os autoricé a complacer sus peticiones!
    Es el hijo del santo padre.
    ¿Y?
    Y vuestro futuro yerno,
    si deseáis que la bula os sea concedida.
    ¡Acepté que el francés opinara sobre los matrimonios de mis hijos,
    pero jamás aceptaré que nadie, ni siquiera el papa,
    me imponga un casamiento!
    Mi asombro no fue menor cuando escuché sus condiciones.
    ¡Son hijos de reyes!
    ¿Acaso han de casar con cualquiera?
    ¿Con el bastardo de un papa
    que ampara su petición en supersticiones?
    ¡Nunca!
    Su osadía es grande,
    pero temo que sea mayor si no obtiene satisfacción.
    ¿Le veis capaz de otorgar las Indias a Portugal?
    Y de cualquier cosa que le rente.
    El rey luso se beneficiará de su avaricia y falta de escrúpulos.
    Contestemos que nos complace la propuesta de matrimonio.
    Pero no concretemos nada.
    Dejemos que el tiempo pase, lo hará a nuestro favor.
    ¿Tan seguro estáis?
    Confiad en mí.
    Agradeced al santo padre
    que me haya recordado vuestra propuesta.
    La evangelización no puede quedar en manos de este papa.
    Desde hoy,
    ostentáis el cargo de provincial de la Orden Franciscana.
    Agradezco la confianza, mi señora.
    En mis dominios impondré la observancia que él no respeta.
    Alabo vuestro atrevimiento.
    Y yo os pido que moderéis el vuestro,
    sed cauto.
    No quiero que los monasterios franciscanos
    sean fuente de conflicto para la Corona.
    Mi señora, será inevitable.
    Actuad con serenidad, o cejaréis en el empeño.
    Haré lo posible para evitar contiendas.
    En varias ocasiones mi lealtad ha sido puesta en duda
    debido a una estancia en Lisboa
    a la que solo el infortunio me condujo.
    Pues bien, sirva esto para apaciguar vuestras sospechas.
    ¿Qué es?
    Lo que ha de refrendar el papa para erradicar
    las aspiraciones del portugués sobre las nuevas tierras.
    Explicaos, poco o nada entiendo de cartografía.
    Aseguraos de que Roma os conceda cualquier territorio
    que diste cien leguas de las Azores y Cabo Verde
    hacia occidente y el mediodía.
    Gracias, almirante.
    Vuestra recomendación será tenida en cuenta,
    como vuestra buena disposición.
    Decid, ¿avanzan los preparativos de vuestro viaje?
    Para cumplir con vuestras aspiraciones
    necesitaría no menos de 17 naves y 1.500 hombres.
    Concedido, ¿cuándo partiréis?
    Hay una condición más, mi señora.
    Requiero la presencia de mujeres en las naves.
    ¿Haréis pasar a vuestras esposas por tales penurias?
    Me temo que no habla de esposas, mi señora.
    ¿Mancebas?
    ¿Pensáis llevar la palabra de Dios en barcos balanceados por el pecado?
    No puedo encerrar a 1.500 quinientos hombres
    sin holgar durante meses.
    ¿Y dónde queda la contención? ¡Lejos de alta mar, os lo aseguro!
    ¡Y no estoy dispuesto a gobernar una jauría de hombres soliviantados!
    ¡Habréis de bregar con ello! Pues no, ¡no lo haré!
    Mancebas. ¡Quiere llevarlas en sus barcos!
    No me fío del almirante, bien lo sabéis.
    Pero he de reconocer que su petición tiene fundamento.
    Isabel, son hombres.
    Y no bestias, pueden dominar sus deseos.
    ¿Pensáis que esos marinos amamantados en tabernas
    son tan virtuosos como vos?
    Bien sé que no,
    pero acaso Castilla ha de agraciarlos con un lupanar?
    Seguro es que la falta de desahogo puede crispar al más pausado.
    Mejor evitar motines, o faltas peores.
    ¿A qué faltas os referís?
    En las Indias no gastan ropajes.
    Cuando esos hombres desembarquen y vean mujeres tan expuestas,
    lo no pecado en la mar lo pecarán en tierra.
    No podemos permitir tal depravación.
    ¡Esos hombres representan a Castilla en las Indias!
    Entonces, aceptad la propuesta como un mal menor.
    Ya ha demorado el viaje en demasía.
    He pensando que mi primer acto como provincial de los franciscanos
    ha de ser la visita a los monasterios.
    ¿Iréis a su terreno, en vez de convocar a los priores?
    Prefiero ver las cosas con mis propios ojos.
    Me parece justo.
    Os dotaré de una comitiva para que os acompañe,
    vuestro viaje promete ser largo y pesado.
    No, os lo agradezco mucho, pero no.
    Iré a pie, solo, y comeré de lo que mendigue.
    ¿Por esos caminos? Sois el confesor de la reina.
    No puedo permitirlo.
    Está bien, podría aceptar compañía.
    Pero un hermano. -¿Quién?
    Hay un mozo de Toledo,
    que canta los seises en el coro con linda voz,
    y podría hacerme ameno el camino.
    (Ronco): Como gustéis, ¿habéis informado a la reina?
    Si me convirtió en provincial fue para delegar en mí.
    ¿Para qué molestarla?
    Sea.
    (Tose).
    ¿Estáis seguro que no queréis montar siquiera un rato?
    El dolor de mis pies es un gozo para mi alma.
    ¡Ah!, vos sois lo que los libros llaman un asceta.
    ¿Solo conocéis la mortificación por lo que se cuenta de ella?
    ¿Acaso en el monasterio del que venís no es costumbre?
    Allí para cualquier padecimiento se busca pronto el remedio.
    Huir del dolor físico es arrimarse al placer de la carne.
    Soy asceta, pero no remilgado.
    Puedo oír las pillerías que tengáis que contarme;
    nos queda mucho camino.
    Si he de ser sincero, de una cosa me arrepiento:
    ojalá hubiera tomado antes los hábitos.
    ¿Tanto os complace la vida monacal?
    Las viandas abundan,
    los nobles comparten con nosotros sus celebraciones
    y la rigidez de las horas y los rezos es poca.
    ¿Y no os decepciona semejante relajación?
    ¿No contradice los motivos por los que hicisteis los votos?
    Al contrario, si entré en el convento
    fue para no pasar hambre ni penalidades,
    que de eso en casa había en demasía.
    El camino va a ser más largo de lo que pensaba.
    (Dicta): A don Fernando, rey de Aragón.
    Mientras esta escribo, Carlos de Francia avanza imparable
    y con formas de tirano por tierras italianas.
    Acaba de ser coronado en Florencia.
    Allí, fruto de su despotismo y desvarío
    ha quemado libros, joyas y muchos cuadros,
    algunos de ese pintor afamado llamado Botticelli.
    Proclama ser el único garante de la fe en Italia.
    Sin duda está en su ánimo deponerme al llegar a Roma.
    Os solicito la ayuda que prometisteis para defender
    los Estados Pontificios, pilar de la cristiandad.
    He dado orden a la Armada para que parta esta noche
    de Alicante hacia Ostia.
    La guarnición siciliana va camino de Viterbo
    para interponerse en el avance del rey francés.
    Demoradlo todo, aún no ha llegado la hora.
    Carlos de Francia no tardará en estar a las puertas de Roma.
    Es cuestión de días.
    Lo sé, pero nuestras tropas no entrarán en acción
    hasta que yo así lo quiera.
    Y os ruego que no tengáis al papa en vuestras oraciones,
    le prefiero abandonado de Dios.
    Al menos por un tiempo.
    ¡Chacón!
    Chacón.
    ¿Por qué no alzasteis la voz contra la decisión del rey?
    Pocas son las cuestiones sobre las que se deja aconsejar,
    y esta no es una de ellas.
    Pero pactó defender al papa.
    Y lo hará a su debido tiempo.
    Quiere al santo padre desesperado para que ceda en sus exigencias.
    Está jugando con fuego, y con este papa todo es posible.
    ¿A qué os referís?
    Si entiende como traición la falta de apoyo de Fernando,
    no tardará en castigarnos por ello.
    Llaman a la puerta
    Adelante.
    Mi señora.
    Decid.
    ¿Estáis al tanto de las intenciones de vuestro esposo
    sobre la defensa de Roma?
    Por supuesto.
    ¿Y no consideráis que es una decisión arriesgada?
    Proponedme otra manera de evitar
    que el santo padre nos imponga ese matrimonio inaceptable.
    No la conozco, Pero sois consciente del riesgo.
    si Portugal se adelanta
    y consigue derechos sobre las posesiones de ultramar...
    No podrá,
    el papa no se atreverá a darnos la espalda
    con el francés tan cerca.
    ¿Estáis segura?
    Llevo veinte años viviendo en la incertidumbre,
    desde el día que empecé a reinar,
    bien lo sabéis.
    Pero es la decisión del rey y vos y yo hemos de confiar en él.
    Nada deseo más que librarlas de ese enlace perverso.
    Sin embargo... Calmaos.
    Conozco al hombre antes que al papa.
    Sabéis que es imprevisible y mezquino.
    E interesado ante todo.
    ¿Y qué desea más quien mira por lo suyo que salvar el pellejo?
    Pronto tendréis la bula sin entregar a una de vuestras hijas,
    os lo aseguro.
    Rezo para que estéis en lo cierto.
    ¿Esperan nuestra visita?
    No.
    Lástima, siendo vos provincial, buen recibimiento nos tendrían.
    Buenas tardes, hermano, soy el nuevo provincial de la Orden.
    He decidido honraros con la primera de mis visitas.
    ¿Qué visita?
    No hemos recibido aviso alguno.
    ¿Acaso vuestro provincial necesita permiso para visitaros?
    Este es lugar de recogimiento, las sorpresas no son bienvenidas.
    Acordad una cita y os recibiremos.
    ¿Os negáis a recibirme?
    ¿Cómo osáis?
    ¿Qué ocultáis?
    ¡Abrid inmediatamente!
    Fariseo infame...
    ¡Corred!
    Fuerzas francesas han invadido los Estados Pontificios,
    "Roma está en grave peligro.
    Me arrodillo ante vos para suplicaros auxilio".
    Es lo que estabais esperando:
    que la mano del santo padre temblase al escribiros.
    Ha llegado el momento.
    Acudiréis a la Santa Sede.
    Defenderemos al papa del invasor, pero dictaremos las condiciones.
    ¿Sabéis que es esto?
    ¡Habéis soliviantado a todos los priores franciscanos de Castilla
    y a mí con ellos!
    Os avisé de que el conflicto era inevitable.
    ¿Inevitable era personarse sin previo aviso?
    ¿Acusar a un prior de ocultar sabe Dios qué bajezas?
    Confiaba en que fuera una invención para descalificaros,
    pero no lo negáis.
    Sería faltar a la verdad.
    Sabéis que coincido con vuestras ideas de observancia.
    ¡Pero os pedí formas suaves!
    ¿Cómo calmo ahora lo que vos habéis encendido?
    Los priores están molestos porque temen que señale sus faltas.
    Porque muchos se saben indignos de vestir los hábitos.
    ¡Vos les exigís obediencia, pero no me obedecéis a mí!
    ¡No habéis cumplido vuestra palabra!
    Permitid, señora, que cumpla con el encargo.
    Y no os inquietéis, lo haré respetando los usos de la Corona.
    ¿Dónde demonios se esconden las tropas de vuestro señor?
    ¡Llevo semanas esperándolas!
    Hoy la guarnición de Sicilia llegará a Roma.
    Y nuestra armada ha partido desde Alicante y Cartagena
    hacia vuestras costas.
    Comprended mi impaciencia, nunca he dudado de vuestro señor.
    A cambio del auxilio,
    concederéis a Castilla los derechos sobre las tierras de ultramar.
    Sin condición alguna.
    Santidad.
    Ninguna de las hijas de los reyes desposará con vuestro vástago.
    Os dije que era innegociable.
    ¿Qué es una infanta a cambio de bendecir sus conquistas?
    Toda condición injusta es excesiva.
    Mas descuidad, los reyes han encontrado cómo compensaros.
    ¿Creen vuestros señores
    que no soy capaz de encontrar mis propias mancebas?
    No ofendáis a doña María Enríquez de Luna,
    prima del rey Fernando de Aragón, y futura esposa de vuestro hijo.
    Que no se sienta herida la dama en su orgullo,
    pero su dignidad es poca para mi hermano.
    Temo que no os podáis permitir tantos escrúpulos.
    La nobleza de Roma espera con los brazos abiertos al francés.
    No veo portugueses por aquí.
    ¿Con quién más contáis para defenderos, sino con nosotros?
    Tendréis la bula.
    Y vos, sed bienvenida a la familia Borja.
    Dejadme solo.
    Al fin.
    El papa concede a Castilla, por la gracia de Dios,
    todas las tierras al oeste de esta línea,
    incluyendo las ya encontradas.
    A cambio de...
    Que la fe católica sea exaltada,
    que se procure la salvación de las almas
    y que las naciones bárbaras sean abatidas y reducidas a dicha fe.
    Vuestra labor ha sido inestimable.
    Tanto anhelaba esta bula, que me apresuraré a darle uso.
    Pero es mi deseo que partáis a Portugal.
    ¿Con qué misión?
    Allí estas nuevas no serán recibidas con agrado.
    Calmad el disgusto del rey
    y recordadle que somos reinos hermanos.
    Ardua misión me encomendáis, señora.
    Haré lo que esté mi mano. Os lo agradezco.
    Acompañadme, Fuensalida.
    Haced pasar al fraile que aguarda.
    Alteza.
    Bernardo de Boyl, ¿no es así?
    Para serviros.
    Decidme, ¿por qué vuestra Orden se hace llamar de los Mínimos?
    Porque somos los más insignificantes entre los religiosos, alteza.
    ¿Pueden los más insignificantes asumir las mayores cargas?
    Así hacen los pequeños insectos,
    pero no sé si entiendo bien a qué os referís.
    Es mi deseo que me prestéis un gran servicio.
    ¿Estáis dispuesto?
    Por supuesto,
    aunque no sé en qué cuestión podría seros yo de uso.
    Almirante,
    os presento a Bernardo de Boyl,
    fraile de la Orden de los Mínimos.
    Os acompañará en vuestro viaje,
    dirigirá la evangelización en nuestro nombre.
    Y os procurará la ayuda que requeríais
    para que las almas de vuestros hombres se serenen.
    Con todo respeto, alteza,
    mi petición iba por derroteros muy distintos.
    Derroteros que no estoy dispuesta a transitar.
    Ya conocéis mis condiciones.
    Y os urge a vos más que a mí verme de nuevo en el océano.
    ¡Basta ya!
    Confesad de una vez el motivo de tanto impedimento.
    ¿Y cuál podría de ser, según vos?
    Que demoráis vuestra partida
    para que Juan de Portugal prepare su expedición.
    Llamarme traidor viene siendo costumbre en vos.
    Pronto olvidáis cuánto he hecho por Castilla.
    ¡Bien poco, en comparación con lo que habéis recibido!
    Alteza, no puedo echarme a la mar
    bajo la bandera de quien así me ofende.
    ¡Detenedle!
    Sea esta la primera vez que pida
    que se ignoren las palabras de mi esposo.
    Pero si he de hacerlo para no perder al hombre
    que está haciendo de mi reino un imperio, sea.
    Señora, ya no sé qué he de hacer
    para ganar la confianza de ciertas personas.
    El papa ha concedido a Castilla el derecho sobre las nuevas tierras,
    en los términos que vos dictasteis.
    Vuestra bandera es la de Castilla, y Castilla, que soy yo, cree en vos.
    Nunca lo olvidéis.
    ¿Cómo negaros nada?
    Nadie, jamás, ha confiado tanto en mí,
    ni yo mismo.
    Nunca os traicionaré.
    En esta expedición no habrá más mujer que la que la bendice:
    vos, mi señora.
    Dad la orden y cruzaré de nuevo el océano,
    por Castilla y por su bien amada reina.
    ¡Bartolomé!
    La reina es nuestro ángel de la guarda.
    Nada se interpondrá en nuestro camino.
    Nada.
    ¡Nada!
    ¿Cómo puede esa bula ignorar lo firmado en Alcáçovas?
    Sabéis, alteza,
    que su santidad tiene potestad para contradecir nuestros tratados.
    ¿Qué esperar de un papa valenciano de cuyo favor gozáis con insolencia?
    Creedme si os digo
    que la benevolencia papal es mucho menor de lo que pensáis.
    ¡Lo suficiente para burlar mis derechos!
    Alteza,
    Castilla financió el viaje que tuvisteis a bien desdeñar.
    En nada hay burla, sino justicia.
    ¿Está Colón de nuevo camino de las Indias?
    En nada deseamos agraviaros, alteza, nuestros reinos son hermanos.
    ¿Ha partido o no? La bula legitima el viaje.
    Y os presentáis aquí,
    apelando a la vecindad y a la sangre que nos une.
    Tendréis la respuesta que merecéis.
    ¿Qué queréis decir?
    Que desde el día de hoy mi armada impedirá
    la salida de vuestros barcos al Atlántico.
    ¿Con qué derecho?
    Vos negáis Alcáçovas, yo niego la bula papal.
    Cualquier navío con bandera castellana o aragonesa
    que atraviese nuestras aguas será apresado o hundido.
    ¿Eso quiere decir qué?
    Que la expedición de Colón ha salido de Castilla,
    pero quizá no pueda regresar a ella.
    ¡Por cada barco nuestro que hundan, arderán cien suyos!
    ¿Con qué armada,
    con la enviada a Roma contra Carlos de Francia?
    ¡Aún hay soldados en Castilla!
    No los suficientes para ganar dos guerras.
    ¿Y qué proponéis?
    ¿Claudicar?
    Por supuesto que no.
    Pero si no podemos permitirnos una guerra, tendremos que negociar.
    ¿Negociar?
    ¿En qué sentido?
    Llegar a un acuerdo al margen de la bula papal.
    ¿Y ceder lo que nos han concedido por justicia?
    Con pesar lo haré,
    pero lo prefiero a que Colón no regrese nunca.
    O a que expediciones futuras no puedan siquiera partir.
    Con lo que ha costado conseguir esa bula.
    Mantener la paz es primordial.
    Y esa no es tarea del papa, sino nuestra.
    Y como beneficiaria de esa bula, en este caso es tarea de Castilla.
    No estaría de más una sonrisa de bienvenida.
    Dad gracias si no desenvaino mi espada.
    Altezas.
    Supongo que vuestra mala conciencia por el abuso de la bula papal
    es lo que nos ha traído hoy aquí
    Suponéis mal.
    Entonces, ¿vuestros problemas con Francia?
    Nada ni nadie nos obliga a negociar con vos.
    Este encuentro no nace de nuestro arrepentimiento
    y sí de vuestra actitud intolerable.
    Por despreciar los derechos otorgados por la bula
    y por amenazar a nuestros navíos.
    ¿He venido aquí a parlamentar o a recibir una reprimenda?
    Si estamos hoy aquí reunidos, alteza,
    es porque mi generosidad parece infinita,
    pero os advierto que no lo es.
    Gracias por acudir a mi llamada, preciso de vuestros servicios.
    ¿Con qué fin, si puedo saberlo?
    Cumplir un mandato real,
    y hacerlo cumplir.
    ¿Un mandato que la reina ordenó antes de viajar a Tordesillas?
    Así es, mucho antes.
    Decid, pues, ¿cómo puedo serviros?
    Lo primero,
    haced venir a un notario.
    Podemos ahorrarnos largas horas de conversaciones tediosas
    si os avenís a cumplir lo que firmamos en Alcáçovas.
    ¿Os leo el acuerdo?
    Como gustéis.
    Que en las cosas tocantes a la mar,
    todo lo hallado o por hallar, conquistado o descubierto,
    sea de Portugal de las islas Canarias para abajo.
    Las islas por vos encontradas están bajo esa línea,
    por tanto, nos pertenecen.
    Si vais a leer nuestros acuerdos, alteza, hacedlo con propiedad,
    o tratad de engañar a quien sea más desmemoriada que yo.
    Lo descubierto sea de Portugal
    de las islas Canarias para abajo contra Guinea.
    Vuestro derecho se limita a la costa africana.
    Esa ruta hacia las Indias nadie os la disputa.
    Mas de la ruta hacia el oeste nada se decía
    y ahora esas tierras nos pertenecen por gracia de su santidad.
    Ese acuerdo fue firmado antes de que encontraseis esas islas.
    No sirve el Tratado de Alcáçovas en esta discusión.
    ¿Estamos de acuerdo?
    Ruego me disculpéis,
    debo hablar en privado con mis consejeros.
    ¡Ya va!
    Negasteis el paso a vuestro provinciano.
    Cerraréis también las puertas a la Corona.
    (Grita): En nombre de la reina,
    ordeno que abráis las puertas de vuestro monasterio.
    Aquí tenéis.
    Os aseguro que estas jóvenes están para hacer la labor que veis.
    Tomad nota de las explicaciones del prior.
    Quizá deba responder de ellas ante la reina.
    Tomad nota..., de todo.
    Era esta una cueva de oración,
    ¡y habéis hecho de ella una cueva de pecado!
    ¡Fuera de aquí, rameras!
    ¡Y vos, pecador, que os escondéis bajo el hábito,
    el más despreciable de los traidores a Dios!
    ¡Hermano, tened piedad!
    El escarnio será el castigo más leve para vuestra perversión.
    No os liberaré de la clausura
    hasta que hayáis purgado con lágrimas vuestros pecados.
    Pasos
    Su alteza el rey Juan II de Portugal.
    Dejemos a un lado el acuerdo de Alcáçovas.
    Castilla podrá navegar por debajo de la línea de las Canarias.
    Me alegra que vuestro buen juicio os lleve a aceptar
    la validez de la bula papal.
    En absoluto,
    no aceptamos la división trazada sobre el mar.
    Cien leguas al oeste de Cabo Verde son insuficientes.
    Nada hay entre esa línea y la costa africana.
    Está bien,
    que sean 150.
    Sea esta la nueva franja que divida nuestros derechos:
    250 leguas al oeste de Cabo Verde.
    O nos complacéis en esta cuestión, o haré efectivas mis amenazas.
    Estoy deseando que os atreváis.
    ¿Qué tal resolverlo aquí mismo, entre caballeros?
    ¿Entre caballeros? No os hagáis de más.
    ¡Ese almirante vuestro le contó algo que nos ha ahorrado a nosotros!
    Cierto es que cuesta entender
    este nuevo empecinamiento venido de la nada.
    Donde nosotros vemos solo agua, él sabe que hay tierras,
    ¡y no cualesquiera, visto su empeño!
    ¿Más valiosas que las referidas por Colón ante nosotros?
    Mucho más, por eso las prefiere a las nuestras.
    ¿Por qué insistió Colón en mantener la línea
    a 100 leguas de la costa?
    No lo sé, Isabel, por arrepentimiento o por comprender
    que el papa fallaría a nuestro favor, ¡no lo sé!
    Ese hombre vende sus conocimientos al mejor postor
    y su codicia es insaciable.
    La inversión en este segundo viaje ha sido enorme, y ahora...
    Quizá piensa regresar directamente a Portugal,
    o quizá la armada del rey Juan aguarda en el Atlántico
    para escoltarlo a puerto seguro.
    No puedo creer que haya entregado confianza y fortuna a un traidor.
    No es posible.
    Creedme, me gustaría no estar en lo cierto.
    Deseo hablar a solas con vos.
    Me causa pesar entrar en disputas con quien es de mi familia.
    Es más común pelear con parientes que con extraños.
    Más si cada uno porta la corona de un reino.
    Pero nos debemos honestidad.
    ¿Por qué tanto empeño en reclamar
    lo que ni siquiera figura en mapa alguno?
    ¿Por qué financiasteis ese viaje hacia lo desconocido?
    Porque creí en el hombre.
    ¿Tenéis a Colón a vuestro servicio?
    Pensé que disputábamos tierras, no hombres.
    Estoy dispuesta a ceder las leguas a las que aspiráis,
    si respetáis el acuerdo que Castilla tiene con su almirante.
    A mi reino le sobran navegantes extraordinarios,
    para nada preciso al vuestro.
    Entonces, permitiréis que regrese su expedición
    y no pondréis obstáculos a otras.
    Por supuesto,
    siempre y cuando aceptéis mis condiciones.
    La ruta abierta por Colón conduce a tierras ignotas.
    Quién sabe qué más hay.
    Portugal no va a permitir que solo Castilla lo disfrute.
    Firmaremos el tratado,
    pero ambos sabemos
    qué amargas consecuencias tendría incumplirlo.
    Tenéis mi palabra.
    ¿Qué sabéis?
    Colón es leal a Castilla.
    Sus barcos regresarán, ahora y siempre.
    ¿A cambio de qué?
    En nombre de Castilla,
    os concedo que la franja quede trazada
    a 250 leguas al Oeste de Cabo Verde.
    Acepto.
    Siempre y cuando nos garanticéis
    que Melilla y Cazaza serán castellanas.
    Es inaceptable. ¡El Reino de Fez nos pertenece!
    Tomaos vuestro tiempo y pensadlo bien.
    Ni África ni las Indias van a moverse de donde están.
    Entendí que habíamos llegado a un acuerdo,
    ¿habla vuestro esposo por vos?
    Habla por Castilla.
    Y en nada, salvo en el tono, se diferencian nuestras voces.
    Jamás volváis a dejarme en ridículo.
    ¡La palabra de la reina de Castilla es sagrada!
    En nada osaría contradeciros.
    Solo he propuesto un pequeño añadido al acuerdo.
    ¡No estoy para chanzas!
    Ya que tanto interés tenéis
    en repartiros el Atlántico con el rey Juan,
    permitid que vele por nuestros intereses
    en el Mediterráneo.
    ¿Y si no acepta?
    Sea.
    Portugal no se opondrá al dominio de Castilla sobre Melilla y Cazaza.
    Son pequeños enclaves.
    Estratégicos para controlar el Mediterráneo.
    ¿Cederíais vos el Atlántico
    por una plaza que no fuera de interés?
    A cambio, que sean 370 leguas al oeste de Cabo Verde.
    Sea.
    En un antro de gula y lujuria se había convertido el monasterio.
    Este documento da fe
    de cómo mis sospechas tornáronse certezas.
    Prometí actuar según los usos de la Corona, alteza.
    Y así lo hice.
    Diréis más bien que os servisteis de los instrumentos de la Corona,
    y en mi ausencia.
    ¿Acaso debía aguardar vuestro regreso?
    Por lo que leo, en nada hubiera cambiado.
    ¿Qué pensáis hacer al respecto?
    Desde hoy será obligada la observancia
    para los franciscanos de esta provincia.
    Abriréis las puertas a mi escrutinio, so pena de relevo como priores.
    Sabed que estas exigencias las respalda la reina Isabel,
    a quien todos debéis obediencia.
    Y sé que pensáis que es labor del provincial
    influir en la Corona y no al revés,
    pero mi única cuita es el servicio a Dios.
    Y también habrá de ser la vuestra.
    Alteza.
    ¿En qué cláusula del testamento de Adán se estipula
    que el mundo pertenece a españoles y portugueses?
    Embajador, tomad asiento.
    Jamás tuve contacto con tan valioso documento.
    Sin embargo, conozco de memoria los términos del tratado
    que firmasteis con mis señores en Barcelona.
    No es mi caso.
    Lo cierto es que haríais bien en recordármelos.
    Leer me agota.
    Si sois tan amables de hacerlo vos por mí.
    Por favor.
    "Don Fernando de Aragón y don Carlos rey de Francia
    por la gracia de Dios,
    acuerdan que el primero incorpore a su reino
    las tierras del Rosellón y la Cerdaña".
    Los dichosos condados, está bien, son vuestros, seguid.
    "Que Aragón no se interpondrá
    en las aspiraciones de Francia sobre Italia".
    Bravo, ¡bravo!
    "Que Aragón se compromete
    a guardar vigilancia de los Santos Lugares de Roma
    ante cualquier invasión o ataque de cualquier nación".
    Incluida la vuestra, alteza.
    Mejor así.
    ¿Qué más?
    Alteza,
    si no estáis dispuesto a cumplir con lo acordado,
    nosotros tampoco.
    Sabed que Aragón ya no está obligada a respetar vuestros avances.
    La próxima vez que nuestros reinos se encuentren,
    será en el campo de batalla.
    Mi señor, no lamento mi decisión,
    pero quizá juzgáis que me precipité
    y que podría haber intentado renegociar el acuerdo.
    Nadie podía evitar esta contienda.
    Y si de algún modo había que llegar a ella,
    celebro que haya sido demostrando nuestro orgullo.
    Gran valor el vuestro ante un rey.
    Que las huestes de Gonzalo Fernández de Córdoba
    avancen contra los franceses.
    Y que las milicias sicilianas hagan otro tanto.
    ¿Alguna orden más?
    Rezad por nuestro destino en esta guerra.
    Os he de agradecer que evitásemos la contienda con Portugal,
    dos frentes abiertos habrían sido difíciles de asumir.
    Me enorgullezco de haber negociado,
    pero no dejo de pensar si el acuerdo será para bien.
    ¿Por qué?
    ¿Acaso cedimos algo que mereciera la pena conservar?
    Cómo saberlo.
    El rey Juan quería mediros,
    no dejarse ganar tan fácilmente.
    Yo habría hecho lo mismo.
    Confío en que tengáis razón,
    nadie sabe lo que separa esa franja.
    ¿Y si hemos cedido las tierras más provechosas?
    Tardaremos en saberlo.
    Tengamos confianza.
    Nuestro valor siempre ha sido recompensado por Dios.
    Y si nada hay más allá de lo conquistado,
    nos hemos asegurado el Mediterráneo,
    de cuya existencia sí estamos seguros.
    ¿No es suficiente para vos?
    No.
    A veces vuestra ambición deja en nada a la mía.
    No es solo ambición.
    Es el deseo de que mi pálpito se cumpla.
    ¿Qué pálpito?
    El que me dice que algo inmenso nos aguarda.
    Las huestes de Gonzalo están acantonadas en Reggio,
    listas para el combate.
    Don Cristóbal partió hace más de tres meses,
    y no se ha sabido de él desde entonces.
    ¿Dais la guerra por perdida antes de la primera batalla?
    El cardenal Mendoza ha fallecido.
    No puedo ser arzobispo de Toledo.
    Mendoza insistió en que vos fuerais su sucesor.
    Altezas, el obispo de Badajoz os aguarda.
    En Roma nos aguarda la gloria.
    Avisar a la guardia,
    que lo busquen y lo traigan ante mi cuanto antes.
    Quiero que el rey de Francia me reconozca públicamente como papa,
    rey de Roma y vicario de Cristo en la Tierra.
    Vosotros, hijos de reyes, estáis destinados
    a sellar y fortalecer las relaciones con nuestros aliados.
    Los franceses nos han derrotado en Seminara.
    Ya entiendo por qué razón hemos de ir juntos en esto.
    Vos deberíais ser la reina de Castilla y Aragón.
    Nuestro hijo siente ya el peso de la Corona.
    Vais a coronarme rey de Nápoles hoy mismo.
    No puedo hacer tal cosa.
    Pongo el destino de nuestros hijos en vuestras manos,
    que el sacrificio que les exigimos
    sea por el bien de Castilla y Aragón.
    Comunicad al embajador mi compromiso con Juana.
    Nada debe saber la reina de esto.
    Que nadie le de nuevas de Colón
    hasta que haya autorizado las licencias.
    Son prisioneros de guerra.
    ¿Guerra? ¿A qué guerra os referís?
    ¡Ese perro aragonés ha puesto en mi contra a todo el mundo!
    ( Grita): ¿Queréis que me calme? ¡Traedme su cabeza!
    Subtitulación realizada por Cristina Rivero. 
    ____________________________________
    NOTIZIE STORICHE.

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